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Sobre la XXIII Bienal Colombiana de Arquitectura 2012

Enero 22-2013

 

Quien le pegue una mirada a los catálogos de las veintitrés Bienales colombianas de Arquitectura encontrara un valioso testimonio del devenir de la arquitectura colombiana en los últimos cincuenta años. Los diferentes organizadores de la Bienal a lo largo de estos años se han preocupado por recoger, bianualmente, lo más significativo de la producción arquitectónica colombiana, componiendo un panorama de las diferentes formas de hacer y pensar arquitectura en Colombia. Me refiero a corrientes teóricas, a influencias locales y foráneas, a la función social, y por qué no, también, a la moda.

Constituye de esta manera una documentación invaluable para la investigación académica en arquitectura, así mismo, conforma un testimonio comprensible a la gente del común, que les permite entender cómo fueron formadas nuestras urbes y construidas nuestras identidades arquitectónicas. Esta Bienal XXIII recoge nuevamente un espectro amplio del quehacer arquitectónico de los dos últimos años, y es meritorio que esta tradición testimonial se haya mantenido.

Sin embargo, en esta Bienal, como en la anterior, se ha consolidado el concepto -muy equivocado- de que una Bienal es un concurso, tal como escuetamente ha quedado escrito en las bases: «tipo concurso»,  sin bases que permitan debatir la calificación, lo cual genera una tautología: es el mejor, porque es el mejor.

A la Bienal le ha ido como a los concursos de belleza, que en Colombia hace años conmocionaban el país  y ocupaban la prensa de farándula varios meses antes de su ocurrencia; ahora escasamente ocupan media revista Cromos. Esta última Bienal, como la anterior, ha pasado desapercibida. El carácter frívolo que sus organizadores le otorgaron la convirtió en un reinado, y lo que lograron no es más que la banalización extrema de un evento que como en los países desarrollados debería tener un carácter y servir como un espacio para la reflexión y la discusión sobre la situación actual de la arquitectura. A lo que hemos llegado empieza a parecerse bastante a una premiación de Hollywood, donde todo gira alrededor de las celebridades y los egos. Paralelamente, se ha incrementado la cantidad de premios; y premios hay a tutiplén; mientras que en las Bienales reconocidas por su carácter académico, las premiaciones son prácticamente inexistentes, pues se considera que el hecho de participar en la selección de una Bienal ya es reconocimiento suficiente. La premiación individual entra en contradicción con este carácter de gran muestra de trabajo colectivo supuestamente constituye una Bienal.

Un ejemplo que vale la pena aplaudir es el de la BIAU, que después de las controversias suscitadas en su penúltima edición, eliminó los premios, reconociendo de esta manera, la importancia ser una muestra colectiva del ejercicio iberoamericano, y no la de un individuo.

Es aquí se encuentra el aspecto más chocante de este asunto de la premiación: la configuración, sin ninguna vergüenza, de un jurado proclive a quien termina por llevarse la mayoría de los premios. Si uno examina detenidamente la composición del jurado de la Bienal XXIII, encontrará que casi la totalidad de ellos, son amigos próximos o han estado involucrados en alguna actividad de promoción o exhibición de trabajos del arquitecto de los premios. La escogencia de un jurado claramente tendencioso, no solamente constituye una burla a los otros arquitectos participantes, sino que da un pésimo mensaje a los posibles participantes de futuras Bienales, pero sobretodo, al publico en general. Aquí no esta en tela de juicio la calidad de la arquitectura ganadora ni la libertad del jurado de premiar el proyecto que le parezca, sino la responsabilidad en este asunto de quienes han estado detrás de las Bienales y Congresos de la SCA: Jorge Pérez y Francisco Ramírez.

 

El acta presenta una lastimosa redacción que parafrasea el lenguaje críptico de la memoria del proyecto premiado, empero, la principal y más grave falacia consiste en adjudicarle el mérito a los arquitectos de algo que no es de su resorte: el objetivo social de los proyectos, el cual les corresponde a los gobernantes que planificaron y ordenaron el diseño y ejecución estos proyectos. Los arquitectos simple y llanamente tenían la obligación de hacer que estos proyectos cumplieran de manera satisfactoria con los objetivos sociales planteados por el Estado. Es esta la gran falacia que nos ha acompañado en los últimos años: hacernos creer que tenemos una nueva generación de arquitectos preocupados por lo social, cuando en realidad han sido ávidos contratistas del Estado, ya que casi todos los proyectos construidos y premiados en esta Bienal y en las últimas, han sido iniciativa de los gobernantes.

Si existiera algún mínimo de coherencia en la justificación de la premiación, simplemente quienes deberían ser premiados tendrían que ser los gobernantes. Tal como pasó en la Bienal del 2000, cuando se premió el Programa de Parques de Bogotá del alcalde Peñalosa.

 

Guillermo Fischer

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Mejor mirar todo

Enero 10-2013

“Es imposible ir hacia adelante y mirar hacia atrás; quien vive en el
pasado no puede avanzar” dicen que dijo Ludwig Mies van der Rohe.
Desde luego no se puede vivir en el pasado, pero no se puede avanzar
desconociéndolo. Sobre todo porque en las ciudades la arquitectura del
pasado está presente y en uso, ya sea el edificio mismo, con todas sus
modificaciones, como muchos patrones y tipos arquitectónicos que sólo
han evolucionado. Además la arquitectura, en tanto arte, también es
histórica. El gótico no es posible antes del románico, ni el
posmodernismo antes del modernismo. Y mas clásico que la arquitectura
de Mies qué. No se puede progresar técnicamente, ni mucho menos
innovar, sin mirar atrás, pues implica hacerlo desde lo mejor del
pasado. Pero tampoco se puede evolucionar estéticamente sino a partir
de lo anterior, pues es lo que permite la comparación, la referencia.
Es lo que hace que el “menos es mas”, que también se adjudica a Mies,
sea cierto casi siempre, aunque Robert Venturi dejó en claro, que a
veces menos es menos (Complexity and Contradiction in Architecture,
1966).

Como lo dijo Lord Palumbo, presidente del jurado del Premio Pritzker
de 2012, otorgado al arquitecto chino Wang Shu, «el asunto de la
relación adecuada entre presente y pasado es particularmente oportuna,
porque el proceso reciente de urbanización en China invita al debate
sobre si la arquitectura debe anclarse en la tradición o si sólo debe
mirar hacia el futuro». Y para Alejandro Aravena su arquitectura «es
intemporal, profundamente arraigada en su contexto y sin embargo,
universal.” A su vez Yung Ho Chang destaca que “tiene sus raíces en el
contexto local y es culturalmente sensible”, para Juhani Pallasmaa “es
un ejemplo de la capacidad de la arquitectura contemporánea de
enraizarse en un suelo cultural local e incorporar profundos ecos de
una tradición específica” y hasta Zaha Hadid reconoce que “la
transformación de los usos de materiales antiguos y motivos es muy
original y estimulante. Es decir que todos los miembros del jurado,
concuerdan en que Wang Shu mira hacia atrás para poder avanzar (para ver, click aquí )

Por su parte, Glenn Murcutt, también jurado del Pritzker de 2012,  se
queja con toda la razón de que “la forma por si misma se ha convertido
en una disciplina superficial” señala que Shu ha “evitado el
sensacionalismo y la novedad.” Y tal vez sea esta la principal razón
para mirar hacia atrás, pues la frase de marras, fuera de su contexto,
es decir del debate sobre la arquitectura a mediados del siglo XX,
probablemente significaba para Mies otra cosa: la necesidad de superar
algo que ya era pasado: la arquitectura de los pioneros, incluyendo
sus primeras obras y su propio origen, de los que hablaba Nikolaus
Pevsner (Pioneros del diseño Moderno, de William Morris a Walter
Gropius, 1936). En conclusión, mejor mirar todo: atrás, adelante y a
los lados y sobre todo al presente. Como lo dijo Agustín de Hipona:
“El presente del pasado es la memoria, el presente del presente es la
percepción directa y el presente del futuro es la expectativa”. Del
pasado solo queda su historia y consecuencias, y es a partir de ellas
que deberíamos prever nuestro futuro, cambiando lo que se deba
cambiar.

 

Benjamin Barney Caldas

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Paradojas de un Gran Premio

El Gran Premio de Arquitectura 2012 otorgado por FADEA (Federación Argentina de Entidades de Arquitectos) y ARQ (prestigioso suplemento de arquitectura del diario Clarín) ha sido para la Casa Puerto Roldán, de los Arqs. Gerardo Caballero y Maite Fernández. Selección que implico un recorrido por todo el país buscando las obras más significativas de los últimos cinco años en cada una de nuestras regiones. Un gran esfuerzo que debe ser enfatizado como muy positivo.

Lejos de poner en duda la calidad profesional del estudio Caballero-Fernandez, destacados arquitectos rosarinos a quienes admiro y respeto –tal vez más por otras obras que por este premio-; sí parece necesario señalar algunas cuestiones paradojales alrededor de esta elección y que tal vez nos permitan reflexionar y encarar urgentes desafíos. Si bien existen categorías, premios y menciones, un Gran Premio es un símbolo, un “primus inter pares”, un mensaje-síntesis de la arquitectura argentina al resto de la sociedad sobre el estado del arte en nuestro campo.

Una oportunidad para señalar nuestras aspiraciones y lo que entendemos correcto y destacable como disciplina. Exponer y dar a conocer este Gran Premio en la FADU UBA, lugar donde se forman miles de estudiantes de arquitectura, es además un mensaje a ellos. Un paradigma a seguir por nuestros jóvenes. Es aquí donde surge mi mayor perplejidad: Que el modelo a destacar por sobre el resto de los premiados sea la casa individual dentro de un barrio cerrado en las afueras de la ciudad no parece la mejor de las recomendaciones para quienes se están formando, ni para la sociedad en general.

Porque mas allá de resaltar lo metafórico y lo políticamente correcto que significa hoy la austeridad formal y constructiva (en este caso, por momentos casi una impostura); sabemos que esta tipología conlleva un modelo territorial irracional y que la ciudad extendida de baja densidad provoca un impacto ambiental y social negativo. Hoy la enorme mayoría del mundo académico y científico internacional comparte que la compacidad en el ámbito urbano es lo correcto, ya que expresa la idea de proximidad de los componentes que conforman la ciudad. La compacidad, por tanto, es uno de los factores que facilitan el encuentro, la comunicación y el intercambio que son, como se sabe, la esencia de la vida en comunidad, potenciando así la probabilidad de contactos y con ello las relaciones entre los protagonistas del sistema urbano. Son su antítesis: Las distancias, la dispersión y segregación del urbanismo extendido y difuso. Por ello la casa individual exenta -mal que nos pese a los arquitectos- ha devenido en el tipo de vivienda menos eficiente ambientalmente, la que más energía, tierra y agua consume. Además, su dependencia del automóvil implica altos gastos en combustibles fósiles y emisiones de CO2 que agravan el calentamiento global. Por último y en nuestro caso particular, este uso del suelo resulta un verdadero despilfarro del territorio más rico y productivo del planeta en momentos en que la obtención de alimentos es vital para la humanidad. ¿No debería un Gran Premio de Arquitectura dar cuenta de estas cuestiones? ¿No son estos algunos de los desafíos perentorios en la formación de nuestros miles de estudiantes de arquitectura? Es llamativo además que esta casa sea parte de un barrio privado en las afueras de Rosario, ya que Rosario ha sido la primera ciudad del país en debatir públicamente y prohibir nuevas urbanizaciones cerradas en su periferia. Privilegiar el valor social y estratégico del suelo por sobre la especulación y la fragmentación son fundamentos de esta Ley sancionada a principios de 2011. También es paradójico que en un país creciendo –según datos oficiales- a tasas cercanas al 9% anual que el Gran Premio Nacional ARQ sea para una pequeña vivienda en los suburbios de una ciudad. No se malinterprete, es razonable que en la categoría “casas” gane una casa, y la Casa Puerto Roldán es una casa correcta – aunque orientar los dormitorios al oeste no parece lo más eficiente para los tórridos veranos santafecinos (¿habrá percibido el Jurado este “detalle”?)-; pero al ser la obra a destacar dentro de toda la producción nacional de los últimos cinco años, que además representará a la Argentina en la próxima Bienal de Venecia, pone en evidencia síntomas de algo que es necesario abordar.

Cabe preguntarse: ¿Donde están y quienes producen los grandes equipamientos públicos y privados de un país con semejantes niveles de expansión? ¿Existen? ¿Dónde están? ¿Porque no premiar entonces alguna de las miles de viviendas de interés social, los cientos de escuelas y hospitales, los museos, las bibliotecas, el espacio público, los parques, las fábricas, hoteles, laboratorios y los centros de innovación? ¿Su calidad arquitectónica y constructiva resiste un análisis serio? ¿La obra publica argentina es “mostrable”? Más de una cosa no cierra y creo que a esta altura todos nos damos cuenta de la encrucijada que tenemos delante y el riesgo de encriptarnos en cofradías y “discusiones para entendidos”.

Por eso una agenda y un posicionamiento institucional de la arquitectura argentina no deberían obviar estas cuestiones ni soslayarlas, hay que ponerlas sobre la mesa porque ellas son decisivas para nuestro futuro como colectivo profesional. ¿No será tiempo de revisar los modelos de relación con el sector público y privado, habida cuenta que los tradicionales concursos de arquitectura no parecen ser ya la única herramienta idónea? ¿Podremos conjugar continuidad e innovación en nuestra cultura y práctica disciplinar?

No creo en las casualidades pero, por ejemplo, el último Gran Premio de la Arquitectura Española ha sido para un muy interesante edificio urbano de 131 viviendas protegidas –de interés social- en Mieres, Asturias. ¿No deberíamos, entre otras cosas, cambiar nuestras tradiciones y hacer que la primera categoría de nuestros premios de arquitectura sea para las instituciones públicas, o bien privilegiar la innovación en la vivienda colectiva, su eficiencia energética y su capacidad de hacer mejor ciudad? ¿Podremos superar nuestra preferencia casi excluyente por las casas como objetos de culto y deseo? Sería un mensaje claro y contundente al resto de la sociedad, pero también hacia el interior de nuestra disciplina, ya que implicaría comenzar a revisar viejos modelos de práctica y producción arquitectónica que hoy resultan cada vez más estrechos y menos estratégicos.

Desde la Grecia clásica las paradojas y las encrucijadas han servido para hacernos pensar, reflexionar, debatir y cambiar. Ojalá podamos hacernos cargo urgentemente, con inteligencia y serenidad, de los enormes desafíos que se le plantean a la arquitectura argentina.

Martin Marcos, arquitecto. Profesor Titular FADU UBA.

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A propósito de la Bienal de Venecia

 

Diciembre 12 , 2102

El premio del León de Oro a la Torre de David, me parece una vergüenza. A los europeos les parece muy simpático que unos pobres sin techo solucionen su problema tomándose un edificio ajeno y sin terminar, y que esa acción desesperada se merece un importante premio de arquitectura! No le importó al jurado el hecho de que dos millares de venezolanos vivan sin las mínimas condiciones de higiene y comodidad, sin servicios públicos, subiendo todos los días veinte pisos sin ascensor,  enterrando a sus niños que se caen por las fachadas abiertas, en una estructura inadecuada y ajena, tomada por la fuerza bajo la mirada condescendiente de un gobierno dictatorial que cree que esta actitud complaciente es una manera socialista y bolivariana de hacer justicia social. Esta vida denigrante en un tugurio vertical en condiciones infrahumanas, se considera una solución no solo aceptable sino meritoria. ¿Qué tanto toca escarbar en la miseria y revolver la pobreza para encontrar los méritos arquitectónicos y otorgar un Leon de Oro a una obra mediocre a medio hacer? El premio se adjudicó a una calidad de vida inexistente de una comunidad de miserables, o a una ostentosa presentación basada en fotos donde no se ve el hambre?

El premio es un ultraje a la arquitectura y un irrespeto con la miseria humana.

 

Willy Drews

 

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ADENDO

Diciembre 2 de 2012

Antes los modelos eran reconocidos y explícitos, unos cuantos paradigmas, y los resultados usualmente diferentes, acordes con sus desiguales circunstancias de clima, paisaje y tradiciones. Ahora son casi idénticos a sus modelos, los que se tratan de ocultar para que se crea que las copias son originales. El hallazgo de las “olas” del Museo Drents, de Erick van Egeraat, por ejemplo, lleva a que alguien se pregunte si es un posible «referente» o mas vale un «referido» de las “olas” del Parque del Bicentenario en Bogotá, de Giancarlo Mazzanti, que dejaron bajo el “agua” al MamBo.

El concurso internacional que ganó van Egeraat para la nueva entrada y ampliación de dicho museo, en Assen, Holanda, es de principios de 2008, y se completó en 2011, pero hay que reconocer que Mazzanti lleva un tiempo dándole al mismo tema, como en “sus” olas de los estadios de los juegos Suramericanos de Medellín, de 2010. También es probable que tanto Mazzanti como van Egeraat y los arquitectos Kahle, Oíza y Arauzo, autores de las “olas” del Edificio Polivalente de Servicios de Hostelería en la Ciudad de la Innovación, en Navarra, España, también de 2008, se inspiraran en otro proyecto anterior que aun desconocemos.

Si la arquitectura no es una profesión ética. ¿Entonces que es? Es nada, dicen que ha dicho Daniel Liebeskind. En conclusión, el asunto de los créditos en arquitectura debería comenzar por reconocer sus modelos, y, como los músicos y pintores, hablar de “variaciones” sobre un tema. Pero si la memoria es la inteligencia de los tontos, como supuestamente dijo Einstein, ahora que ha sido sustituida por el Intenert ¿será que ya llegó el día en que la tecnología sobrepase nuestra humanidad y el mundo solo tenga una generación de idiotas, como él lo predijo? Pero por supuesto no ellos, los vivos que se copian unos a otros, sino los que los aplauden y premian, y especialmente los que callan.

Benjamin Barney Caldas

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Cuando Goliat premió a David, o David se premió a sí mismo

Oct 7,  2012

En una curiosa Bienal Internacional de Arquitectura donde la gran mayoría de los pabellones no mostraban contenidos de arquitectura y conformaban “instalaciones” más propias de una Feria de Arte, las autoridades decidieron premiar justamente la falta de una participación protagónica de la arquitectura.

 

El 29 de agosto el Jurado de la Bienal de Venecia otorgó el Primer Premio “El León de Oro” a la reconstrucción de un Bar venezolano que hipotéticamente estaba en la azotea de la Torre David de Caracas un edificio inconcluso invadido por okupas. El Bar era la instalación de un Pabellón del conjunto auspiciado por el curador Mr. David Chipperfield y formado por el llamado Urban-Think Thank integrado por Justin McGuirk de Londres, Alfredo Brillembourg y Hubert Klumpner, junto al fotógrafo holandés Iwan Baan. El proyecto de la torre David inconclusa fue del arquitecto Enrique José Gómez y del constructor David Brillembourg (primo del premiado) con oficinas en Nueva York y Zurich. El Bar, denominado “Gran Horizonte” era considerado como un “pop-up” punto de encuentro informal en la Bienal[1].

 

Cabe aclarar que este stand, ubicado en la zona del Arsenal, no representaba oficialmente a Venezuela, cuyo Pabellón, realizado por Carlo Scarpa hace más de medio siglo en la zona de los jardines, tenía una Exposición denominada “Ciudad Socializante vs. Ciudad Alienante” con un catálogo con textos de Juan Pedro Posani y el Ministro de Vivienda Ricardo Molina acompañado por pinturas de Domenico Silvestre y un audiovisual con los testimonios de María Sojo. Esta era la versión oficial del Gobierno de Hugo Chávez en la Bienal. Las personas que atendían este Pabellón nacional desconocían la existencia del Bar de arepas y parrillada que complementaba el imaginario latinoamericano que Mr. Chipperfield y sus amigos habían montado.

 

El rascacielos inconcluso Torre de David tiene 45 pisos con 190 metros de altura y residen allí cerca de 3000 personas que ocuparon el espacio dentro de las políticas fomentadas por las carencias de vivienda. Carencias estas determinadas por el proceso de urbanización, la pobreza, los avatares de las inundaciones y derrumbes que asolaron la ciudad de Caracas en los últimos años. La reorganización de los modos de vida, la decoración de los ambientes que recoge el fotógrafo y los nuevos hábitos de esta “arquitectura sin arquitectos” es lo que ha terminado siendo curiosamente premiado por una Bienal de Arquitectura.

 

Aunque pueda parecer “políticamente correcto” este rescate de una respuesta ante la crisis de vivienda del continente, lo que se está premiando aquí no era realmente la solución del problema sino una iniciativa de emergencia que termina convirtiéndose en un camino, prestigiado por este Premio, para resolver sin compromiso del Estado ni de la sociedad, mediante la invasión y la ocupación, unas formas de supervivencia carentes de los adecuados servicios y las condiciones mínimas de habitabilidad.

 

“La Torre de David testimonia el fracaso del neoliberalismo y la capacidad de sobreponerse a las situaciones de los más pobres y marginados de la sociedad, de modo que también representa una oportunidad de reconsiderar cómo se crean las comunidades urbanas”, explican los autores del proyecto[2]. Se omite según opina el Diario El Universal de Caracas que la llamada Torre de David “no es precisamente una construcción “abandonada” u “ocupada” -como la llama Brillembourg- sino “invadida”. O que el edificio se ha convertido en una estructura infranqueable hasta para las autoridades policiales”[3]. La Torre, que pasó a manos del estado luego de la crisis económica de 1994 debió haber sido reciclada o terminada para dar solución adecuada a las carencias de vivienda, pero, como señalaba Juan José Pérez Rancel en 2011 con aquella ocupación del edificio, comenzada en el 2007, “la promiscuidad cobró venganza y se instaló en las alturas, para alumbrar como un faro a la ciudad, proclamando el fracaso del populismo, de los falsos redentores, de la planificación, de la modernidad. El triunfo de la modernidad inconclusa sobre la posmodernidad prematura”[4].

 

El Colegio de Arquitectos de Venezuela consideró el Premio como una acción política otorgada a un “sofisticado happening para europeos ociosos” donde el Jurado, integrado por cuatro arquitectos europeos y uno estadounidense hablan de “nueva comunidad”, “nueva identidad” y de un “modelo inspirador” que sin dudas está premiando más a los habitantes que a los arquitectos[5]. Inspirados en la “Civilización del espectáculo” que predominaba claramente en los Pabellones de la Bienal, esta decadente premiación de Goliat al pobre David es claramente una burla que testimonia la caricatura que ciertos sectores de la intelectualidad arquitectónica adjudican a nuestra realidad americana.

 

Esta realidad de postergadas respuestas de calidad hoy celebradas de esta forma insultante requiere entender, como dice claramente Anaxtu Zabalbeascoa, que “no se trata de censurar la intervención ciudadana. Al contrario, se trata de evitar convertirla en una moda que acabe con ella”[6]. En el mismo sentido el arquitecto venezolano Henry Vicente reflexionaba aludiendo a esta admiración por el supuesto éxito de las ocupaciones en momentos en que Europa se sacude en sus propias crisis, parece “que estamos negociando con espejitos al revés, ahora somos nosotros los que los vendemos”[7]. La presencia del Pabellón fue acompañada por un libro (que no estaba accesible a los visitantes) y que se remitió al Jurado. El mismo fue editado por Lars Müller Publishers de Suiza, que también contrató al fotógrafo para comparar Brasilia con Chandigarh (2010).

 

El cineasta Thaelman Urgelles, escribió un artículo donde decía: “El premio ¿es acaso un sarcasmo, una crítica del espanto a través de la ironía? Pues no, el premio se confiere con toda la sinceridad del curador y los jurados europeos, quienes nos miran a los latinoamericanos como especímenes de su particular espeleología social o, peor dicho, no pierden la oportunidad de alimentar su arrogancia al celebrar nuestra miseria y descomposición, elevándola a la categoría de arte”. Para el arquitecto Jimmy Alcock, Urgelles habla de la visión que Europa tiene de nosotros[8].

 

El ex Decano de la Facultad de Arquitectura de la Universidad Central de Venezuela, Marco Negrón detallaba aspectos de este proceso de ocupación del edificio: «Antes de la invasión, sin que ninguna autoridad interviniera para impedirlo, fue sometido a una intensa depredación por comerciantes informales que cargaron con todo lo que fuera transportable y tuviera valor. Sobre la vida interna del complejo, donde se calcula que habitan unas 700 familias en 28 de sus 45 pisos, se han tejido toda clase de historias difíciles de comprobar debido a la extraterritorialidad de facto de que goza la infraestructura; debe suponerse sin embargo que, como ocurre en toda la ciudad, se trata de una población mayoritariamente trabajadora y de conducta normal, agobiada por necesidades perentorias que, frente a una prolongada crisis, la inoperatividad del Estado y el oportunismo del Gobierno, encontró esa alternativa para resolver sus problemas más esenciales aun de manera extremadamente precaria”.

 

 “La determinación de esas personas, su coraje para no rendirse frente a la adversidad y la incompetencia oficial, son sin duda merecedores de los mayores elogios, no así la solución: los autores del libro sostienen, sin sonrojarse, que la Torre es “un símbolo del fracaso del neoliberalismo” cuando en verdad se trata de la consagración del capitalismo más salvaje: una pequeña oligarquía en la frontera del delito -la que lideró la ocupación- que ejerce su dominio sobre la mayoría en un territorio del que el Estado ha desertado, exactamente igual a como ocurre con los “pranes” en las cárceles o los azotes de “barrio” en muchas zonas populares. En un gesto de chocante demagogia Venecia ha premiado el atraso, la quiebra de la civilización, la miseria transformada en espectáculo al gusto de un público frívolo que ha agotado no sólo la creatividad sino hasta la mínima sensibilidad humana”[9].

 

Cabe señalar que la Torre David, a pesar de la buena voluntad de sus ocupantes que dicen haber expulsado a “los malandros”, tiene sus problemas. Fue recientemente allanada para buscar a un diplomático secuestrado y para decomisar armas. Un testimonio contemporáneo señala que “los malandros circulan en motos por las rampas de los estacionamientos, cobran peaje a toda hora a quien quiere bajar o subir; suceden más de cuatro violaciones diarias a niños y niñas, jóvenes y mujeres; han caído al vacío más de cuarenta niños (de meses y de pocos años de edad); se trafica todo el tiempo con drogas; roban a quienes regresan de sus trabajos, etc”. Lo ratifica también el arquitecto Oscar Tenreiro al decir: “no figuran en el panorama los dramas de niños caídos al vacío, de extorsiones diarias a manos de delincuentes, de venta de espacios, de promiscuidad, de complicidad con autoridades complacientes; más que ignorancia es idiotez”[10].

 

Los méritos de haber logrado un sistema de uso de electricidad y abastecimiento de agua potable, no impiden verificar la odisea de quienes habitan un edificio de esa altura sin ascensores y con carencias de todo tipo, unidas a estas circunstancias de degradación social.

 

Mientras tanto en Venezuela se comienza a poner en tela de juicio la conducta del grupo Urban Think-Thank por actuaciones anteriores. Aparentemente obtuvieron un financiamiento cercano al medio millón de dólares del Kulturstiftung des Bundes (Fundación Cultural de Alemania) para un proyecto llamado Caracas Case: Cultura Urbana Informal. Una manera interesante de estudiar la pobreza con cuantiosos recursos. También se les menciona como utilizando, sin dar el crédito correspondiente, los estudios que sobre la Torre David hicieron Ángela Bonadies y Juan José Olavarría[11].

 

Pero también están presentes las reflexiones sobre el significado de este Premio en la hora actual. Tenreiro acota que: “Se dice que ha premiado la miseria, lo cual en el caso que nos ocupa a los venezolanos no puede ser más cierto. Pero lo más significativo es que ha dejado muy en claro la hipocresía que cunde en estos espacios, la ignorancia, la frivolidad. Pero eso no es nuevo. Lo nuevo, para mí al menos, es verlo tan claro. La historia es la misma de siempre. Somos vistos como casos de estudio. Los europeos cultos se dan el lujo de ignorar o pasar por alto (para eso los ayudan los arribistas de aquí), que no hay posible autopromoción de los pobres que no pase por una búsqueda incesante de perfeccionamiento de la democracia”[12]

 

En definitiva un Premio que muestra más el desconcierto de una Europa que sale de la euforia de la “Arquitectura Milagrosa” de los “lápices de oro” de un Star system que ha saqueado, con la complicidad de los políticos y otros arquitectos protagonistas del arribismo y del doble discurso, la economía pública de varios países de aquel continente[13].

 

El poderoso Goliat europeo premió a David en Venecia o, en realidad, David Chipperfield se premió a sí mismo, usando el imaginario de la pobreza latinoamericana como la nueva excusa vanguardista.

 

Arq. Ramón Gutiérrez.

CEDODAL. Argentina

Publicado originalmente en: Entre rayas


[1] Véase Il Giornale dell´Architettura, Venecia, 28 de agosto de 2012.

[2] Bosco, Roberta. “Venecia rompe con la arquitectura espectáculo”. El País. Madrid, 27 de agosto de 2012.

[3] Falcón, Dubraska. “La Torre David fue reconocida con el León de Oro en Venecia”. El Universal. Caracas, 30 de agosto de 2012

[4] Pérez Rancel, Juan José. “Metamorfosis. La venganza en la Torre de David”. Revista Medio Informativo, Facultad de Arquitectura, Universidad Central de Venezuela, Caracas, 24 de junio de 2011.

[5] Colegio de Arquitectos de Venezuela. Declaración sobre la XIII Bienal de Arquitectura de Venecia. Caracas, septiembre de 2012.

[6] Zabalbeascoa, Anatxu. “Frente a la vanidad, latinidad”. El País, Madrid, 12 de septiembre de 2012.

[7] Idem.

[8] Alcock, Jimmy. Croquis CAV. Caracas, 23 de septiembre de 2012.

[9] Negrón, Marco. “Venecia. La miseria como espectáculo”. Croquis CAV, Caracas, 11 de septiembre de 2012.

[10] Tenreiro, Oscar. “El triunfo del Cinismo”. Croquis CAV, Caracas,  2 de septiembre de 2012.

[11] Pintó, Matías y Pintó, Mateo. “LEÓN DE chORO”. En http://latorrededavid.blogspot.com.ar/

[12] Tenreiro, Oscar. El triunfo del cinismo. Op. Cit.

[13] Moix, Llatzer. Arquitectura milagrosa. Hazañas de los arquitectos estrella en la España del Guggenheim. Barcelona, Anagrama, 2010.

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