WUF7 Medellín

WOOF! WOOF!

Por: Germán Téllez Castañeda

En: opinión -

En inglés dialectal antiguo: trama o textura. Un “woofer” era un tejedor. En inglés moderno: onomatopeya del ladrido canino y por extensión verbal de los significados del mismo orden, apodo técnico –woofer– otorgado a los altoparlantes que emiten sonidos de tonos graves o bajos.

No deja de ser curioso que el Foro Mundial Urbano (WUF!, por su sigla en inglés, World Urban Forum) suene igual que la versión sajona # 1 de un ladrido: Woof! Wuf! La #2 es Wow!, o en español, guau! Durante una semana y también desde meses antes de esta,  la más intensa –y extensa– campaña publicitaria y propagandística en periódicos, revistas y televisión que se recuerde de algún evento urbanístico en la historia del país, superó por amplio margen aunque temporalmente a la del Mundial de Fútbol en Brasil. El tema del evento del WuF!, organizado, por supuesto, en Medellín, eran todos, vale decir, TODOS los temas urbanísticos posibles. Explico: un enorme porcentaje de habitantes del planeta tierra vive en ciudades y pueblos. Toda su existencia teórica o real, sus problemas, sus necesidades, su comportamiento social, gira en torno a su condición urbana y, consecuentemente, otro enorme porcentaje de su vida misma y actividades cotidianas está condicionado por su entorno físico. Se dirá entonces, en vano, que tratar de abarcar TODO lo que son los problemas o soluciones de los miles de ciudades en el mundo en un solo y breve evento “divulgatible y extensionable a todos los públicos” (novísimos vocablos periodísticos inventados al calor de las entrevistas) es presuntuoso y que los resultados “apretarán poco” o casi nada. Entonces, el WuF! de Medellín o de cualquiera otra ciudad, ¿sí habrá sido todo lo que dicen que fue su propaganda o sus “relaciones públicas”, o caben muchas dudas al respecto?

En 1924, el notable arquitecto francés Pol Abraham, contemporáneo de Le Corbusier, escribió en la revista L’Architecte :

Visiones sanas, ideas justas, verismos presentados como
revelaciones, diluvio de lugares comunes en estilo de
paneles publicitarios, mucha metafísica para llegar a
las nociones más elementales…

Imposible un resumen más sucinto de un evento de astronómico costo y resultados predecibles, preestablecidos, previamente divulgados y sin ninguna verdadera novedad, receta mágica ni esperanza salvadora para nadie, excepto, claro, para los organizadores del próximo evento WuF! ¿Qué observador en su sano juicio logra asistir, observar o analizar cientos de posibles y parciales triunfos o fracasos urbanísticos, además de tal cual “éxito” autocalificado como tal en el curso de unos 4 días? ¿Quién, que no esté mal de la cabeza, resiste 40 horas o más de peroratas sobre inequidad, medio ambiente, sostenibilidad (?), vialidad, barrios marginales, transporte masivo, servicios públicos o falta de ellos, planes teóricos más o  menos inaplicables para cuanta finalidad se le ocurra a planificadores, políticos, promotores o urbanizadores y de cuyo fracaso se ocupan otros ídem de diferentes intereses no siempre claros, o bien caen en manos de la delincuencia de cuello blanco y/o de cuello sucio?

Es bien sabido que la finalidad última de eventos como el del Wuf en la capital antioqueña es, en realidad, la de preparar el próximo Foro o congreso de dicha entidad, en una espiral ascendente de costos y beneficios para grupos relativamente limitados en número. El evento WuF! de Medellín se autocalificó, al igual que todos los anteriores a este, como “el mejor” de cuantos han ocurrido en otros países y ciudades casi tan dinámicas como Medellín. Con este otro campeonato a nombre de la capital antioqueña, esta avanza en el ranking mundial de no se sabe muy bien qué. Lo que resulta mucho menos claro es cómo se establece que un evento WuF! es mejor o peor que otro. ¿Que el de Medellín sea, a la fecha, “el mejor” significa que los anteriores son necesariamente peores que aquel? ¿Se aplica puntaje por costo, número de asistentes, número de conferencistas, número de “estrellas” de la planificación o del surrealismo urbanístico presentes, para recitar cualquier cantidad de sus acostumbradas platitudes, profundas elucubraciones o insoportables charlatanerías? No menos de 36 páginas completas, incluidas 4 separatas, en el diario El Tiempo de Bogotá dan fe de los interminables recursos económicos de los cuales disponen los organizadores de estos eventos, pero no mencionan en ningún momento cuantos millones le costó a Medellín y a Colombia ese insólito aquelarre de ciudades.

Faltó en el WuF! el valioso aporte de Kid Pambelé, el eminente boxeador colombiano, campeón mundial en su momento, al igual que Medellín, con su brillante y sucinta constatación socioeconómica: …Es mejor ser rico que ser pobre. En cambio, entre la plétora mundial de sabios presentes, vino a Medellín el Sr. Stiglitz, Premio Nobel por añadidura. Este vino en plan turístico que no excluía la visita ritual al engaño arquitectónico-cultural de la biblioteca de Drácula (España) y, al otro extremo de lo cultural, el logro muy elogiable de la excelente restauración que alberga el Museo Botero y, de paso, para repetir ante un público crédulo y expectante sus nociones catecísmicas sobre sostenibilidad, inequidad, desarrollo (?), pobreza, etc. que sonaron prácticamente iguales a las de otras varias docenas de conferencistas sobre los mismos temas  en este y otros muchos eventos del mismo género.

Tres notas al margen. Primera: de pronto, entre la miríada de voces pseudocientíficas o de verdad de panelistas, conferencistas o recitadores de chistes de urbanismo, un solitario disidente habló en las páginas de El Tiempo y en la televisión de un tema tabú en estos eventos. Dijo, en esperanto técnico, que había que ponerle estética al asunto de las ciudades. Que a las ciudades, especialmente las ciudades actuales, les faltaba la dimensión estética. Como si la estética urbana fuera una especie de ungüento aplicable a “las ciudades” como quien usa un bloqueador de rayos solares o un desodorante. Como se recordará, un ungüento no tiene una dimensión fija. Tan interesante aspecto urbano fue muy breve y confusamente tratado y se perdió entre la maraña de problemas de todo orden que debía tratar el conversatorio de esa avanzada hora. Es lamentable pues existen numerosas ciudades en el mundo entero a las cuales les vendría bien una buena capa o “mano” de estética de la buena. La otra, la antiestética, está por todas partes pero hemos aprendido a vivir y tratar con ella y no nos pasa nada.

Segunda nota: de pronto, surgió en el WUF! de Medellín, viniendo de las brumas del pasado, (años 70-80 del siglo XX) un discutido teorista del urbanismo y la arquitectura que ha venido descendiendo recientemente en la exigente escala de los prestigios publicitarios: León Krier, considerado un retrógrado por los progresistas y un progresista por los retrógrados, en razón de sus conatos de amalgamas de lo ecléctico tipo arquitectura nazi con lo futurista. La pregunta de qué podría aportar al WUF! de Medellín un personaje con visos de obsolescencia ideológica solo vino a tener respuesta cuando en una de las varias “separatas” periodísticas sobre el evento Krier concedió una entrevista. Trató, sin lograrlo en gran medida, de explicar sus rígidos intentos de conciliar el pasado y el futuro en las arquitecturas y las ciudades –ilustrados en sus libros con ominosos dibujos surrealistas a la manera de la primeras épocas de Giorgio de Chirico–, aunque sin el brillo elocuente, la claridad misionera ni la imposición dictatorial de Le Corbusier. El asunto era claro, Krier había venido a Medellín para ser entrevistado, pero no logró ser tan arbitrario ni tan confuso ni tan charlatán, por ejemplo, como el nefasto señor Eisenmann quien le anunció a su breve paso por Bogotá, a los indiecitos locales, cómo debía ser un verdadero edificio de oficinas, garantizadamente icónico. Las declaraciones y propuestas de Krier fueron del tono y validez de la famosa y acertada recomendación popular de que, para efectos de cazar leones, se debe comenzar por ir donde los haya.

La tercera nota se refiere a los interesados en el origen de la cita de Pol Abraham: es tomada de la devastadora crítica de éste a los textos del librito de Le Corbusier “Hacia una Arquitectura”, publicada en la recopilación de la obra de Abraham por el Centro Pompidou, París, Francia, 2008, pág. 98.

Woof! WuF!

* Foto © de Cámara Lúcida

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