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BD – ET – Bacatá

Diciembre 14 – 2011

El pasado 22 de noviembre, en el Museo del Chicó, asistí a un debate sobre el Bacatá Bogotá Downtown –BD-Bacatá– el rascacielos de 67 pisos que está por brotar en la calle 19 con carrera 5. Hubo dos presentaciones: una sobre la torre para hotel, vivienda, comercio y oficinas; y otra sobre los sótanos para parqueo y abastecimiento. Después de las presentaciones y las intervenciones, los asistentes quedamos con el mal sabor de un edificio que abusa en especulación, incumple las normas en exceso, no genera un centímetro adicional de espacio público, y sobrecarga, también en exceso, la ya saturada red vial de la zona. Para quienes consideramos que la torre de Avianca en el Parque Santander también está en el lugar equivocado, el día que la nueva operación de “renovación urbana” irrumpa en el perfil del centro de la ciudad, veremos el Avianca como un Hobbit.

La presentación de la torre (Willy Drews) nos ilustró ampliamente en seis aspectos: No cumple con el Plan Parcial obligatorio. No cumple con los aislamientos exigidos. No cumple con la altura resultante de aplicar las normas sobre aislamientos. No cumple con el índice de construcción. No pagó la plusvalía correspondiente a la mayor edificabilidad. Y para rematar, son múltiples las inconsistencias entre lo que dice el texto de la licencia y los planos aprobados. Lo que a mí más me sorprendió fue ver cómo se “inventaron” que la norma de aislamientos se puede “interpretar” para generar escalonamientos y aumentar la altura, como si estuviéramos en Nueva York.

Si algo ha sido claro dentro de la ambigüedad normativa bogotana es que el aislamiento se cuenta a partir del nivel del terreno, o a partir del nivel de la plataforma de empate con el vecino, cuando la hay, como en este caso. En realidad, la sorpresa no es tanto la propuesta de los especuladores, pues al fin y al cabo esa es su razón de ser, sino que la Curaduría se haya prestado para un estrujamiento tan forzado de la norma. Con semejante precedente, dentro de poco empezaremos a ver escalonamientos «creativos» por toda la ciudad.

Después de las tristezas de lo que se verá camino al cielo, la presentación de los sótanos (Juan Luis Moreno) nos aterrorizó con los problemas para los seis niveles de catacumbas que tendrá el edificio más alto de Colombia. Los parqueos están dimensionados a partir del Decreto 1008 de 2000 (dimensiones mínimas por cupo = 2.20 por 4.50 metros), en lugar de haberse dimensionado a partir del Acuerdo 20 de 1995 (dimensiones mínimas por cupo = 2.50 por 5.00 metros). Dejando de lado los problemas con los cupos para furgonetas y minusválidos, hay dos modos de afirmar que todo el parqueadero está mal dimensionado: uno es jurídico, en tanto el Acuerdo 20 de 1995 no ha sido derogado y es de superior jerarquía al Decreto 1008 de 2000, así este último sea posterior en el tiempo; el otro problema es funcional, pues a menos que uno tenga un Clío, un Aveo, o si a uno le ha ido muy bien, una Mini Cooper, la mayoría de los automóviles que se utilizan hoy en día no caben en un espacio de 2.20 por 4.50. Peor aún: como la estructura del edificio es de pantallas de concreto, y no de columnas, la mayoría de los cupos quedará encajonada entre muros, de manera que cada carro tendrá únicamente la posibilidad de abrir una puerta. Si la puerta es la de la conductora y ésta va de falda y tacones, mi solidaridad anticipada con la contorsionista.

Cualquiera de los incumplimientos, omisiones o contradicciones mencionados, debería bastar para una revocatoria de la licencia y la apertura de una investigación por presunta corrupción. No obstante, como el proyecto está aprobado por la Curaduría No. 4, siendo prácticos, o cínicos, que para el caso es lo mismo, todos intuimos que si la dirección a seguir es Paloquemao, para cuando la obra esté terminada habrá dos torres de altura similar: una torre en concre–vidrio, importada de España, en un lugar equivocado de la calle 19 de Bogotá; y otra torre de folios amarrados con piola, acumulando apelación sobre apelación, en los juzgados de Paloquemao.

Los problemas que generará ET Bacatá se desprenden de unos pocos principios equivocados. Tres para ser exactos: 1. Querer ser lo que no se puede. Esto es, querer ser como Nueva York, sin metro ni Central Park, y sin una norma para escalonamientos. 2. Utilizar las normas que no se debe. Es decir, que si se tienen dos normas a disposición, utilizar la peor, para luego batirse a punta de hermenéutica jurídica con el que se atraviese, hasta que los opositores se agoten, o se quiebren, o se cumpla el vencimiento de términos. 3. Entre dos referentes, utilizar el peor. Así, en lugar de tomar como modelo un parqueadero, modelo años 50, como el del Centro Internacional, preferir los depósitos para carros, modelo años 80, de algún conjunto de vivienda en Cedritos. Una época sin consideraciones para minusválidos ni furgonetas de abastecimiento dentro de los parqueaderos. Una época en la que las camionetas tipo burbuja se llamaban mafionetas. Y una época que visualizaba un futuro automotor para el siglo XXI dominado por los descendientes de los Renault 4, 6 y 12, este último como carro de alta gama.

Un boca a boca callejero cobra especial vigencia para explicar este proyecto: lo que interesa a promotores y curadores es construir y facturar, respectivamente, la mayor cantidad de metros cuadrados. Para ello, como aprendí en el debate del Museo del Chicó, unos y otros dan lo mejor de sí para encontrar “el esguince jurídico”; al tiempo que la Curaduría da lo mejor de sí para satisfacer al cliente.

La buena noticia es que la Secretaría Distrital de Movilidad -SDM- está estudiando el caso. Si exige lo que debería exigir, el proyecto BD-Bacatá disminuirá necesariamente su área construida, por el sencillo motivo que si se acoge a los requerimientos que la ciudad necesita, no le cabrán los vehículos que el proyecto necesita para mantener su elefantiasis.

Es cierto que todo promotor tiene derecho a hacer negocios, y es apenas justo que el ET-Bacatá sea un buen negocio. También es cierto que todo negocio necesita límites, en especial cuando la ciudad tiene poco que ganar y tanto que perder. Para definir con claridad estos límites, y ante la laxitud de la Curaduría que le otorgó la licencia, confiemos en la SDM.

Juan Luis Rodríguez

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Mataos los unos a los otros

Septiembre 26 – 2011

Mis mejores amigos son arquitectos, como le sucedía a la mayoría de mis colegas hasta el fatídico abril de 1993 cuando apareció la ley 80, Estatuto General de Contratación Pública, de forzosa aplicación en las obras del estado.

Uno de los artículos de la ley establecía que una vez acordada la calificación de los proyectos por parte de los jurados, ésta se daría a conocer a los concursantes para que en cinco días hábiles pudieran hacer observaciones, o inclusive demandar el fallo. A partir de ese día se instauró el imperio de los francotiradores.

Empezaron entonces a llover solicitudes de eliminación del proyecto ganador por motivos tan importantes como que un dibujo estaba corrido un poco a la derecha, ó que un fondo gris-verdoso era realmente verde-grisoso y los colores estaban prohibidos. Entretanto el agredido desconocía el ataque y no podía acudir al sagrado derecho de la defensa.

Salvo algunas observaciones sensatas, las acusaciones y reclamos tienen dos cosas en común: Nunca se ataca un proyecto que no tenga derecho o posibilidades de conseguir el contrato, y el ataque siempre proviene de quien ocupa el segundo o tercer lugar, y aspira por lo tanto a destruir al ganador para quedarse con el encargo. Este canibalismo ya institucionalizado en las licitaciones de obras de ingeniería, fue la herencia funesta que recibieron los concursos de arquitectura. Como resultado de este pernicioso comportamiento, algunos arquitectos concursantes empezaron a incluir dentro de su equipo un abogado habilidoso.

Ojalá los concursos arquitectónicos los ganen buenos edificios y no abogados inescrupulosos. Esta preocupación ha sido compartida por la Sociedad Colombiana de Arquitectos, quien considera que los concursos es el sistema más adecuado para garantizar la escogencia de la mejor arquitectura, y brindarles la oportunidad a los arquitectos jóvenes de desarrollar proyectos de reconocida importancia. La bondad de los concursos puede demostrarse con la buena calidad de los edificios contratados bajo este esquema por las Cajas de Compensación. Menos uno.

Durante meses se vio en la carrera 30 con calle 53 de Bogotá una estructura metálica tubular sobredimensionada que semejaba una refinería. La estructura ya fue recubierta en vidrio con dibujos verde limón, y su aspecto cambió radicalmente. Ahora parece una refinería cubierta con vidrios verde limón y un aviso que dice Colsubsidio. El proyecto fue adjudicado por concurso. Si se mueren los médicos, también se equivocan los jurados.

WILLY DREWS

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ATACA BACATA

 

 

Los palíndromos, esas frases mágicas que se leen igual al derecho y al revés, como ATACA BACATA, tienen la cualidad de duplicar su significado. En este caso Bacatá ataca en dos sentidos. Ataca la ciudad y la ciudadanía, ataca los residentes y los transeúntes, ataca los propietarios y los vecinos. La reconquista española se inició con bancos, y ahora sigue con rascacielos. Hay que reconocer que el tamaño de los espejitos ha aumentado.

 

Adoramos los ídolos arquitectónicos que nos llegan de fuera, por ser “los más”: Los más altos, los más raros, o los más cualquier cosa. Nos imaginamos una Bogotá Dubaitizada, o al menos Panamatizada. No voy a analizar la estética del BD BACATA por considerarla una valoración subjetiva y personal. Voy a referirme solamente a los aspectos urbanísticos, arquitectónicos y normativos.

 

El impacto urbano de un edificio de semejante magnitud es enorme. Si además lo ubicamos sobre una avenida diecinueve al borde del colapso, y dos vías angostas, carrera quinta y calle veinte, incapaces de evacuar el tráfico generado por él, la situación se vuelve crítica. Y si finalmente constatamos que el proyecto no cedió un metro cuadrado para espacio público ó ampliación de vías o andenes, podemos asegurar que la movilidad del sector llegará a la inmovilidad.

 

Arquitectónicamente el proyecto se destaca  por su mezquindad en los espacios, hasta el punto de hacerlos inoperantes. Un hall de ascensores de un metro con cincuenta de profundidad, una entrada y salida de los estacionamientos de seis metros de ancho,  un área de descargue en el sótano donde no caben los camiones, son algunos ejemplos del desprecio por los usuarios.

 

Un análisis cuidadoso de las normas y el proyecto aprobado, muestra seis razones por las cuales no se ha debido expedir la licencia de construcción: No se hizo el plan parcial obligatorio; No se cumplió con los aislamientos exigidos, la altura, y el índice deconstrucción resultantes de las normas sobre aislamientos; Se presentan inconsistencias en la licencia y los planos aprobados; y no se cobró la plusvalía correspondiente a la mayor edificabilidad. Además no se radicó oportunamente el Estudio de Tránsito exigido.

 

En el caso del BD Bacatá no se puede decir que la pregunta del millón es: Como fue posible que la Curaduría Urbana aprobara un proyecto que no cumple con las normas vigentes? Se trata más exactamente de la pregunta de los millones. Muchos millones. Se habla de una inversión de ciento veinte millones de dólares, que incluye un pago en pesos colombianos de $ 251`121.031 a la Curaduría Urbana  por concepto de derechos  y $2.445`465.000 por concepto de Impuesto de Delineación. No incluye por supuesto el impuesto de plusvalía que no se pagó.

 

Imponer caprichosamente un edificio que atenta contra la movilidad sin ofrecer un espacio público adecuado, y reducir a dimensiones inaceptables unos espacios arquitectónicos inoperantes, es una falta a la ética. Pero si además incumple las normas vigentes, se cruza la frágil frontera entre la ética y el delito. Falta definir si el delincuente es el que peca por la paga, el que paga por pecar, o ambos. Difícil saberlo en un país donde una sola persona puede cometer cohecho.

 

Nuestra reacción más frecuente ante un atentado contra nuestra ciudad, es preguntarnos: Por qué nadie hace nada? Para tranquilidad de esa inmensa mayoría de protestantes pasivos, les cuento que en este caso si hay un “nadie” haciendo “nada”. Mejor dicho, haciendo mucho. Ese “nadie” va a instaurar una acción popular solicitando la revocatoria de la licencia, por los motivos ya expuestos.

 

 

WILLY DREWS

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Crítica a una crítica de la crítica

“No critique tanto mijo que eso es muy feo”
(Típica frase materna)

En su columna “Una cosa más” (revista ARCADIA Nª 70), hace el arquitecto Miguel Mesa una crítica de la crítica referida a los últimos debates de arquitectura.

Opina Mesa que “juzgar a los colegas y condenarlos de estilistas, copistas, pseudofilósofos, impostores, destructores del patrimonio, la naturaleza y la sensibilidad de las comunidades, es un gesto temerario, injusto y sospechoso”. Desaprueba los “comentarios que rayan en el chisme y la calumnia”, y le preocupa “el tono camorrero y prejuicioso con el que se escriben algunos de estos supuestos debates”. Si esto es cierto, hasta aquí estoy de acuerdo con él, como lo he expresado en ocasiones anteriores. La crítica debe ser firme, pero ante todo objetiva, seria y respetuosa.

Lo que me pareció leer entre líneas (ojalá me equivoque) y en eso si me declaro en desacuerdo, es que Mesa considera que no se deberían tocar estos temas, por el hecho de que un arquitecto quiere “que no se reforme un estadio sino que se haga uno nuevo”, o acusa “al compañero de pupitre de copiar un dibujo” o considera que “los edificios no juegan un papel importante en la transformación de las sociedades” o ataca “a los edificios singulares” o se burla de lo que escribe un colega “sin explicar por qué sus ideas carecen de interés” o demerita “la ampliación de un parque” porque “hay otro proyecto más adecuado que ese”.

Yo considero que si un arquitecto cree honestamente que es mejor un estadio nuevo que uno revestido, o que un compañero copió un dibujo, o que los edificios por si mismos no son los que transforman las sociedades, o que no deben diseñarse con el único objetivo de parecer originales, o que no comparte las ideas de un colega o su manera de expresarlas, o que existe un proyecto de un parque más adecuado y respetuoso de árboles centenarios, no solo está autorizado para decirlo, sino que debe hacerlo.

La crítica sin censura, sana y en los términos claros y respetuosos ya anotados, es un reflejo de la libertad de expresión y el derecho a disentir. Es el crítico mismo quien debe decidir si son “estas inconformidades, importantes o insignificantes” y merecen por lo tanto que dedique ó no su esfuerzo a luchar por lo que él considera el bien común. Por su parte el lector tiene también el derecho de no leer la crítica, leerla y no hacer nada, ó leerla y respaldarla o controvertirla. La expresión de diferentes puntos de vista permite elaborar un concepto más cercano a la realidad.

La crítica, más que un derecho, es una obligación moral. Recordemos que somos responsables ante nuestros hijos y los hijos de nuestros hijos, no solo de la ciudad que hacemos, sino de la que dejamos hacer.

Espero equivocarme, apreciado Miguel, al interpretar que el fondo de su escrito era una limitación de los temas susceptibles de controversia. Le recuerdo que, acogiéndose a sus derechos como lector, puede no leer, aceptar ó criticar esta crítica de su crítica a la crítica.

WILLY DREWS

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Hace rato que no reto

 

 

“…y hay días en que somos tan lúgubres, tan lúgubres

como en las noches lúgubres el llanto del pinar.

El alma gime entonces bajo el dolor del mundo,

y acaso ni Dios mismo nos pueda consolar.

Mas hay también ¡Oh tierra! Un día…un día…un día…”

Porfirio Barba Jacob

 

…en que amanecemos tan desafiantes, tan desafiantes, que quisiéramos desvestirnos en una cabina telefónica y salir con una capa y una letra en el pecho a desafiar malhechores; o si las fuerzas no nos alcanzan para ser Superhéroes, embestir molinos con un caballo flaco y un escudero gordo; pero si tampoco llegamos a caballeros andantes, al menos retar a todos los que conocen ó deberían conocer el proyecto aprobado por la curaduría 4 para el rascacielos BD Bacatá en Bogotá.

 

Comienzo con el Sr. Comprador de uno de los 396 apartamentos, y lo reto a que me diga si examinó detenidamente el proyecto antes de pagar entre $ 5.404.500 y $ 7.845.063 por metro cuadrado, y comparó precios con lo ofrecido en los sitios más caros de Bogotá, por ejemplo el barrio La Cabrera (estrato 6), donde según la revista Propiedades y Remodelación Nª 19 de junio de 2011, aparece el “Precio del metro cuadrado en Bogotá.” entre $ 5.500.000 y $ 6.800.000, con “acabados lujosos como pisos en mármol o similar, enchapes y grifería de lujo, fachada de estrato alto y cocina tipo europeo”.

 

Sospecho que no lo hizo puesto que compró, y paso entonces a explicarle como es el acceso, según aparece en el plano aprobado A.01.01. Se llega a un vestíbulo en el primer piso y de allí se pasa al hall de ascensores que mide (léalo bien), un metro con cincuenta de ancho!  O en otras palabras, aproximadamente el equivalente a dos hojas del periódico El Tiempo extendidas en el piso! Cuando llega el ascensor, usted tiene que recostarse contra la pared del fondo para que quienes llegan puedan salir!. Como contra la pared solo caben 17 personas y en el edificio habitan aproximadamente mil, los demás que aspiren a subir en ese momento tendrán que hacer cola en el vestíbulo, o pedir un turno, o solicitar cita telefónica con anterioridad. Este mini espacio se repite en todos los pisos.

 

Yo sé que si lo reto a que se imagine que pasa si en ese momento llega un trasteo, me va a contestar que no hay problema pues el trasteo entra por el sótano: veamos que pasa entonces con el camión del trasteo. Cuando va llegando, se encuentra una cola de varias cuadras de algunos de los 737 vehículos que tratan de entrar por una puerta (entrada y salida) que mide seis metros!, (plano  A.0101) espacio que ni siquiera alcanza para un vehículo entrando, otro saliendo, cabina de control, máquina expendedora de tiquetes, separador, andén de protección, vigilante y perro. Para que se haga una idea de la situación, lo reto a que se imagine la entrada vehicular a cualquier centro comercial, (Centro Andino, por ejemplo) un sábado en la tarde; elimínele dos de las tres entradas y una de las dos salidas, y agréguele a la actividad comercial 396 apartamentos, 138 oficinas, y un hotel de 542 habitaciones. Espero le haya quedado claro.

 

Asumamos en vía de discusión, que el camión del trasteo lleva un santo al volante, quien después de esperar las  horas que sea necesario logra acercarse a la puerta y trata de llegar al segundo sótano donde hay 4 puestos de descargue con una altura de dos metros con cincuenta (planos A.1.-2  y A.02.05). No lo logra. No cabe el camión. Entonces usted decide hacer el trasteo en su automóvil y al llegar al estacionamiento asignado (con servidumbre) no puede pasar pues su compañero de desgracia (mejor dicho, de servidumbre) se fue de vacaciones y no dejó las llaves. De todas maneras no habría podido sacar el trasteo pues escasamente puede abrir parcialmente las puertas de un lado, en un puesto de dos metros con veinte de ancho, pegado  contra una cortina de concreto (planos  A.1.-2 a A.1.-6, ejes C a R, 11 a 13). La solución, Sr. Comprador, es que venda el carro, el sofá, el piano y la cama doble, y haga el trasteo en taxi y arrastrando dos maletas y una camándula. La camándula es para que pida que no haya un temblor ó un incendio, pues evacuar mil personas asustadas de un edificio de 55 pisos por dos escaleras, no es tarea fácil.

 

El siguiente turno es para el Sr. Comprador de una  oficina, y el reto es que me confiese si estaba enterado de los precios del mercado. El precio del metro cuadrado de oficinas en el BD Bacatá en este momento, varía entre  $ 4.150.913 y $ 5.308.000 dependiendo del piso (dato de la oficina de ventas 30 6 2011). En la página 66 de la revista Propiedades y Remodelación ya citada, aparece el “Precio del metro cuadrado en oficinas de Bogotá.” Para las mejores oficinas (tipo AAA) en la zona más cercana al centro, el Centro Internacional, con mejor ubicación, menos problemas de movilidad y mayor demanda,  se estima un valor por metro cuadrado entre $3.900.000 y $4.100.000.

BD Bacatà

Torre Caja Madrid

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Si usted la compró para su uso personal  no se preocupe, resígnese;

Si la compró para alquilar o revender, preocúpese;

Si la compró para estar en uno de los edificios más altos del mundo, desilusiónese: en la página Emporis, hay doscientos de más de 239 metros;

Si la compró por la originalidad del edificio, no se emocione tanto; consulte como referencia el proyecto de Norman Foster, Torre Caja Madrid.

 

El Sr. Comprador de un FiDi  del Hotel sabe que “Los FiDis no son una inversión financiera: no garantizan una rentabilidad ni su redención en un plazo determinado”, pues así  lo aclara la propaganda. Yo le tengo un reto: Que confiese si antes de comprar, se enteró de cuales son las principales características del Hotel. Si no fue así yo lo entero. El hotel ofrece 542 habitaciones (según la primera propaganda) o 364 (según la última), repartidas en 57 pisos. En siete de ellos (43 a 49) hay siete habitaciones por piso; en cuatro (53 a 56) hay tres suites por piso, y en los últimos cinco, solo un apartamento por piso!. Esto hace costosa e ineficiente su operación. Sin embargo los promotores calculan las utilidades con base en una tarifa de $ 270.000 para el primer año. Reto a un operador hotelero a que me diga si cree que podría ser competitivo con este hotel, esa localización y esa tarifa, teniendo en cuenta que el Hotel Ibis, por ejemplo, nuevo, eficiente y ubicado en un mejor sitio, tiene en este momento una tarifa de aproximadamente $ 112.000.

 

Y como si esto no fuera suficiente

El Hotel Tequendama queda en frente.

Y si este argumento no lo conmueve,

Compare el Centro Internacional con la calle 19.

 

Finalmente decidí hacerme un auto-reto: Tratar de recordar si en mis 52 años como profesional y profesor había conocido un proyecto con un mayor desprecio por lo funcional, un menor sentido de las proporciones, y un comprador, que no está en capacidad de entender planos, más confiado. Mi respuesta fue no. Ante esta auto-derrota solo me queda retar a cualquier profesor de cualquier semestre de taller de diseño, de cualquier Facultad de Arquitectura, a que califique este proyecto.

 

Amamos los ritos. Nuestro complejo tercermundista nos lleva inevitablemente al rito de adorar, de rodillas y en silencio, los ídolos arquitectónicos que nos llegan de fuera, por ser “los más”: Los más grandes, los más raros, los más  feos, o los más malos; o simplemente por ser una muestra apabullante de invasión extranjera. (Se dice invasión ó inversión?). Y después del rito de adorar, compramos.

 

Hace rato que no reto, pero hoy he roto un rito.

 

 

Willy Drews

 

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El Show va a comenzar

Acaba de terminar la primera fase de un importante concurso arquitectónico internacional para los Bogotanos. Se trata de la selección de las cinco Firmas o Consorcios de Arquitectos que presentarán una propuesta para el Centro internacional de Convenciones de Bogotá, escogidos dentro de una lista de noventa candidatos de gran prestigio mundial. Es de destacar y aplaudir que entre los seleccionados aparecen arquitectos colombianos altamente calificados  que con seguridad sabrán sudar la camiseta y propondrán un proyecto digno y destacado. Hasta aquí el texto parece un comunicado de prensa con final feliz de cuento de hadas, que no justifica el tiempo malgastado en escribirlo, ni en leerlo.

Pero el cuento no es tan colorín colorado. Hay un diablito que se esconde entre las bases del concurso, y que obliga a una segunda mirada. Cito a continuación algunos apartes de la información divulgada por los promotores:

“Centro Internacional de Convenciones de Bogotá, un espacio de talla mundial que se convertirá en ícono de la ciudad y permitirá promover internacionalmente a Bogotá, así como atraer el turismo corporativo y de negocios para mejorar la competitividad de la ciudad.”

“Según Consuelo Caldas, Presidenta Ejecutiva de la CCB, con este proyecto la Cámara de Comercio de Bogotá y Corferias esperan mostrar a Bogotá como una ciudad dinámica, incluyente y sostenible que se convierta en un ícono urbano de la talla de la Torre Eiffel de París, el Teatro de la Ópera de Sydney o del Museo Guggenheim de Bilbao.”

“Durante la primera etapa del concurso, se elegirán los cinco (5) candidatos que presenten el mejor diseño conceptual. Para esta elección se calificará, entre otros aspectos:

• Innovación en el diseño

• Sostenibilidad  medioambiental.
• Incorporación del Centro de Convenciones al entorno.
• Cumplir o exceder el estándar LEED GOLD o similares.
• Debe alinearse al proceso de transformación del área de influencia INNOBO y tener una presencia visual que lo haga único en su género.”

“Las instalaciones deberán tener una presencia visual única”.

Hurgando en estos apartes  y buscando al diablito, encontramos lo siguiente: Dos veces se refieren al edificio como un icono de la ciudad y un  icono urbano, y otras dos se pide una presencia visual que lo haga único y una presencia visual única. Dentro de los aspectos a calificar no se menciona en ningún momento la calidad arquitectónica, la funcionalidad o la economía, entendida ésta como la óptima utilización de las técnicas y materiales más adecuados. Preocupa entonces que se esté esperando, no el mejor edificio, sino el más vistoso. Es decir, una muestra más de la funesta arquitectura mediática. Si lo que se busca con la arquitectura es el espectáculo, para promover internacionalmente a Bogotá y atraer al turismo,  no saldría más barato contratar unos payasos?

Hace un par de meses escribió Miguel Mesa un artículo sobre la arquitectura imponente, y decía: “Las arquitecturas imponentes son esas que parten la ciudad, la anulan y son signos de inequidad”…”Pero los edificios imponentes son impotentes: no saben nada de la geografía, el clima o el urbanismo. Edificios herméticos que aterrizan impávidos en la calle y se mantienen con aire acondicionado en el trópico”. Hasta aquí Miguel.

Yo comenté en esa oportunidad y por este mismo Blog: “Seamos justos, Miguel. La verdadera arquitectura imponente (que la hay) no es culpable de que le adjudiquen el criticado adjetivo; nace sin pretensiones y su calidad, el cumplimiento de la función para la cual fue creada, la estética resultante de la ética de su diseño y la aceptación y cariño de sus usuarios durante años (ojalá muchos) la convierten, sin quererlo, en imponente”…. “Nos referimos entonces a esa arquitectura mediática que nace del arquitecto pedante, la enaltece la revista de moda,… que se destaca por ser la más ostentosa, o la más cara, o la más alta, o la más absurda, o la del mayor voladizo innecesario. Son los falsos positivos de la arquitectura”.

Estaremos entonces condenados a convivir con un gran banano ó una gigantesca alcachofa? Yo personalmente espero que no. Confío en que la alta calidad de los participantes produzca unos diseños de calidad igualmente alta. Y el jurado, serio y responsable, escoja el proyecto arquitectónicamente mejor, que si propone una buena arquitectura representativa de este siglo que está comenzando, se convertirá automáticamente y por sus propios méritos, en Icono.

Mientras tanto, ocupemos cómodamente nuestras butacas, mientras se levanta el telón. El Show va a comenzar.

WILLY DREWS

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