El trópico en los valles interandinos, como el del río Cauca, es lluvioso y cálido, y las casas coloniales pronto prolongaron sus techumbres con generosos aleros. En las de las haciendas sombrean sus corredores periféricos, y en las poblaciones cierran las calles por arriba y protegen peatones y fachadas del agua y el sol. Sombras que además, junto con el ocre de los tejados, separan los blancos encalados de sus gruesos muros, de escasos vanos, de los nubosos y blanquecinos cielos de la región.
Pero con la influencia neoclásica de finales del siglo XIX se eliminaron los aleros y las casas comenzaron a parecer cajas, que a mediados del XX se volvieron, con la vulgarización de la arquitectura moderna, las muy criticadas “cajas de zapatos”, repetidas ad nauseam, que los malos arquitectos de ahora nuevamente vuelven a “estilar”, que no diseñar, mas preocupados por imágenes y volúmenes que por espacios y ambientes. Y hay quienes, imitando a Frank Gehry, cortan, estrujan y aplastan sus cajas, o que las sacuden formando olas.
Sin embargo, la buena arquitectura moderna de las décadas de 1950 y 60 en Cali, por ejemplo, muy influenciada por la arquitectura moderna brasilera de esa época, la primera reconocida como “nacional”, no solo conservó patios y corredores, si no que amplió los aleros prolongando sobre los muros sus grandes cubiertas planas. Como se puede ver aun en varios de los edificios y casas de esos años que aun quedan allí y otras ciudades de la región. Arquitectura sin duda de casas y no de cajas.
La ignorancia y frivolidad han transformado parte de nuestra arquitectura actual en puro estilismo (usar imágenes de moda de las revistas de decoración) dejando de lado la proyectación (resolver problemas locales de emplazamiento, habitabilidad, construcción y estética), pero esta vez, para peor de males, cajas con abundancia de vidrio, y, últimamente, vidrio de colorcitos sin imaginación ni propósito. Y que en Cali, por ejemplo, parecen de Bogotá, en donde el ladrillo o el hormigón visto ya no hacen necesarios los aleros y es bueno que el sol pase por los vidrios, o que se pintan de verdecito como en Mesa de Yeguas.
Desde luego el problema no sólo es de los malos arquitectos de ahora,mal formados en las abundantes pero malas escuelas de ahora, sino en las gentes que ahora ya no quieren morar en casas sino en cajas unas sobre otras en “porta cajas”, entre más altos mejor, y que ya no caminan por calles con aleros (ni podrían hacerlo pues ya casi no las hay), sino que se “movilizan” solos encerrados en sus grandes y negras camionetas como de funeraria, y apenas caminan en los “mols” de moda o en los campos de golf o, peor, en las maquinas de los“espás”.
Pero igual hay una arquitectura “de resistencia”, conocida y estudiada (no todos los talleres de proyectos son malos), que se preocupa por hacer casas y parte, por ejemplo en Cali, de estudiar las casas de hacienda, el mas abundante, importante y bello patrimonio arquitectónico de la región, lamentablemente poco conocido y valorado por esos profesores mas preocupados en resumirles a los estudiantes los libros que estos tendrían que estudiar, y que poco los sacan a ver “casas” contentándose con mirar desde arriba las “cajas” que llaman maquetas.