A los trenes como transporte de personas los hizo desaparecer la industria capitalista del automóvil cuando este estaba a punto de no servir más como vehículo de lujo para una élite, y se volvió obligatorio para todos, y no había que convencer a nadie de su necesidad, como señala André Gorz (La ideología social del automóvil,1973).
Pero los automóviles pronto quedaron pegados a las vías (autopistas, carreteras, avenidas o calles) como el tren a las carrileras. Nadie puede detenerse repentinamente pues, al igual que en el tren, se debe viajar a una velocidad decidida por otros. En suma, el carro no posee ninguna de las ventajas del tren pero sí todas sus desventajas, además de vibración, espacio reducido, peligro de choque, y el esfuerzo necesario para manejarlo. Sigue leyendo