“No critique tanto mijo que eso es muy feo”
(Típica frase materna)
En su columna “Una cosa más” (revista ARCADIA Nª 70), hace el arquitecto Miguel Mesa una crítica de la crítica referida a los últimos debates de arquitectura.
Opina Mesa que “juzgar a los colegas y condenarlos de estilistas, copistas, pseudofilósofos, impostores, destructores del patrimonio, la naturaleza y la sensibilidad de las comunidades, es un gesto temerario, injusto y sospechoso”. Desaprueba los “comentarios que rayan en el chisme y la calumnia”, y le preocupa “el tono camorrero y prejuicioso con el que se escriben algunos de estos supuestos debates”. Si esto es cierto, hasta aquí estoy de acuerdo con él, como lo he expresado en ocasiones anteriores. La crítica debe ser firme, pero ante todo objetiva, seria y respetuosa.
Lo que me pareció leer entre líneas (ojalá me equivoque) y en eso si me declaro en desacuerdo, es que Mesa considera que no se deberían tocar estos temas, por el hecho de que un arquitecto quiere “que no se reforme un estadio sino que se haga uno nuevo”, o acusa “al compañero de pupitre de copiar un dibujo” o considera que “los edificios no juegan un papel importante en la transformación de las sociedades” o ataca “a los edificios singulares” o se burla de lo que escribe un colega “sin explicar por qué sus ideas carecen de interés” o demerita “la ampliación de un parque” porque “hay otro proyecto más adecuado que ese”.
Yo considero que si un arquitecto cree honestamente que es mejor un estadio nuevo que uno revestido, o que un compañero copió un dibujo, o que los edificios por si mismos no son los que transforman las sociedades, o que no deben diseñarse con el único objetivo de parecer originales, o que no comparte las ideas de un colega o su manera de expresarlas, o que existe un proyecto de un parque más adecuado y respetuoso de árboles centenarios, no solo está autorizado para decirlo, sino que debe hacerlo.
La crítica sin censura, sana y en los términos claros y respetuosos ya anotados, es un reflejo de la libertad de expresión y el derecho a disentir. Es el crítico mismo quien debe decidir si son “estas inconformidades, importantes o insignificantes” y merecen por lo tanto que dedique ó no su esfuerzo a luchar por lo que él considera el bien común. Por su parte el lector tiene también el derecho de no leer la crítica, leerla y no hacer nada, ó leerla y respaldarla o controvertirla. La expresión de diferentes puntos de vista permite elaborar un concepto más cercano a la realidad.
La crítica, más que un derecho, es una obligación moral. Recordemos que somos responsables ante nuestros hijos y los hijos de nuestros hijos, no solo de la ciudad que hacemos, sino de la que dejamos hacer.
Espero equivocarme, apreciado Miguel, al interpretar que el fondo de su escrito era una limitación de los temas susceptibles de controversia. Le recuerdo que, acogiéndose a sus derechos como lector, puede no leer, aceptar ó criticar esta crítica de su crítica a la crítica.
WILLY DREWS