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¿Medellín o Disneylandia?

Octubre 11 – 2010

Arquitectura-antídoto, orgullosamente colombiana

Quienquiera que haya creado la campaña publicitaria según la cual en Medellín se controlan la pobreza y el narcotráfico a punta de arquitectura, va bien. La efectividad de la “recordación” está para competir con la ya olvidada campaña publicitaria según la cual Bogotá, «ahora sí» va a tener “el aeropuerto que nos merecemos”. La de Eldorado, creada para el consumo local; la de Medellín, creada para el consumo internacional; una para desprestigiar, la otra para lo contrario. Ambas exitosas, y las dos, en mi opinión, equivocadas.

El último incauto en caer seducido fue el arquitecto Enrique Browne: “La arquitectura urbana colombiana ha contribuido para que cese la violencia”, repite el jingle de Browne. Así se repita y repique mil veces que la arquitectura ha disminuido el narcotráfico y la violencia, éstos ni cesan ni disminuyen. Los arquitectos, sin embargo, siguen en lo suyo, especialmente ahora que la ciudad se llena de incautos e incautables, locales e internacionales, con motivo de la doble bienal, orgullosamente colombo-iberoamericana.
http://www.mincultura.gov.co/?idcategoria=40525

Las estrategias de comunicación suponen que una mentira, una mentirilla, o una picardía bien apuntalada se vuelven verdad para la opinión pública, siempre y cuando se transmita bien el mensaje. Para Eldorado, lo propio habían hecho el director de la Aerocivil, el gerente de Opaín, el ministro de Transporte y por último el expresidente Uribe, quienes durante año y medio tararearon en la prensa nacional el estribillo «el aeropuerto que nos merecemos», mediante el cual aseguraron el otrosí para demoler; documento que ya descansa, orgullosamente, en la galería de trofeos del contratista.

A cualquiera le gustaría, no sólo oír sino que fuera verdad, que en Medellín y en Colombia, la pobreza, la violencia y el narcotráfico se están acabando. A la publicidad, entre tanto, lo que le importa es que su mensaje se instale en el cerebro del target. Punto. Hay especialistas en esto de la desinformación que ganan fortunas. Para consumo interno y más próxima que el ya olvidado Eldorado, tuvimos hace poco la exitosa campaña del excandidato Santos, quien, entre otras, mediado por una buena estrategia de comunicación logró crear en la opinión pública la idea que Antanas Mockus es ateo; cosa que no es y cosa que nunca dijo que era, pero cosa que la opinión pública creyó, y con eso basta.
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El Espectador, en su editorial del 21 de abril de 2010, invita a la moderación:
“Medellín se enfrenta a retratos defectuosos de sus problemas y de las lógicas de su transformación. De una parte, hay quienes ofrecen de la ciudad la idea de que todo sigue igual o ha empeorado, que el control de la delincuencia es absoluto, que nada se mueve sin el consentimiento del patrón de algún grupo mafioso y que a la captura de uno de ellos seguirán las retaliaciones y la recomposición de la estructura delincuencial. En el otro extremo, hay quienes promueven una imagen un tanto maquillada de una ciudad cuyos problemas de seguridad son sólo parte del pasado o en la que los conflictos que están en la base de toda esta historia han sido superados. Una imagen pesimista a la que se le opone una mirada ingenua de una realidad compleja e incierta.
Estas dos maneras de ver la ciudad tienen auditorios interesados y heterogéneos, porque el comportamiento de la seguridad se convirtió en un indicador que puede mover la favorabilidad positiva o negativamente. Eso no está mal. Pero hay que ser conscientes de la polarización que puede producirse con respecto a un tema como este y de los efectos de dicha polarización en otros aspectos del desempeño de la ciudad. Frente a estas posiciones extremas, los matices son requeridos.”

Revisemos algunos e estos «extremos»; unos escritos por analistas de la política, la sociología y la economía, cuya visión de la ciudad oscila entre el negro y el gris; los otros escritos por analistas de la arquitectura que al parecer ven en rosado.

Christopher Hawthorne:
“Over the last two or three years, a steady buzz has been building in architecture and design circles about developments in this city of 3.5 million, which through much of the 1980s and 1990s was infamous for its sky-high murder rate and viciously competitive drug cartels, including a particularly violent one led by Pablo Escobar.
Architects and urban planners who traveled to Medellín seemed to return telling some version of the same enthusiastic story about the renaissance taking place in Colombia’s second-largest city, which has been driven in large part by investment in ambitious civic architecture.”
http://www.latimes.com/entertainment/news/la-ca-medellin-20100509-1,0,2143183.story

Iker Seisdedos:
“Es la historia de la transformación de una de las ciudades más peligrosas del mundo gracias, en gran parte, a la cultura. Y puede sonar a cuento no apto para cínicos, pero es que los vecinos de la Comuna 1 prefieren creer, como esos chavales que, bajo la atenta mirada policial, relatan la metamorfosis a cambio de unos pesos.
El Parque-Biblioteca España, de Mazzanti, fue inaugurado en 2007 y forma parte de una red de cinco centros diseminados por los barrios deprimidos de la ciudad (hay en proyecto la construcción de otros cinco). Además de ofrecer servicio de préstamo de libros o de acceso a Internet, actúan como punto de encuentro y espacio público de las comunidades a las que embellecen con sus formas vanguardistas, ideadas en estudios de arquitectos de prestigio e inspiradas en la idea de que la estética puede ser motor de cambio social. Pero conviene no engañarse, aconseja el alcalde Salazar. «La violencia organizada no se combate con hip-hop».
http://www.elpais.com/articulo/cultura/Instrumentos/fusiles/elpepicul/

20100705elpepicul_2/Tes

Miquel Adriá:
“Medellín se ha transformado. Cuatro años de gobierno municipal enfocado hacia el urbanismo social convirtieron un territorio de sicarios y sede del famoso cartel de la droga en una ciudad ejemplar. Cuatro años bastaron para hacer realidad un cambio radical que transformó una conurbación de guetos en una ciudad de todos, sacando a la calle a una sociedad que ha vivido oculta en sus casas durante años a causa del miedo.
Se trata de espacios públicos y abiertos, con plaza para eventos como clases de baile y conciertos, salones para la comunidad y bibliotecas rebosantes de niños, donde pocos años atrás las tropas de Pablo Escobar pagaban a cualquier adolescente un millón de pesos colombianos (unos cuarenta euros) por cada policía muerto.
http://www.elpais.com/articulo/arte/sicarios/orquideas/elpepuculbab/

20080621elpbabart_8/Tes

Vivian Acuña:
“El conjunto de parques y edificios públicos construidos por Felipe Uribe sorprende. Sus propuestas formales y urbanas transformaron la violenta ciudad de Medellín al promover la inclusión social y generar lugares disfrutables. Renuevan los usos y estimulan la sensibilidad del usuario con efectos arquitectónicos: el tratamiento de la luz, las proporciones, los cambios de escala sorpresivos, y un despliegue de colores y texturas que son, en conjunto, el resultado de elaborar una diversidad de referencias culturales.
Más aún, en los Parques de los Deseos (2003) y Pies descalzos (1999), Uribe propone un diseño sin rejas que disipó la violencia urbana al incluir abiertamente las actividades educativas y recreativas sin discriminación social. Ubicado al norte de Medellín, los Deseos integra una zona de parques aledaña al Planetario con el Jardín Botánico y la estación de metro de la Universidad de Antioquia, culturalmente afines.”
http://edant.clarin.com/suplementos/arquitectura/2008/01/29/a-01595623.htm

Randall Zúñiga:
“Queda archivada la descomunal violencia. La Biblioteca Parque España es un eslabón más en la restauración urbana y social de una ciudad devastada por el narcotráfico. El premio a Mejor Obra durante la VI Bienal Iberoamericana de Arquitectura y Urbanismo lo confirma.
La ciudad de Medellín, al extremo norte de la cordillera de los Andes, representa un quebradísimo terreno en el que se producían, en el 2002, un promedio de 500 asesinatos al año derivados del narcotráfico. La situación sumió a una población de cerca de 400.000 personas en una dictadura de miedo, de la que ha sobrevivido una dictadura de pobreza.”
http://www.revistasucasa.com/contenido/articles/201/1/La-Biblioteca-de-Medellin/Paacuteginas1.html

Esther Rebollo:
“Escenario en décadas pasadas de las más violentas guerras entre bandas de narcotraficantes, paramilitares, guerrilleros y sicarios, y cuna del siniestro Pablo Escobar y del cártel de la droga más temido de América, la ciudad colombiana de Medellín es hoy un ejemplo de modernidad y desarrollo económico gracias a un modelo centrado en la educación, el civismo y la convivencia.
Con 3,5 millones de habitantes en su área metropolitana, ubicada en el bello y cálido Valle de Aburrá, entre las cordilleras que se bifurcan de los Andes antes de precipitarse sobre el Caribe, Medellín ha sido objeto de una transformación que le ha convertido en destino turístico y sede de importantes eventos internacionales.
Sus vanguardistas edificaciones y su innovador sistema de transporte están dirigidos exclusivamente al ciudadano. Sirven para embellecer la ciudad, pero su cometido principal es crear espacios públicos para hacer más fácil y segura la vida de los «paisas», como se denomina a los habitantes de Medellín.
No se concibe una visita a esta ciudad sin viajar en su sofisticado, rápido e impecable Metro Cable, un teleférico que sortea empinadas colinas y lleva a los barrios donde hace pocos años nadie pisaba por temor a la violencia desgarrada.
…Y todo esto ocurre en Medellín, la ciudad más violenta de Sudamérica en los años ochenta y noventa del siglo pasado.”
http://lopaisa.com/index2.php?option=com_content&do_pdf=1&id=599

Juanita León:
“El primer sitio que visitamos en la Comuna es el nuevo Centro Integrado de Intervención Social. Fue creado por el Presidente Santos el 14 de agosto, como la nueva estrategia para afrontar la violencia en la Comuna 13. La decisión se tomó en un Consejo de Seguridad después de que entre julio y agosto se recrudeció la violencia en esta comuna donde Medicina Legal dice que ocurrieron 139 homicidios en el primer semestre. Tiene una tasa de 108 asesinatos por cada 100 mil asesinatos, tres veces más alta que el promedio nacional, cinco veces más alta que la de Bogotá y parecida a la de Bagdad.
El gerente del Centro Alberto González me explica que la idea del centro es coordinar el trabajo de la Policía, el CTI, la Fiscalía, el DAS, el ICBF, el Sena y la Secretaría de Gobierno de la Alcaldía de Medellín. La esperanza que tienen es que si hacen una intervención integral, que combine lo policivo con asistencia social, lograrán no solo contener la violencia sino atacar sus raíces. No es una tarea fácil y González es un optimista moderado.
Cuando le pregunto cuál es la causa estructural de tanta violencia, se queda callado mirando una pelea de perros que se disputan a mordiscos el privilegio de montar una perra en celo. Vuelvo y le formulo la pregunta porque pienso que no la oyó la primera vez. Pero me dice que es que esa pelea de los perros le recuerda lo que sucede en esa Comuna 13. ”
http://www.lasillavacia.com/historia/18112

Cristina Vélez Vieira:
“En la última década Medellín había logrado pasar de ser una de las ciudades con los índices de criminalidad más altos de Latino América a estar dentro de la media. De 174 homicidios por 100 mil habitantes, llegó a 26 en el 2007, pero hoy otra vez esta tasa está cercana a los 70 asesinatos por 100 mil habitantes. Y el legado que le ha dado tanta popularidad al hoy candidato Presidencial Sergio Fajardo, ha dejado de ser un logro para mostrar.
Pero no es tan claro que estas medidas logren atacar el problema de fondo: el microtráfico de droga. En un barrio de las comunas, un joven expendedor de droga, según una fuente de la zona, se puede ganar 600 mil pesos diarios. Lo que significan casi doce millones de pesos al mes, un incentivo frente al cual la Alcaldía, con subsidios y capacitaciones, no tiene como combatir.”
http://www.lasillavacia.com/historia/5827

Jorge Gómez Gallego:
“Autoridades municipales y nacionales, parecen no encontrar una explicación que satisfaga a la opinión pública para explicar el fenómeno del incremento inusitado de la violencia en la ciudad de Medellín. El gobierno nacional, leyendo su guión reeleccionista y defendiendo su “seguridad democrática”, unas veces sindica al narcotráfico, otras a la inoperancia de las autoridades judiciales, y hasta insinúa que el asunto es responsabilidad de las autoridades locales. El Alcalde por su parte, en desarrollo del libreto de la campaña presidencial de su “independiente” antecesor, le devuelve el balón al gobierno nacional, y le increpa la falta de policías o de inteligencia.
Por eso cuando los gobernantes locales y nacionales, se empeñan en inventar justificaciones para quedar bien con la galería en asunto tan sensible, les quiero recordar hoy la popular frase que acuñó James Carville, estratega de la campaña electoral de Bill Clinton en 1992, con la que explicaba la derrota que su jefe le propinó a George Bush padre, en su aspiración reeleccionista, a pesar de la popularidad resultante de sus triunfos en la política exterior, pero en medio de un creciente desempleo: “Es la economía, estúpido”.
http://www.moir.org.co/Por-que-crece-la-violencia-en.html#

Alejandro Gaviria:
“A finales del año anterior, en medio del optimismo navideño, el general Naranjo pronosticó una caída de 300 homicidios en 2009 con respecto a 2008. Entusiasmado, señaló entonces que la tasa anual sería la más baja de los últimos 23 años. Llama la atención, por una parte, la discrepancia entre los registros de la Policía y los de Medicina Legal.
Las autoridades conocen bien las causas del problema: el crecimiento del crimen organizado, el reciclaje de las bandas de narcotraficantes, los coletazos de la desmovilización de los paramilitares, etc. Pero no parecen preparadas para enfrentarlo. Las propuestas recientes revelan una mezcla de desespero e impotencia. Primero fueron los estudiantes y los taxistas los llamados a resolver el problema. Después fueron los obispos los reclutados para facilitar una negociación azarosa con las bandas emergentes. A finales de la semana el Gobierno aclaró que los obispos sólo estaban autorizados para hacer labores pastorales. Ya los veremos, entonces, tratando de convencer a los criminales de las bondades del amor al prójimo.”
http://www.elespectador.com/columna187531-violencia-disparada

Juan Diego Restrepo:
“Tantas veces las autoridades municipales se negaron a aceptar que el proceso de reinserción de los bloques Cacique Nutibara y Héroes de Granada de las Autodefensas Unidas de Colombia (AUC) había sido un fracaso que crearon un ambiente de falso optimismo que llevó al entonces alcalde de Medellín y ex candidato presidencial Sergio Fajardo Valderrama a concebir y difundir la famosa frase “pasamos del miedo a la esperanza.
Esa afirmación es hoy una ilusión y las laderas de Medellín arden que da miedo. No sólo en la comuna 13, como lo han mostrado de manera reiterada los medios de información locales, regionales y nacionales. Son varias las comunas donde las libertades individuales y colectivas están limitadas por el accionar de las bandas armadas ilegales y la incapacidad del Estado para contrarrestarlas.”
http://semana.pandac.com/noticias-opinion/reinsercion-urbana-auc-fracaso-medellin/143777.aspx
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Concluye la invitación a la moderación del editorial de El Espectador del 21 de abril:
“Es preciso reconocer que sus resultados [del Estado] no constituyen “el golpe definitivo” a la delincuencia y a los nichos de economía ilegal. Y es preciso, igualmente, aceptar que la posibilidad de que actuaciones genuinas por parte de los niveles local y nacional del Gobierno, combinadas con acciones permanentes de la ciudadanía reclamando su derecho a vivir en paz, constituyen un activo que se ha consolidado en la ciudad. Mal haríamos en arriesgar tan valioso activo con el rumor o el juicio pesimista de las circunstancias.”

No dudo que las políticas sociales de la ciudad han hecho un buen uso de la arquitectura como medio para mejorar la cotidianidad de sectores violentos, y que en el proceso han construido importantes y valiosos edificios y espacios urbanos que tienen cualidades de sobra para hablar de ellos como arquitectura. Presentar el resultado de tales esfuerzos como si estuviéramos en Disneylandia, y atribuirle a los arquitectos el papel de pacificadores y redentores sociales, no le hace bien a nadie. De modo que ante una rimbombancia político-publicitaria de tono cuasi teológico como la que pintan las exageraciones de los arquitectos, va una mera réplica lógica:

Si la arquitectura de edificios como la biblioteca España y el colegio Santo Domingo en Medellín resuelve problemas de violencia y narcotráfico, por ejemplo, como los de la comuna 13, también debería cargar con la culpa de hechos, por ejemplo, como la balacera del 11 de agosto en la comuna 13. Demasiada carga para unos arquitectos a quienes sólo debería corresponder proyectar y construir buenos y ojalá magníficos edificios; esperando que se hable de ellos y se valoren como arquitectura, sin aceptar que se diluyan en medio de las políticas –más o menos exitosas– de sus clientes.

Juan Luis Rodríguez

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Respuesta a la invitación de Escala

Julio 16 – 2010

Del 17 al 22 de mayo se juzgó en Bogotá la XXII Bienal Colombiana de Arquitectura, y el evento de premiación y presentación del libro se hará en Medellín del 11 al 15 de octubre. Se presentaron 500 obras o «proyectos» como se dice ambiguamente en el medio, de las cuales 138 entraron en competencia. Desde la revista Escala, David Eduardo Serna propone aprovechar la oportunidad de conocer anticipadamente los ganadores para hacer una “reflexión tranquila y meditada” sobre la arquitectura colombiana. Advierte Serna que si no hacemos esta reflexión «tendremos que atenernos» a versiones como la del editorial de Luis Fernández Galiano en AV Monografías, dedicada a Latinoamérica.[1]

Fernández Galiano dedica un encomio a la «floración exuberante» de arquitectura que anuncia una especie de tercera independencia:

…“Hoy, las Américas latinas celebran doscientos años de independencia conscientes de la unión inextricable de heroísmo y horror en las que al fin y al acabo fueron guerras civiles, y conscientes también de que el desenlace supuso el reemplazo de una dependencia política por otra económica que ha condicionado su destino ulterior, dibujando un panorama fragmentado que ha sido fermento de revueltas generosas, guerrillas sanguinarias y revoluciones agotadas…la América indígena y criolla se enriqueció con el flujo vital de los inmigrantes europeos hasta devolvernos nuestra imagen en un espejo, y ahora nos ofrece una floración exuberante de talento arquitectónico que aspira a medirse con los logros de su inagotable acervo de escritores….” [2]

Para Serna: “una introducción de este tipo antes que contribuir, ofende…si desde nuestra realidad no generamos crítica y opinión sobre nuestra producción… [nos] crearán panoramas desinformados y sesgados que se asumirán como verdaderos y correctos al ser difundidos masivamente”. Para Serna, «la SCA nos ha servido en bandeja de plata la oportunidad para contestar a esta caracterización, antes de la premiación de octubre”.

Acepto la invitación para des-endulzar el ambiente promovido por Fernández Galiano y para insistir -otra vez- sobre la necesidad de que la SCA, además de algo que hace muy bien como promover concursos, asuma el papel de promover una arquitectura más adecuada a las circunstancias nacionales, y menos preocupada por el aplauso internacional.[3]

Ofensa o contribución, la euforia de Fernández Galiano, aprovecha la circunstancia feliz del bicentenario para reformular un par de lugares comunes: primero, que se trata de una independencia política apenas sustituida por una dependencia económica, que llegan ya al doble siglo; y segundo, que hubo otro tipo de independencia, la literaria, que ya cumplió el medio siglo. A estos le agrega una nueva interpretación: que en la “América indígena y criolla” florece el talento, insinuando algo así como que la arquitectura en Colombia, por fin, rompió el Florero de Llorente.

El afán de AV Monografías no es nuevo y el reconocimiento extranjero tampoco. Fernández Galiano testimonia una sorpresa personal ante su recién descubierto nuevo mundo; sorpresa que para la SCA cumple la misma labor de cancillería que se autoimponen muchas instituciones nacionales para mejorar la imagen del país en el exterior. No obstante, celebrar que ahora sí, por fin, se superó el complejo de la identidad y el provincialismo de la localidad, para entrar a la contemporaneidad del mundo globalizado, no va más allá de reproducir el efecto liberador que los éxitos de un cantante o un deportista generan ocasionalmente sobre la imagen internacional de narcoparapaís.

Dejando a un lado la benigna imagen del editorial, consideremos el fallo. El propósito consiste en analizar lo que dice el jurado sobre porqué gana el que ganó, no en cuestionar o celebrar ganadores o perdedores, particularmente en la categoría Proyecto arquitectónico. Para comenzar, resalto tres aspectos que considero problemáticos:

-Primero, insiste el jurado en llamar “proyectos” a las obras de arquitectura. Dada la ambivalencia del término, esto sería normal, si los trataran más como cosas materiales y menos como imágenes y discursos. Pero como en eventos anteriores, las palabras del jurado de turno revelan un olvido recurrente: que con excepción de los planes de ordenamiento territorial cuya esencia proyectual es permanente, lo que se juzga en una categoría como la de Proyecto arquitectónico son obras, terminadas y habitadas.
-Segundo, insiste el jurado que la decisión fue “unánime”. Bien si lo fue, pero que un premio se dé por mayoría no lo invalida y tampoco es necesario dejar la impresión en el público que el premio no tuvo ni tiene discusión.
-Tercero, insiste también el jurado en un supuesto mérito por parte de los participantes en resolver problemas que van más allá de los “confines” de la práctica profesional: “el jurado, en particular sus miembros internacionales resaltan el evidente compromiso de los arquitectos colombianos para enfrentar y resolver situaciones más allá de los confines de la práctica profesional.” Debido tal vez a un espíritu de los tiempos, este primer valor resaltado el jurado no es arquitectónico sino que viene precisamente de un más allá que denomina los confines de la práctica profesional: “los proyectos ganadores ofrecen soluciones a problemas complejos de carácter social, político y cultural».

Los valores arquitectónicos de estos proyectos ganadores aparecen después: «al mismo tiempo realizan exploraciones formales elegantes utilizando materiales convencionales de forma innovadora logrando así una gran complejidad espacial.”

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A partir de estas primeras afirmaciones, propongo deducir a posteriori, unos eventuales criterios de búsqueda mediante los cuales convocar a priori un futuro evento. Así, habría en estas declaraciones iniciales, tres criterios:

1. Buscar soluciones integrales en las que no sólo se resuelvan problemas arquitectónicos, sino además, problemas sociales, políticos y culturales:
2. Buscar innovaciones formales elegantes, por medio de materiales convencionales
3. Buscar complejidad espacial

Todavía en la introducción, anota el acta: “tanto los proyectos seleccionados para la muestra, como los proyectos ganadores, tienen un gran significado en todos los ámbitos de la práctica arquitectónica y estimulan el desarrollo de la arquitectura a nivel nacional y regional.” De esta nueva sentencia saldrían dos nuevos criterios:

4. Buscar un alto grado de significación en todos los ámbitos de la práctica
5. Buscar que las obras escogidas sirvan de estímulo para Colombia y Latinoamérica.

Después de la introducción, en la categoría Proyecto arquitectónico y justo antes de dar a conocer el ganador, continúa el acta: “el jurado, además de ponderar la calidad de los trabajos y la variedad de sus formatos, desea resaltar y reconocer la importancia que tiene la arquitectura en la transformación positiva del espacio colectivo, como lo demuestran muchos de los proyectos aquí presentados.” De acá se podría extraer otro criterio:

6. Buscar arquitectura que transforme positivamente el espacio colectivo

Luego, para los motivos específicos por los cuales se concede el primer premio al colegio Santo Domingo, el jurado explica que se trata de: “un proyecto excepcional y serio que se implanta acertadamente en el terreno para brindarle a la comunidad un lugar significativo de reunión. Sin sacrificar la seguridad necesaria en un edificio educativo, el proyecto se abre generosamente a su entorno inmediato de tal modo que el paisaje tan determinante se convierte, de manera positiva, en una parte fundamental de la experiencia diaria de los estudiantes de este plantel educativo. Por estas razones, el jurado, de manera unánime, concede a este proyecto, el primer premio en su categoría.” De esta sentencia saldrían tres nuevos criterios:

7. Buscar excepcionalidad y seriedad
8. Buscar generosidad con el entorno
9. Buscar lugares significativos para la comunidad

En resumen, entresacados de los motivos del jurado, estos nueve criterios se pueden conjugar y reagrupar en un conjunto de nueve búsquedas que podría servir como base para un futuro sistema a priori de reglas de juego:

1. Soluciones arquitectónicas que aborden problemas sociales, políticos y culturales.
9. Lugares significativos para la comunidad

2. Innovaciones formales que utilicen materiales convencionales
3. Complejidad espacial
7. Excepcionalidad y seriedad

4. Alto grado de significación en todos los ámbitos de la práctica

5. Ejemplos para Colombia y Latinoamérica

8. Generosidad con el entorno

Reagrupados temáticamente, hay dos criterios dominantes -el 1 y el 9- que pertenecen a un mismo grupo que relaciona arquitectura y comunidad. Considerando que se trata de criterios que explican la categoría Proyecto arquitectónico, y que hay otra categoría llamada Habitat y Vivienda Colectiva, parecería que la denominación Proyecto Arquitectónico privilegia los edificios de gestión y uso público, y la vivienda colectiva sobre la individual.

La SCA, en su calidad de “curadora” de la muestra tiene la libertad de definir estas prioridades, siempre y cuando sea clara. Y el jurado, en su calidad de “evaluador”, también podría hacerlo, siempre y cuando advierta con claridad que se trata de “opciones” y no de “hechos”. Lo que parece incorrecto es que un edificio parezca mejor que otro, o más proyecto arquitectónico que otro, porque presta un servicio público.

Los criterios 2, 3 y 7 pertenecen también a un mismo grupo en el que se buscan singularidad o novedad formal, complejidad espacial y materiales convencionales utilizados con elegancia. Para no malpensar creyendo que hay propuestas no-serias, la seriedad («un proyecto excepcional y serio») deberá entenderse como una redundancia circunstancial. Como se evidencia en el análisis anterior, la denominación Proyecto arquitectónico es problemática en la medida que se refiere a edificios de gestión y uso público, problema que no se soluciona creando una categoría para la gestión o el uso privado, sino ampliando o eliminando la categoría de Proyecto arquitectónico.

En este grupo, mediante los criterios relacionados con la forma y el espacio, se presenta un nuevo sistema de exclusiones y privilegios: se excluyen ahora, mediante el privilegio de lo complejo y lo excepcional, valores de signo contrario como lo convencional y lo simple. Desde luego, en ningún lugar dice que convención y simplicidad no se hubieran premiado, pero en la medida que se premian complejidad y novedad, se implica. Bastaría que como criterio se busque la Innovación, aceptando que ésta también se puede dar por la vía de lo simple y lo tradicional; eliminando prejuicios como que la innovación se relaciona con lo complejo o lo simple, o que innovar sólo es posible en lo formal. Además, abriendo las posibilidades en innovación hacia lo que el jurado denomina “todos los ámbitos de la práctica”.

El criterio 4 “Alto grado de significación en todos los ámbitos de la práctica”, aunque el acta no especifica cuáles son estos ámbitos, se puede asumir que involucra, como mínimo y además de lo formal, la construcción y la gestión. Para evitar la ambigüedad, bastaría definir con precisión, y desde luego a priori, las concepciones de ámbito y de innovación en arquitectura.

El criterio 5 “Ejemplos para Colombia y Latinoamérica”, se refiere a la posibilidad de que un ganador se convierta en punto de referencia dentro y fuera del país. Es cuestión de prioridades, pero bastaría con que la Bienal buscara generar modelos y pautas para las universidades y el gremio dentro de Colombia. Si a los extranjeros les parece bien, tanto mejor; pero bastaría que antes de un objetivo, esto se entendiera como una consecuencia afortunada.

Lo que sí podría constituirse en objetivo, y en consecuencia en criterio de valoración, sería que los ganadores se conviertan en modelos a seguir. Con un criterio como éste de por medio, por ejemplo, un miembro individual del jurado podría, desde sus preferencias personales, defender una obra de su agrado, al tiempo que podría ceder sin objeción, ante el argumento de otro jurado sobre una obra que, siguiendo los criterios establecidos, constituiría un mejor “modelo” para las circunstancias locales. Así, las circunstancias propicias podrían llevar a impulsar el uso de una tecnología de punta o de una tecnología tradicional; o por el contrario, llevar a favorecer un modelo de gestión que promueve cierto tipo de renovación urbana y evite otra. Y si el resultado coincide con un clamor o una necesidad regional, todavía mejor.

Por último, el criterio 8 “Generosidad con el entorno”, se refiere a lo que durante muchos años se llamó El lugar y que últimamente ha evolucionado, ampliándose hacia el Medio ambiente. De una arquitectura adjetivada como Arquitectura topológica o Arquitectura del lugar, hemos pasado a Arquitectura y medio ambiente. Desafortunadamente, el medio ambiente se enreda dentro de la miríada terminológica de Arquitectura sostenible, Arquitectura bioclimática y Arquitectura ecológica. La confusión, sin embargo, sólo significa que lo sostenible se divide en ecológico y bioclimático: lo ecológico relacionado con los procesos de producción de los edificios, y lo bioclimático con el funcionamiento y mantenimiento de los mismos.

Como criterio de juicio para una Bienal de arquitectura, se podría adoptar la generalidad del Medio ambiente, siempre y cuando, como en los análisis anteriores, las definiciones sean claras y se den por anticipado.

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El acta del comité de selección que conformó la muestra final y redujo los participantes de 500 a 138, demuestra otros tipos de falta de claridad: en lugar de explicar qué se privilegia y excluye, el jurado de selección se muestra sorprendido por hechos como la poca participación en vivienda de interés social y la amplia participación en vivienda individual. También se sorprenden porque la vivienda parece no ser un elemento esencial del habitat: «En la categoría Vivienda Colectiva y Hábitat, [el jurado del comité de selección] resalta la limitada participación recibida en proporción a la magnitud de obras que se producen en el país, expresa su preocupación por la mínima participación de la vivienda colectiva de interés social y la muy limitada experimentación que se evidencia en el país. Es claro el contraste que se presenta con el panorama en el apartado de vivienda individual, en el cual hubo una amplia y diversa participación, con lo cual se deduce que en Colombia aún no se ha dado un paso que nuestras ciudades y la sociedad están esperando, para que la calidad de nuestros entornos urbanos, esté fundamentada también en la vivienda como elemento esencial del hábitat».[4]

La escasa participación en vivienda de interés social corrobora lo que ya se sabe: que los arquitectos están más a gusto contratados para hacer vivienda individual y vivienda para estratos medios y altos; además, que la vivienda para estratos bajos es una cenicienta dejada en manos de los urbanizadores informales.

Sobre esta ausencia de interés por el interés social, me expongo a sugerir una reformulación para que el lamento no se limite al clamor por la falta de vivienda para pobres, por ejemplo: el comité expresa su preocupación por la incompetencia de la SCA y de las universidades para lograr que el eufemismo de la vivienda de interés social sea un tema de primera línea en arquitectura. Si hubiéramos pasado por la modernidad y asimilado los problemas de urbanización y crecimiento demográfico; o si hubiéramos pasado por la contemporaneidad y los problemas de medio ambiente, este arcaísmo de la vivienda individual estaría guardado en los museos; y la SCA, el gobierno y las universidades estarían preocupados por la vivienda colectiva para todos los estratos. Y para la sorpresa del comité porque la vivienda no sea un elemento esencial del hábitat, sugiero también una reformulación: mientras algunos seguimos esperando que “algo pase” por dentro, la SCA continúa anhelando que desde afuera “nos” consideren importantes.

Entre tanto, el jurado de la Bienal continúa conformado por un grupo de invitados obligados a actuar a la vez como legisladores y jueces; formulando sobre la marcha unos criterios para justificar unas preferencias ambiguas que deambulan entre lo social, lo significativo, la innovación, lo complejo, lo excepcional y la generosidad con el entorno.

En últimas, mediante estas denominaciones y jerquizaciones, parecería que la SCA considera que un conjunto de viviendas de estrato alto es menos como arquitectura que un colegio público, porque no es “significativo” para una comunidad. O que un colegio no hace parte del habitat porque el habitat se reduce a la vivienda. Sea como sea, deberían aclararlo.

Si se quiere enfatizar la importancia de “lo social”, seguido de todo lo demás, tendría que haber dos categorías aparte, por ejemplo: Arquitectura por Gestión pública y por Gestión privada, haciendo explícito que una se privilegia sobre la otra; en este caso, la pública. Con lo cual, lo que en realidad se estaría separando sería lo antes se llamaba Servicios complementarios y ahora se denomina Equipamientos urbanos, de lo que antes se llamaba Vivienda y ahora se denomina Habitat.

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El llamado de Escala propuso que una caracterización como la de AV Monografías requiere una respuesta para evitar “panoramas desinformados y sesgados que se asumirán como verdaderos y correctos al ser difundidos masivamente”.

Los nueve criterios acá identificados podrían servir a la SCA como punto de partida para constituir un sistema a priori de reglas de juego para la próxima bienal, exonerando al jurado de la tarea de inventar sus propios criterios, año tras año. Con los ajustes y complementos del caso, también le permitirían a la SCA asumir el papel de promover una arquitectura menos interesada en el aplauso de la comunidad internacional, y más preocupada por el descalabro interno de una ciudad –un habitat– cuya mayoría porcentual sigue siendo planeada, diseñada y construida, sin que a la SCA se le mueva un pelo.

Asumo que de responder, que nunca lo hacen, lo harían de manera “tranquila y meditada”, lavándose las manos y reclamando no hay nada que hacer, que la ciudad la dominan fuerzas superiores, que los arquitectos se ocupan de otras cosas. La misma nada que hicieron con Eldorado.[5]

Juan Luis Rodríguez

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NOTAS

1. El artículo La Bienal ha sido juzgada…que inicie la Bienal y las actas de selección y premiación están en www.revistaescala.com
2. Otra vez porque ya lo hice en el artículo Medio ambiente e innovación. Criterios para la Bienal XXII, artículo publicado en Memorias, Vol. 2 Núm. 3, Pontificia Universidad Javeriana, 2009.
3. AV Monografías, LATIN AMERICA 2010, número 138, diciembre de 2009
4.http://www.revistaescala.com/attachments/345_Acta%20
comite%20de%20seleccion%20de%20la%20Bienal%20de%20Arquitectura%202010.pdf
5. http://esferapublica.org/nfblog/?p=6939

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Arquitectura ¿sostenible? en las periferias de Bogotá y Medellín

Junio  26 – 2010

El instituto Cité de l’Architecture concedió recientemente un premio a Giancarlo Mazzanti por la sostenibilidad de sus edificios. Desde una concepción “técnica” de la sostenibilidad, el jurado reconoce algo que los edificios no tienen. Desde una supuesta concepción “social” de la sostenibilidad, el jurado celebra algo que no le corresponde a los arquitectos: que en Colombia, en lugar de museos para atraer el turismo como el Guggenheim de Bilbao, se hacen edificios para resolver problemas sociales, desde unas políticas para la cuales una arquitectura de primera calidad se ha considerado fundamental.

Reporta Enrique Atonal que: “el arquitecto franco colombiano Giancarlo Mazzanti recibe este martes, en París, el Premio internacional de arquitectura sustentable. Se trata de un [premio] que entrega anualmente el instituto Cité de l’Architecture y que recompensa a cinco arquitectos contemporáneos por sus innovaciones a favor de la defensa del medio ambiente, de las energías renovables y en la edificación de una sociedad más ética.” Por su parte, el propio arquitecto le explica a Atonal que: “El premio me lo dan, básicamente por el trabajo ético, civil y social en que concierne a proyectos de arquitectura actual. Tiene que ver con proyectos como la Biblioteca de España en Santo Domingo Savio en Medellín; y con colegios y preescolares en la periferias de Bogotá: proyectos en zonas con problemas, deterioradas y con bajos ingresos; proyectos institucionales que transforman sectores de la comunidad”[1]

Al comparar lo que se entiende por sostenibilidad en cada caso, o el periodista reporta unos componentes que el premio no tiene, o el arquitecto olvidó mencionar los componentes técnicos relacionados con el premio, o al jurado le pareció suficiente una concepción según la cual un supuesto énfasis sobre “lo social” bastaba para resaltar el gran acontecimiento de que en Colombia se está promoviendo y construyendo arquitectura de primera calidad, como parte de unos programas contra la pobreza y la desigualdad.

La arquitectura premiada es “icónica” y como tal de alta visibilidad y recordación. Esa fue la intención proyectual, ese fue el motivo por el que ganó el concurso, ese el motivo por el cual se ha publicado en más de un centenar de revistas internacionales, y sobre todo, esa es la causa del orgullo que los usuarios de barrio y los habitantes de Medellín sienten por este singular y meritorio edificio. Al fin y al cabo, la producción de formas con capacidad emblemática y simbólica siempre ha sido un objetivo para ciertos arquitectos, y un mérito artístico para la mayoría de los críticos. Pero los programas de desmarginalización de barrios con la colaboración de arquitectura de primera calidad podrían funcionar con opciones estéticas opuestas al protagonismo “icónico”, como la eventual invisibilidad “orgánica” o “mimética” de un edificio. En cualquier caso, se trataría de decisiones estéticas tomadas por un arquitecto, en respuesta a programas de mejoramiento social que responden a unas políticas culturales.

Hasta hace poco, este tipo de edificios, cuando se hacían, quedaban en manos de empleados oficiales sin la capacidad para tomar decisiones estéticas tan importantes como la de construir un ícono o un anti-ícono; y mucho menos con la capacidad intelectual para realizarlos. Pero cuando un jurado premia a un arquitecto por los méritos de un programa social y político, y a un edificio por unos méritos técnicos que no tiene, comete el error de incumplir una premisa que parecería elemental: que si un edificio se ha de premiar por su sostenibilidad social, debería cumplir con una mínima excelencia técnica.
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Entre los inventores de la sostenibilidad que son los economistas, hay moderados, radicales e intermedios, pero mandan por lo general los que generan mayores índices de desarrollo económico, más dividendos en la bolsa y más impuestos para las administraciones nacionales y locales. El concepto preferido de los ganadores había sido tradicionalmente el Desarrollo económico, a secas; pero esta concepción del desarrollo se volvió motivo de escándalo cuando se aceptó que en su versión cruda actuaba como un depredador silencioso: una especie de Jekyll en los bancos y un Hyde en la atmósfera que algún día nos dejará sin qué respirar ni qué comer, a todos.

Mediante cálculos y proyecciones propios de su oficio, los economistas llegaron a la visión apocalíptica según la cual la situación planetaria será in-sostenible, relativamente pronto. Aceptaron la obligatoriedad de introducir en sus cálculos el equilibrio de los sistemas dinámicos, o la homeostasis, y del cartesianismo tradicional de sus representaciones se convirtieron al neoeuclideanismo para producir una imagen como la del célebre triángulo que se utiliza para explicar en qué consiste la sostenibilidad.[2]

El triángulo implica que la eficiencia y el crecimiento no son suficientes para obtener riqueza, sino que para lograr estabilidad se requiere tener en cuenta “lo social” y “lo ambiental”. Lo social, compuesto por la pobreza y la cultura; y lo ambiental, compuesto por los recursos naturales, la biodiversidad y la basura, incluida la nuclear. Implica también que a largo plazo, por mucho dinero en el banco, acciones en la bolsa o cosas en la casa, nadie va a poder vivir en el gigantesco basurero que la economía cruda venía promoviendo. En cambio, si la economía fuera sostenible, a todos nos iría mejor.

Imposible no estar de acuerdo. Pero quedan dilemas de improbable solución a la vista, por ejemplo: “¿Qué pasará a largo plazo con el medio ambiente, si un gran número de personas no puede satisfacer actualmente sus necesidades domésticas básicas? Si no se tiene acceso al agua potable y se necesita leña para hervir el agua, ¿se preocupa uno por la deforestación? O si se tiene que manejar o viajar una gran distancia para ir a trabajar todos los días, ¿estaría uno dispuesto a mudarse a otra ciudad o a cambiar de trabajo para no contaminar el aire con los gases de escape del vehículo?”[3]

Desde hace décadas la arquitectura también reconoce unos dilemas propios que recientemente se han vuelto tema de primera página. Los arquitectos, conscientes del despilfarro energético y los altos índices de huella de carbono generados por ciudades y edificios, se han ido convenciendo de que la arquitectura debería también ser sostenible. Sin embargo, estar conscientes no implica que se haga “algo” o se sepa qué hacer. De momento, vamos en creer que se trata de “algo” muy importante y que, en efecto, algo se debería hacer. Con miras a saber qué hacer, un premio como el reciente debería alegrarnos por la implicación de tener en casa un experto mundial en el tema. Sin embargo, el premio no se debe a que los edificios mencionados sean ejemplos mundiales en utilización de recursos o reducción de huella de carbono, sino a que éstos son ejemplos de Sostenibilidad social.
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En otro informe periodístico, Amira Abultaif Kadamani emula un encomio para la biblioteca España formulado anteriormente por Miquel Adriá, según el cual los sicarios se reemplazaron por orquídeas.[4] Para Kadamani: “Haber logrado que el antiguo fortín inexpugnable de los sicarios de Pablo Escobar en los 80 se convirtiera en atracción turística y orgullo para los habitantes de Santo Domingo Savio, barrio de la Comuna Uno de Medellín, más que una hazaña fue un hito”. Conservando la lógica de la oración, diría Kadamani que debido a la arquitectura de un arquitecto, el barrio ya no es un fortín de sicarios sino una atracción turística; y aunque esto suene a hazaña, no lo es porque es un hito. Este tipo de argumentación mediante la cual un edificio se convierte en un soldado que combate el narcotráfico y la guerrilla, equivale a reafirmar la parodia según la cual si hay dos personas y dos pollos, y una de las dos se come los dos pollos, se incrementa el consumo per cápita del país, la pobreza disminuye y el PIB aumenta. Se trata obviamente de un argumento en el que de una premisa no se sigue la otra, a pesar de que todo el aparato publicitario dedique a ello sus mejores estrategias. Y aún si el PIB engorda, por más que la falaz conclusión se repita cien veces, alguien se queda sin pollo.

Más allá de replicar la falacia de Adriá, Kadamani le pregunta a Mazzanti ¿Qué es la arquitectura bioclimática? Responde Mazzanti que la arquitectura bioclimática consiste en: “recoger el agua lluvia, utilizar las condiciones ambientales exteriores para generar corrientes de aire y ventilación en vez de usar aire acondicionado. Pero creo que el tema debe ir mucho más allá, y eso implica una forma diferente de entender la sociedad y el medio ambiente. La sostenibilidad no consiste sólo en mejorar las condiciones energéticas, en no tumbar árboles o en ponerle pasto al techo de un edificio. Eso es bastante ingenuo.”[5] Parecería entonces que la definición deja de ser ingenua cuando se incorporan “lo social” y “lo ético”; con lo cual no habría problema si con ello no se sacudieran unos y otro, de “lo técnico”. En realidad, la respuesta minimiza los aspectos técnicos del tema, del mismo modo que las estadísticas falsean los resultados del consumo de pollo, y del mismo modo que lo hace el jurado para poder premiar “lo social”.

Mediante el olvido voluntario de la “defensa del medio ambiente y las energías renovables”, el jurado parece afirmar, una vez más, el valor icónico de los edificios y el valor de los proyectos de inclusión social mediante los cuales las alcaldías de Bogotá y Medellín han resuelto monumentalizar la periferia y dignificar la vida de los habitantes marginales. Asumiendo que cualquier organización está en su derecho de premiar al que le parezca, ¿nos equivocamos al no entender que el premio a la sostenibilidad es para las alcaldías de Bogotá y Medellín por la inclusión social, llamada para el caso sostenibilidad social; y nos equivocamos al creer que la sostenibilidad arquitectónica es apenas un disfraz inventado por el jurado para justificar el premio a unos edificios que además de importantes considera emocionantes? O ¿se equivoca el jurado al olvidar la diferencia entre una imprecisamente llamada arquitectura social y una eventual arquitectura sostenible, preocupada, en principio, o por principio, en resolver asuntos relacionados con el consumo energético, la utilización de materiales y el mantenimiento de un edificio?

En mi opinión, se equivoca el jurado. Impresionado tal vez por fotos y hechos como que si un edificio ha sido publicado más de un centenar de veces, “por algo tiene que ser”, se olvida que uno no come yerba sólo porque “millones de vacas no pueden equivocarse”. Se olvida también que la sostenibilidad arquitectónica tiene unos componentes mínimos como los definidos por un estándar como el LEED; un reconocido sistema internacional para medir técnicamente la sostenibilidad a partir de variables como ahorro de energía, eficiencia en el consumo de agua, reducción de emisiones de CO2, mejoramiento de las condiciones ambientales interiores y sensibilización en el manejo de recursos y desperdicios.[6] Se olvidan de todo, tal vez, porque como ya es frecuente con estos jurados, no conocen los edificios y los juzgan como proyectos de taller o de concurso, a partir de imágenes y discursos.

Juan Luis Rodríguez

NOTAS

1 http://www.espanol.rfi.fr/americas/20100511-el-arquitecto-colombiano-giancarlo-mazzanti-recibe-premio-en-francia

2 http://ioc3.unesco.org/icam-lac/images/upload/enfoqdesarrollosostenible.pnghttp:

//www.google.com.co/images?hl=es&q=desarrollo+sostenible&um=1&ie=UTF-8&source=univ&ei=T08ATLiBOIP68AamkoHwDQ&sa=X&oi=image_result_group&ct=

title&resnum=7&ved=0CEQQsAQwBg

3 http://www.worldbank.org/depweb/spanish/sd.html

4 http://www.elpais.com/articulo/arte/sicarios/orquideas/elpepuculbab

/20080621elpbabart_8/Tes

5 http://www.eltiempo.com/culturayocio/credencial/

arquitectura-hay-que-deshacerse-de-la-arquitectura-del-miedogiancarlo-mazzanti_77292051

6 http://www.usgbc.org/DisplayPage.aspx?CMSPageID=1988

LEED is an internationally recognized green building certification system, providing third-party verification that a building or community was designed and built using strategies aimed at improving performance across all the metrics that matter most: energy savings, water efficiency, CO2 emissions reduction, improved indoor environmental quality, and stewardship of resources and sensitivity to their impacts.

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Bienales

Debería ser del interés de los ciudadanos que la Bienal Colombiana de Arquitectura «tiene por objeto presentar para conocimiento público y general, en Colombia y el exterior, una selección de las obras y trabajos más significativos en los diferentes campos de la Arquitectura». Pero tiene razón Maarten Goossens en su respuesta a la solicitud de la SCA de observaciones sobre la misma, en que debe incluir espacios de opinión, debate y reflexión, y que el público pueda sugerir temas y conferencistas, en un programa incluyente y más plural que el comité que hoy la organiza, y no limitarse a presentar proyectos, elegidos subjetivamente hay que añadir.

Lamentablemente todavía es un evento con características de concurso,  “juzgado” por jurados que no se han puesto de acuerdo previamente en que es lo van premiar, y que, como dice Juan Luis Rodríguez (Torre de Babel, 04 /05/2010), juzgan edificios como proyectos y no tienen inconveniente en hacerlo sin conocerlos para verificar si están bien hechos, y que” explica” sus fallos con una jerga vaga, vacía y frívola. Cualquier preocupación argumentativa se cambia por frases retóricas para evadir el tema de considerar la especificidad de las obras, y disimular que lo juzgado, en lugar de edificios, son fotos, planos, intenciones y frases coquetas.

Rodríguez, invocando a Montesquieu (Autonomía sin vergüenza, Escala, 02/2009),  muestra que al contrario de lo que pasa en el Derecho, en que las decisiones de los jueces deben ser razonadas, convincentes y coherentes con la constitución vigente, en nuestras bienales de arquitectura el sistema es “autónomo” y el jurado falla sin atender a unos propósitos previos. En cada caso inventa criterios de valoración  para justificar en sus actas, retóricamente y a posteriori, cualquier decisión. Estos jueces de ocasión no argumentan y  sus juicios adquieren la monárquica fórmula de así es porque nosotros tenemos la autoridad para juzgar.

Como apunta Rodríguez, es urgente elaborar unas reglas de juego para las bienales mediante las cuales los participantes, el jurado y el público sepan de antemano a qué atenerse, y no tener que esperar a que los jueces de turno se inventen cada vez su propio sistema de valoración, y la invitación a participar debería estar acompañada de una legislación que defina unos criterios  para convocar y juzgar, y después para socializar y presentar los resultados al público mediante un lenguaje que permita una discusión mas amplia. Especialmente entre los ciudadanos, habría que agregar, a los que finalmente está dirigida la arquitectura.

En esta columna se ha propuesto repetidamente que las bienales deben ser una muestra razonada en las principales ciudades de toda la arquitectura que se hace en Colombia, para que críticos, arquitectos y público opinen, especialmente sobre cómo esos edificios mejoran las lugares en los que están. Aunque en esta última se lograron muchas mejoras, el hecho es que nos fascina tener, reina, virreina y princesas, y el negocio que eso significa. Como ahora en Medellín, donde aprovechando la Bienal Iberoamericana que a mala hora se realizó allá y no en la capital, nos quieren hacer creer que su reciente arquitectura “espectáculo” representa la del país.

Benjamin Barney Caldas, El País, Cali 13/05/2010

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Juzgar edificios como proyectos

Mayo 4 – 2010

Versión ampliada y revisada para Torre de Babel del artículo Autonomía sin vergüenza, publicado en Escala No.213, febrero de 2009

Durante 2008 hubo tres bienales cuyos fallos son cuestionables desde el punto de vista de la coherencia y calidad de sus argumentos: la VI Bienal Iberoamericana (BIAU), la XXI Bienal Colombiana y la XV Bienal de Quito.

La banalidad de los fallos caracterizó los dos eventos internacionales. La bienal local, a su vez, además de una pobreza conceptual similar, generó dos anomalías lamentables: la primera al otorgar un premio compartido para siete obras, fallo que al constituir una contradicción estatutaria debió modificarse. La segunda anomalía se dio al tratar de enmendar el error, cometiendo la torpeza adicional de aumentar de siete a nueve el número de obras resaltadas en el acta. Con lo cual, la defectuosa lógica parece haber seguido el razonamiento de otorgar el premio a una nueva obra, diferente a las siete anteriores, pues elegir uno se hubiera prestado para más problemas de los que ya tenían.

A continuación comento los juicios emitidos por el jurado de estas bienales. Espero hacer evidente que en lugar de eventuales ejemplos de reflexión y promoción para el desarrollo y avance de la profesión, este tipo de fallos y actitudes constituyen muestras de retroceso, irreflexión y banalidad.

VI Bienal Iberoamericana

Comienza el acta diciendo:

El Parque y Biblioteca España es una obra de profunda significación cultural, merecedora del Premio en cuanto conjuga con calidad superior todos los aspectos que el Jurado consideró a los efectos de su valoración, destacándola del conjunto de Obras Seleccionadas.

Con una apertura así, parecería que se anuncia la explicación de “todos” los aspectos considerados por el jurado. Y en efecto, procede a listar una serie de aspectos:

El planteo espacial, formal, funcional y de relación con el paisaje, se justifica y explica en la memoria presentada por los autores: “…más que un edificio se propone la construcción de una geografía operativa… Un edificio-paisaje que redefine y tridimensionaliza la estructura plegada de las montanas como forma y espacio”.

Sin embargo, de manera inusual, y a mi modo de ver torpe, el jurado acude a la “memoria presentada por los autores” para destacar algo que evidentemente considera significativo: que el edificio es valioso porque es un “edificio-paisaje” cuya relación con las montañas es positiva en tanto genera una “geografía operativa”. Si bien para los autores la definición de la estructura plegada de las montañas es una intención válida, y para el jurado esto es un valor positivo y suficiente; en mi opinión se trata más bien un significante vacío. La terminología alude al parecer a una intención “poética” pero reto al lector a que sustituya “estructura plegada” y “geografía operativa” por geografía plegada o estructura operativa, a ver si le resulta alguna diferencia. O también, para entender qué puede ser un edificio-paisaje, trate el lector de pensar cómo sería un edificio que no sea paisaje y resulta que cualquier edificio, aunque por definición, no es paisaje, se puede integrar con, oponerse a, o entrar en algún tipo de relación con el paisaje; y cualquiera de las opciones podría considerarse un valor positivo o negativo, según las intenciones de quien propone y de quien observa. Si la biblioteca España se integra, se opone o se relaciona con el paisaje, no se puede saber mediante el acertijo propuesto por los proyectistas. Y menos mediante la cita del acertijo por parte del jurado. Un edificio-paisaje puede ser cualquier cosa.

Continúa el acta:

La volumetría simple y variada, unitaria y diversa, real y virtual, comunica con acierto evidente una propuesta “naturalmente artificial” en un área marcada por la carencia material, la desintegración social y el vacío cultural.

Dejemos de lado el posible aspecto seudo multiculturalista de lo “simple y variado”, “unitario y diverso”, “real y virtual”–que tal vez deba entenderse en clave culturalista pero es más fácil con la lógica de Cantinflas– y detengámonos en el “vacío cultural”. Este vacío, si lo hay, parece más del lado de unas pretensiones para-arquitectónicas que deslumbran a unos jueces ignorantes que llaman vacío cultural al desconocimiento de la cultura local. El programa de inclusión social es un proyecto de la alcaldía de Medellín que condicionaba a todos los participantes; una condición del encargo que seguramente hubieran logrado otros edificios. En cualquier caso, si una obra ha de tener un valor terapéutico como valor arquitectónico, lo que autor y jurado deben hacer es explicar en qué consiste y en qué medida la obra en cuestión remedia los males sociales; implicando desde luego, que esta virtud es exclusiva del ganador.

Continúa el acta:

Como respuesta a un programa de inclusión social el Parque y Biblioteca España cumple cabalmente con su cometido, en cuanto permite desarrollar las posibilidades de encontrar, por parte de la población servida, las bases de identidad enraizadora con el sitio e integradora en lo social que le permita proyectarse en el tiempo.”

Cumplir el cometido parecería significar en este caso que el edificio se propone algo que no era parte del encargo. Una vez más, al jurado se le cruzan los cables entre las intenciones del proyecto social que hacen parte del encargo, las intenciones del proyectista, y lo que el edificio es como obra o cosa material. Aparte de lo oscuro y rebuscado de los términos “identidad enraizadora con el sitio” e “integradora en lo social que le permita proyectarse en el tiempo”, debería bastar con anotar que esto mismo –identidad con el lugar e integración social– lo hubieran logrado tres paralelepípedos puristas, en concreto blanco, con vista al valle y con alfajías en las ventanas.

Continúa el acta:

Por otra parte, no son menores los valores del espacio interior con una propuesta de extrema sobriedad en los recursos y neutralidad en los acentos físicos.

Esta es la última frase del fallo. Consideremos que no dice que los valores del espacio interior son “X” y “Y” sino que los valores del espacio interior “no son menores”, con lo cual se estaría diciendo que, en realidad, la sobriedad y la neutralidad son valores “mayores”. Pero, ¿Qué significa que un edificio como este sea sobrio y mesurado, y por qué esto es un valor positivo y no negativo? En otras palabras, aunque la sobriedad y la mesura son virtudes referidas al comportamiento humano, en arquitectura y por obra de la crítica, se hicieron virtudes de la arquitectura moderna y se han utilizado durante décadas para celebrar unas cualidades referentes a la sencillez formal y la ausencia de pretensiones esteticistas. Asumiendo que el jurado quiere celebrar la contemporaneidad como algo diferente a la modernidad del edificio, ¿en qué nuevo sentido pretende utilizar las virtudes de la sobriedad y la mesura? Cualquier lector puede desarrollar su propia versión de esta frase y cuestionar si se trata de un edificio sobrio, respondiendo que le parece esquizofrénico; o bien que no es neutro sino, por el contrario, desafiante y parcializado. Pero ¿qué significa para el jurado?. Sobre esta pregunta el acta no da la menor pista.

XXI Bienal Colombiana

Después de una introducción en la que se presenta al jurado y se celebra la calidad general de “los proyectos”, el acta de la bienal colombiana destaca ciertas virtudes generales de la muestra, en relación con el tema particular de la convocatoria:

La cuidadosa y adecuada inserción de los proyectos analizados en sus contextos físico y cultural, su excelente factura, según se colige de los documentos allegados, honran en forma especial el tema de la Bienal: Construyendo valor con la poética del lugar.

En este párrafo hay por lo menos dos evasivas significativas. Si uno se detiene en: “según se colige de los documentos allegados”, se revela una forma pretendidamente elegante de sacudirse de la construcción como un requisito indispensable. Lo que se colige de los documentos debería permitir verificar la “excelente factura”, por ejemplo, mediante planos constructivos o informes técnicos de certificación corroborados por fotos o videos específicos; o por algo que verifique la excelencia, distinto a unas fotos cuidadosamente tomadas o mandas a tomar por los autores para mostrar lo mejor de cada obra.

Segunda evasiva. Si uno se detiene en el “honran en forma especial…la poética del lugar” resulta que así como en el acta de la BIAU se podría intercambiar sin que nada pasara la retórica de los términos paisaje y geografía, en este caso daría lo mismo si la convocatoria hubiera invitado a Cuidar la tierra, como en la más reciente bienal chilena. El acta local diría entonces “honran en forma especial…cuidar la tierra”. En el libro de la bienal, Ricardo Navarrete y Fabio Giraldo explican lo que para cada uno de ellos significa Construir valor con la poética del lugar, sin embargo, el acta no se alude a ninguna de estas eventuales definiciones, como tampoco lo hacen los participantes. Los textos fueron escritos como primicia para el libro pero no para orientar a los participantes y menos a unos jueces “autónomos”.

Jurados de este tipo en convocatorias de este tipo no tienen inconveniente en juzgar un edificio sin conocerlo, como tampoco tienen inconveniente en explicar sus fallos con una jerga como la comentada. Tampoco ven inconveniente en la imposibilidad de verificar si los edificios están, en efecto, bien o mal hechos y cómo funcionan.
Cualquier preocupación argumentativa se intercambia por frases retóricas puestas para evadir el tema de considerar la especificidad de las obras, y para disimular que lo juzgado, en lugar de cosas materiales, son fotos, planos, intenciones y discursos con frases coquetas; valorando ideas, imágenes e intenciones, como se hace en los talleres de arquitectura, y poniendo entre paréntesis la realidad construida de los edificios; algo por definición diferente a un proyecto, pero que en el medio coloquial de los juzgados arquitectónicos se maneja sin rubor como si fueran lo mismo.

Continúa el acta:

Luego de una extensa deliberación, debido a la excepcional calidad de las obras opcionadas al premio Fernando Martínez Sanabria, de las diferentes tipologías, entornos geográficos y culturales, la diversidad de materiales de la construcción, la variedad temática y de la escala de los proyectos, se decidió, en primera instancia, otorgar este reconocimiento de manera compartida a los siete proyectos que se consideraron más representativos.

Después de leer por segunda o tercera vez se entiende que la intención de la megafrase es afirmar que el jurado consideró muchos aspectos, y los encontró todos presentes. No que unas obras se caracterizaban por su manejo tipológico, otras por el manejo del entorno y otras por el manejo de los materiales; tampoco que las virtudes de unas no eran comparables con las de las otras y que por ello decidieron dar un premio compartido, en parte porque debido a la excelencia de todas, y llegados a determinado punto, la comparación se hizo imposible. En cambio, listan una cadena de virtudes y dan a entender que las siete obras empataron en virtud; motivo por el cual, al parecer, el premio debía ser múltiple. Pero tampoco lo dicen.

Como la vaguedad deja abierta la puerta a la especulación y la suspicacia, si las denuncias de Isaac Broid publicadas inicialmente en la página de Escala y republicadas en el mismo número en que aparece Autonomía sin vergüenza, parecería más bien como si Broid no hubiera podido convencer a sus colegas de que la Biblioteca España debía ganar; y en cambio, sí los hubiera convencido de que los siete en discordia debían hacerlo. Como era de esperar, cuando lo llamaron a cambiar el fallo prefirió retirarse. La SCA, no obstante, optó por hacerlo aparecer como un debate, modificando un acta previamente firmada.

Sin embargo, atendiendo expresamente a lo consignado en el reglamento interno de la Bienal, el cual es preciso en la disposición de otorgar un solo premio para cada una de las categorías, se reconsideró esta opción.

Nuevamente, si la denuncia de Broid es cierta, esta dulzona afirmación constituye una mentira monumental por cuanto la opción se reconsideró varios meses después, no se sabe si para disfrazar el problema de que una parte del jurado quería darle el premio a la Biblioteca España, y otra no; o simplemente porque la SCA no supo qué hacer con la “pelotera” que se había formado con el premio de la BIAU y las denuncias que se habían levantado alrededor del fallo. De nuevo aparecen la suspicacia y la duda a las que invitan la falta de claridad y argumentación del fallo. El jurado, o la SCA, decidió entonces tomar el atajo de otorgar, primero, un premio compartido, y luego, tomando otro camino aún más corto, darle el premio a un edificio por fuera de la discordia de los siete iniciales.

Todo esto pertenece al campo de la especulación. Una especulación fundamentada en las aclaraciones de Broid, en la lectura atenta del acta, en la lectura de los textos del libro de la XXI Bienal, y en el conocimiento histórico de las actas y polémicas generadas por bienales anteriores en Colombia.

La aclaración sobre el salvamento de voto dentro del acta modificada merece ser recordada, lentamente, afirmación por afirmación:

…no sin antes sostener una discusión en torno a la norma,
…lo que ocasionó, por el desacuerdo manifiesto,
…la abstención del juzgamiento de uno de los jurados.
…A causa de lo anterior,
…el resto del equipo decidió
…darle este premio a Cenizarios del Gimnasio Moderno.

Continúa el acta:

En esta misma categoría se otorgaron las siguientes menciones:

Recordemos que el premio lo iban a compartir siete obras. No obstante, después del ganador aparecen listadas ocho más para un total de nueve: las siete iniciales que tenían, al parecer, un séptimo de premio cada una; mas una de última hora que sumada a la ganadora, eventualmente también de última hora, da nueve. No siete sino nueve.

Ante lo cual brota una nueva suspicacia sobre la decisión a posteriori de revisar el fallo e incluir dos obras (bogotanas) adicionales a las siete anteriores (antioqueñas). La anomalía del acta se remata incluyendo dentro de la misma una autodenominada responsabilidad:

Conscientes de que una de las responsabilidades fundamentales de la Bienal Colombiana de Arquitectura es reseñar para la historia lo mejor de la arquitectura que se construye en el país, se hizo la siguiente selección,
atendiendo exclusivamente a este criterio.

…y a continuación se relacionan cuarenta y un obras más en el acta, para un total de cincuenta. El criterio no alude a “la poética del lugar” sino a “reseñar para la historia”; un criterio inventado por el jurado que aparece y desaparece recurrentemente en la historia de las bienales colombianas en forma de un “mensaje” que unos jurados deciden mandar y otros no. Bastaría con que hubiera estado desde el comienzo como parte de la convocatoria, pero tampoco. Y no lo estuvo, continúo especulando, porque la convocatoria no ofrece criterios para el juzgamiento sino que invita importantes personalidades a que “interpreten” lo que pueda significar para ellos, en su sapiencia y autonomía, una coquetería como Construir valor con la poética del lugar.

Ubiquémonos en el tiempo. El fallo de la Bienal Iberoamericana de Lisboa se anunció el 2 de mayo. El fallo de la Bienal Colombiana se anunció el 1 de octubre pero está firmado el 8 de mayo, aunque modificado posteriormente sin dejar constancia de ello, seis días después del anuncio desde Portugal, Y el fallo de la Bienal de Quito, aunque se anunció el 20 de noviembre, está firmado el 16 de septiembre, es decir, dos semanas antes de que se hiciera público el resultado de la bienal colombiana en Cartagena. Si asumimos que la carta de Isaac Broid al director de Escala es veraz y que la decisión se modificó, en efecto, “meses después”, la fecha del 8 de mayo para el acta de la bienal colombiana sería falsa, lo mismo que la supuesta autonomía del jurado.

XV Bienal de Quito

El fallo quiteño es breve, desafiantemente breve:

PRIMER PREMIO BIENAL: Trabajo registrado con el numero 945. Para el Jurado – 945 – los tres monolitos en las alturas de Medellín, acompañan a los habitantes del lugar y les muestran los ejes de la visión y de la contemplación de la futura transformación del poblado informal en ciudad.

Quito, 16 de septiembre de 2008

De rocas, pliegues y geografía operativa se pasó a “tres monolitos en la alturas de Medellín”. Una nueva metáfora formal que reitera el poder icónico del edificio pero nada dice sobre la calidad espacial y material del edificio que para entonces había sido fuertemente cuestionado. Unas formas que supuestamente “acompañan a los habitantes del lugar”, tal como los acompañaría cualquier otro edificio con estas dimensiones y este programa, en este sitio. Además, “ les muestran los ejes de la visión y de la contemplación de la futura transformación del poblado informal en ciudad”.

Parece, una vez más, que ante la falta de conocimiento del edificio y su entorno de carne y hueso, los jueces optaron nuevamente por juzgarlo como se juzgan los talleres y concursos de arquitectura: como proyecto e intención, a partir de fotos y afirmaciones construidas estratégica y retóricamente para seducir. Como declaratorias de buena fe pero no como obras materiales. Como edificios.

¿Ejes de la “visión” y Ejes de la contemplación del futuro?. En esta trabazón de significados debería ser evidente que hay, por lo menos, un problema de escritura. ¿“Contemplación de la futura transformación del poblado informal en ciudad”? Se trata, en mi opinión, de una nueva pizca de condescendencia conservadora con la pobreza, sobre un sitio y un edificio que al parecer, y como reedición del fallo BIAU, ninguno de los firmantes del acta de Quito parece conocer. Como ninguno de los de Portugal, en efecto, conocía.

Una vez más, para el jurado de turno parece necesario encubrir su falta de interés por las cualidades espaciales y técnicas del edificio, con afirmaciones de corte social pretendidamente profundo. Con lo cual se evidencia, más bien, el profundo desconocimiento de un entorno ante el cual se ven forzados a anteponer un halo retórico que difumine la falta de conocimiento.

Si como lector alguien espera razones y argumentos, en cualquiera de estas actas encuentra, en efecto, razones de corte social, político, morfológico y simbólico; pero no razones técnicas y espaciales. Tal vez sea mucho pedir a un jurado que en unos pocos días de encierro tiene que juzgar cincuenta o cien obras, que saque tiempo para escribir un acta razonada mediante la cual la comunidad arquitectónica se pueda enterar de los valores arquitectónicos de una obra premiada. Si les queda tiempo, después de hablar de arquitectura, podrían respaldar sus razonamientos con aspectos como la relevancia político-social.

Invocando a Montesquieu

No debería corresponder al jurado, sin embargo, legislar y juzgar a un mismo tiempo. La legislación correspondería a la entidad que convoca, como le correspondería suministrar a los invitados de turno, las reglas de juego de una competencia cuyo objeto puede ser la selección de la arquitectura más poética, la que más cuida la tierra, la que tenga mayor valor de innovación o invención; incluso, la arquitectura con el mayor compromiso político o la que se quiera instituir como modelo político para el país, que en aras de las circunstancias se propone “invitar” a su institucionalización como un modelo, así no se trate de una cualidad arquitectónica. Pero que se sepa a qué se juega, claramente y por anticipado.

Por definición, los objetivos de los jurados en derecho y arquitectura son diferentes. En derecho, un jurado falla sobre eventuales delitos; en arquitectura, un jurado falla sobre eventuales grandes obras de arquitectura. En derecho, sin embargo, está fuera de discusión que las decisiones de cualquier juez deben ser razonadas, convincentes y coherentes con las reglas de juego vigentes, bien si corresponden a leyes previas o a leyes construidas sobre la marcha, Se trata de un campo en el que lo sugerente o falto de precisión es indeseable. En derecho, no obstante, hay dos sistemas jurídicos: Derecho escrito y Derecho consuetudinario.

En el sistema jurídico colombiano -Derecho escrito, heredado del sistema francés– los jueces, por principio, no pueden legislar y juzgar simultáneamente. Hay un grupo de expertos, los legisladores, que hace la ley; y otro grupo diferente de expertos, los jueces, que la interpretan y aplican. En este sistema, el que los jueces sean “arte y parte” se considera incorrecto e inconveniente. De otra parte, en el sistema jurídico inglés, conocido como Common law o Derecho consuetudinario, los jueces sí pueden actuar como legisladores, siempre y cuando demuestren la necesidad de la “nueva ley”, justificada en la inexistencia de una ley vigente. Desde luego, en cualquier caso, ningún juez convertido en legislador está exonerado de explicar y argumentar su juicio; menos acudiendo a estrategias como que su investidura, trayectoria y honorabilidad se lo permiten.

El sistema de las bienales colombianas es “autónomo”, lo que significa que falla según el jurado de turno, sin atender precedente o constitución alguna. En cada caso, este jurado autónomo puede definir o inventar los criterios de valoración y con éstos justificar a posteriori cualquier decisión. Lo que no hacen estos jueces de ocasión y que el análisis de los tres fallos pretende haber demostrado es argumentar. En cambio, hemos visto cómo sus juicios adquieren la monárquica fórmula de así es porque nosotros tenemos la trayectoria para tener la autoridad de juzgar. Pero traducido al lenguaje coloquial se convierte en porque puedo, quiero y no me da miedo.

Sin considerar las eventuales virtudes o defectos arquitectónicos de las obras ganadoras –Biblioteca España y Cenizarios del Gimnasio Moderno– este análisis se detuvo en la retórica de las actas, primero para evidenciar que el conjunto de los tres fallos constituye un mal precedente crítico; y segundo para plantear la necesidad de elaborar unas Reglas de juego mediante las cuales los participantes, el jurado y el público sepan de antemano a qué atenerse, sin esperar a qué los jueces de turno se inventen cada vez su propio sistema de valoración.

Si seguimos esperando que los jurados de arquitectura actúen como jueces y legisladores, nos vamos a quedar esperando a Godoy. En lugar de frases sugerentes como la poética del lugar o cuidar la tierra, la invitación a participar en una bienal debería estar acompañada de una legislación que defina unos criterios de juicio, reglas de juego, que funcionen, primero para convocar y juzgar, y segundo para socializar y presentar los resultados al público mediante un lenguaje que permita la discusión.

Propongo un sistema posible en el artículo Medio ambiente e innovación. Criterios de juicio para la bienal XXII. La propuesta fue publicada por la Universidad Javeriana y está a la espera de ser aceptada y complementada, o refutada y superada.

Juan Luis Rodríguez

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