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¿Algún interesado en hablar de arquitectura?

Mayo 29-2011

Le propuse a mi amigo Hugo Mondragón hablar del proyecto para el parque del Bicentenario y su respuesta es que no puede hablar de algo que no tiene planos completos y definitivos. De paso, aprovecha para pasarla de mesurado, objetivo y sobrio por cuenta mía: “Me parece que en este caso la ansiedad le ha jugado en contra a Juan Luís. Mi opinión es que para que la crítica sea efectiva -y eso quiere decir, para que logre incidir en la realidad- el crítico tiene que proceder cuidadosamente, lentamente y con menos prejuicios por delante.”

En toda su pretendida mesura, dice Hugo que así uno “se muera de ganas de dar un juicio sobre el proyecto, tengo que reconocer que el material disponible es claramente insuficiente”.

Puestos en esto, le recuerdo que debería tener la cautela de aclarar que si la información es insuficiente se debe a que los involucrados en el proyecto, empezando por el arquitecto, se han encargado de ello. Si algo está pasando y yo he tenido acceso a alguna información es porque los vecinos del parque se han movilizado, y a los empellones, han logrado que les den una que otra migaja informativa. Información llamada irresponsablemente “confidencial”.

Hace un mes, en respuesta a un Derecho de petición interpuesto por Adelaida Callejas, el IDU nos invitó «amablemente» a ver la información «actualizada», el miércoles 1 de junio, a las 3 pm, en el Planetario Distrital. Hoy domingo 29 de mayo, sin embargo, vía El Tiempo, nos dieron un anticipo. Se trata de un esquema general, en el cual el área invadida o «Franja de Gaza» se llama ahora «Zona de integración».

El esquema de hoy en en El Tiempo, «cortesía de Mazzanti arquitectos» tiene algunas cosas buenas.

– Aparecen árboles. Es decir, muestra una preocupación por haber propuesto talarlos.

– Ya no se pasa del camino curvo por el lado norte. Es decir, invade un poco menos.

– La tribuna del Quiosco de la Luz «parece» haber perdido altura (y arrogancia), con lo cual también se acepta que en ese punto hubo una respuesta a las «inquietudes» de los vecinos.

– La peatonal del costado sur también «parece» estar trabajada y mejorada.

En efecto, se ve que hay mejoras, como se ve también que hay una insistencia en mantener el planteamiento inicial de multiplicar al máximo el área de intervención que se requiere, camuflada como «Zona de integración». El miércoles en el Planetario veremos que otras novedades nos traen.

La Zona de invasión se llamará ahora Zona de integración. !Buen eufemismo!

La estrategia no es mala. Se trata de una carta de negociación con la que esperan apaciguar los reclamos.

Esta carta, sin embargo, no se puede aceptar porque no hay nada que negociar, como no había que negociar en la reciente polémica del Páramo de Santurbán. Bastó que quienes responden por la protección de ecosistemas hicieran su trabajo, y los «negociadores» se dieron cuenta que mejor se iban a buscar incautos a otra parte.

De vuelta a la invasión del Parque de la Independencia, equivaldría a decir: me metí a su casa, si tanto le molesta, pues le devuelevo un pedacito, y agradezca.

Es al revés. Lo que no quieren aceptar los involucrados en este proyecto es que para invadir el lote vecino, están confundiendo entre resolver un encargo e inventarse un encargo. Contratista, IDU, IDPC y arquitecto se están comportando como los dueños de un parque que no es de ellos. Se están metiendo en propiedad ajena. Si la tal zona de transición fuera parte del lote asignado para el nuevo parque, bienvenida. Pero no lo es.

Para no seguir botando tiempo y letra en un falso debate, lo que propongo ahora es otra cosa.

Qué Hugo continúe con sus elaboraciones sobre lo que la crítica debería ser y no ser, con todo y el estribillo de que lo que a mí me interesa es camorrear contra Giancarlo Mazzanti.

Yo, por otro lado, me ocuparé de lo que me interesa que es tratar de evitar que se ejecute el proyecto camorrero de Mazzanti para el Parque del Bicentenario. Proyecto que dadas las circunstancias, seguiré interpretando a partir de la información disponible.

A alguien del público diferente a Hugo, lo invito a mostrarnos las eventuales virtudes arquitectónicas del nuevo parque.

Y a los responsables del proyecto los invito a ocuparse del parque que se necesita, es decir del parque sobre el túnel de la 26. El resto déjenlo quieto, que así está bien.

Es un patrimonio que se debe respetar. No está sujeto a transacciones.

Desocupen, no más, tranquila y pacíficamente.

Juan Luis Rodríguez

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Y la Crítica… ¿para qué?

A mi me interesa la dimensión operativa de la crítica, es decir, me interesa la crítica como instrumento para transformar la realidad. NO me interesa la crítica como una suerte de «valor agregado» para posar socialmente de bastión de la ética social -y por què no, para hacer más agradable y acalorada una conversación, regada con vino o con cerveza, explicándole a otros cómo se puede convertir uno en una piedra en el zapato de «los poderosos» y recibir palmaditas de aprobación en la espalda por eso.

El problema es que en eso se convierte la crítica cuando no está sólidamente construída y claramente orientada.

Que la ciudad la construyen los especuladores inmobiliarios; que tenemos algunos funcionarios pùblicos inescrupulosos; que los árboles no le importan a casi nadie; que los espacios públicos son invadidos una y otra vez; que moverse a través de la ciudad es un infierno; que tenemos una malla vial de quinta categoría; que las normas urbanas son sistemàticamente burladas; que ante el vil metal los especuladores podrían vender hasta a sus propias madres y porque no, demoler «a la mala» cualquier edificio patrimonial…

¿Cuántas veces hemos leìdo y oìdo esta canciòn?
Yo les pregunto:
¿Ustedes creen sinceramente que esta discusión, en el tono en que se está desarrollando le va a quitar el sueño a un funcionario corrupto, a un especulador abusivo, a un invasor del espacio público, etc?
Yo por mi parte soy bastante esceptico.
De partida porque como lo confirma Luz Helena Sanchez, lo que se lee es una «… camorra con el señor Mazzanti», y esto es lo que menos importa.

Refraseo mi preocupación con el argumento crítico que nos propuso Juan Luís: Dice más de lo que se puede decir con el material que tiene a su disposición o que pone a disposición de sus lectores.

Me parece que en este caso la ansiedad le ha jugado en contra a Juan Luís. Mi opinión es que para que la crítica sea efectiva -y eso quiere decir, para que logre incidir en la realidad- el crítico tiene que proceder cuidadosamente, lentamente y con menos prejuicios por delante.

Primero se debió haber mostrado la opacidad con la que se estaban haciendo las cosas y exigir mayor transparencia. Si esa transparencia no aparece, el crítico tendrá que seguir insistiendo sobre su necesidad y sobre lo dañino de la opacidad para las sociedades democráticas. Y si a lo largo del proceso la transparencia nunca llega, la crítica sólo podría desarrollarse en torno a los múltiples vicios y perjuicios que conlleva la opacidad de los proyectos de interés público y en cambio sobre la necesidad y las virtudes de la transparencia.

Esto no es poco y hay que hacerlo.

Pero si se logra un poco de transparencia y aparecen documentos, la crítica puede hacer otro movimiento. El crítico no puede dejarse llevar por ese «canto de sirena» que dice: «todos sabemos…» o «para nadie es un secreto que…» este tipo de argumentación NO debe existir en el ejercicio del crítico.

En otra palabras, sospechar que hay un negociado no es suficiente. Y escribir sobre esta sospecha sólo servirá para posar socialmente. Si se quiere incidir en la realidad hay que demostrarlo.

¿Difícil?
Si, pero indispensable.

Otro ejemplo
Juan Luís me emplaza a que me pronuncie sobre el proyecto de Mazzanti para el Parque. Pero: ¿Cómo podría yo hacer una crítica arquitectónica responsable a partir de un único plano de cuál desconozco todo? ¿Es la primera versión? ¿es una versión intermedia? ¿es una versión definitiva?

A esto me refiero con proceder lenta y cuidadosamente. Aunque como crítico uno se muera de ganas de dar un juicio sobre el proyecto, tengo que reconocer que el material disponible es claramente insuficiente.

Ante esta imposibilidad habría que preguntarse:
¿Porqué no hay más información sobre el proyecto y quién es el responsable de entregarla (u ocultarla)? El IDU?, IDPC?, CONFASE?, el arquitecto? Saber esto es fundamental para no equivocarnos cuando apuntemos con nuestro dedo.

¿Hay efectivamente un acuerdo de confidencialidad entre las partes? Y si la legislación colombiana no permite este tipo de acuerdos (¿estamos seguros que no lo permite?) ¿Por qué Mazzanti aparentemente habría asegurado que firmó uno?, ¿Acaso forzaron al arquitecto a firmar un acuerdo que es claramente irregular?
De nuevo, a esto me refiero con proceder lenta y cuidadosamente.

Finalmente, me parece que en todo este asunto los problemas de la disciplina son por el momento claramente secundarios. Insisto en que por lo pronto es más necesario iniciar un debate  sobre la legislación que rige la contratación de los proyectos públicos en Colombia, y escuchar lo que tienen que decir al respecto, por ejemplo, las silenciosas directivas de la Sociedad Colombiana de Arquitectos.
No estoy ni a favor ni en contra del diseño de parque del arquitecto Mazzanti. Si creo que con la información aparentemente disponible no se puede construir un juicio arquitectónico responsable.

En cambio creo que el caso puede servir de excusa para exigir mayor transparencia de los procesos de contratación de los trabajos urbanos que son de interés para los habitantes de las ciudades colombianas. Puede servir de excusa para exigir una posición al respecto de la Sociedad Colombiana de Arquitectos y de las Escuelas de Arquitectura, Puede servir para escuchar lo que tienen que decir el Ministro de Obras Públicas, el director del IDU o del IDPC, y finalmente pero no menos importante, para que los consumidores puedan saber cuáles son los empresarios inmobiliarios que tienen una posición socialmente responsable frente a la construcción de las ciudades colombianas.
Hugo Mondragón L.

Apendice sobre la racionalidad.
Me parece que es necesario mantener la discusión dentro de los límites de la racionalidad.
En medio del debate me llegó hace un par de días un correo en el que se acusaba al señor Mazzanti de haber recibido el proyecto del parque «a dedo». Paso seguido en ese mismo correo se decía que Mazzanti no había respetado el diseño propuesto para el parque por el maestro Rogelio Salmona.

Yo me pregunto:
¿Acaso Salmona se adjudicó el diseño del parque a través de un concurso?

Datos concretos:
1. Si hay un arquitecto en Colombia que ha hecho su carrera a partir de ganarse concursos de arquitectura, ese ha sido Giancarlo Mazzanti.
2. Es un hecho conocido que Rogelio Salmona recibió a lo largo de su carrera muchos encargos públicos adjudicados «a dedo».
Otro ejemplo:

Alejandro Alvarez me acusa en su comentario de querer desviar la atención al sostener que las Palmas de Cera son también peligrosas. Alejandro, si lee bien, yo nunca hablé de Palmas de Cera, pero lo más importante, el argumento sobre la peligrosidad de los árboles no es mio sino de Juan Luís Rodríguez -a quien usted «agradece inmensamente»-  quien en su artículo afirmó: «una especie de lamento nostálgico, abandonado en medio de un frío ambiente boscoso, saturado de árboles viejos, muchos a punto de caerse y cobrar la vida de algún niño o niña bogotanos».

Yo digo:
Menos pasión y más cerebro!

Hugo Mondragón

Tomado de esferapublica

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Menos Bicentenario y más Independencia, bis

Mayo 26 – 2011

Respuesta a Hugo Modragón

Bien Hugo, me alegra que podamos empezar algo que pueda llegar a llamarse un debate. Estaba esperando que apareciera en El Espectador este artículo escrito por mí. http://www.elespectador.com/impreso/bogota/articulo-272752-menos-bicentenario-y-mas-independencia. Sabía que vendría acompañado de una respuesta del contratista, y necesitaba ver si había algo nuevo que me obligara a cambiar de opinión o a tener que rectificar algo. Todo sigue igual. Dice Confase que «sí hay diseños», que los hay «desde julio de 2010», y que «respetan» la propuesta de Salmoma. Diseños claro que hay; el problema es lo que proponen. También es un problema, porque es falso, que estos diseños tengan algo que ver con el planteamiento de Salmona. Además, está el hecho de no tener licencia.

Respondo a algunos de sus reclamos acerca de lo que hago y dejo de hacer en mi “sugerente, pertinente y descuidado” texto, Arquitectura arrogante, en defensa del Parque de la Independencia. Comencemos por aclarar que me opongo al proyecto de Giancarlo Mazzanti para el Parque del Bicentenario porque considero que maltrata el Parque de la Independencia. Defiendo un espacio patrimonial de Bogotá, y para ello hablo negativamente de un proyecto de arquitectura. Las cuestiones legales, políticas y económicas son accesorias. Si estuviera aprobado o fuera diseñado por cualquier otra persona, me opondría igual.

Ante la eventual falta de claridad de mi parte en la formulación del problema, copio lo que escribí en el artículo: “El proyecto para el Parque del Bicentenario restituirá la continuidad que se perdió, hacia 1950, con el tajo que generó la apertura de la avenida 26. El nuevo parque debía cubrir el túnel, pero el proyecto vigente ocupa más del doble de superficie y deforesta una parte del actual Parque de la Independencia”. A lo cual hay que añadir: apropiándose del Quiosco de la Luz.

En lugar de sugerir una una conspiración, planteo un debate de carácter arquitectónico. Lamentablemente, el aspecto arquitectónico se entremezcla con la denuncia de una operación que ha sido manejada de manera oscura. La denuncia fue motivada por la lectura de un informe de la Silla Vacía en el que Pablo Medina le preguntó al arquitecto del parque por el proyecto en cuestión, y éste se negó a dar información, alegando un acuerdo de confidencialidad con el IDU. Consulté con un abogado y, en efecto, en un proyecto público, no puede haber un acuerdo de tal tipo. Me apoyo, además, en el resultado de una reunión formal entre los vecinos del parque y Planeación Distrital, en la cual quedó claro que en Planeación recibieron el proyecto, le hicieron los comentarios del caso, lo devolvieron, y no volvieron a saber del mismo. Esto significaría que el proyecto no tiene licencia. De tenerla, sin embargo, la prueba le corresponde al contratista. Hay que ser poco perspicaz para no entender que el IDU, el IDPC, el contratista y el arquitecto, han actuado con dilaciones frente a la comunidad, presumo que para conseguir entretanto el aval que su proyecto necesita.

Pasemos a lo importante. Me pide argumentos. Tengo un único argumento al que trato de darle vueltas como una mosca. Se resume en que la arquitectura del nuevo parque es equivocada para el lugar en el que está. Lo demás son arandelas.

Me gustaría que usted, y quienes le encuentran virtudes al proyecto propuesto para el Parque del Bicentenario, las expongan con claridad. Por mi parte, algunos de los adjetivos que he utilizado contra el proyecto son: invasivo, desmedido, arrogante e irrespetuoso. Con variaciones sobre lo mismo.

Invasivo y desmedido porque se autoasignó más del doble del área que le correspondía. Arrogante e irrespetuoso porque toma una actitud para la cual es más importante la arquitectura que llega, que el entorno patrimonial existente al que desprecia.

En otro lugar podría ser una maravilla. En el sitio en el que está, con las características paisajísticas que tiene, y por la significación cultural que arrastra, está en el lugar equivocado.

Fraternal saludo,

Juan Luis Rodríguez

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Hugo Mondragón López says:
2011/05/23 at 5:34 pm

Estimados lectores

Mi amigo Juan Luís Rodríguez nos propone en esta oportunidad un artículo muy sugerente y pertinente (me parece pertinente discutir una intervención en un lugar tan importantes y simbólico de la ciudad), sin embargo, creo haber detectado algunos flancos descuidados en su argumentación.

En primer lugar, sería necesario seguir creyendo en la “Teoría de las Conspiraciones” para aceptar como razonable la argumentación de Juan Luís. Una conspiración en la que estarían involucrados: Opaín, IDU, IDPC, SCA y Giancarlo Mazzanti.

Si el argumento quisiera ir en esta dirección (y me parece legítimo que así sea) me parece que cualquier afirmación que no esté fundamentada en el examen y exposición de documentos concretos no pasa de ser una opinión. Y si esa opinión es una acusación, no pasa de ser una ligereza.

Si efectivamente hay un “asalto” como nos quiere convencer Juan Luís, a mi me hacen falta documentos, pruebas, datos concretos que efectivamente nos muestren que hay una conspiración orquestada entre las partes implicadas en el asunto.

Esto me parece particularmente delicado porque la crítica como instrumento de denuncia (un instrumento que me parece valiosísimo en las sociedades democráticas) queda en entredicho, se desgasta y pierde efectivadad si quien la ejerce no aporta las pruebas que sustentan su denuncia.

Esto lo saben, por manual, los periodistas que se dedican al periodismo de investigación.

Expresadas mis preocupaciones sobre este primer nivel de significación del argumento, debo decir que hay al menos otra cosa más que no me gusta.

Se puede expresar de la siguiente manera: no se pueden revolver peras con manzanas.

Me explico.

Se trata de una crítica al oportunismo de Opaín o a la ineficacia de la Administración Pública representada en el IDU y la IDPC?, Se trata de una crítica a la irrelevancia y al silencio complaciente de la Sociedad Colombiana de Arquitectos, o al modelo de contratación que pone a los arquitectos a trabajar para unos contratistas que históricamente han demostrado desconocer el significado de la palabra ética? O, finalmente, se trata de una crítica al ejercicio profesional de un arquitecto, que a estas alturas y con tantas condiciones estructurales impuestas no se le puede acusar más que de ser un esclavo de sus propias circunstancias?

Cualquiera de las anteriores me parece interesante como campo de indagación, sin embargo, en un texto tan breve como el que nos presenta Juan Luís, no se puede pretender hacer una crítica de todas las anteriores sin correr el peligro de que la crítica se torne superficial.

Hemos tenido muchas conversaciones con Juan Luís, con quien nos une una amistad fraternal, y en nuestras conversaciones aparece con mucha frecuencia la necesidad no sólo de escribir una nueva historia de la arquitectura colombiana (la que está escrita es un edificio totalmente agrietado y mal construido), sino también sobre la necesidad de ejercer una Nueva Crítica en la que, entre otras cosas y por norma general, los nombres propios estén siempre al pie de página. Sin embargo, en esta oportunidad, esta condición ha sido violada intencionalmente.

Me parece innecesario -dado el contexto que nos dibuja este artículo- apuntar con el dedo acusador a Mazzanti, quien como hemos visto, a mercer de la voracidad de los privados, frente a la inoperancia de los organismo estatales, sin el respaldo del gremio y con un modelo de contratación que lo convierte en empleado del contratista, trata de hacer arquitectura por entre las fisuras de un corsé cada vez más apretado e inmovilizante.

Me parece que hay cruzadas más nobles y urgentes y están sugeridas en el propio artículo.

Pensar que Mazzanti es el malo de la película es una distracción.
Y además, en cualquier película, cuando un malo es muy malo, uno termina por no creerse el personaje.

Light, copión, tropicaloide, revistero, farandulero, oportunista… ¿De cuántas cosas más vamos a acusar a Mazzanti? A esta altura está convertido en un verdadero demonio de la arquitectura en Colombia. Mazzanti “El Coco”.

Con ánimo disciplinar y mostrando una posible salida crítica, me hubiese gustado que en el artículo se discutiera el problema de la historia y el tiempo de ese lugar -sin prejuicios conservacionistas- para preguntarse: Qué significa intervenir en el Parque de la Independencia? y desde las posibles respuestas a esta pregunta juzgar el proyecto en construcción.

Me gustaría conocer el significado de algunos términos propuestos por Juan Luís como “ligereza urbanística” o “ligereza arquitectónica”. Qué quieren decir en este caso particular, en dónde reside esa ligereza y cuáles son sus síntomas.

Me gustaría saber por qué: “cuando uno va y ve en el sitio lo que están por hacer queda petrificado”. Creo que esta sola frase da para todo un artículo que nos hiciera recorrer imaginariamente y a través de una descripción, la aberración inenarrables que está por construirse.

También habría agradecido el ahorro de ciertos clichés, aunque se hayan usado como ironias. Hasta cuando seguiremos con el discurso en contra de las “publicaciones internacionales”, que mientras más internacionales más perversas y sospechosas. Hasta cuando vamos a explicar un mal proyecto por el afán de su arquitecto de “pasar a la historia e impartir conferencias” (en el extranjero, seguro) para presentarse como un “salvador”.

Estimados lectores, después de leer el artículo que nos presenta Juan Luís, no pude hacerme a una imagen del proyecto en el lugar, no supe que pasó con el kiosko de la luz, tampoco del destino de los viejos y peligrosos árboles, no entiendo qué es lo que está tan mal, ni por qué debería apoyar a Juan Luís en su cruzada contra un proyecto que debería merecer nuestro desprecio y desaprobación.

Yo propongo: peras con peras y manzanas con manzanas.

De este artículo pueden salir muchos más, que situen la discusión en campos relacionados pero diferenciados: Así, se podría escribir una crítica que sitúan el proyecto en el campo de la ética, otro que lo hace en el campo del derecho urbanístico, otro más en el campo gremial, y otros en el campo del proyecto urbano y/o del proyecto de arquitectura.

Esta diferenciación me parece urgente para saber hacia donde y por qué razones específicas apuntar con nuestro dedo acusador.

Hugo Mondragón L.

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Arquitectura arrogante

Mayo 19 – 2011

Odinsa, vestida en Eldorado de Opaín y ahora para la 26 de Confase, propone, con proyecto de su arquitecto Giancarlo Mazzanti, invadir el Parque de la Independencia y apropiarse del Quiosco de la Luz. Y los arquitectos, tranquilos.

El IDU cambió, y ahora, en lugar de contratar primero el diseño y luego la construcción, licita la construcción sin diseños y entrega un anticipo, con una somera descripción del objeto contractual. Luego, el contratista se encarga de agrandar el tamaño y el valor de la obra, y todo se resuelve mediante un otrosí, o una cadena de otrosís. Pasó con Eldorado, con el Transmilenio por la Séptima, con el puente de la Cien, ahora en la 26 y quien sabe en cuántos más. Esta forma de contratación nos dejó como herencia la calamidad «Nule», y ahora, además, está a punto de dejarnos sin otro pedazo del Parque de la Independencia.

Contratista y arquitecto debían construir un parque sobre el túnel de la 26 que sería el Parque Bicentenario. Sin embargo, por cuenta de esta modalidad de contratación, sumada no sé si a la ignorancia o al desprecio por la historia por parte del arquitecto, o del instituto experto en historia que debería ser el instituto para la conservación del patrimonio y la cultura, IDPC, o de todas las anteriores, acabamos ante una lógica particular.

Una lógica según la cual al arquitecto no le pareció suficiente para pasar a la historia, un “parquecito” sobre una vía, como tampoco le pareció suficiente para llamar la atención de las publicaciones internacionales, ni para impartir conferencias en las que pudiera presentarse como un gran revolucionario salvador que “recuperó” un viejo edificio, el Quiosco de la Luz, una especie de lamento nostálgico, abandonado en medio de un frío ambiente boscoso, saturado de árboles viejos, muchos a punto de caerse y cobrar la vida de algún niño o niña bogotanos.

Tuvieron que ser los vecinos del parque quienes reaccionaran ante el bandolerismo arquitectónico con el cual el contratista y su arquitecto están a punto de cercenar nuevamente el Parque, después del recorte para dar paso a la 26 de la ya olvidada administración Mazuera. Y los arquitectos, es decir, la Sociedad Colombiana de Arquitectos, ni así.

A cualquier observador interesado, le propongo ir al parque antes de que sea demasiado tarde, y corroborar si quienes nos molestamos por esto exageramos, o si quienes se equivocan son el arquitecto y sus aliados en el asalto.

Si acepta, antes de la visita, observe con atención este plano, suministrado por el IDU en respuesta a un Derecho de petición. El plano contiene una propuesta cuya definición más simple sería la de un parque duro, sin pasto y sin árboles, lleno de flores y vegetación típica. Una propuesta que en otro lugar de la ciudad podría ser una fantasía, pero que en este sitio no pasa de una necedad en el lugar equivocado. Además, una propuesta sin licencia por parte de Planeación Distrital, con el doble de área necesaria, y con el doble de honorarios «causados».

Si como persona interesada en opinar sobre lo que pasa en la ciudad, comparte el jucio según el cual esta supuesta gran arquitectura urbana no es más que una ligereza arquitectónica, considere ahora la ligereza administrativa mediante la cual, en respuesta a otro Derecho de petición, el IDPC y el IDU, a través de un documento sin fecha y otro fechado 3 de mayo, invitan a ver los «ajustes» al proyecto, el 1 de junio.

El director del IDPC: “Conociendo el interés que el Proyecto Parque Bicentenario ha generado en la comunidad de los barrios la Macarena, las Nieves, Centro Internacional, Bosque Izquierdo y Torres del Parque, la invitamos a una reunión para la presentación de los ajustes del Proyecto, donde se han tenido en cuenta varias de las recomendaciones dadas por la comunidad, el próximo miércoles 1 de junio de 2011, en las instalaciones del Centro de Documentación del Instituto Distrital de Patrimonio, ubicado en la Calle 13 # 2-96 a las 3:00 pm. En esta presentación se informará sobre los antecedentes del proyecto, su concepción y aporte a la ciudad.”

La directora técnica de construcciones del IDU: “Ahora bien, respecto a la solicitud de audiencia pública, en la cual solicita se presente de forma detallada el actual diseño propuesto del Parque Bicentenario y con el fin de aclarar la totalidad de inquietudes respecto al tema en asunto, nos permitimos invitar a la presentación formal de los mencionados estudios, según actividad a realizarse el día 1 de Junio de 2011 a las 3:00 PM. en las instalaciones del Instituto Distrital de Patrimonio y Cultura, entidad localizada en la Calle 13 No 2-58.”

Aunque las direcciones no coinciden exactamente, a la 13 con segunda cualquiera llega, si quiere ir, el “próximo miércoles 1 de junio”, para una obra que debe estar terminada antes de la inauguración del mundial de fútbol Sub-20. el 29 de julio de 2011.

Y «el actual diseño propuesto” para un proyecto que no se puede presentar inmediatamente porque no tiene licencia y está en proceso de ajuste, en plena obra.!Ave María!, !Hágame el favor!, !Echeee!, póngalo como quiera; cuando uno va y ve, en el sitio, lo que están por hacer, queda petrificado.

Los involucrados en este baile: contratista, IDU, IDPC y arquitecto, necesitan ganar tiempo para ajustar las cargas, o para modificar el diseño, o para acabarlo, o para conseguir aprobación, o para llegar a un punto de no retorno. Sea como sea, estamos a punto de pagar por ello un alto precio.

Se trata de un robo espacial y un desprecio por lo existente que constituye un barbarismo cultural. Querer evitarlo nada tiene que ver con oponerse a la contemporaneidad, y menos a una arquitectura innovadora o revolucionaria. Quienes en esto andamos, esperamos y exigimos aprecio y cuidado con lo existente. Esperamos además que el nuevo parque sea una maravilla que se beneficie por estar al lado de otra arquitectura, llámese histórica, patrimonial, o simplemente vieja.

!Respeten, por favor!

Juan Luis Rodríguez

 

Fuente imagen: IDU

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¿Medellín o Disneylandia?

Octubre 11 – 2010

Arquitectura-antídoto, orgullosamente colombiana

Quienquiera que haya creado la campaña publicitaria según la cual en Medellín se controlan la pobreza y el narcotráfico a punta de arquitectura, va bien. La efectividad de la “recordación” está para competir con la ya olvidada campaña publicitaria según la cual Bogotá, «ahora sí» va a tener “el aeropuerto que nos merecemos”. La de Eldorado, creada para el consumo local; la de Medellín, creada para el consumo internacional; una para desprestigiar, la otra para lo contrario. Ambas exitosas, y las dos, en mi opinión, equivocadas.

El último incauto en caer seducido fue el arquitecto Enrique Browne: “La arquitectura urbana colombiana ha contribuido para que cese la violencia”, repite el jingle de Browne. Así se repita y repique mil veces que la arquitectura ha disminuido el narcotráfico y la violencia, éstos ni cesan ni disminuyen. Los arquitectos, sin embargo, siguen en lo suyo, especialmente ahora que la ciudad se llena de incautos e incautables, locales e internacionales, con motivo de la doble bienal, orgullosamente colombo-iberoamericana.
http://www.mincultura.gov.co/?idcategoria=40525

Las estrategias de comunicación suponen que una mentira, una mentirilla, o una picardía bien apuntalada se vuelven verdad para la opinión pública, siempre y cuando se transmita bien el mensaje. Para Eldorado, lo propio habían hecho el director de la Aerocivil, el gerente de Opaín, el ministro de Transporte y por último el expresidente Uribe, quienes durante año y medio tararearon en la prensa nacional el estribillo «el aeropuerto que nos merecemos», mediante el cual aseguraron el otrosí para demoler; documento que ya descansa, orgullosamente, en la galería de trofeos del contratista.

A cualquiera le gustaría, no sólo oír sino que fuera verdad, que en Medellín y en Colombia, la pobreza, la violencia y el narcotráfico se están acabando. A la publicidad, entre tanto, lo que le importa es que su mensaje se instale en el cerebro del target. Punto. Hay especialistas en esto de la desinformación que ganan fortunas. Para consumo interno y más próxima que el ya olvidado Eldorado, tuvimos hace poco la exitosa campaña del excandidato Santos, quien, entre otras, mediado por una buena estrategia de comunicación logró crear en la opinión pública la idea que Antanas Mockus es ateo; cosa que no es y cosa que nunca dijo que era, pero cosa que la opinión pública creyó, y con eso basta.
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El Espectador, en su editorial del 21 de abril de 2010, invita a la moderación:
“Medellín se enfrenta a retratos defectuosos de sus problemas y de las lógicas de su transformación. De una parte, hay quienes ofrecen de la ciudad la idea de que todo sigue igual o ha empeorado, que el control de la delincuencia es absoluto, que nada se mueve sin el consentimiento del patrón de algún grupo mafioso y que a la captura de uno de ellos seguirán las retaliaciones y la recomposición de la estructura delincuencial. En el otro extremo, hay quienes promueven una imagen un tanto maquillada de una ciudad cuyos problemas de seguridad son sólo parte del pasado o en la que los conflictos que están en la base de toda esta historia han sido superados. Una imagen pesimista a la que se le opone una mirada ingenua de una realidad compleja e incierta.
Estas dos maneras de ver la ciudad tienen auditorios interesados y heterogéneos, porque el comportamiento de la seguridad se convirtió en un indicador que puede mover la favorabilidad positiva o negativamente. Eso no está mal. Pero hay que ser conscientes de la polarización que puede producirse con respecto a un tema como este y de los efectos de dicha polarización en otros aspectos del desempeño de la ciudad. Frente a estas posiciones extremas, los matices son requeridos.”

Revisemos algunos e estos «extremos»; unos escritos por analistas de la política, la sociología y la economía, cuya visión de la ciudad oscila entre el negro y el gris; los otros escritos por analistas de la arquitectura que al parecer ven en rosado.

Christopher Hawthorne:
“Over the last two or three years, a steady buzz has been building in architecture and design circles about developments in this city of 3.5 million, which through much of the 1980s and 1990s was infamous for its sky-high murder rate and viciously competitive drug cartels, including a particularly violent one led by Pablo Escobar.
Architects and urban planners who traveled to Medellín seemed to return telling some version of the same enthusiastic story about the renaissance taking place in Colombia’s second-largest city, which has been driven in large part by investment in ambitious civic architecture.”
http://www.latimes.com/entertainment/news/la-ca-medellin-20100509-1,0,2143183.story

Iker Seisdedos:
“Es la historia de la transformación de una de las ciudades más peligrosas del mundo gracias, en gran parte, a la cultura. Y puede sonar a cuento no apto para cínicos, pero es que los vecinos de la Comuna 1 prefieren creer, como esos chavales que, bajo la atenta mirada policial, relatan la metamorfosis a cambio de unos pesos.
El Parque-Biblioteca España, de Mazzanti, fue inaugurado en 2007 y forma parte de una red de cinco centros diseminados por los barrios deprimidos de la ciudad (hay en proyecto la construcción de otros cinco). Además de ofrecer servicio de préstamo de libros o de acceso a Internet, actúan como punto de encuentro y espacio público de las comunidades a las que embellecen con sus formas vanguardistas, ideadas en estudios de arquitectos de prestigio e inspiradas en la idea de que la estética puede ser motor de cambio social. Pero conviene no engañarse, aconseja el alcalde Salazar. «La violencia organizada no se combate con hip-hop».
http://www.elpais.com/articulo/cultura/Instrumentos/fusiles/elpepicul/

20100705elpepicul_2/Tes

Miquel Adriá:
“Medellín se ha transformado. Cuatro años de gobierno municipal enfocado hacia el urbanismo social convirtieron un territorio de sicarios y sede del famoso cartel de la droga en una ciudad ejemplar. Cuatro años bastaron para hacer realidad un cambio radical que transformó una conurbación de guetos en una ciudad de todos, sacando a la calle a una sociedad que ha vivido oculta en sus casas durante años a causa del miedo.
Se trata de espacios públicos y abiertos, con plaza para eventos como clases de baile y conciertos, salones para la comunidad y bibliotecas rebosantes de niños, donde pocos años atrás las tropas de Pablo Escobar pagaban a cualquier adolescente un millón de pesos colombianos (unos cuarenta euros) por cada policía muerto.
http://www.elpais.com/articulo/arte/sicarios/orquideas/elpepuculbab/

20080621elpbabart_8/Tes

Vivian Acuña:
“El conjunto de parques y edificios públicos construidos por Felipe Uribe sorprende. Sus propuestas formales y urbanas transformaron la violenta ciudad de Medellín al promover la inclusión social y generar lugares disfrutables. Renuevan los usos y estimulan la sensibilidad del usuario con efectos arquitectónicos: el tratamiento de la luz, las proporciones, los cambios de escala sorpresivos, y un despliegue de colores y texturas que son, en conjunto, el resultado de elaborar una diversidad de referencias culturales.
Más aún, en los Parques de los Deseos (2003) y Pies descalzos (1999), Uribe propone un diseño sin rejas que disipó la violencia urbana al incluir abiertamente las actividades educativas y recreativas sin discriminación social. Ubicado al norte de Medellín, los Deseos integra una zona de parques aledaña al Planetario con el Jardín Botánico y la estación de metro de la Universidad de Antioquia, culturalmente afines.”
http://edant.clarin.com/suplementos/arquitectura/2008/01/29/a-01595623.htm

Randall Zúñiga:
“Queda archivada la descomunal violencia. La Biblioteca Parque España es un eslabón más en la restauración urbana y social de una ciudad devastada por el narcotráfico. El premio a Mejor Obra durante la VI Bienal Iberoamericana de Arquitectura y Urbanismo lo confirma.
La ciudad de Medellín, al extremo norte de la cordillera de los Andes, representa un quebradísimo terreno en el que se producían, en el 2002, un promedio de 500 asesinatos al año derivados del narcotráfico. La situación sumió a una población de cerca de 400.000 personas en una dictadura de miedo, de la que ha sobrevivido una dictadura de pobreza.”
http://www.revistasucasa.com/contenido/articles/201/1/La-Biblioteca-de-Medellin/Paacuteginas1.html

Esther Rebollo:
“Escenario en décadas pasadas de las más violentas guerras entre bandas de narcotraficantes, paramilitares, guerrilleros y sicarios, y cuna del siniestro Pablo Escobar y del cártel de la droga más temido de América, la ciudad colombiana de Medellín es hoy un ejemplo de modernidad y desarrollo económico gracias a un modelo centrado en la educación, el civismo y la convivencia.
Con 3,5 millones de habitantes en su área metropolitana, ubicada en el bello y cálido Valle de Aburrá, entre las cordilleras que se bifurcan de los Andes antes de precipitarse sobre el Caribe, Medellín ha sido objeto de una transformación que le ha convertido en destino turístico y sede de importantes eventos internacionales.
Sus vanguardistas edificaciones y su innovador sistema de transporte están dirigidos exclusivamente al ciudadano. Sirven para embellecer la ciudad, pero su cometido principal es crear espacios públicos para hacer más fácil y segura la vida de los «paisas», como se denomina a los habitantes de Medellín.
No se concibe una visita a esta ciudad sin viajar en su sofisticado, rápido e impecable Metro Cable, un teleférico que sortea empinadas colinas y lleva a los barrios donde hace pocos años nadie pisaba por temor a la violencia desgarrada.
…Y todo esto ocurre en Medellín, la ciudad más violenta de Sudamérica en los años ochenta y noventa del siglo pasado.”
http://lopaisa.com/index2.php?option=com_content&do_pdf=1&id=599

Juanita León:
“El primer sitio que visitamos en la Comuna es el nuevo Centro Integrado de Intervención Social. Fue creado por el Presidente Santos el 14 de agosto, como la nueva estrategia para afrontar la violencia en la Comuna 13. La decisión se tomó en un Consejo de Seguridad después de que entre julio y agosto se recrudeció la violencia en esta comuna donde Medicina Legal dice que ocurrieron 139 homicidios en el primer semestre. Tiene una tasa de 108 asesinatos por cada 100 mil asesinatos, tres veces más alta que el promedio nacional, cinco veces más alta que la de Bogotá y parecida a la de Bagdad.
El gerente del Centro Alberto González me explica que la idea del centro es coordinar el trabajo de la Policía, el CTI, la Fiscalía, el DAS, el ICBF, el Sena y la Secretaría de Gobierno de la Alcaldía de Medellín. La esperanza que tienen es que si hacen una intervención integral, que combine lo policivo con asistencia social, lograrán no solo contener la violencia sino atacar sus raíces. No es una tarea fácil y González es un optimista moderado.
Cuando le pregunto cuál es la causa estructural de tanta violencia, se queda callado mirando una pelea de perros que se disputan a mordiscos el privilegio de montar una perra en celo. Vuelvo y le formulo la pregunta porque pienso que no la oyó la primera vez. Pero me dice que es que esa pelea de los perros le recuerda lo que sucede en esa Comuna 13. ”
http://www.lasillavacia.com/historia/18112

Cristina Vélez Vieira:
“En la última década Medellín había logrado pasar de ser una de las ciudades con los índices de criminalidad más altos de Latino América a estar dentro de la media. De 174 homicidios por 100 mil habitantes, llegó a 26 en el 2007, pero hoy otra vez esta tasa está cercana a los 70 asesinatos por 100 mil habitantes. Y el legado que le ha dado tanta popularidad al hoy candidato Presidencial Sergio Fajardo, ha dejado de ser un logro para mostrar.
Pero no es tan claro que estas medidas logren atacar el problema de fondo: el microtráfico de droga. En un barrio de las comunas, un joven expendedor de droga, según una fuente de la zona, se puede ganar 600 mil pesos diarios. Lo que significan casi doce millones de pesos al mes, un incentivo frente al cual la Alcaldía, con subsidios y capacitaciones, no tiene como combatir.”
http://www.lasillavacia.com/historia/5827

Jorge Gómez Gallego:
“Autoridades municipales y nacionales, parecen no encontrar una explicación que satisfaga a la opinión pública para explicar el fenómeno del incremento inusitado de la violencia en la ciudad de Medellín. El gobierno nacional, leyendo su guión reeleccionista y defendiendo su “seguridad democrática”, unas veces sindica al narcotráfico, otras a la inoperancia de las autoridades judiciales, y hasta insinúa que el asunto es responsabilidad de las autoridades locales. El Alcalde por su parte, en desarrollo del libreto de la campaña presidencial de su “independiente” antecesor, le devuelve el balón al gobierno nacional, y le increpa la falta de policías o de inteligencia.
Por eso cuando los gobernantes locales y nacionales, se empeñan en inventar justificaciones para quedar bien con la galería en asunto tan sensible, les quiero recordar hoy la popular frase que acuñó James Carville, estratega de la campaña electoral de Bill Clinton en 1992, con la que explicaba la derrota que su jefe le propinó a George Bush padre, en su aspiración reeleccionista, a pesar de la popularidad resultante de sus triunfos en la política exterior, pero en medio de un creciente desempleo: “Es la economía, estúpido”.
http://www.moir.org.co/Por-que-crece-la-violencia-en.html#

Alejandro Gaviria:
“A finales del año anterior, en medio del optimismo navideño, el general Naranjo pronosticó una caída de 300 homicidios en 2009 con respecto a 2008. Entusiasmado, señaló entonces que la tasa anual sería la más baja de los últimos 23 años. Llama la atención, por una parte, la discrepancia entre los registros de la Policía y los de Medicina Legal.
Las autoridades conocen bien las causas del problema: el crecimiento del crimen organizado, el reciclaje de las bandas de narcotraficantes, los coletazos de la desmovilización de los paramilitares, etc. Pero no parecen preparadas para enfrentarlo. Las propuestas recientes revelan una mezcla de desespero e impotencia. Primero fueron los estudiantes y los taxistas los llamados a resolver el problema. Después fueron los obispos los reclutados para facilitar una negociación azarosa con las bandas emergentes. A finales de la semana el Gobierno aclaró que los obispos sólo estaban autorizados para hacer labores pastorales. Ya los veremos, entonces, tratando de convencer a los criminales de las bondades del amor al prójimo.”
http://www.elespectador.com/columna187531-violencia-disparada

Juan Diego Restrepo:
“Tantas veces las autoridades municipales se negaron a aceptar que el proceso de reinserción de los bloques Cacique Nutibara y Héroes de Granada de las Autodefensas Unidas de Colombia (AUC) había sido un fracaso que crearon un ambiente de falso optimismo que llevó al entonces alcalde de Medellín y ex candidato presidencial Sergio Fajardo Valderrama a concebir y difundir la famosa frase “pasamos del miedo a la esperanza.
Esa afirmación es hoy una ilusión y las laderas de Medellín arden que da miedo. No sólo en la comuna 13, como lo han mostrado de manera reiterada los medios de información locales, regionales y nacionales. Son varias las comunas donde las libertades individuales y colectivas están limitadas por el accionar de las bandas armadas ilegales y la incapacidad del Estado para contrarrestarlas.”
http://semana.pandac.com/noticias-opinion/reinsercion-urbana-auc-fracaso-medellin/143777.aspx
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Concluye la invitación a la moderación del editorial de El Espectador del 21 de abril:
“Es preciso reconocer que sus resultados [del Estado] no constituyen “el golpe definitivo” a la delincuencia y a los nichos de economía ilegal. Y es preciso, igualmente, aceptar que la posibilidad de que actuaciones genuinas por parte de los niveles local y nacional del Gobierno, combinadas con acciones permanentes de la ciudadanía reclamando su derecho a vivir en paz, constituyen un activo que se ha consolidado en la ciudad. Mal haríamos en arriesgar tan valioso activo con el rumor o el juicio pesimista de las circunstancias.”

No dudo que las políticas sociales de la ciudad han hecho un buen uso de la arquitectura como medio para mejorar la cotidianidad de sectores violentos, y que en el proceso han construido importantes y valiosos edificios y espacios urbanos que tienen cualidades de sobra para hablar de ellos como arquitectura. Presentar el resultado de tales esfuerzos como si estuviéramos en Disneylandia, y atribuirle a los arquitectos el papel de pacificadores y redentores sociales, no le hace bien a nadie. De modo que ante una rimbombancia político-publicitaria de tono cuasi teológico como la que pintan las exageraciones de los arquitectos, va una mera réplica lógica:

Si la arquitectura de edificios como la biblioteca España y el colegio Santo Domingo en Medellín resuelve problemas de violencia y narcotráfico, por ejemplo, como los de la comuna 13, también debería cargar con la culpa de hechos, por ejemplo, como la balacera del 11 de agosto en la comuna 13. Demasiada carga para unos arquitectos a quienes sólo debería corresponder proyectar y construir buenos y ojalá magníficos edificios; esperando que se hable de ellos y se valoren como arquitectura, sin aceptar que se diluyan en medio de las políticas –más o menos exitosas– de sus clientes.

Juan Luis Rodríguez

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Plagio y moral

Isaac Broid y Felipe Assadi hace poco participaron en el concurso para el Conjunto de Artes Escénicas de Guadalajara, con una propuesta que a todas luces es casi idéntica al proyecto de la Biblioteca de Santo Domingo Savio, de su amigo Giancarlo Mazzanti, proyecto que ya había sido objeto de debates por variadas causas, sobre todo, por su impresionante parecido al proyecto de concurso de David Chipperfield para el Centro multimedia de Hong Kong. La línea continúa y la falta de citación también.

I. Broid y F.Assadi: Conjunto de Artes Escénicas de Guadalajara, 2009
G.Mazzanti, Biblioteca Santo Domingo Savio, 2007
D.Chipperfield, Hong Kong University, concurso, 2003

Este doble parecido no dejaría de ser eso, un parecido, de no ser porque Broid y Assadi no dan explicaciones al hecho en su memoria del concurso; como no la dio Mazzanti en el suyo, en el que además “reutilizó” en lugar de “citar” la memoria de Chipperfield.

Evidentemente, con esta intencionada reutilización del proyecto de Mazzanti; me arriesgo a suponer que Broid nos quiere mostrar algo:

Que el repertorio formal de la arquitectura está agotado y que simplemente no queda más por hacer que reciclar. O bien, ¿será  mostrarnos –a quienes nos hemos quejado y a quienes les parece una queja injustificada– la validez ética en el campo de la arquitectura de retomar ideas proyectuales de otros autores y presentarlas como propias?

En principio, si se trata de demostrar que la arquitectura agotó sus temas, estaría de acuerdo con Broid-Assadi, más no estaría de acuerdo con que esto justifique la reproducción estilística de manera ligera, como es este caso, sin que haya una reflexión y maduración de las ideas, que de existir, le aportaría sin duda al desarrollo de la arquitectura.

Como parece que lo que vemos en la secuencia de Chipperfield, pasando por Mazzanti y terminado por ahora en Broid y Assadi, no se trata de la utilización de una tipología que implica evolución, sino más bien de un modelo, en los  términos clásicos de Quatremere de Quincy: “El modelo, entendido según la ejecución práctica del arte, es un objeto que debe repetirse tal cual es. El tipo es por el contrario, un objeto según el cual cada uno puede concebir obras que no se parecerán en nada entre sí. Todo es preciso y está dado en el modelo. Todo es mas o menos vago en el tipo…” [1], remitiendo de paso, los proyectos de Mazzanti y Broid al campo  del  zeitgeist,  o, a la frivolidad de la moda.

El utilizar la creación ajena sin reconocer la fuente es condenado actualmente por la sociedad capitalista, donde aparece el concepto de la propiedad privada, del cual se deriva el derecho a la propiedad intelectual; concepto inexistente en la antigüedad y que hace su aparición con la revolución industrial.

Se nos ha adoctrinado, como anota Stanley Fish de manera práctica en dos columnas publicadas en el New York Times :

“Estos últimos años ha existido un sinnúmero de asaltos a la noción de la originalidad, desde campos tan diversos como la teoría literaria, la historia, los estudios culturales, la filosofía, la antropología y las ciencias del Internet.

La autoria intelectual individual, como nos lo han dicho, es una invención reciente de una cultura burguesa obsesionada con el individualismo, los derechos individuales y el mito del progreso. Todos los textos son palimpsestos de textos anteriores; no ha existido  nada nuevo debajo del sol desde que Platón y Aristóteles, y ellos no eran nuevos tampoco; todo pertenece todos. En períodos anteriores las obras de arte fueron producidas en talleres por los equipos; el artesano principal pudo haberlos firmado, pero eran productos comunales. En algunas culturas, incluso valoran mas la imitación de modelos estándares que el trabajo que se destaque por la innovación. …” [2]

Aclara Fish que el problema del plagio atañe sobre todo al mundo académico, dado que para otros como  los científicos, historiadores o periodistas profesionales, el usar material ajeno sin acreditarlo es algo inconcebible. En cambio, en el campo de la música o la novela, la línea que delimita lo incorrecto y lo posible, comienza a ser difusa; y como añado yo, en el campo de la arquitectura es aun más borrosa.

Sin embargo, mientras en las artes plásticas, como en la música y la literatura la forma de calificar el plagio esta más o menos definida, en arquitectura aparentemente no existe una medida exacta para hacerlo, y esto es aprovechado de manera descarada por quienes lo ejercen. Tal vez la dificultad de establecer el plagio en arquitectura  se encuentre en la manera en que opera la arquitectura desde sus orígenes, en clara contravía del  concepto de propiedad intelectual capitalista.

En las sociedades primitivas el diseño arquitectónico hace parte de la cultura colectiva, y trabaja sobre  tipos arquitectónicos que van evolucionado con  la cultura de manera holística, así vemos en las tribus indígenas el edificar con cantos y rezos que trasmiten toda la información necesaria para este fin, sin que exista el concepto de autoría individual.

Si bien conocemos los nombres de los autores de las obras canónicas de la antigüedad clásica, es claro que trabajan bajo principios operativos proyectuales basados en el tipo como herramienta de diseño.

En la Roma clásica, el saber heredado de la cultura griega y los propios desarrollos romanos es compilado en códices como el de Vitruvio, que a su vez es reeditado por Felipe II en las Leyes de  Indias.[3]

En el Medioevo, el tipo llega a ser la manera principal de hacer arquitectura, y la aparición misma del Gótico el resultado de la obtención de conocimiento de una comunidad técnica por medio del ensayo y error, que termina por edificar un tipo arquitectónico novedoso.

En el Renacimiento se trabaja sobre tipologías y estilísticas clásicas

basadas en los antiguos códices romanos.

En el Barroco encontramos el renacer de la tratadística con sinnúmero de autores nuevamente operando con la tipología y una nueva estilística

En el siglo XVIII comienzan a aplicarse las normas que regulan la propiedad intelectual, como una consecuencia derivada de la propiedad material que genera capital.

El Movimiento Moderno, que paradójicamente buscaba una reforma social radical por medio de una arquitectura basada en la innovación como objetivo, construye una estilística comunal que buscaba significar la ruptura con la historia.

La dificultad para discernir y calificar el plagio en arquitectura yace como vemos en el carácter comunal de la creación arquitectónica a lo largo de la historia.

El plagio es un problema que atañe la esfera de la ética del individuo, dado que la moral colectiva no tiene claridad sobre lo que constituye plagio en el campo de la arquitectura.

Para Fish la investigación en la academia esta construida sobre la originalidad y el deseo de progreso del pensamiento “usted puede entonces decir que estas suposiciones y los resultados que se esperan –nuevas miradas, soluciones a problemas– serán destruidas si los estudiantes e investigadores toman la salida fácil y simplemente  copian algo que algún otro ha hecho ya.” [2]

En lo particular, y siguiendo a Fish, me tiene sin cuidado el problema moral de la copia en arquitectura, al fin y al cabo quien lo practica, más que todo, se engaña a sí mismo; mi preocupación está en el campo de lo profesional y académico.

El problema real, es que esta conducta no le aporta un ápice al crecimiento intelectual del individuo “que pierde una oportunidad para mejorar su habilidad de razonar o adquirir herramientas de habilidad”. [2]

Pero más grave aun es el daño que el plagio le hace a la arquitectura como epistemología, que al ser despojada de su capacidad de investigación y exploración pierde toda oportunidad de desarrollo intelectual.

En un medio en el que las revistas de decoración posan de arquitectura; las revistas de arquitectura posan a su vez de culturales; y las revistas culturales hacen lo propio posando de intelectuales, amén de las Bienales de Arquitectura, parecen encontrarse todas en plan de festejo del plagio, sólo resta que  quienes estamos vinculados a la academia, nos preocupemos por evitar esta práctica del reciclaje encubierto de vanguardia, como un asunto profesional; buscando que por lo menos en la academia se desarrollen nuevas soluciones y nuevas miradas, en busca de una arquitectura que resista el calificativo de vanguardia. En principio, todos estamos de acuerdo que se necesita una arquitectura contemporánea. No estamos de acuerdo con los procedimientos para lograrla, ni con los medios para publicitarla.

Guillermo Fischer

[1] Antoine Quatremere de Quincy, Dictionnaire historíque de l´Architecture, Paris, 1832
[2] Stanley Fish, Plagiarism Is Not a Big Moral Deal y The Ontology of Plagiarism: Part Two, new York Times, 2010
http://opinionator.blogs.nytimes.com/2010/08/09/plagiarism-is-not-a-big-moral-deal/
http://opinionator.blogs.nytimes.com/2010/08/16/the-ontology-of-plagiarism-part-two/
[3] http://revistas.ucm.es/ghi/02116111/articulos/QUCE8585120083A.PDF

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