Octubre 10, 2013
Pues bien, el rojo (algo azulado) del ladrillo que acertadamente usó Rogelio Salmona en toda su obra en Bogotá (incluyendo los suelos del Centro cultural Gabriel García Márquez del Fondo de Cultura Económica de México), es un color igualmente significativo en esta ciudad y, en consecuencia, usado en ella por muchos otros buenos arquitectos. Es lo que destaca sus edificios contra el verde oscuro de los altos y verticales cerros que les sirven de fondo, y contra su cielo azul profundo, cuando lo hay, y en entre tanto contra sus blancas nubes, además de reflejar bien la limpia luz de los Andes, como insistía Salmona, considerando clima, paisaje y tradiciones.
Sorprende que ahora venga Richard Meier con el cuento chino de que “en Bogotá, el blanco resaltará mucho más” (El Tiempo, 25/09/2013). Pura “publicidad engañosa” para justificar que sea el “protagonista” en su proyecto de vivienda, al norte de la ciudad, pues es el color que él siempre ha usado. Olímpicamente pasa por alto que estará cerca del Museo del Chicó y justo al lado del Seminario Mayor, precisamente de ladrillo (color “fenicio”), y pese a que, como lo reconoce después, es lo que da continuidad y armonía a esas grandes zonas de Bogotá que lo usan “sin importar la singularidad arquitectónica de cada edificio” (Semana, 30/09/2013).
Al contrario de lo que Meier afirma, “su” blanco en “sus” dos pequeñas torres no resaltará contra el cielo lechoso de una ciudad que no es la “suya”, pero sí se “distinguirá” de su entorno, ayudado por los muchos millones de pesos a que se venderá allí “su” metro cuadrado ¿pero por qué tienen que ser un monumento? Blanco puro -diseñado en Italia solo para él-, pues otra cosa es el hormigón visto de muchos arquitectos locales mas sutiles y respetuosos con sus entornos. Precisamente por eso decía Alvar Aalto que el único color que se debía usar en arquitectura era el blanco…pues los materiales naturales deberían presentar sus propios colores a la vista.
En Cali, por ejemplo, lo que se destaca en sus casi permanentes cielos lechosos, es la teja árabe de su arquitectura colonial, de color mas “fenicio” aun, y de la poca arquitectura verdaderamente posmoderna de la ciudad, que hace un puente con su pasado para fortalecer su presente, pues como dijo Octavio Paz (Premio Nobel de Literatura de 1990), “aisladas, las tradiciones se petrifican y las modernidades se volatilizan; en conjunción, una anima a la otra y la otra le responde dándole peso y gravedad” (Citado por Savater: Las ciudades y los escritores, 2013. p. 188). Es lo que los estudiantes de ahora tendrían que aprender de los maestros de antes.
Benjamin Barney Caldas