Mayo 4 – 2010
Versión ampliada y revisada para Torre de Babel del artículo Autonomía sin vergüenza, publicado en Escala No.213, febrero de 2009
Durante 2008 hubo tres bienales cuyos fallos son cuestionables desde el punto de vista de la coherencia y calidad de sus argumentos: la VI Bienal Iberoamericana (BIAU), la XXI Bienal Colombiana y la XV Bienal de Quito.
La banalidad de los fallos caracterizó los dos eventos internacionales. La bienal local, a su vez, además de una pobreza conceptual similar, generó dos anomalías lamentables: la primera al otorgar un premio compartido para siete obras, fallo que al constituir una contradicción estatutaria debió modificarse. La segunda anomalía se dio al tratar de enmendar el error, cometiendo la torpeza adicional de aumentar de siete a nueve el número de obras resaltadas en el acta. Con lo cual, la defectuosa lógica parece haber seguido el razonamiento de otorgar el premio a una nueva obra, diferente a las siete anteriores, pues elegir uno se hubiera prestado para más problemas de los que ya tenían.
A continuación comento los juicios emitidos por el jurado de estas bienales. Espero hacer evidente que en lugar de eventuales ejemplos de reflexión y promoción para el desarrollo y avance de la profesión, este tipo de fallos y actitudes constituyen muestras de retroceso, irreflexión y banalidad.
VI Bienal Iberoamericana
Comienza el acta diciendo:
El Parque y Biblioteca España es una obra de profunda significación cultural, merecedora del Premio en cuanto conjuga con calidad superior todos los aspectos que el Jurado consideró a los efectos de su valoración, destacándola del conjunto de Obras Seleccionadas.
Con una apertura así, parecería que se anuncia la explicación de “todos” los aspectos considerados por el jurado. Y en efecto, procede a listar una serie de aspectos:
El planteo espacial, formal, funcional y de relación con el paisaje, se justifica y explica en la memoria presentada por los autores: “…más que un edificio se propone la construcción de una geografía operativa… Un edificio-paisaje que redefine y tridimensionaliza la estructura plegada de las montanas como forma y espacio”.
Sin embargo, de manera inusual, y a mi modo de ver torpe, el jurado acude a la “memoria presentada por los autores” para destacar algo que evidentemente considera significativo: que el edificio es valioso porque es un “edificio-paisaje” cuya relación con las montañas es positiva en tanto genera una “geografía operativa”. Si bien para los autores la definición de la estructura plegada de las montañas es una intención válida, y para el jurado esto es un valor positivo y suficiente; en mi opinión se trata más bien un significante vacío. La terminología alude al parecer a una intención “poética” pero reto al lector a que sustituya “estructura plegada” y “geografía operativa” por geografía plegada o estructura operativa, a ver si le resulta alguna diferencia. O también, para entender qué puede ser un edificio-paisaje, trate el lector de pensar cómo sería un edificio que no sea paisaje y resulta que cualquier edificio, aunque por definición, no es paisaje, se puede integrar con, oponerse a, o entrar en algún tipo de relación con el paisaje; y cualquiera de las opciones podría considerarse un valor positivo o negativo, según las intenciones de quien propone y de quien observa. Si la biblioteca España se integra, se opone o se relaciona con el paisaje, no se puede saber mediante el acertijo propuesto por los proyectistas. Y menos mediante la cita del acertijo por parte del jurado. Un edificio-paisaje puede ser cualquier cosa.
Continúa el acta:
La volumetría simple y variada, unitaria y diversa, real y virtual, comunica con acierto evidente una propuesta “naturalmente artificial” en un área marcada por la carencia material, la desintegración social y el vacío cultural.
Dejemos de lado el posible aspecto seudo multiculturalista de lo “simple y variado”, “unitario y diverso”, “real y virtual”–que tal vez deba entenderse en clave culturalista pero es más fácil con la lógica de Cantinflas– y detengámonos en el “vacío cultural”. Este vacío, si lo hay, parece más del lado de unas pretensiones para-arquitectónicas que deslumbran a unos jueces ignorantes que llaman vacío cultural al desconocimiento de la cultura local. El programa de inclusión social es un proyecto de la alcaldía de Medellín que condicionaba a todos los participantes; una condición del encargo que seguramente hubieran logrado otros edificios. En cualquier caso, si una obra ha de tener un valor terapéutico como valor arquitectónico, lo que autor y jurado deben hacer es explicar en qué consiste y en qué medida la obra en cuestión remedia los males sociales; implicando desde luego, que esta virtud es exclusiva del ganador.
Continúa el acta:
Como respuesta a un programa de inclusión social el Parque y Biblioteca España cumple cabalmente con su cometido, en cuanto permite desarrollar las posibilidades de encontrar, por parte de la población servida, las bases de identidad enraizadora con el sitio e integradora en lo social que le permita proyectarse en el tiempo.”
Cumplir el cometido parecería significar en este caso que el edificio se propone algo que no era parte del encargo. Una vez más, al jurado se le cruzan los cables entre las intenciones del proyecto social que hacen parte del encargo, las intenciones del proyectista, y lo que el edificio es como obra o cosa material. Aparte de lo oscuro y rebuscado de los términos “identidad enraizadora con el sitio” e “integradora en lo social que le permita proyectarse en el tiempo”, debería bastar con anotar que esto mismo –identidad con el lugar e integración social– lo hubieran logrado tres paralelepípedos puristas, en concreto blanco, con vista al valle y con alfajías en las ventanas.
Continúa el acta:
Por otra parte, no son menores los valores del espacio interior con una propuesta de extrema sobriedad en los recursos y neutralidad en los acentos físicos.
Esta es la última frase del fallo. Consideremos que no dice que los valores del espacio interior son “X” y “Y” sino que los valores del espacio interior “no son menores”, con lo cual se estaría diciendo que, en realidad, la sobriedad y la neutralidad son valores “mayores”. Pero, ¿Qué significa que un edificio como este sea sobrio y mesurado, y por qué esto es un valor positivo y no negativo? En otras palabras, aunque la sobriedad y la mesura son virtudes referidas al comportamiento humano, en arquitectura y por obra de la crítica, se hicieron virtudes de la arquitectura moderna y se han utilizado durante décadas para celebrar unas cualidades referentes a la sencillez formal y la ausencia de pretensiones esteticistas. Asumiendo que el jurado quiere celebrar la contemporaneidad como algo diferente a la modernidad del edificio, ¿en qué nuevo sentido pretende utilizar las virtudes de la sobriedad y la mesura? Cualquier lector puede desarrollar su propia versión de esta frase y cuestionar si se trata de un edificio sobrio, respondiendo que le parece esquizofrénico; o bien que no es neutro sino, por el contrario, desafiante y parcializado. Pero ¿qué significa para el jurado?. Sobre esta pregunta el acta no da la menor pista.
XXI Bienal Colombiana
Después de una introducción en la que se presenta al jurado y se celebra la calidad general de “los proyectos”, el acta de la bienal colombiana destaca ciertas virtudes generales de la muestra, en relación con el tema particular de la convocatoria:
La cuidadosa y adecuada inserción de los proyectos analizados en sus contextos físico y cultural, su excelente factura, según se colige de los documentos allegados, honran en forma especial el tema de la Bienal: Construyendo valor con la poética del lugar.
En este párrafo hay por lo menos dos evasivas significativas. Si uno se detiene en: “según se colige de los documentos allegados”, se revela una forma pretendidamente elegante de sacudirse de la construcción como un requisito indispensable. Lo que se colige de los documentos debería permitir verificar la “excelente factura”, por ejemplo, mediante planos constructivos o informes técnicos de certificación corroborados por fotos o videos específicos; o por algo que verifique la excelencia, distinto a unas fotos cuidadosamente tomadas o mandas a tomar por los autores para mostrar lo mejor de cada obra.
Segunda evasiva. Si uno se detiene en el “honran en forma especial…la poética del lugar” resulta que así como en el acta de la BIAU se podría intercambiar sin que nada pasara la retórica de los términos paisaje y geografía, en este caso daría lo mismo si la convocatoria hubiera invitado a Cuidar la tierra, como en la más reciente bienal chilena. El acta local diría entonces “honran en forma especial…cuidar la tierra”. En el libro de la bienal, Ricardo Navarrete y Fabio Giraldo explican lo que para cada uno de ellos significa Construir valor con la poética del lugar, sin embargo, el acta no se alude a ninguna de estas eventuales definiciones, como tampoco lo hacen los participantes. Los textos fueron escritos como primicia para el libro pero no para orientar a los participantes y menos a unos jueces “autónomos”.
Jurados de este tipo en convocatorias de este tipo no tienen inconveniente en juzgar un edificio sin conocerlo, como tampoco tienen inconveniente en explicar sus fallos con una jerga como la comentada. Tampoco ven inconveniente en la imposibilidad de verificar si los edificios están, en efecto, bien o mal hechos y cómo funcionan.
Cualquier preocupación argumentativa se intercambia por frases retóricas puestas para evadir el tema de considerar la especificidad de las obras, y para disimular que lo juzgado, en lugar de cosas materiales, son fotos, planos, intenciones y discursos con frases coquetas; valorando ideas, imágenes e intenciones, como se hace en los talleres de arquitectura, y poniendo entre paréntesis la realidad construida de los edificios; algo por definición diferente a un proyecto, pero que en el medio coloquial de los juzgados arquitectónicos se maneja sin rubor como si fueran lo mismo.
Continúa el acta:
Luego de una extensa deliberación, debido a la excepcional calidad de las obras opcionadas al premio Fernando Martínez Sanabria, de las diferentes tipologías, entornos geográficos y culturales, la diversidad de materiales de la construcción, la variedad temática y de la escala de los proyectos, se decidió, en primera instancia, otorgar este reconocimiento de manera compartida a los siete proyectos que se consideraron más representativos.
Después de leer por segunda o tercera vez se entiende que la intención de la megafrase es afirmar que el jurado consideró muchos aspectos, y los encontró todos presentes. No que unas obras se caracterizaban por su manejo tipológico, otras por el manejo del entorno y otras por el manejo de los materiales; tampoco que las virtudes de unas no eran comparables con las de las otras y que por ello decidieron dar un premio compartido, en parte porque debido a la excelencia de todas, y llegados a determinado punto, la comparación se hizo imposible. En cambio, listan una cadena de virtudes y dan a entender que las siete obras empataron en virtud; motivo por el cual, al parecer, el premio debía ser múltiple. Pero tampoco lo dicen.
Como la vaguedad deja abierta la puerta a la especulación y la suspicacia, si las denuncias de Isaac Broid publicadas inicialmente en la página de Escala y republicadas en el mismo número en que aparece Autonomía sin vergüenza, parecería más bien como si Broid no hubiera podido convencer a sus colegas de que la Biblioteca España debía ganar; y en cambio, sí los hubiera convencido de que los siete en discordia debían hacerlo. Como era de esperar, cuando lo llamaron a cambiar el fallo prefirió retirarse. La SCA, no obstante, optó por hacerlo aparecer como un debate, modificando un acta previamente firmada.
Sin embargo, atendiendo expresamente a lo consignado en el reglamento interno de la Bienal, el cual es preciso en la disposición de otorgar un solo premio para cada una de las categorías, se reconsideró esta opción.
Nuevamente, si la denuncia de Broid es cierta, esta dulzona afirmación constituye una mentira monumental por cuanto la opción se reconsideró varios meses después, no se sabe si para disfrazar el problema de que una parte del jurado quería darle el premio a la Biblioteca España, y otra no; o simplemente porque la SCA no supo qué hacer con la “pelotera” que se había formado con el premio de la BIAU y las denuncias que se habían levantado alrededor del fallo. De nuevo aparecen la suspicacia y la duda a las que invitan la falta de claridad y argumentación del fallo. El jurado, o la SCA, decidió entonces tomar el atajo de otorgar, primero, un premio compartido, y luego, tomando otro camino aún más corto, darle el premio a un edificio por fuera de la discordia de los siete iniciales.
Todo esto pertenece al campo de la especulación. Una especulación fundamentada en las aclaraciones de Broid, en la lectura atenta del acta, en la lectura de los textos del libro de la XXI Bienal, y en el conocimiento histórico de las actas y polémicas generadas por bienales anteriores en Colombia.
La aclaración sobre el salvamento de voto dentro del acta modificada merece ser recordada, lentamente, afirmación por afirmación:
…no sin antes sostener una discusión en torno a la norma,
…lo que ocasionó, por el desacuerdo manifiesto,
…la abstención del juzgamiento de uno de los jurados.
…A causa de lo anterior,
…el resto del equipo decidió
…darle este premio a Cenizarios del Gimnasio Moderno.
Continúa el acta:
En esta misma categoría se otorgaron las siguientes menciones:
Recordemos que el premio lo iban a compartir siete obras. No obstante, después del ganador aparecen listadas ocho más para un total de nueve: las siete iniciales que tenían, al parecer, un séptimo de premio cada una; mas una de última hora que sumada a la ganadora, eventualmente también de última hora, da nueve. No siete sino nueve.
Ante lo cual brota una nueva suspicacia sobre la decisión a posteriori de revisar el fallo e incluir dos obras (bogotanas) adicionales a las siete anteriores (antioqueñas). La anomalía del acta se remata incluyendo dentro de la misma una autodenominada responsabilidad:
Conscientes de que una de las responsabilidades fundamentales de la Bienal Colombiana de Arquitectura es reseñar para la historia lo mejor de la arquitectura que se construye en el país, se hizo la siguiente selección,
atendiendo exclusivamente a este criterio.
…y a continuación se relacionan cuarenta y un obras más en el acta, para un total de cincuenta. El criterio no alude a “la poética del lugar” sino a “reseñar para la historia”; un criterio inventado por el jurado que aparece y desaparece recurrentemente en la historia de las bienales colombianas en forma de un “mensaje” que unos jurados deciden mandar y otros no. Bastaría con que hubiera estado desde el comienzo como parte de la convocatoria, pero tampoco. Y no lo estuvo, continúo especulando, porque la convocatoria no ofrece criterios para el juzgamiento sino que invita importantes personalidades a que “interpreten” lo que pueda significar para ellos, en su sapiencia y autonomía, una coquetería como Construir valor con la poética del lugar.
Ubiquémonos en el tiempo. El fallo de la Bienal Iberoamericana de Lisboa se anunció el 2 de mayo. El fallo de la Bienal Colombiana se anunció el 1 de octubre pero está firmado el 8 de mayo, aunque modificado posteriormente sin dejar constancia de ello, seis días después del anuncio desde Portugal, Y el fallo de la Bienal de Quito, aunque se anunció el 20 de noviembre, está firmado el 16 de septiembre, es decir, dos semanas antes de que se hiciera público el resultado de la bienal colombiana en Cartagena. Si asumimos que la carta de Isaac Broid al director de Escala es veraz y que la decisión se modificó, en efecto, “meses después”, la fecha del 8 de mayo para el acta de la bienal colombiana sería falsa, lo mismo que la supuesta autonomía del jurado.
XV Bienal de Quito
El fallo quiteño es breve, desafiantemente breve:
PRIMER PREMIO BIENAL: Trabajo registrado con el numero 945. Para el Jurado – 945 – los tres monolitos en las alturas de Medellín, acompañan a los habitantes del lugar y les muestran los ejes de la visión y de la contemplación de la futura transformación del poblado informal en ciudad.
Quito, 16 de septiembre de 2008
De rocas, pliegues y geografía operativa se pasó a “tres monolitos en la alturas de Medellín”. Una nueva metáfora formal que reitera el poder icónico del edificio pero nada dice sobre la calidad espacial y material del edificio que para entonces había sido fuertemente cuestionado. Unas formas que supuestamente “acompañan a los habitantes del lugar”, tal como los acompañaría cualquier otro edificio con estas dimensiones y este programa, en este sitio. Además, “ les muestran los ejes de la visión y de la contemplación de la futura transformación del poblado informal en ciudad”.
Parece, una vez más, que ante la falta de conocimiento del edificio y su entorno de carne y hueso, los jueces optaron nuevamente por juzgarlo como se juzgan los talleres y concursos de arquitectura: como proyecto e intención, a partir de fotos y afirmaciones construidas estratégica y retóricamente para seducir. Como declaratorias de buena fe pero no como obras materiales. Como edificios.
¿Ejes de la “visión” y Ejes de la contemplación del futuro?. En esta trabazón de significados debería ser evidente que hay, por lo menos, un problema de escritura. ¿“Contemplación de la futura transformación del poblado informal en ciudad”? Se trata, en mi opinión, de una nueva pizca de condescendencia conservadora con la pobreza, sobre un sitio y un edificio que al parecer, y como reedición del fallo BIAU, ninguno de los firmantes del acta de Quito parece conocer. Como ninguno de los de Portugal, en efecto, conocía.
Una vez más, para el jurado de turno parece necesario encubrir su falta de interés por las cualidades espaciales y técnicas del edificio, con afirmaciones de corte social pretendidamente profundo. Con lo cual se evidencia, más bien, el profundo desconocimiento de un entorno ante el cual se ven forzados a anteponer un halo retórico que difumine la falta de conocimiento.
Si como lector alguien espera razones y argumentos, en cualquiera de estas actas encuentra, en efecto, razones de corte social, político, morfológico y simbólico; pero no razones técnicas y espaciales. Tal vez sea mucho pedir a un jurado que en unos pocos días de encierro tiene que juzgar cincuenta o cien obras, que saque tiempo para escribir un acta razonada mediante la cual la comunidad arquitectónica se pueda enterar de los valores arquitectónicos de una obra premiada. Si les queda tiempo, después de hablar de arquitectura, podrían respaldar sus razonamientos con aspectos como la relevancia político-social.
Invocando a Montesquieu
No debería corresponder al jurado, sin embargo, legislar y juzgar a un mismo tiempo. La legislación correspondería a la entidad que convoca, como le correspondería suministrar a los invitados de turno, las reglas de juego de una competencia cuyo objeto puede ser la selección de la arquitectura más poética, la que más cuida la tierra, la que tenga mayor valor de innovación o invención; incluso, la arquitectura con el mayor compromiso político o la que se quiera instituir como modelo político para el país, que en aras de las circunstancias se propone “invitar” a su institucionalización como un modelo, así no se trate de una cualidad arquitectónica. Pero que se sepa a qué se juega, claramente y por anticipado.
Por definición, los objetivos de los jurados en derecho y arquitectura son diferentes. En derecho, un jurado falla sobre eventuales delitos; en arquitectura, un jurado falla sobre eventuales grandes obras de arquitectura. En derecho, sin embargo, está fuera de discusión que las decisiones de cualquier juez deben ser razonadas, convincentes y coherentes con las reglas de juego vigentes, bien si corresponden a leyes previas o a leyes construidas sobre la marcha, Se trata de un campo en el que lo sugerente o falto de precisión es indeseable. En derecho, no obstante, hay dos sistemas jurídicos: Derecho escrito y Derecho consuetudinario.
En el sistema jurídico colombiano -Derecho escrito, heredado del sistema francés– los jueces, por principio, no pueden legislar y juzgar simultáneamente. Hay un grupo de expertos, los legisladores, que hace la ley; y otro grupo diferente de expertos, los jueces, que la interpretan y aplican. En este sistema, el que los jueces sean “arte y parte” se considera incorrecto e inconveniente. De otra parte, en el sistema jurídico inglés, conocido como Common law o Derecho consuetudinario, los jueces sí pueden actuar como legisladores, siempre y cuando demuestren la necesidad de la “nueva ley”, justificada en la inexistencia de una ley vigente. Desde luego, en cualquier caso, ningún juez convertido en legislador está exonerado de explicar y argumentar su juicio; menos acudiendo a estrategias como que su investidura, trayectoria y honorabilidad se lo permiten.
El sistema de las bienales colombianas es “autónomo”, lo que significa que falla según el jurado de turno, sin atender precedente o constitución alguna. En cada caso, este jurado autónomo puede definir o inventar los criterios de valoración y con éstos justificar a posteriori cualquier decisión. Lo que no hacen estos jueces de ocasión y que el análisis de los tres fallos pretende haber demostrado es argumentar. En cambio, hemos visto cómo sus juicios adquieren la monárquica fórmula de así es porque nosotros tenemos la trayectoria para tener la autoridad de juzgar. Pero traducido al lenguaje coloquial se convierte en porque puedo, quiero y no me da miedo.
Sin considerar las eventuales virtudes o defectos arquitectónicos de las obras ganadoras –Biblioteca España y Cenizarios del Gimnasio Moderno– este análisis se detuvo en la retórica de las actas, primero para evidenciar que el conjunto de los tres fallos constituye un mal precedente crítico; y segundo para plantear la necesidad de elaborar unas Reglas de juego mediante las cuales los participantes, el jurado y el público sepan de antemano a qué atenerse, sin esperar a qué los jueces de turno se inventen cada vez su propio sistema de valoración.
Si seguimos esperando que los jurados de arquitectura actúen como jueces y legisladores, nos vamos a quedar esperando a Godoy. En lugar de frases sugerentes como la poética del lugar o cuidar la tierra, la invitación a participar en una bienal debería estar acompañada de una legislación que defina unos criterios de juicio, reglas de juego, que funcionen, primero para convocar y juzgar, y segundo para socializar y presentar los resultados al público mediante un lenguaje que permita la discusión.
Propongo un sistema posible en el artículo Medio ambiente e innovación. Criterios de juicio para la bienal XXII. La propuesta fue publicada por la Universidad Javeriana y está a la espera de ser aceptada y complementada, o refutada y superada.
Juan Luis Rodríguez