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Pesadilla de talla mundial

Febrero 28 – 2012

Me parece siniestra la campaña publicitaria del “pegote” BD Bacatá, especialmente al haber contaminado como un virus letal el medio gremial o profesional de la planeación, el urbanismo, la construcción y (de última) la arquitectura en Bogotá. Todas estas, de virus nocivos ya tienen de sobra, para que ahora venga otro del extranjero para sumarse a los de origen local. Luego de conseguir sus tramposos objetivos pasando por encima o al lado de cuanta norma o noción reglamentaria encontraron en el camino, ahora atacan, como un cáncer importado, el ejercicio profesional y el modo de vida de miles de arquitectos y millones de habitantes de la capital colombiana, en un tono altanero, exclusivista y arrogante, cargado de alusiones humillantes y ofensivas para quienes no piensan como los jefes o responsables de la más grande “avivatada” de la historia urbanística de la capital colombiana. Los bogotanos somos, según estos patanes idealistas, una parranda de retardados mentales, incapaces de caer en cuenta de sus propias limitaciones, de haber menospreciado y “destruido” las inmarcesibles genialidades de Le Corbusier o de captar cómo se logra, con suficiente poder económico, pasar por sobre todo y sobre todos para hacer lo que se le venga en gana a alguien con el engañoso timo de que construir edificios más altos que otros es estar a tono con los tiempos actuales y a la moda con el resto de las catástrofes y crisis financieras “sostenibles” del mundo.

Me faltaba ver, en todos estos años, algo parecido a ese “suelto” afortunadamente relegado a la prensa electrónica. En el primer párrafo se nota claramente que su redactor (al menos en parte) es un colega al servicio de los intereses de los promotores del proyecto de marras, encabezados, si no recuerdo mal las informaciones veraces al respecto, por alguien con cuentas pendientes con la justicia española. Al citar el chisme generalizador sobre la arquitectura “excepcionalmente buena”, surgido en el ambiente de las facultades de arquitectura de “garaje” resulta claro que la propaganda debió reclutar algún “talento” arquitectónico bogotano para sumarlo al publicitario y darle así un aire “conocido” al asunto, al menos entre los arquitectos que se oponen, muy razonablemente, a este nuevo bodrio construido. Esta impresión se refuerza con la lectura de los siguientes párrafos, dignos de una perorata de algún defensor de oficio del capitalismo salvaje, en un círculo de simpatizantes en algún bar de moda, acompañada de unos cuantos tragos para dar más contundencia a las tonterías y tercios de verdades pronunciadas (o escritas). A las patadas con el idioma, el texto dice: (la mentalidad provincial) con la que ha solido concebirse…(el futuro de Bogotá…). Esto sería análogo al famoso bogotanismo “súbansen y corransen”. Lo de “solido”, tan cercano a “sólido”, es particularmente encantador. Y por ahí en el párrafo introductorio dice elegantemente “para que debatan…sobre la “nueva arquitectura en Bogotá”. Las irónicas comillas son significativas. ¿Será que todo lo anterior en la historia de la ciudad nunca fue nuevo?

No vale la pena discutir sobre si los bogotanos estamos o no en la obligación de poner a Colombia en el “panorama urbanístico internacional” mediante el subterfugio del pegote del BD BACATA Down Town, ni mucho menos “debatir” lo que, según el anónimo autor del “suelto” es ya un hecho cumplido (el edificio, “que ya está en construcción“, dice el texto). Ese no sería un debate sino una mordida por parte de los interlocutores, de un torpe anzuelo para convertirlos inesperadamente en colaboradores involuntarios a la publicidad y la justificación que tan ansiosamente buscan los autores del pegote. En mi indiferencia hacia los asuntos de la globalización profesional, sólo sabía de algunas obras de la firma ArchiTectonics, supuestamente fundada por una de las dos luminarias de la arquitectura mundial que se anuncian como profetas, apóstoles y redentores internacionales de la arquitectura bogotana (y colombiana, de paso), una como ideóloga y “debatista” y el otro como diseñador. Ignoro cuál sea la verdadera ortografía del nombre de la arquitecta que figura en el texto, unas veces con el apellido Dubbeldman y otras con el de Dubbledman. Es un enigma ese curioso interés de los promotores del proyecto de tener cierta opinión pública a su favor, de buscar una imagen placentera y bonachona para lo que es en el fondo un negocio crudo y una durísima prueba para el centro de la ciudad, en el curso de la cual alguien termina con los bolsillos llenos y le deja a la ciudad bastante menos de lo que los negocios del promotor Eiffel le dejaron a París, o los inversionistas Rockefeller a Nueva York.

¿Nadie se da cuenta de que todo esto, amén de inútil es sólo propaganda comercial justificativa de irregularidades, como lo fueron el aeropuerto de Eldorado y el parque del Bicentenario, un asunto de jugosos contratos y punto?. La arquitectura aquí carece totalmente de importancia. Sólo sirve para “chambonear” sobre cosas como la anchura de un vestíbulo de ascensores o la de un acceso a un monstruoso parqueadero.

No dejo de experimentar cierta desazón al ver a lo que hemos llegado. La pregunta publicitaria que arruinó todo para mí es: ¿es usted arquitecto de talla internacional? asista a nuestra convocatoria. ¿En qué consiste la “talla internacional”? ¿Será algo como las tallas S, M, L y XL? ¿Quién otorga o decide lo de la “talla internacional”? ¿Se obtiene en internet? ¿Si alguien en Bogotá tiene apenas “talla departamental” o “talla distrital” puede aspirar a debatir con Sergi Balaguer y Winka Dubbeldman sobre edificios de “talla mundial”? ¿Debo consultar con mi psiquiatra sobre un posible complejo de inferioridad causado por mi falencia tremenda de no ser “de talla internacional”?

El colmo de la arrogancia personal y profesional, además del atolondramiento conceptual es ese párrafo inicial en el que se anuncia pomposamente que la Torre BD (y no una empresa inversionista y constructora sino algo que aún no existe, ahí en la avenida 19) “busca arquitectos colombianos que hayan realizado proyectos de talla mundial para que debatan (sic) junto (no “contra” sino “junto”) a S. Balaguer y W. Dubbledman sobre la “nueva arquitectura en Bogotá”». La talla, nótese, ha pasado aquí de “internacional” a “mundial”. ¿O será lo mismo?

La medalla de oro al arribismo se la lleva sin duda el párrafo del texto que dice: Quienes creemos en el tremendo potencial que tiene Bogotá como ciudad cosmopolita, vemos con dolor cómo la ciudad le ha dado la espalda a la arquitectura mundial por más de treinta años….Al rodear su existencia de todo aquello que daría una sensación de cosmopolitismo, de nuevorriquismo desaforado, el narcotráfico y la mentalidad “traqueta” atacaron ese tremendo potencial que en efecto tiene el país colombiano, y lo llevaron a la dimensión mundial de los estupefacientes. El crimen cobró “talla mundial”. ¿Por qué no habría de cobrarla también la arquitectura colombiana, que, mal que bien, como está hoy, tiene un prestigio bien ganado fuera de nuestras fronteras pero sin obras de relumbrón vulgar ni posturas formales o dimensionales extremas. Y ante todo, sin piruetas reglamentarias de por medio? Que se haya logrado en Bogotá darle la espalda a una época aciaga de la arquitectura mundial no es un motivo de dolor sino de satisfacción. Es una postura auténtica, creativa, original y muy nuestra. Y desde ella podríamos preguntar, con clásico chauvinismo: ¿qué vienen a hacer aquí estos improvisados profetas de un futuro que ni les concierne ni les importa más allá de lo que se van a echar a sus bolsillos?

No sé qué pensar de la posibilidad que me brinda el autor de tan inquietante nota propagandística, al ofrecerme “…En otras palabras”, (¿las anteriores no servían?) hoy los bogotanos tenemos de nuevo al oportunidad de soñar… ¿Cómo, la Torre BD nos propone más pesadillas de las que ya tenemos? ¿Alguien quiere soñar con una ciudad como para Batman, llena de torres BD tétricas y oscuras?

P.D. Hecho el envió del presente texto, fue una sorpesa para mí ver la publicación en este mismo espacio de la «columna» de mi colega Willy Drews, con numerosas analogías y semejanzas temáticas. Ignoraba que ese texto estaba ya para ser publicado cuando envié el mío. Es con alguna sonrisa socarrona que tanto Willy como yo podemos señalar la coincidencia en el tema de la «talla» geográfica de los arquitectos colombianos y de la correspondiente a la obra de él y la mía.

Un ángulo problemático y polémico que no tratamos a propósito de la torre BD, o solamente lo hicimos a la tangente es éste, tomado de otro texto mío: parece que nos olvidamos de quienes en la Empresa de renovación y del Espacio Público, en las curadurías, en el IDPC les allanaron el camino a los aventureros de la Torre BD y por parte de quién. Los espejitos, se le puede decir a Willy Drews, vienen hoy acompañados de gruesos fajos de euros, haya o no crisis en España y otros países europeos. Quienes miran estos aconteceres desde lo alto de cargos oficiales en Colombia han estado desde hace mucho tiempo ahí y saben perfectamente bien qué está pasando con esta renovada conquista del medio financiero y urbano de Bogotá. Nos persigue el fantasma del continuismo destructor, demoledor, anarquizante, arquitectónico, urbanístico y planificador de la era Uribe. De la imagen de indiecito confundido que propone Willy Drews no se sabe si reír o llorar.

GERMÁN TÉLLEZ C.

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La alegría de aprender

Febrero 27 – 2012

Recibí la invitación con el entusiasmo y la curiosidad que producen avisos de página entera en los principales medios, reportajes pagados, etc. Los conquistadores españoles nos querían regalar los espejitos y abalorios de la buena arquitectura española!!

Corrí a la maloca a ponerme el taparrabos de los domingos para salir a darles la bienvenida y recibir las preciadas chucherías. Mientras me acomodaba las plumas de guacamaya, resolví impaciente repasar la invitación que en resumen decía: Desde los años 70 “la buena arquitectura de la capital solo se ve esporádicamente”. Bogotá”ha crecido desmesuradamente y sin planificación” y “brilla por su estética pobre, desordenada, que poco tiene para proponer al debate urbanístico mundial”. “El último edificio emblemático de Bogotá, la torre Colpatria, se terminó en 1979”. Uno de los obstáculos para el desarrollo de Bogotá es “la mentalidad provincial”. “Por más de 30 años la arquitectura bogotana le ha dado la espalda al mundo”.

El panorama se presentaba desolador: ¿cómo era que yo había vivido casi sesenta años en esa ciudad sin darme cuenta? Y más adelante preguntaba:”¿ Es usted arquitecto de talla internacional? Asista a nuestra convocatoria”. Me tocó entonces revisar mi “talla”, para lo cual recurrí a la marquilla de mi camisa: Decía “L”, que supongo quiere decir “Local”, o sea  de “mentalidad provincial”. Yo no era de “talla internacional”. Pensé entonces maliciosamente que tal vez adobando mi humilde proyecto de 8 casas en Costa Rica con una dosis similar de pedantería, prepotencia, vanidad y egolatría a la de la invitación, podía aparentar “talla internacional. Algo así: “Proyecto para ocho magníficas e importantes  residencias enclavadas en el paisaje de un pequeño país en el corazón de Centro América, cuya formidable arquitectura ha despertado generosos comentarios entre algunos de sus propietarios, y ha merecido que los nativos la califiquen como la mejor arquitectura de la cuadra, y posiblemente una de las mejores del mundo”.

Pero en ese momento me asaltó una duda- con esta inseguridad hasta las dudas asaltan-: Y si me rechazaban, ¿podría a mi edad soportar el golpe y la vergüenza? Pero si no me inscribía me perdería la oportunidad de conocer “uno de los arquitectos más importantes del siglo XXI” como lo anunciaba la convocatoria. Tal vez podría pararme en la puerta y verlo entrar, y con suerte podría tocarlo. ¿Y si este genio  también estuviera “investigado por la Fiscalía española por los presuntos delitos de administración desleal, apropiación indebida, estafa y falsificación en documento mercantil “como lo está el ex presidente del proyecto BD Bacatá, según afirma la revista Semana, y alguien me ve junto a él en un país donde es delito acercarse a dos metros de un delincuente?

Decepcionado y haciendo uso de mi pequeño saldo de altruismo, me resigné a dejarles el espacio a mis colegas de “talla internacional”. Entonces caí en cuenta de que esos arquitectos eran los mismos provincianos que en los últimos treinta años solo habían hecho “esporádicamente” buena arquitectura, responsables de que Bogotá haya “crecido desmesuradamente y sin planificación “y  brille “por su estética pobre, desordenada, que poco tiene para proponer al debate urbanístico mundial”, por lo tanto tampoco clasificaban.  Pensé entonces como última posibilidad en firmas de arquitectos jóvenes que todavía no fueran responsables de  la debacle de Bogotá, pero tuvieran  una destacada y reconocida participación en concursos internacionales, como el Taller 301. Pero entonces encontré en el texto de la invitación una malévola frasecita que decía: “Solo se necesita ser arquitecto o arquitecta, con un proyecto emblemático en el país”,  y “el último edificio emblemático de Bogotá, la torre Colpatria, se terminó en 1979”, cuando los jóvenes no habían nacido.

Finalmente consulté la invitación para saber quién era el arquitecto cuyos conocimientos no podríamos asimilar por incapacidad nuestra. Su nombre era Sergi Balaguer. Repasé mentalmente mi lista de “los arquitectos más importantes del siglo XXI”, y no lo encontré. Tampoco encontré a la telonera, Winka Dobbeldman. Culpando a mi ignorancia, revisé la lista de ganadores del premio Pritzker: tampoco estaba. Finalmente consulté libros recientes de arquitectura de” los más importantes” y no apareció.

Regresé a la invitación y encontré que el arquitecto Balaguer era el diseñador de la pirámide – truncada- promovida como BD Bacatá. La pregunta entonces fue: Si uno de “los arquitectos más importantes del siglo XXI” diseña un edificio que no respeta el entorno, mezquino con la ciudad, que no ofrece un metro de espacio público, que atenta contra la movilidad, y muestra errores elementales de tamaño y funcionamiento de los espacios, ¿Qué nos puede enseñar? Y ¿Qué se puede esperar entonces de los arquitectos de estupidez normal como uno?.

Deprimido, empiezo a guardar las plumas y el taparrabos, mientras del lagrimal se escurre una lágrima furtiva que resbala por la mejilla decorada con pintura de achiote. Perdí al nacer la oportunidad de ser arquitecto español, y acababa de perder, con mis colegas de la tribu, la oportunidad de aprender de arquitectos españoles a ser buenos arquitectos. Aceptemos con tristeza que no tendremos más remedio que seguir haciendo la arquitectura de porquería que desde el año 1979 nos caracteriza, en esta ciudad de porquería que “brilla por su estética pobre”.

WILLY DREWS

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Rascacielos de la Discordia

La revista Semana publicó la semana pasada un artículo sobre el edificio Bacatá BD. Considero que la batalla que adelantan Willy Drews, el Capítulo de Arquitectos de Uniandinos y la Sociedad de mejoras y Ornato, merecen todo el apoyo que podamos brindar. Van unos comentarios que envié a la revista.

El rascacielos de la discordia

Da mucho que pensar el artículo publicado (P.52, Edición 1554) sobre el edificio BD Bacatá que se pretende elevar sobre la avenida 19 de Bogotá. Al respecto quiero compartir algunas inquietudes.

Que las alturas estén mal calculadas y que sobrepasen en casi 30 pisos la que corresponde al aplicar correctamente la norma, puede ser una equivocación de buena fe por parte de los promotores, Planeación Distrital y la Curaduría. Que los aislamientos también estén mal calculados puede deberse a otra equivocación. Que los estacionamientos, así cumplan la norma establecida, no funcionen y sean inadecuados, y vayan a crear un verdadero caos en un sector ya imposible para el tránsito, también puede deberse a simple desconocimiento por parte del diseñador acerca de su responsabilidad, por cuanto debe tener criterios para aplicar en este edificio una norma diseñada para edificios de menor escala (el acceso de más de 700 carros se hace por una boca de la misma medida de una casa unifamiliar del Chicó).

Que se haya omitido el pago de la plusvalía que genera el obtener un enorme beneficio con relación a la norma, y que por este concepto la Capital deje de percibir una significativa suma, puede deberse a algún olvido por parte de las entidades públicas que tuvieron que ver con la aprobación de la licencia. Que el proyecto contenga unas zonas definidas de manera ambigua y que logren con ello eludir la exigencia de una cierta cantidad de estacionamientos, puede ser un simple error semántico. Que a pesar de todos los defectos, los estudios de tráfico y de impacto ambiental hayan sido aprobados, y que la Curaduría ante la cual se tramitó la licencia se haya visto involucrada en otros desaciertos y dudosas actuaciones, puede ser tan solo cosa del azar.

Y que, finalmente, uno de los principales socios de la empresa promotora esté demandado por la justicia de su país por “presuntos delitos de administración desleal, apropiación indebida, estafa y falsificación de documentos”, puede deberse a simple mala suerte.

A quienes hemos tenido la oportunidad de seguir de cerca el desarrollo de este edificio, tanta coincidencia, equivocación, errores, malas interpretaciones, actuaciones oficiales que deben explicarse, nos están generando dudas y mala espina. Se actuará con suficiente rapidez por parte de los organismos que ejercen vigilancia para aclarar todo y seguir adelante, o será que dentro de unos meses nos veremos ante otro escándalo financiero, otra pirámide, y otros damnificados que ante un enorme despliegue publicitario cayeron en una bien orquestada trampa? Son simples dudas, pero hay que abrir el ojo, y hacerlo pronto!!

Carlos Morales Hendry

Arquitecto

 

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BD – ET – Bacatá

Diciembre 14 – 2011

El pasado 22 de noviembre, en el Museo del Chicó, asistí a un debate sobre el Bacatá Bogotá Downtown –BD-Bacatá– el rascacielos de 67 pisos que está por brotar en la calle 19 con carrera 5. Hubo dos presentaciones: una sobre la torre para hotel, vivienda, comercio y oficinas; y otra sobre los sótanos para parqueo y abastecimiento. Después de las presentaciones y las intervenciones, los asistentes quedamos con el mal sabor de un edificio que abusa en especulación, incumple las normas en exceso, no genera un centímetro adicional de espacio público, y sobrecarga, también en exceso, la ya saturada red vial de la zona. Para quienes consideramos que la torre de Avianca en el Parque Santander también está en el lugar equivocado, el día que la nueva operación de “renovación urbana” irrumpa en el perfil del centro de la ciudad, veremos el Avianca como un Hobbit.

La presentación de la torre (Willy Drews) nos ilustró ampliamente en seis aspectos: No cumple con el Plan Parcial obligatorio. No cumple con los aislamientos exigidos. No cumple con la altura resultante de aplicar las normas sobre aislamientos. No cumple con el índice de construcción. No pagó la plusvalía correspondiente a la mayor edificabilidad. Y para rematar, son múltiples las inconsistencias entre lo que dice el texto de la licencia y los planos aprobados. Lo que a mí más me sorprendió fue ver cómo se “inventaron” que la norma de aislamientos se puede “interpretar” para generar escalonamientos y aumentar la altura, como si estuviéramos en Nueva York.

Si algo ha sido claro dentro de la ambigüedad normativa bogotana es que el aislamiento se cuenta a partir del nivel del terreno, o a partir del nivel de la plataforma de empate con el vecino, cuando la hay, como en este caso. En realidad, la sorpresa no es tanto la propuesta de los especuladores, pues al fin y al cabo esa es su razón de ser, sino que la Curaduría se haya prestado para un estrujamiento tan forzado de la norma. Con semejante precedente, dentro de poco empezaremos a ver escalonamientos «creativos» por toda la ciudad.

Después de las tristezas de lo que se verá camino al cielo, la presentación de los sótanos (Juan Luis Moreno) nos aterrorizó con los problemas para los seis niveles de catacumbas que tendrá el edificio más alto de Colombia. Los parqueos están dimensionados a partir del Decreto 1008 de 2000 (dimensiones mínimas por cupo = 2.20 por 4.50 metros), en lugar de haberse dimensionado a partir del Acuerdo 20 de 1995 (dimensiones mínimas por cupo = 2.50 por 5.00 metros). Dejando de lado los problemas con los cupos para furgonetas y minusválidos, hay dos modos de afirmar que todo el parqueadero está mal dimensionado: uno es jurídico, en tanto el Acuerdo 20 de 1995 no ha sido derogado y es de superior jerarquía al Decreto 1008 de 2000, así este último sea posterior en el tiempo; el otro problema es funcional, pues a menos que uno tenga un Clío, un Aveo, o si a uno le ha ido muy bien, una Mini Cooper, la mayoría de los automóviles que se utilizan hoy en día no caben en un espacio de 2.20 por 4.50. Peor aún: como la estructura del edificio es de pantallas de concreto, y no de columnas, la mayoría de los cupos quedará encajonada entre muros, de manera que cada carro tendrá únicamente la posibilidad de abrir una puerta. Si la puerta es la de la conductora y ésta va de falda y tacones, mi solidaridad anticipada con la contorsionista.

Cualquiera de los incumplimientos, omisiones o contradicciones mencionados, debería bastar para una revocatoria de la licencia y la apertura de una investigación por presunta corrupción. No obstante, como el proyecto está aprobado por la Curaduría No. 4, siendo prácticos, o cínicos, que para el caso es lo mismo, todos intuimos que si la dirección a seguir es Paloquemao, para cuando la obra esté terminada habrá dos torres de altura similar: una torre en concre–vidrio, importada de España, en un lugar equivocado de la calle 19 de Bogotá; y otra torre de folios amarrados con piola, acumulando apelación sobre apelación, en los juzgados de Paloquemao.

Los problemas que generará ET Bacatá se desprenden de unos pocos principios equivocados. Tres para ser exactos: 1. Querer ser lo que no se puede. Esto es, querer ser como Nueva York, sin metro ni Central Park, y sin una norma para escalonamientos. 2. Utilizar las normas que no se debe. Es decir, que si se tienen dos normas a disposición, utilizar la peor, para luego batirse a punta de hermenéutica jurídica con el que se atraviese, hasta que los opositores se agoten, o se quiebren, o se cumpla el vencimiento de términos. 3. Entre dos referentes, utilizar el peor. Así, en lugar de tomar como modelo un parqueadero, modelo años 50, como el del Centro Internacional, preferir los depósitos para carros, modelo años 80, de algún conjunto de vivienda en Cedritos. Una época sin consideraciones para minusválidos ni furgonetas de abastecimiento dentro de los parqueaderos. Una época en la que las camionetas tipo burbuja se llamaban mafionetas. Y una época que visualizaba un futuro automotor para el siglo XXI dominado por los descendientes de los Renault 4, 6 y 12, este último como carro de alta gama.

Un boca a boca callejero cobra especial vigencia para explicar este proyecto: lo que interesa a promotores y curadores es construir y facturar, respectivamente, la mayor cantidad de metros cuadrados. Para ello, como aprendí en el debate del Museo del Chicó, unos y otros dan lo mejor de sí para encontrar “el esguince jurídico”; al tiempo que la Curaduría da lo mejor de sí para satisfacer al cliente.

La buena noticia es que la Secretaría Distrital de Movilidad -SDM- está estudiando el caso. Si exige lo que debería exigir, el proyecto BD-Bacatá disminuirá necesariamente su área construida, por el sencillo motivo que si se acoge a los requerimientos que la ciudad necesita, no le cabrán los vehículos que el proyecto necesita para mantener su elefantiasis.

Es cierto que todo promotor tiene derecho a hacer negocios, y es apenas justo que el ET-Bacatá sea un buen negocio. También es cierto que todo negocio necesita límites, en especial cuando la ciudad tiene poco que ganar y tanto que perder. Para definir con claridad estos límites, y ante la laxitud de la Curaduría que le otorgó la licencia, confiemos en la SDM.

Juan Luis Rodríguez

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ATACA BACATA

 

 

Los palíndromos, esas frases mágicas que se leen igual al derecho y al revés, como ATACA BACATA, tienen la cualidad de duplicar su significado. En este caso Bacatá ataca en dos sentidos. Ataca la ciudad y la ciudadanía, ataca los residentes y los transeúntes, ataca los propietarios y los vecinos. La reconquista española se inició con bancos, y ahora sigue con rascacielos. Hay que reconocer que el tamaño de los espejitos ha aumentado.

 

Adoramos los ídolos arquitectónicos que nos llegan de fuera, por ser “los más”: Los más altos, los más raros, o los más cualquier cosa. Nos imaginamos una Bogotá Dubaitizada, o al menos Panamatizada. No voy a analizar la estética del BD BACATA por considerarla una valoración subjetiva y personal. Voy a referirme solamente a los aspectos urbanísticos, arquitectónicos y normativos.

 

El impacto urbano de un edificio de semejante magnitud es enorme. Si además lo ubicamos sobre una avenida diecinueve al borde del colapso, y dos vías angostas, carrera quinta y calle veinte, incapaces de evacuar el tráfico generado por él, la situación se vuelve crítica. Y si finalmente constatamos que el proyecto no cedió un metro cuadrado para espacio público ó ampliación de vías o andenes, podemos asegurar que la movilidad del sector llegará a la inmovilidad.

 

Arquitectónicamente el proyecto se destaca  por su mezquindad en los espacios, hasta el punto de hacerlos inoperantes. Un hall de ascensores de un metro con cincuenta de profundidad, una entrada y salida de los estacionamientos de seis metros de ancho,  un área de descargue en el sótano donde no caben los camiones, son algunos ejemplos del desprecio por los usuarios.

 

Un análisis cuidadoso de las normas y el proyecto aprobado, muestra seis razones por las cuales no se ha debido expedir la licencia de construcción: No se hizo el plan parcial obligatorio; No se cumplió con los aislamientos exigidos, la altura, y el índice deconstrucción resultantes de las normas sobre aislamientos; Se presentan inconsistencias en la licencia y los planos aprobados; y no se cobró la plusvalía correspondiente a la mayor edificabilidad. Además no se radicó oportunamente el Estudio de Tránsito exigido.

 

En el caso del BD Bacatá no se puede decir que la pregunta del millón es: Como fue posible que la Curaduría Urbana aprobara un proyecto que no cumple con las normas vigentes? Se trata más exactamente de la pregunta de los millones. Muchos millones. Se habla de una inversión de ciento veinte millones de dólares, que incluye un pago en pesos colombianos de $ 251`121.031 a la Curaduría Urbana  por concepto de derechos  y $2.445`465.000 por concepto de Impuesto de Delineación. No incluye por supuesto el impuesto de plusvalía que no se pagó.

 

Imponer caprichosamente un edificio que atenta contra la movilidad sin ofrecer un espacio público adecuado, y reducir a dimensiones inaceptables unos espacios arquitectónicos inoperantes, es una falta a la ética. Pero si además incumple las normas vigentes, se cruza la frágil frontera entre la ética y el delito. Falta definir si el delincuente es el que peca por la paga, el que paga por pecar, o ambos. Difícil saberlo en un país donde una sola persona puede cometer cohecho.

 

Nuestra reacción más frecuente ante un atentado contra nuestra ciudad, es preguntarnos: Por qué nadie hace nada? Para tranquilidad de esa inmensa mayoría de protestantes pasivos, les cuento que en este caso si hay un “nadie” haciendo “nada”. Mejor dicho, haciendo mucho. Ese “nadie” va a instaurar una acción popular solicitando la revocatoria de la licencia, por los motivos ya expuestos.

 

 

WILLY DREWS

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