El posmodernismo es un conglomerado difuso de movimientos artísticos y culturales, filosofía, crítica literaria y psicoanálisis. Sus principales características son la reivindicación del irracionalismo, el relativismo cognitivo y la reducción del análisis de los fenómenos sociales al análisis del lenguaje.
Lo primero que el neófito encuentra cuando trata de penetrar el hermetismo de la literatura posmoderna es que el lenguaje claro y preciso al que se ha acostumbrado en su profesión está allí completamente ausente. Demos por caso que en sus primeras lecturas el pobre iniciado se topa con un texto como el siguiente: “El sujeto contemporáneo es una deconstrucción de metanarrativas poshistóricas que, dentro del nuevo episteme del transvanguardismo trasciende las nacionalidades ficticias inscritas en lógicas polivalentes”. El texto posiblemente esté haciendo referencia al hecho de que cada individuo es un producto de circunstancias sociales e históricas, lo que es una obviedad camuflada en una verborrea asfixiante y una falsedad si la afirmación se toma en forma rigurosa.
Para dar otro ejemplo, un posmoderno nunca dirá “sabiduría indígena milenaria”; con seguridad preferirá hablar de “lógicas étnicas precoloniales”. El truco es simple: consiste en enturbiar las aguas para que nadie vea que el pantano sólo tiene unos cuantos centímetros de profundidad, y para ello recurre a la vaguedad y al relativismo absoluto, recursos fáciles con los que se elude el compromiso de expresar las ideas con claridad y de dar argumentos rigurosos y pruebas empíricas como compete a toda posición intelectual responsable. Por ello el posmoderno prefiere asumir una postura epistemológica aparentemente inexpugnable que al final resulta ser un arma de doble filo, ya que esta posición jamás puede ser en realidad consecuente: en su pretensión de demoler el concepto de “demostración”, el posmoderno inevitablemente incurre en una petición de principio cuando hace uso de un estricto razonamiento lógico para probar que este concepto carece de sentido.
Pero este detritus del posestructuralismo es efímero, y como todos los otros “ismos” anteriores a él desaparecerá, no porque vaya a ser algún día refutado, sino porque es estéril. Es bien escaso y pobre lo que los intelectuales sociales posmodernos han aportado en los últimos veinte años, aunque sí han creado el espacio propicio para la impostura, y para que mediocres fatuos hagan brillantes carreras académicas sin aportar ni una sola idea de valor.
Klaus Ziegler
Publicado en El Espectador
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