Lo repetían en los conversatorios, en las conferencias y en las mesas redondas a las que alcancé a entrar: no existen recetas ni métodos transferibles entre ciudades. Vivir bien es un problema de todos y, se quiera o no, el medio son las políticas y la política.
Sí es verdad que se oyeron más teorías que prácticas y que la gran cantidad de eventos simultáneos y stands intimidaban, pero los temas tratados fueron pertinentes en la ciudad de hoy y los asistentes al WUF7 fuimos conscientes de lo inabarcable del tema: las “ciudades para la vida”. Hay que probar estrategias incluso a sabiendas de que no saldrán bien desde el primer día, y de que no es lo mismo Melbourne que Boston ni Jartum que Mumbai. Por muchos textos que existan, a día de hoy, nada está escrito en el desarrollo de las urbes.
El luxemburgués León Krier no se mordió la lengua al decirle a los paisas que su ciudad es fea, y lanzaba al aire: ¿es esta modernidad el paraíso? El documental The Human Scale, con la oficina del danés Jan Gehl como protagonista, cuestionaba a las ciudades de países en desarrollo que están cometiendo los mismos errores de las ciudades consolidadas del mundo occidental. Hay que leerse los libros de Gehl para ver esos errores y echar un vistazo a las posibles soluciones; y repito: los modos de aplicar esas soluciones no son replicables entre ciudades, apenas es posible dilucidar maneras de hacer.
Brent Toderian, de Canadá, insistió en el cambio de paradigma: las ciudades diseñadas para el carro –todas las del continente americano– están fracasando porque no se ajustan a la realidad: si se crean más vías, el tráfico aumenta. Hay que empezar a diseñar para dar la posibilidad al ser humano de escoger en qué y cómo se moviliza por la ciudad. Y, conversando con Richard Florida, repetía lo que muchos piensan: ¿por qué caminar si se puede coger el carro? ¿Por qué vivir en un apartamento pequeño si se puede tener una casa grande?
En mitad de semana se llevó a cabo el encuentro de alcaldes. Ese día escogí ver las delicias y los desastres de Medellín pero, como también se vale comentar sobre lo que se lee y se cuenta, mis amigos mexicanos –urbanistas de Guadalajara y encantados con las ciudades colombianas– me explicaron que lo mejor de la reunión de los alcaldes fue la intervención del representante de una ciudad africana. Entre tanto funcionario que se luce con sus sistemas de transporte alternativo y sus mecanismos smart para gobernar, el alcalde africano agradecía la invitación al WUF7 y transmitía su preocupación: en su ciudad no necesitan más carriles para las bicicletas o un aumento significativo en los espacios públicos; lo que necesita son los medios para llevar agua potable a sus ciudadanos.
Altamente resaltable, a pesar de los enormes problemas de violencia que parece que aún tiene Medellín, es que los paisas han entendido que el cambio es un problema de todos y trabajan, a su manera, por convertirla en el mejor vividero de Colombia. Llama la atención que gentes de todas las ciudades del mundo se atrevan a ir a Medellín; es como si en unos 10 años se celebrara un congreso de este tipo en Kabul (con todo respeto) y fuéramos capaces de cruzar el mundo para asistir.
Y, para una urbanista más de “La arquitectura de la felicidad” que de “El urbanismo ecológico”, lo mejor del WUF7 es que el tema de las ciudades sale del circuito de los urbanistas: algunos ciudadanos de Medellín entraron a la discusión y se les vio pasear por los stands del foro. Aunque, por los comentarios en las redes sociales de algunos asistentes, es claro que falta mucho para que en Colombia haya ciudadanos educados, capaces de discutir y ser conscientes de que su ciudad también es su responsabilidad.
* Imágenes del WUF7 de Andrea Posada.