Marzo 12 – 2013
Como lo aclara el artículo de Lucas Ospina en La Silla Vacía, a la sala de cine Los Acevedo siempre se ha podido entrar desde el interior del MAMBo. De modo que responsabilizar a la obra del llamado Parque Bicentenario por la falta de películas en el Museo, no funciona.
Aún si la obra tuviera la culpa, lo grave para el Museo no es haber tenido que cerrar “temporalmente” sus puertas sobre la 26, sino que cuando el Parque esté terminado, estas puertas quedarán peor de lo que estaban. Antes al menos se veían desde allí el Quiosco de la Luz y los árboles del otro lado.
Un proyecto bien concebido se hubiera planteado cómo hacer para que el Museo, la Biblioteca Nacional y el edificio Embajador hubieran quedado como límites del Parque de la Independencia, y para que a éstos se entrara “desde” el Parque.
Un proyecto mejor concebido se hubiera planteado cómo hacer para que estos edificios quedaran «metidos» en el parque, haciendo lo que yo recuerdo haber oído –y visto en docenas de tesis universitarias– desde que empecé a estudiar arquitectura: que el Parque debería comenzar en la 24.
Lo que están a punto de dejarnos –con la colaboración inicial de la Directora del Museo, quien ahora parece que no duerme debido al remordimiento– es un callejón como el que se ve en las fotos del artículo de Ospina. Para quienes se interesen en opinar con conocimiento de causa, es indispensable verlo in situ. Lo que no se puede ver todavía con la misma claridad es la invasión del lado norte del Parque. Sin embargo, si lo que hay ahora parece un elefante, cuando esté terminado será una ballena azul.
Las obras hay que terminarlas y a veces resultan mejores de lo que uno se imagina. Pero para que esto pase, el proyecto debe tener una concepción y un diseño que éste no tiene. Nació autista y autista se quedará.
Aunque a posteriori y sin ningún mérito propio, la Directora del Museo tiene razón: ya que la entrada a cine no se pudo mejorar, demoler el pedacito de carrusel que ve desde su oficina, es la mejor solución.
Lastimosamente, el IDU, Confase y el Ministerio de Cultura tienen mucho de qué preocuparse y no están para pensar en la entrada a una maltrecha sala de cine. Menos ahora que consiguieron el apoyo de Colpatria y su prometida gran Plaza de eventos: un espacio que seguramente tiene un gran contenido social y ecológico, equivalente al contenido artístico-simbólico de la iluminación.
Juan Luis Rodríguez
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