Declaración iconoclasta

Por: Juan Camilo Medina

En: crítica -


Es irrefutable que un instrumento como la arquitectura pueda definir la ciudad, que refleje sus condiciones sociales y culturales; aun así, la aceptación casi voluntaria de las medidas y propuestas para el desarrollo de la misma ciudad, dejan al descubierto que no toda iniciativa tiende a la contribución de la arquitectura como definición de nuestra cultura, y por el contrario tiende a la exposición de sí misma como protagonista.

El concurso que permite a la arquitectura ser una herramienta urbanística de desarrollo debiera plantearse bajo premisas inequívocas, premisas que expongan el interés publico y un avance en la profesión como contribución social y cultural.

La afirmación “[…] arquitectónicamente la ciudad de Medellín carece de un símbolo. Una obra que la haga destacar entre el resto de las ciudades del mundo” planteada en las bases del concurso para El Museo de la Ciudad, riñen y desconocen el valor de la arquitectura hecha en la ciudad de Medellín y fomenta el abandono histórico y artístico, desligándose de la responsabilidad estética y simbólica para con nuestro estado cultural, para basar una ambición formalista, reforzada con un funcionalismo retórico y pseudo social.

La discusión que se plantea aquí no se enfoca en cuestionar si este tipo de inversión por parte de la administración publica debiera ser canalizado de distinta manera, mas sí en la formulación para lo que se considera el ‘destino formal’ de dicha inversión, sus bases teóricas y practicas, que en suma, debieran representar una reflexión profunda de las capacidades de la edificación como bien común en este caso, y la responsabilidad urbanística del nuevo edificio.

Si bien alguna de la arquitectura icónica se entiende como positiva en una reflexión retrospectiva, el eslogan que promueve el ‘nuevo icono arquitectónico para la ciudad de Medellín’ con unas bases tan débiles, encaja dicha intervención mas como un producto de mercadeo -que requiere una materialización icónica- capaz de ser seductiva en términos comerciales; que a generar un espacio “[…] que busca dar a conocer  el Medellín inédito y anónimo a la comunidad mundial y a sus propios habitantes”. Una afirmación que además se desvanece con el programa arquitectónico propuesto y la colección a ser expuesta descrita en los documentos de las bases, llenas de generalidades y vaguedad funcional.

El espíritu icónico, ¿para qué?

Los iconos en la arquitectura contemporánea se caracterizan por su expresiva autonomía y desconexión con su contexto”;  Josep Lluis Mateo reconoce además que si bien en un principio la arquitectura monumental [icono] representaba un momento singular para la comunidad, hoy en la ciudad contemporánea la arquitectura icónica continua avanzando a ser un fenómeno promotor de la diferencia y de la distancia, aun cuando la masa cultural apele por la cercanía, por la repetición, diferente al fenómeno de lo “único”.[1]

La promoción de arquitectura icónica puede fácilmente caer en la retórica –como en este caso- apelando a nociones simplistas de la cultura local [que mejor pretexto que El Museo de la Ciudad plagado de objetos estáticos] y programáticamente redundante; esto es, plantear un icono sobre un icono, que como en la simple aritmética, resulta en negativo.

Urbanísticamente ridículo se plantea la caricaturización de lo real. La torre que conforma el museo pretende izarse justo entre el cerro y el Río Medellín, representando lo que por naturaleza e historia ya existe, y simplificando de manera reductiva, somete la condición de interacción de los habitantes con la ciudad mediante un contenedor que restringe dicha capacidad a recorridos horizontales limitados y mecanismos de circulaciones verticales distrayendo el propósito principal del museo. El volumen ideal planteado en las bases del concurso intenta replicar lo que el cerro ya es para la ciudad, incluyendo sus características topográficas, funcionales y representativas.

Los objetivos y características arquitectónicas que se piden para el Museo de la Ciudad, describen a modo de resumen un lugar ya conocido. El Cerro Nutibara como mirador y lugar de representatividad local, la posición geográfica privilegiada, la proporción y relación con el resto de la ciudad, el desarrollo en altura, etc. Objetos de valor patrimonial, e incluso, especulando en el desarrollo del recorrido interior para el museo usando rampas, se estaría describiendo la carretera que sube al mirador del cerro. El objeto del concurso no es más que la síntesis artificiosa de un hecho urbano consolidado que no propone un avance programático ni un aporte urbanístico considerable, más que el ser un objeto impactante visualmente, un icono sin espesor reflexivo; una piel espectacular llena de elementos históricos locales estáticos.

El concurso, con sus bases, plantea la creación de un exterior impactante, y su interior, una bodega de referencias vernaculares inconexas con el Medellín contemporáneo; al final, un interior sin interés.

El icono del icono en este caso, es entonces, una parodia arquitectónica vacía y visualmente impresionista, sugerida de manera autoritaria y condenada a una limitada contribución con el paisaje urbano consolidado de la ciudad de Medellín.

Incluso entendiendo que el concurso arquitectónico es una herramienta de pensamiento y discusión,  el resultado previsto desde las bases fomenta un entusiasmo incondicional al protagonismo de la obra por la obra misma[2], y el conformismo de los participantes a recibir sin cuestionar las actuaciones urbanísticas y de dominio publico. Aquí, se nos presenta la idea de crear un icono basado en ideales de espíritu materialista, producto de la reflexión superficial y la inercia de desarrollos, que en cambio, han sido muy afortunados en la ciudad de Medellín.

Como reacción a este fenómeno, es necesario exponer las preocupaciones -un estado de crisis-  que involucran el planeamiento de la ciudad y el avance de la profesión como herramienta soporte de las trascendentes demandas de nuestro tiempo, y mirar mas allá de la vanidad insaciable en que se encuentra nuestra profesión.

Juan Camilo Medina


[1] MATEO, Josep Lluis. ICONOCLASTIA, News from a post-iconic World. Architectural papers IV. Actar, Barcelona, 2009. Pag. 5

[2] Como sugiere Hans Ibelings : “[…] en resumen, estos iconos son el Paris Hilton de la arquitectura: son famosos simplemente porque son famosos y no porque posean algún contenido real o significante”. TA. En: Globalisation of Nothing, ICONOCLASTIA,Ibis. Pág.20

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Un pensamiento en “Declaración iconoclasta

  1. Jorge Adrian Gaviria Gomez

    No podemos olvidar que arquitectum realiza concursos principalmente como medio lucrativo, cobrando altos costos de inscripcion y aprovechando la proliferacion continua de jovenes arquitectos entuciastas de mostrar lo que pueden hacer, lo que hace al negocio rentable. Lo que es triste es que no se aproveche de igual manera para elaborar mejores concursos, sustentados en bases coherentes, con proyectos realmente necesarios, pues lo que aqui hacen es reciclar bases de concursos pasados cambiando solo algunos parametros. Cuantas torres iconicas de 100m de altura ha incentivado arquitectum???TOKIO, ROMA, BUENOS AIRES……MEDELLIN

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