Hay quienes creen que una pirámide pequeña trae suerte, y si se pone debajo una cuchilla de afeitar, se afila sola. Otros han explotado arquitectónicamente la forma como I. M. Pei en el museo del Louvre en París, la Ciudad Luz, o el hotel casino Pirámide de Luxor en Las Vegas, la Ciudad Pastiche. Pero el tema que realmente ha puesto a pensar y sigue intrigando a la humanidad, es el de las grandes y antiguas pirámides.
Las de Egipto están rodeadas de arena; las de Tikal de selva tropical, las de Japón de agua, y de hielo las de la Antártida. Pero lo que todas tienen en común es que están rodeadas de misterio. Mejor dicho de misterios. Por eso las palabras más usadas en los muchos artículos y estudios sobre el tema son posiblemente, supuestamente, se cree, se supone, aproximadamente… Los misterios más recurrentes son: ¿Quién las construyó? ¿Para quién? ¿Para qué? ¿Cómo cortaban las piedras? ¿Cómo las transportaban? ¿Cómo las levantaban?
Algunos han tratado de convertir en misterio el hecho de que culturas muy distantes en espacio –16 sitios diferentes– y tiempo hayan coincidido todas en construir en forma de pirámide, lo cual llevaría a suponer que habría algún tipo de comunicación entre dichas culturas. La respuesta es de Perogrullo: todas llegaron de manera independiente a la conclusión de que la forma más estable para una construcción sin argamasa es la pirámide.
Supuestamente construidas por esclavos como tumbas para sus faraones Keops, Kefrén y Micerino en Guiza hace aproximadamente cinco mil años, las pirámides de Egipto son las más famosas, las más publicitadas y las más visitadas. Especialmente la más grande, la de Keops con 134 metros de altura. Sin embargo, no son las más antiguas. La más vieja de las descubiertas hasta ahora es la del faraón Zoser construida por Imhotep, el primer arquitecto conocido.
Al profesor Daniel Bonn de Holanda, se la atribuye la solución al misterio de cómo los egipcios transportaban las piedras, que pesaban entre 2 y 60 toneladas: con un trineo que arrastraban sobre arena previamente mojada. Lo que no se sabe es cómo las levantaban pues, como cosa curiosa, los egipcios, que fueron los precursores del Facebook y relataron en jeroglíficos su historia y el recuento de sus actividades cotidianas, no incluyeron uno que mostrara cómo izaban las grandes piedras.
El subcampeonato de popularidad es para México, con sus pirámides de Teotihuacán, Uxmal, Chichen Itzá y muchas más, entre ellas la de Cholula en Puebla que –según los mexicanos– es la más grande, aunque no la más alta, con 400 metros de lado. Se trata realmente de varias pirámides, construidas una sobre otra. A diferencia de las de Egipto, no fueron levantadas como tumbas sino como base para un templo en la parte superior. Los mismos Mayas construyeron en El Petén el conjunto El Mirador que incluye la pirámide de La Danta, descubierta por el arqueólogo norteamericano Richard Hansen, y aspirante guatemalteca al título de la más grande del mundo con una base de 400 por 500 metros y una altura de 170 metros; aspiración discutible pues la base es común a varias pirámides.
La que parece llevarse el título de la mayor y más antigua –12.000 años– es la pirámide del Sol en Visoko, Bosnia-Herzegovina, con 213 metros de altura y perteneciente al conjunto de nueve pirámides descubierto por Semir Osmanagic en 2013. Pero –siempre hay un pero– todavía no se ha comprobado si efectivamente se trata de una pirámide construida o de una montaña remodelada en forma de pirámide. Reclama además el título de la primera en Europa, lo cual no es cierto. Ya en Orvieto, en la región de Umbria, los italianos habían encontrado las dos pirámides etruscas de Piediluco, que también se supone que pueden ser montañas talladas.
El descubrimiento de pirámides en China se remonta a comienzos del siglo pasado en Xi‘an en las llanuras de Qin Chuan, provincia de Shaanxi. Se trata de un gran complejo funerario en tierra pisada. También en Asia, en 1986 se encontró, en aguas cercanas a la isla Yonaguni en el Japón, una ciudad sumergida con pirámides escalonadas muy parecidas a las de los Mayas, para felicidad de los que creen en una comunicación entre culturas lejanas.
Ya en Gunung Padang –Indonesia– había aparecido la pirámide-templo de Borobudur, construcción escalonada con 504 budas que, con una edad estimada entre 13.000 y 25.000 años, compite en antigüedad con la de Visoko.
Finalmente la más fresca –en todo sentido– es la encontrada recientemente en la Antártida. El encuentro bajo el hielo de polen y semillas les permite pensar a los crédulos que la Antártida estuvo descongelada algún día y en ese momento nativos la levantaron. Pero los escépticos –que no faltan– sospechan que la supuesta pirámide es en realidad un Nunatak, un pico montañoso formado por la erosión provocada por el deshielo.
La afirmación de algunos estudiosos de que la mayoría de las pirámides están alineadas con la constelación de Orión, el encuentro de una pequeña momia de un supuesto humanoide gris en un sarcófago de Egipto y la falta de explicación al sistema de levantar las pesadas piedras, han servido de pretexto para lanzar la teoría de que las pirámides son obras de extraterrestres. Muchos investigadores consideran que detrás de la construcción de las pirámides hay una inteligencia superior. Yo creo que la realidad es todo lo contrario: quienes demostraron poseer una inteligencia superior fueron los antiguos pobladores de América del Sur –excepto Perú– que no dejaron pirámides, pues se dieron cuenta de que no tenía sentido pasarse la vida rompiéndose la espalda para amontonar piedras y generar trabajo para futuros arqueólogos dedicados a amontonar especulaciones.
Así develáramos todas las inquietudes sobre las pirámides, nos inventaríamos nuevos misterios, pues el animal humano, curioso por naturaleza, no puede vivir sin ellos.
* Foto de Ricardo Liberato (All Gizah Pyramids) [CC BY-SA 2.0 (http://creativecommons.org/licenses/by-sa/2.0)], via Wikimedia Commons