Existen grandes centros urbanos que albergan un número importante de instituciones de formación profesional; o ciudades pequeñas donde la(s) universidad(es) pesa(n) mucho dentro de las actividades urbanas. Se las considera ciudades universitarias. Como ejemplo de pequeñas ciudades universitarias, podemos citar a Oxford y Cambridge en Inglaterra.
Pero hay además Ciudades Universitarias. Son campus claramente definidos y delimitados, abiertos o cerrados, donde se desarrollan todas las actividades de una universidad. Es el caso de la Ciudad Universitaria de Caracas, el campus de la Universidad Central de Venezuela, situada en un terreno de 200 hectáreas en el centro de la ciudad y diseñada por el arquitecto Carlos Raúl Villanueva; o la Ciudad Universitaria de Méjico ocupada por la Universidad Nacional Autónoma de México (Unam) en un terreno de aproximadamente 700 hectáreas, trazada de acuerdo con el proyecto de los arquitectos Mario Pani, Enrique del Moral y Mauricio M. Campos.
Bogotá puede ser considerada una ciudad universitaria por la cantidad de instituciones de educación superior que alberga. Dentro de ella, existe una Ciudad Universitaria –también conocida como la Ciudad Blanca por el color predominante de los edificios–, sede de la Universidad Nacional, con diseño original del arquitecto Leopoldo Rother.
La mayoría de las universidades capitalinas se agrupan en dos ejes: un eje sur-norte en las faldas de los cerros donde, en el centro de la ciudad y recostadas en el pie del monte, se ubican entre otras la Universidad Libre, la Distrital, la Central, la Gran Colombia, las vecinas Externado de Colombia y de la Salle, la tradicional del Rosario, la de los Andes, y en el borde del centro, la de América y la Jorge Tadeo Lozano. Más adelante, el eje encuentra la Javeriana, y continúa su recorrido hacia el norte con el Politécnico y tres universidades que honran con su nombre a héroes de la independencia: Manuela Beltrán, Antonio Nariño y Los Libertadores.
El eje de los cerros termina con la universidad El Bosque. Por fuera de la ciudad y enclavados en la Sabana, aparecen algunos campus donde prima el verde, como los de la Sabana y la Militar.
El otro eje –el de la calle 45– se inicia en los cerros con la Universidad Javeriana y muere en los generosos espacios verdes de la Ciudad Universitaria, recogiendo en el camino a la Piloto y a la Católica. Otras –como la Incca– buscan su acomodo en distintos barrios.
Muchas universidades –las más– surgieron en una vieja casa llena de sillas Rimax, a la cual se añadieron más casas y más sillas que ocuparon jóvenes que se tomaron las calles aledañas convirtiendo andenes y calzadas en un campus sustituto. Otras –las menos– como la Nacional, la Javeriana y los Andes nacieron, esas sí, en un lote que convirtieron en un verdadero campus, adecuando edificios existentes y construyendo nuevos.
La relación de las universidades con su entorno siempre ha sido un tema de amor y odio. El odio aparece cuando los estudiantes y sus actividades entran en conflicto con la tranquilidad del barrio. El amor nace cuando el flujo de los mismos estudiantes y las mismas actividades propias de la educación superior desplazan establecimientos indeseables como bares y lugares de prostitución y los remplazan por aulas, bibliotecas y auditorios. Los nuevos habitantes generan un sano desarrollo, como sucedió con la Jorge Tadeo Lozano cuyo entorno, ya revitalizado, sigue ampliándose en la medida en que nuevos edificios –como los de posgrados, la biblioteca y sala de música del arquitecto Daniel Bermudez y el de artes del arquitecto Ricardo Larrota– fueron ocupando el espacio hasta llegar a integrar su territorio con el de su vecina, la Universidad de los Andes. Finalmente, y en medio de las dos universidades, se construyó el proyecto City U –tres torres de apartamentos para estudiantes– con lo cual se garantiza la vida nocturna en el sector.
El campus de Los Andes se saturó. Entonces, se vio obligada a saltar fuera de sus límites fundacionales –con los edificios Mario Laserna del arquitecto Javier Vera y Julio Mario Santo Domingo del arquitecto Daniel Bonilla– y a convertir el vecindario en ampliación de su territorio.
Entretanto, la relación universidad-Bogotá era criticada por tratarse de un campus cerrado, acogedor con sus académicos y estudiantes, pero poco amable con visitantes y residentes del sector. Hasta que hace un año abrió un concurso privado para el diseño del Centro Cívico Universitario.
Con este concurso, la universidad muestra su interés de abrirse a la comunidad, como se aprecia en estos apartes de las bases:
El objetivo central de este concurso es proponer la arquitectura de un conjunto edilicio, que refleje una posición clara frente a la construcción de la ciudad y el paisaje urbano, que proponga una imagen acorde con los valores espaciales de la Universidad, así como una reflexión profunda sobre los espacios que demanda una educación centrada en la autonomía del estudiante y su interacción con contextos diversos (…)
(…) Este conjunto edilicio se integrará a la transformación y consolidación del Campus y debe contribuir a elevar radicalmente la calidad urbana del sector, así como sus vínculos con las comunidades presentes (…)
(…) El ganador de este concurso será el equipo que proponga un nuevo territorio que refleje los valores espaciales que la Universidad de los Andes quiere propiciar. Igualmente, que destaque el compromiso de la Institución con la construcción de una ciudad, integrada e incluyente, de la cual hagan parte los actuales y futuros estudiantes, profesores, egresados, equipo administrativo, visitantes y ciudadanos (…)
Y el ganador del concurso fue el proyecto presentado por el consorcio formado por el arquitecto colombiano Konrad Brunner y el arquitecto chileno Cristián Undurraga. Veamos, en estos apartes de la memoria, cómo describen sus autores su propuesta:
El parque Espinosa será parte integral del espacio público que penetra por las nuevas calles peatonales a la plaza central, articulando el campus con el Eje Ambiental y el Parque Piedemonte de Fenicia (…)
(…) Estos volúmenes se abren en dos ejes peatonales que perforan la manzana compacta convergiendo en una plaza central cuya vocación, además de articular la ciudad y el sector alto del campus, es la de Centro Cívico de la Universidad (…)
(…) La experiencia al atravesar el paseo de acceso, desde el parque Espinosa o desde la carrera 1, nos revela un universo de fosos y espacialidades complejas que anticipan la riqueza al interior de los nuevos edificios que se proponen (…)
(…) El resultado final es de enorme riqueza espacial, manejo de la luz por patios e intersticios, variedad de caminos y recorridos, permeabilidad hacia la ciudad y el campus por diferentes puntos, todo amarrado por la plaza central y el manejo de la vegetación y el paisaje (…)
(…) Proponemos el diseño de un sistema de marcos de hormigón armado que transforma la malla de 8 x 8 m. bidimensional en una malla tridimensional donde, en medio de esa geometría neutra, se pueda organizar libremente el entorno vital. Dentro de ese patrón geométrico, múltiple e isótopo se despliega el programa requerido con particular libertad y adaptabilidad, agregando o quitando, estableciendo llenos o vacíos, según sea la demanda (…)
(…) El módulo de 8 x 8 m. es reconocido por su eficacia estructural y adaptabilidad a programas diversos, desde estacionamientos a salas de clase de 64 m2 u oficinas de 4 m. de ancho.
La obligación de las universidades no se limita a crear y difundir conocimiento. También tienen que construir a su alrededor una mejor ciudad. Y ambas –la ciudad y la universidad– mejoran con una política de puertas abiertas donde pueda salir el conocimiento a la calle, mientras la vida urbana penetra en el campus. El caso de la Tadeo y los Andes es un ejemplo de cómo, invadiendo su vecindario con buena arquitectura, seria, incluyente y respetuosa, se puede recuperar la ciudad, pedazo a pedazo.