Archivo del Autor: Willy Drews

Evacuar las aguas y el MES DE LA MADRE

Mayo 26 – 2012

¿Sabía Usted que en este momento no se puede construir en una buena tajada del norte de Bogotá? Aunque la carta de Hugo Germán Guanumen Pacheco a Claudia Marcela López Londoño se explica por sí sola, me permito resaltar algunos puntos, esperando que muchos otros se unan a mí en esta celebración tardía del Día de la Madre.

En la primera página se informa que “Los constructores y Urbanizadores tienen derecho al desarrollo de sus proyectos urbanísticos sin mediar concepto previo de capacidad instalada en la estructura de servicios públicos….sin embargo es responsabilidad de la EAAB-ESP informar que no es viable técnicamente la prestación servicios (sic) públicos domiciliarios de acueducto y alcantarillado …para el polígono definido entre la carrera séptima y la autopista norte entre la calle 116 y la calle 153.” En otras palabras, que sin un concepto previo, las Curadurías expiden las nuevas licencias; y solamente cuando solicite los servicios, Usted se entera de que, aunque tenga licencia, no puede construir pues no le conectan los servicios Públicos de Acueducto y Alcantarillado.

La segunda página se inicia con un párrafo más drástico: “La EAAB-ESP no cuenta en la actualidad con la capacidad instalada suficiente para recoger, transportar y disponer las aguas residuales de la población futura del sector Cedritos, según lo establece el Pot vigente.” Y más adelante concluye: “Los proyectos urbanísticos de redensificación urbana que superen ampliamente la población, el número de viviendas habitacionales (sic – ¿existen viviendas no habitacionales?) y/o los caudales de aguas residuales actuales, deberán presentar soluciones alternativas para el manejo del caudal de agua residual que exceda la capacidad actual.” Puesto que en este momento no existe la capacidad instalada, cualquier construcción supera los caudales actuales, y por lo tanto sus aguas servidas no pueden ser evacuadas. Pero no se preocupe. Usted tiene la opción de recoger, transportar y disponer por su cuenta las aguas servidas…hasta el rio Bogotá! El proceso con las aguas lluvias, es similar.

Desde hace medio siglo, todos los Planes de Desarrollo de Bogotá parten de la sana premisa que no se puede seguir invadiendo la sabana, y por lo tanto el crecimiento de la ciudad debe hacerse por densificación del área urbana. En consecuencia, se establecen normas que permiten una mayor altura y densidad, y lógicamente, un aumento de población que exige una mayor capacidad de los servicios. ¿No se les ha ocurrido a planificadores y administradores, que dicho servicios deberían crecer proporcionalmente? ¿No le estará pasando lo mismo al resto de la ciudad que se ha densificado? ¿Y si la ciudad no se puede extender ni se puede densificar, cual es la fórmula mágica para su crecimiento?

Si bien el día exacto ya pasó, el mes de mayo sigue siendo el Mes de la Madre. De modo que aprovechando estos últimos días, no olvidemos recordar a los planificadores que diseñan y reglamentan irresponsablemente el caos. Y a los administradores que lo aplican.

WILLY DREWS

 

 

 

 

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La alegría de aprender

Febrero 27 – 2012

Recibí la invitación con el entusiasmo y la curiosidad que producen avisos de página entera en los principales medios, reportajes pagados, etc. Los conquistadores españoles nos querían regalar los espejitos y abalorios de la buena arquitectura española!!

Corrí a la maloca a ponerme el taparrabos de los domingos para salir a darles la bienvenida y recibir las preciadas chucherías. Mientras me acomodaba las plumas de guacamaya, resolví impaciente repasar la invitación que en resumen decía: Desde los años 70 “la buena arquitectura de la capital solo se ve esporádicamente”. Bogotá”ha crecido desmesuradamente y sin planificación” y “brilla por su estética pobre, desordenada, que poco tiene para proponer al debate urbanístico mundial”. “El último edificio emblemático de Bogotá, la torre Colpatria, se terminó en 1979”. Uno de los obstáculos para el desarrollo de Bogotá es “la mentalidad provincial”. “Por más de 30 años la arquitectura bogotana le ha dado la espalda al mundo”.

El panorama se presentaba desolador: ¿cómo era que yo había vivido casi sesenta años en esa ciudad sin darme cuenta? Y más adelante preguntaba:”¿ Es usted arquitecto de talla internacional? Asista a nuestra convocatoria”. Me tocó entonces revisar mi “talla”, para lo cual recurrí a la marquilla de mi camisa: Decía “L”, que supongo quiere decir “Local”, o sea  de “mentalidad provincial”. Yo no era de “talla internacional”. Pensé entonces maliciosamente que tal vez adobando mi humilde proyecto de 8 casas en Costa Rica con una dosis similar de pedantería, prepotencia, vanidad y egolatría a la de la invitación, podía aparentar “talla internacional. Algo así: “Proyecto para ocho magníficas e importantes  residencias enclavadas en el paisaje de un pequeño país en el corazón de Centro América, cuya formidable arquitectura ha despertado generosos comentarios entre algunos de sus propietarios, y ha merecido que los nativos la califiquen como la mejor arquitectura de la cuadra, y posiblemente una de las mejores del mundo”.

Pero en ese momento me asaltó una duda- con esta inseguridad hasta las dudas asaltan-: Y si me rechazaban, ¿podría a mi edad soportar el golpe y la vergüenza? Pero si no me inscribía me perdería la oportunidad de conocer “uno de los arquitectos más importantes del siglo XXI” como lo anunciaba la convocatoria. Tal vez podría pararme en la puerta y verlo entrar, y con suerte podría tocarlo. ¿Y si este genio  también estuviera “investigado por la Fiscalía española por los presuntos delitos de administración desleal, apropiación indebida, estafa y falsificación en documento mercantil “como lo está el ex presidente del proyecto BD Bacatá, según afirma la revista Semana, y alguien me ve junto a él en un país donde es delito acercarse a dos metros de un delincuente?

Decepcionado y haciendo uso de mi pequeño saldo de altruismo, me resigné a dejarles el espacio a mis colegas de “talla internacional”. Entonces caí en cuenta de que esos arquitectos eran los mismos provincianos que en los últimos treinta años solo habían hecho “esporádicamente” buena arquitectura, responsables de que Bogotá haya “crecido desmesuradamente y sin planificación “y  brille “por su estética pobre, desordenada, que poco tiene para proponer al debate urbanístico mundial”, por lo tanto tampoco clasificaban.  Pensé entonces como última posibilidad en firmas de arquitectos jóvenes que todavía no fueran responsables de  la debacle de Bogotá, pero tuvieran  una destacada y reconocida participación en concursos internacionales, como el Taller 301. Pero entonces encontré en el texto de la invitación una malévola frasecita que decía: “Solo se necesita ser arquitecto o arquitecta, con un proyecto emblemático en el país”,  y “el último edificio emblemático de Bogotá, la torre Colpatria, se terminó en 1979”, cuando los jóvenes no habían nacido.

Finalmente consulté la invitación para saber quién era el arquitecto cuyos conocimientos no podríamos asimilar por incapacidad nuestra. Su nombre era Sergi Balaguer. Repasé mentalmente mi lista de “los arquitectos más importantes del siglo XXI”, y no lo encontré. Tampoco encontré a la telonera, Winka Dobbeldman. Culpando a mi ignorancia, revisé la lista de ganadores del premio Pritzker: tampoco estaba. Finalmente consulté libros recientes de arquitectura de” los más importantes” y no apareció.

Regresé a la invitación y encontré que el arquitecto Balaguer era el diseñador de la pirámide – truncada- promovida como BD Bacatá. La pregunta entonces fue: Si uno de “los arquitectos más importantes del siglo XXI” diseña un edificio que no respeta el entorno, mezquino con la ciudad, que no ofrece un metro de espacio público, que atenta contra la movilidad, y muestra errores elementales de tamaño y funcionamiento de los espacios, ¿Qué nos puede enseñar? Y ¿Qué se puede esperar entonces de los arquitectos de estupidez normal como uno?.

Deprimido, empiezo a guardar las plumas y el taparrabos, mientras del lagrimal se escurre una lágrima furtiva que resbala por la mejilla decorada con pintura de achiote. Perdí al nacer la oportunidad de ser arquitecto español, y acababa de perder, con mis colegas de la tribu, la oportunidad de aprender de arquitectos españoles a ser buenos arquitectos. Aceptemos con tristeza que no tendremos más remedio que seguir haciendo la arquitectura de porquería que desde el año 1979 nos caracteriza, en esta ciudad de porquería que “brilla por su estética pobre”.

WILLY DREWS

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Mataos los unos a los otros

Septiembre 26 – 2011

Mis mejores amigos son arquitectos, como le sucedía a la mayoría de mis colegas hasta el fatídico abril de 1993 cuando apareció la ley 80, Estatuto General de Contratación Pública, de forzosa aplicación en las obras del estado.

Uno de los artículos de la ley establecía que una vez acordada la calificación de los proyectos por parte de los jurados, ésta se daría a conocer a los concursantes para que en cinco días hábiles pudieran hacer observaciones, o inclusive demandar el fallo. A partir de ese día se instauró el imperio de los francotiradores.

Empezaron entonces a llover solicitudes de eliminación del proyecto ganador por motivos tan importantes como que un dibujo estaba corrido un poco a la derecha, ó que un fondo gris-verdoso era realmente verde-grisoso y los colores estaban prohibidos. Entretanto el agredido desconocía el ataque y no podía acudir al sagrado derecho de la defensa.

Salvo algunas observaciones sensatas, las acusaciones y reclamos tienen dos cosas en común: Nunca se ataca un proyecto que no tenga derecho o posibilidades de conseguir el contrato, y el ataque siempre proviene de quien ocupa el segundo o tercer lugar, y aspira por lo tanto a destruir al ganador para quedarse con el encargo. Este canibalismo ya institucionalizado en las licitaciones de obras de ingeniería, fue la herencia funesta que recibieron los concursos de arquitectura. Como resultado de este pernicioso comportamiento, algunos arquitectos concursantes empezaron a incluir dentro de su equipo un abogado habilidoso.

Ojalá los concursos arquitectónicos los ganen buenos edificios y no abogados inescrupulosos. Esta preocupación ha sido compartida por la Sociedad Colombiana de Arquitectos, quien considera que los concursos es el sistema más adecuado para garantizar la escogencia de la mejor arquitectura, y brindarles la oportunidad a los arquitectos jóvenes de desarrollar proyectos de reconocida importancia. La bondad de los concursos puede demostrarse con la buena calidad de los edificios contratados bajo este esquema por las Cajas de Compensación. Menos uno.

Durante meses se vio en la carrera 30 con calle 53 de Bogotá una estructura metálica tubular sobredimensionada que semejaba una refinería. La estructura ya fue recubierta en vidrio con dibujos verde limón, y su aspecto cambió radicalmente. Ahora parece una refinería cubierta con vidrios verde limón y un aviso que dice Colsubsidio. El proyecto fue adjudicado por concurso. Si se mueren los médicos, también se equivocan los jurados.

WILLY DREWS

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ATACA BACATA

 

 

Los palíndromos, esas frases mágicas que se leen igual al derecho y al revés, como ATACA BACATA, tienen la cualidad de duplicar su significado. En este caso Bacatá ataca en dos sentidos. Ataca la ciudad y la ciudadanía, ataca los residentes y los transeúntes, ataca los propietarios y los vecinos. La reconquista española se inició con bancos, y ahora sigue con rascacielos. Hay que reconocer que el tamaño de los espejitos ha aumentado.

 

Adoramos los ídolos arquitectónicos que nos llegan de fuera, por ser “los más”: Los más altos, los más raros, o los más cualquier cosa. Nos imaginamos una Bogotá Dubaitizada, o al menos Panamatizada. No voy a analizar la estética del BD BACATA por considerarla una valoración subjetiva y personal. Voy a referirme solamente a los aspectos urbanísticos, arquitectónicos y normativos.

 

El impacto urbano de un edificio de semejante magnitud es enorme. Si además lo ubicamos sobre una avenida diecinueve al borde del colapso, y dos vías angostas, carrera quinta y calle veinte, incapaces de evacuar el tráfico generado por él, la situación se vuelve crítica. Y si finalmente constatamos que el proyecto no cedió un metro cuadrado para espacio público ó ampliación de vías o andenes, podemos asegurar que la movilidad del sector llegará a la inmovilidad.

 

Arquitectónicamente el proyecto se destaca  por su mezquindad en los espacios, hasta el punto de hacerlos inoperantes. Un hall de ascensores de un metro con cincuenta de profundidad, una entrada y salida de los estacionamientos de seis metros de ancho,  un área de descargue en el sótano donde no caben los camiones, son algunos ejemplos del desprecio por los usuarios.

 

Un análisis cuidadoso de las normas y el proyecto aprobado, muestra seis razones por las cuales no se ha debido expedir la licencia de construcción: No se hizo el plan parcial obligatorio; No se cumplió con los aislamientos exigidos, la altura, y el índice deconstrucción resultantes de las normas sobre aislamientos; Se presentan inconsistencias en la licencia y los planos aprobados; y no se cobró la plusvalía correspondiente a la mayor edificabilidad. Además no se radicó oportunamente el Estudio de Tránsito exigido.

 

En el caso del BD Bacatá no se puede decir que la pregunta del millón es: Como fue posible que la Curaduría Urbana aprobara un proyecto que no cumple con las normas vigentes? Se trata más exactamente de la pregunta de los millones. Muchos millones. Se habla de una inversión de ciento veinte millones de dólares, que incluye un pago en pesos colombianos de $ 251`121.031 a la Curaduría Urbana  por concepto de derechos  y $2.445`465.000 por concepto de Impuesto de Delineación. No incluye por supuesto el impuesto de plusvalía que no se pagó.

 

Imponer caprichosamente un edificio que atenta contra la movilidad sin ofrecer un espacio público adecuado, y reducir a dimensiones inaceptables unos espacios arquitectónicos inoperantes, es una falta a la ética. Pero si además incumple las normas vigentes, se cruza la frágil frontera entre la ética y el delito. Falta definir si el delincuente es el que peca por la paga, el que paga por pecar, o ambos. Difícil saberlo en un país donde una sola persona puede cometer cohecho.

 

Nuestra reacción más frecuente ante un atentado contra nuestra ciudad, es preguntarnos: Por qué nadie hace nada? Para tranquilidad de esa inmensa mayoría de protestantes pasivos, les cuento que en este caso si hay un “nadie” haciendo “nada”. Mejor dicho, haciendo mucho. Ese “nadie” va a instaurar una acción popular solicitando la revocatoria de la licencia, por los motivos ya expuestos.

 

 

WILLY DREWS

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Crítica a una crítica de la crítica

“No critique tanto mijo que eso es muy feo”
(Típica frase materna)

En su columna “Una cosa más” (revista ARCADIA Nª 70), hace el arquitecto Miguel Mesa una crítica de la crítica referida a los últimos debates de arquitectura.

Opina Mesa que “juzgar a los colegas y condenarlos de estilistas, copistas, pseudofilósofos, impostores, destructores del patrimonio, la naturaleza y la sensibilidad de las comunidades, es un gesto temerario, injusto y sospechoso”. Desaprueba los “comentarios que rayan en el chisme y la calumnia”, y le preocupa “el tono camorrero y prejuicioso con el que se escriben algunos de estos supuestos debates”. Si esto es cierto, hasta aquí estoy de acuerdo con él, como lo he expresado en ocasiones anteriores. La crítica debe ser firme, pero ante todo objetiva, seria y respetuosa.

Lo que me pareció leer entre líneas (ojalá me equivoque) y en eso si me declaro en desacuerdo, es que Mesa considera que no se deberían tocar estos temas, por el hecho de que un arquitecto quiere “que no se reforme un estadio sino que se haga uno nuevo”, o acusa “al compañero de pupitre de copiar un dibujo” o considera que “los edificios no juegan un papel importante en la transformación de las sociedades” o ataca “a los edificios singulares” o se burla de lo que escribe un colega “sin explicar por qué sus ideas carecen de interés” o demerita “la ampliación de un parque” porque “hay otro proyecto más adecuado que ese”.

Yo considero que si un arquitecto cree honestamente que es mejor un estadio nuevo que uno revestido, o que un compañero copió un dibujo, o que los edificios por si mismos no son los que transforman las sociedades, o que no deben diseñarse con el único objetivo de parecer originales, o que no comparte las ideas de un colega o su manera de expresarlas, o que existe un proyecto de un parque más adecuado y respetuoso de árboles centenarios, no solo está autorizado para decirlo, sino que debe hacerlo.

La crítica sin censura, sana y en los términos claros y respetuosos ya anotados, es un reflejo de la libertad de expresión y el derecho a disentir. Es el crítico mismo quien debe decidir si son “estas inconformidades, importantes o insignificantes” y merecen por lo tanto que dedique ó no su esfuerzo a luchar por lo que él considera el bien común. Por su parte el lector tiene también el derecho de no leer la crítica, leerla y no hacer nada, ó leerla y respaldarla o controvertirla. La expresión de diferentes puntos de vista permite elaborar un concepto más cercano a la realidad.

La crítica, más que un derecho, es una obligación moral. Recordemos que somos responsables ante nuestros hijos y los hijos de nuestros hijos, no solo de la ciudad que hacemos, sino de la que dejamos hacer.

Espero equivocarme, apreciado Miguel, al interpretar que el fondo de su escrito era una limitación de los temas susceptibles de controversia. Le recuerdo que, acogiéndose a sus derechos como lector, puede no leer, aceptar ó criticar esta crítica de su crítica a la crítica.

WILLY DREWS

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Hace rato que no reto

 

 

“…y hay días en que somos tan lúgubres, tan lúgubres

como en las noches lúgubres el llanto del pinar.

El alma gime entonces bajo el dolor del mundo,

y acaso ni Dios mismo nos pueda consolar.

Mas hay también ¡Oh tierra! Un día…un día…un día…”

Porfirio Barba Jacob

 

…en que amanecemos tan desafiantes, tan desafiantes, que quisiéramos desvestirnos en una cabina telefónica y salir con una capa y una letra en el pecho a desafiar malhechores; o si las fuerzas no nos alcanzan para ser Superhéroes, embestir molinos con un caballo flaco y un escudero gordo; pero si tampoco llegamos a caballeros andantes, al menos retar a todos los que conocen ó deberían conocer el proyecto aprobado por la curaduría 4 para el rascacielos BD Bacatá en Bogotá.

 

Comienzo con el Sr. Comprador de uno de los 396 apartamentos, y lo reto a que me diga si examinó detenidamente el proyecto antes de pagar entre $ 5.404.500 y $ 7.845.063 por metro cuadrado, y comparó precios con lo ofrecido en los sitios más caros de Bogotá, por ejemplo el barrio La Cabrera (estrato 6), donde según la revista Propiedades y Remodelación Nª 19 de junio de 2011, aparece el “Precio del metro cuadrado en Bogotá.” entre $ 5.500.000 y $ 6.800.000, con “acabados lujosos como pisos en mármol o similar, enchapes y grifería de lujo, fachada de estrato alto y cocina tipo europeo”.

 

Sospecho que no lo hizo puesto que compró, y paso entonces a explicarle como es el acceso, según aparece en el plano aprobado A.01.01. Se llega a un vestíbulo en el primer piso y de allí se pasa al hall de ascensores que mide (léalo bien), un metro con cincuenta de ancho!  O en otras palabras, aproximadamente el equivalente a dos hojas del periódico El Tiempo extendidas en el piso! Cuando llega el ascensor, usted tiene que recostarse contra la pared del fondo para que quienes llegan puedan salir!. Como contra la pared solo caben 17 personas y en el edificio habitan aproximadamente mil, los demás que aspiren a subir en ese momento tendrán que hacer cola en el vestíbulo, o pedir un turno, o solicitar cita telefónica con anterioridad. Este mini espacio se repite en todos los pisos.

 

Yo sé que si lo reto a que se imagine que pasa si en ese momento llega un trasteo, me va a contestar que no hay problema pues el trasteo entra por el sótano: veamos que pasa entonces con el camión del trasteo. Cuando va llegando, se encuentra una cola de varias cuadras de algunos de los 737 vehículos que tratan de entrar por una puerta (entrada y salida) que mide seis metros!, (plano  A.0101) espacio que ni siquiera alcanza para un vehículo entrando, otro saliendo, cabina de control, máquina expendedora de tiquetes, separador, andén de protección, vigilante y perro. Para que se haga una idea de la situación, lo reto a que se imagine la entrada vehicular a cualquier centro comercial, (Centro Andino, por ejemplo) un sábado en la tarde; elimínele dos de las tres entradas y una de las dos salidas, y agréguele a la actividad comercial 396 apartamentos, 138 oficinas, y un hotel de 542 habitaciones. Espero le haya quedado claro.

 

Asumamos en vía de discusión, que el camión del trasteo lleva un santo al volante, quien después de esperar las  horas que sea necesario logra acercarse a la puerta y trata de llegar al segundo sótano donde hay 4 puestos de descargue con una altura de dos metros con cincuenta (planos A.1.-2  y A.02.05). No lo logra. No cabe el camión. Entonces usted decide hacer el trasteo en su automóvil y al llegar al estacionamiento asignado (con servidumbre) no puede pasar pues su compañero de desgracia (mejor dicho, de servidumbre) se fue de vacaciones y no dejó las llaves. De todas maneras no habría podido sacar el trasteo pues escasamente puede abrir parcialmente las puertas de un lado, en un puesto de dos metros con veinte de ancho, pegado  contra una cortina de concreto (planos  A.1.-2 a A.1.-6, ejes C a R, 11 a 13). La solución, Sr. Comprador, es que venda el carro, el sofá, el piano y la cama doble, y haga el trasteo en taxi y arrastrando dos maletas y una camándula. La camándula es para que pida que no haya un temblor ó un incendio, pues evacuar mil personas asustadas de un edificio de 55 pisos por dos escaleras, no es tarea fácil.

 

El siguiente turno es para el Sr. Comprador de una  oficina, y el reto es que me confiese si estaba enterado de los precios del mercado. El precio del metro cuadrado de oficinas en el BD Bacatá en este momento, varía entre  $ 4.150.913 y $ 5.308.000 dependiendo del piso (dato de la oficina de ventas 30 6 2011). En la página 66 de la revista Propiedades y Remodelación ya citada, aparece el “Precio del metro cuadrado en oficinas de Bogotá.” Para las mejores oficinas (tipo AAA) en la zona más cercana al centro, el Centro Internacional, con mejor ubicación, menos problemas de movilidad y mayor demanda,  se estima un valor por metro cuadrado entre $3.900.000 y $4.100.000.

BD Bacatà

Torre Caja Madrid

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Si usted la compró para su uso personal  no se preocupe, resígnese;

Si la compró para alquilar o revender, preocúpese;

Si la compró para estar en uno de los edificios más altos del mundo, desilusiónese: en la página Emporis, hay doscientos de más de 239 metros;

Si la compró por la originalidad del edificio, no se emocione tanto; consulte como referencia el proyecto de Norman Foster, Torre Caja Madrid.

 

El Sr. Comprador de un FiDi  del Hotel sabe que “Los FiDis no son una inversión financiera: no garantizan una rentabilidad ni su redención en un plazo determinado”, pues así  lo aclara la propaganda. Yo le tengo un reto: Que confiese si antes de comprar, se enteró de cuales son las principales características del Hotel. Si no fue así yo lo entero. El hotel ofrece 542 habitaciones (según la primera propaganda) o 364 (según la última), repartidas en 57 pisos. En siete de ellos (43 a 49) hay siete habitaciones por piso; en cuatro (53 a 56) hay tres suites por piso, y en los últimos cinco, solo un apartamento por piso!. Esto hace costosa e ineficiente su operación. Sin embargo los promotores calculan las utilidades con base en una tarifa de $ 270.000 para el primer año. Reto a un operador hotelero a que me diga si cree que podría ser competitivo con este hotel, esa localización y esa tarifa, teniendo en cuenta que el Hotel Ibis, por ejemplo, nuevo, eficiente y ubicado en un mejor sitio, tiene en este momento una tarifa de aproximadamente $ 112.000.

 

Y como si esto no fuera suficiente

El Hotel Tequendama queda en frente.

Y si este argumento no lo conmueve,

Compare el Centro Internacional con la calle 19.

 

Finalmente decidí hacerme un auto-reto: Tratar de recordar si en mis 52 años como profesional y profesor había conocido un proyecto con un mayor desprecio por lo funcional, un menor sentido de las proporciones, y un comprador, que no está en capacidad de entender planos, más confiado. Mi respuesta fue no. Ante esta auto-derrota solo me queda retar a cualquier profesor de cualquier semestre de taller de diseño, de cualquier Facultad de Arquitectura, a que califique este proyecto.

 

Amamos los ritos. Nuestro complejo tercermundista nos lleva inevitablemente al rito de adorar, de rodillas y en silencio, los ídolos arquitectónicos que nos llegan de fuera, por ser “los más”: Los más grandes, los más raros, los más  feos, o los más malos; o simplemente por ser una muestra apabullante de invasión extranjera. (Se dice invasión ó inversión?). Y después del rito de adorar, compramos.

 

Hace rato que no reto, pero hoy he roto un rito.

 

 

Willy Drews

 

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