Archivo del Autor: Benjamin Barney-Caldas

El silencio del gremio

 01/03/2012.

Como dijo Lord Palumbo, presidente del jurado del Premio Pritzker de 2012, a propósito del joven arquitecto chino Wang Shu, ganador de este año, “El asunto de la relación adecuada entre presente y pasado es particularmente oportuno, porque el proceso reciente de urbanización en China invita al debate sobre si la arquitectura debe anclarse en la tradición o si sólo debe mirar hacia el futuro». Y para Alejandro Aravena la arquitectura de Shu «es intemporal, profundamente arraigada en su contexto y sin embargo, universal”, Yung Ho Chang destaca que “tiene sus raíces en el contexto local y es culturalmente sensible”, y hasta Zaha Hadid reconoce que “la transformación de los usos de materiales antiguos y motivos es muy original y estimulante”. Glenn Murcutt, que se queja con toda la razón de que “la forma por si misma se ha convertido en una disciplina superficial” señala que Shu ha “evitado el sensacionalismo y la novedad”, y para Juhani Pallasmaa, quien piensa que un arquitecto no debe gritar, “es un ejemplo de la capacidad de la arquitectura contemporánea de enraizarse en un suelo cultural local e incorporar profundos ecos de una tradición específica”. Lo que dicen estos otros jurados es similar a lo que se hubiera podido argumentar hace unos años para que se lo dieran a Rogelio Salmona. Pero ni el Ministerio de Cultura ni la Sociedad Colombiana de Arquitectos apoyaron decididamente la nominación que había hecho Kenneth Frampton; solo lo hizo un arquitecto colombiano del Capitulo de Nueva York de la SCA. Y ahora tampoco el Ministerio ni la SCA han dicho nada de los absurdos e ilegales 65 pisos que promotores y arquitectos de afuera pretenden hacer en la Avenida 19 con Calle 5ª en Bogotá, pues en España ya no tienen con que ni les dejarían hacer semejante barbaridad, ni de ese exabrupto de demoler las Torres de Bavaria en la 7ª para hacer otras el doble de altas. Este conjunto, parte del Centro Internacional de Bogotá, consolidado en la década de 1960 y ejemplo de la buena arquitectura moderna en el mundo, fue diseñado por las reconocidas firmas de Obregón y Valenzuela y Pizano Pradilla y Caro, y sus muy correctos tres altos edificios están ocupados y en buen estado. Demolerlos es solo explicable por el afán de lucro de los promotores, la falta de ética de los arquitectos, el silencio del gremio y la ignorancia de los habitantes, que no ciudadanos, de nuestras ciudades. Sorprende la frivolidad con que se habla de “torres”, “modernidad”, “desarrollo” y “progreso”. En 2011 Colombia registró un récord de licencias de construcción, el mas alto en su historia, con un área aprobada total de 23,7 millones de metros cuadrados disponibles para edificar (Portafolio 28/01/2012), y el capitalismo salvaje, con sus negocios inmobiliarios, muchos financiados, directa o indirectamente, por dineros ilegales, para “blanquearlos”, amenaza a la capital. Lo que es muy grave también para las otras ciudades colombianas pues aquí imitamos todo lo de Bogotá, sobre todo lo malo, en lugar de ocuparnos de ellas en tanto que artefactos, y de la seguridad, funcionalidad, comodidad, confort y significación de la vida citadina, asunto este último que le importó mucho a Salmona, pero de los que poco hablábamos los arquitectos.

Benjamin Barney Caldas

Paul Beer

 

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La Séptima

Febrero 19 – 2012

Esta tradicional y larga calle de Bogotá es la más importante del país. Pero quitarle todo el tráfico vehicular comprometería su animación y seguridad, su función de parada de taxis y entrega de suministros, que aun cuando se hagan de madrugada necesitan por donde circular, como la policía, ambulancias y bomberos. Basta con ampliar los andenes y poner árboles alineados y cercanos para que no sean invadidos por los carros y apenas los bolardos estrictamente indispensables, dejando solo dos carriles para los carros, el de la derecha más ancho para que cuando paren no tranquen a los de atrás.

En París se han ampliado los andenes de los Campos Elíseos varias veces, en Quito se crecieron mucho de una vez los de la Avenida Amazonas, en México D.F. está el Paseo de la Reforma desde el siglo XIX y en Caracas se ampliaron los andenes de varias avenidas cuando se sacaron de ellas los buses con la construcción de su Metro hace años. La Calle Central en Panamá o el Paseo Bolívar en Cali, funcionan sin ningún tráfico pues son trayectos bastante más cortos y con muchos peatones, los que no tiene Brasilia, por ejemplo, por su baja densidad, por lo que allí es imposible una vía peatonal.

En Manizales funciona muy bien su principal vía central con un solo carril, y en Palmira quedó demostrado hace años que reducir las calzadas para aumentar los andenes mejora la calidad de vida de los ciudadanos. La medida fue puesta en práctica para el mes de diciembre en todo el centro con un comprobado éxito, usando bolardos provisionales, pero fue abandonada por el siguiente alcalde. Falta de continuidad que se ha constituido en la maldición de las ciudades colombianas.

¿Cuándo entenderemos lo conveniente que sería reducir las calzadas de las calles de los centros tradicionales de nuestras ciudades a solo dos carriles y dar toda el área sobrante a los andenes? Dos son suficientes casi siempre: uno para circular y otro para parar, e incluso uno como en Cartagena. Además los carriles continuos, aunque apenas sean dos, organizan el tráfico automotor haciéndolo mas ágil. Y ¿cuándo entenderemos que el transporte colectivo, ya sea en buses o trenes, se inicia y termina es en los andenes?

Los andenes amplios, llanos, continuos, sin barreras y sencillos, como en la Gran Vía en Madrid o el Paseo de Gracia en Barcelona o el Paseo de Colón en Sevilla o la Avenida del Márquez de Pombal en Lisboa, para mencionar apenas otras ciudades que tienen que ver con las nuestras, y por supuesto Manhattan, permiten que el caminar por la ciudad sea seguro y agradable, pues se pueden ver edificios y apreciar vitrinas, lo que favorece el comercio, amén de que en ellos se pueden mirar discretamente los demás. Hacen posible vivir la calle.

Las calles son consustanciales de las ciudades, tanto o más que los edificios, y base de la vida urbana, pero los coches de caballos y últimamente los automotores, hicieron necesaria su diferenciación en calzadas y andenes, mas nunca han perdido su carácter eminentemente peatonal. Son el espacio público más importante de cualquier ciudad pero las autoridades aquí poco se ocupan de ellas, obsesionadas con los carros, las vías, los puentes, los cobros por valorización, el clientelismo, la contratación y los serruchos.

Benjamín Barney Caldas

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Plagio, Cañasgordas, Cali

Diciembre 3 – 2011

Como dice William Ospina en ¿Dónde cae la rosa? “Porque las cosas llegan de afuera, pero tienen que aprender a volverse propias, beber la savia del mundo a que han llegado. Y así paso con la lengua, con la religión, con la música, con las artes. Cuanto más cultivada y aristocrática era la gente, mas trabajo le costaba aceptar esas mezclas; había gente que quería ser española a toda costa. El mundo americano le parecía de mal gusto; la gente demasiado india, demasiado negra; la naturaleza muy poco ilustre, los ríos demasiado barrosos. Le rogaban a Dios que todo se blanqueara, que todo se llenara de trigales y de viñedos y de pinares, que los ríos se volvieran transparentes.

Imagino -continua Ospina- que hasta soñaban que un día nevara sobre las montañas, cuando ya estuvieran de castillos y de príncipes. A eso se le llama colonización en cualquier parte, el espíritu colonizado, la incapacidad de sentir orgullo de lo que se es, la vergüenza de pertenecer a un territorio que les parece de segunda categoría, el deseo secreto de pertenecer a un mundo mas ilustre; el temor de que se nos vea el cobre americano.”

Por ejemplo, (ver http://esferapublica.org/portal, y, http://torredebabel.info/blog.php/?p=2287), es mas que evidente la coincidencia de los tres volúmenes de la cacareada biblioteca de Santo Domingo de Medellín (2007), que nuestra prensa farandulera, incluida la revista Semana, califico de “meteoritos”, con los tres cuerpos del Centro Multimedia de la Universidad de Hong Kong (2003), de David Chipperfield, y que él llama “rocas”. O la similitud de las conocidísimas “nubes “ del Aula Magna de la Universidad Central de Venezuela (1953), en Caracas, de Alexander Calder, con las de Plaza Mayor en Medellín (2006 ), cuyo volumen es mas que igual al del Museo Universitario de Alicante (1999), de Alfredo Paya. O las “olas “ del Edificio Polivalente de Servicios de Hostelería en la Ciudad de la Innovación en Navarra, España (2008), de los arquitectos Kahle, Oíza y Arauzo, con las de los estadios de los juegos Suramericanos de Medellín (2010), o las del cuestionado proyecto para Parque del Bicentenario en Bogotá.

Y vergonzosamente en Cali tratamos de copiar lo que se copian en Bogotá y Medellín: fachadas con laminas perforadas, vidrios de todos los tamaños y colores, suelos sobre diseñados, torpes edificios cilíndricos grandes o pequeños, carpas blancas que pronto el trópico vuelve negras. Lo nuestro de antes y de ahora nos da vergüenza y por eso es Cali sin duda la ciudad colombiana que más a eliminado su patrimonio construido, incluso cuando pretende “restaurarlo” como está pasando con Cañasgordas, tanto que era preferible su ruina.

“Pero harto sabemos –concluye Ospina- que el mundo solo respeta a los que se respetan, solo admiran a los que se identifican con el mundo a que pertenecen. Por eso son grandes los chinos, los japoneses, los árabes, los egipcios, los mexicanos y los brasileños. Se nota que no quieren ser otra cosa, que no quieren ser de otra parte; que sienten orgullo de su propio mundo. Diego Rivera, cuando se proponía pintar a la humanidad, pintaba indios mexicanos y no apolos griegos, y una leyenda judía afirma que si desde el cielo alguien deja caer una rosa, esa rosa caería en el centro del Templo de Jerusalén.”

Benjamín Barney Caldas

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