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Portasuegras para el Colón

Octubre 9 – 2012

En la restauración de Teatro Colón nos enfrentamos a un doble atropello por parte del Ministerio de Cultura: el escamoteo del conocimiento público de los alcances reales del proyecto y la alteración inadecuada de patrimonio urbano y arquitectónico.

Escenario actual Teatro Colón, Fotografía de Andrés Torres, El Espectador

Según la publicidad del Ministerio en la revista Arcadia No.83, el proyecto de restauración y modernización del Teatro comprende tres fases: En la primera se restauraron el auditorio y la fachada (recordemos la discusión en los medios sobre la lámpara y la alteración de la fachada y el espacio público). Como segunda fase se presenta la renovación de los vestuarios, la concha acústica y sistemas de audio y video. Y en la tercera y última fase, el Colón se convertirá en un “teatro vivo”, por medio de la dotación de talleres de escenografía, salas de ensayo y estacionamientos.

Hablemos de la fase en la que nos encontramos, relacionada con la caja escénica. Detrás de los eufemismos de “restauración” y “renovación” se oculta que el objetivo real del proyecto es la superposición de un súper escenario para convertir al Colón en la sede de la Sinfónica de Colombia. Válida y noble intención, si esto no implicara desfigurar una parte del edificio, sobrepasando las capacidades y especificaciones de un “teatro a la italiana” del siglo XIX .

El Ministerio justifica la demolición total de la caja escénica para remplazarla por otra que prácticamente dobla sus dimensiones actuales, justificando la demolición con el concepto de la firma alemana de ingeniería teatral Walter Kottke, expertos en tecnología de escenarios, pero sin experticia ni autoridad en el campo del patrimonio arquitectónico.

Aparentememte, el objetivo del Ministerio no es la conservación patrimonial sino la generación de una parte nueva, sirviéndose de una vieja, tomando de ésta lo que le es útil y desechando lo que no. Además, alteran el contexto urbano en el que se ubica, el cual también es patrimonio nacional: el centro histórico de Bogotá.

La última versión conocida de estas fases, presentada en la Sociedad de Mejoras y Ornato de Bogotá por la gerente del proyecto, ya no contempla la demolición de las casas que conforman la manzana donde se ubica el Colón; aunque días antes de esta presentación, la Ministra aseguró en El Espectador que se compraría y demolería lo necesario. Luego, ante la reacción que generó su desfachatez, el discurso sobre la destrucción del entorno urbano se moderó, y ahora sólo se habla de comprar y conservar las casas patrimoniales. A pesar del nuevo “bajo perfil”, el eufemismo para la destrucción de la caja escénica continúa siendo la “modificación” de la concha acústica.

Patrimonialmente, el Teatro Colón es una unidad arquitectónica que desde nuestro punto de vista no se debe desmembrar. Fue concebido y construido como un teatro a la “italiana”, con unas dimensiones de auditorio y escenario acordes a lo utilizado en su momento para funciones de ópera. La caja escénica está conformada por unas arcadas en ladrillo y piedra, cuyo valor histórico-cultural es tan estético como constructivo. Adicionalmente, la caja tiene una tramoya y unos mecanismos manuales que son –o eran– los únicos sobrevivientes de la época en América Latina. Son numerosas las obras que han utilizado estos elementos de forma desnuda en sus escenografías y son numerosos los espectáculos que podrían seguir haciéndolo, sin necesidad de inventarse un nuevo teatro.

Así que no se trata de algo menor como la “adquisición de equipos de audio y video, el suministro de luminarias, suministro de concha acústica y el vestuario teatral” sino de algo tan drástico como demoler una parte esencial del edificio. Si los componentes que lo caracterizan no le sirven a la Sinfónica, la opción en conservación patrimonial no es acomodar el teatro a las necesidades de un “cliente”, sino buscar otro “cliente” al que el teatro le sirva como es. Para el caso: una joya arquitectónica dentro de una joya urbanística.

La Dirección de Patrimonio del Ministerio de Cultura, ha realizado un sinnúmero de proyectos de carácter urbano cuyo común denominador ha sido la desfiguración de patrimonio urbano mediante la demolición de parte de lo existente, bajo el pretexto de “contemporaneizar” el patrimonio, como la  Albarrada de Mompox, el Parque de la Independencia y las plazas de Tenjo, Buga, Pamplona y Popayán; proyectos que en su momento también han sido objeto de cuestionamientos en lo patrimonial y económico

El Ministerio, con la misma doble estrategia de lavar su imagen y legalizar la demolición al mismo tiempo, tiene planeado contratar a la Sociedad Colombiana de Arquitectos para realizar un concurso de “esquema básico” y  así “legitimar” la demolición patrimonial. Hay que recordar esta forma de operar ya ha sido utilizada por el Ministerio en algunas de los espacios públicos mencionados, pero tal vez el mejor ejemplo sea lo acontecido con el concurso de ideas para Eldorado, el que no solamente terminó en la demolición de la antigua terminal, sino en varios otrosíes para el contratista.

A pesar del cambio de discurso, el Ministerio continúa con la compra de predios y contempla el cambio de uso de toda la manzana de uso múltiple a institucional. Esto implica convertir casas que albergan vivienda, comercio, restaurantes, tiendas de barrio y hoteles, en oficinas burocráticas, en contravía con las tesis que a nivel mundial sostienen que para revitalizar los conjuntos patrimoniales es necesario estimular el uso de actividades múltiples, evitando su conversión en áreas fantasmales e inseguras durante la noche.

La Secretaría de Cultura del Distrito ha acompañado al Ministerio en el ocultamiento de sus intenciones, como si éste despacho no fuera una dependencia de la Alcaldía de Bogotá sino del Ministerio de Cultura. Ante tan particular forma de desconocimiento a dúo del patrimonio arquitectónico y urbano, consideramos necesario que la Alcaldía tome las riendas del problema.

En síntesis, se está abordando el proyecto como un asunto de restauración, innovación y gestión cultural, antes que de conservación de patrimonio inmueble. Lo que terminarán por hacer es desfigurar un edificio (patrimonio arquitectónico) y transformar y desfigurar una zona (patrimonio urbano). La idea de que la caja escénica se puede eliminar porque «no se ve» o que el entorno urbano se puede cambiar porque está lleno de casuchas, es una forma de verlo. Para los que estamos en el bando opuesto, la esencia debe ser lo primero que se respeta y restaura en conservación patrimonial. De lo contrario, sería como si uno tuviera un modesto Renault 4 y para solucionar el problema de crecimiento de la familia le reemplazara el motor de cuatro cilindros por un V8; adaptándole además un “portasuegras”.

Juan Luis Rodríguez
Guillermo Fischer

 

PD: una versión mas corta de este articulo fue publicada en el diario El Espectador, recomendamos  el excelente articulo de Santiago La Rotta que acompaña esta nota en el mismo diario,  titulado  «Colón, polémico y renovado»

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El tiempo en la arquitectura

Octubre 8 – 2021

Aparte de que el día da paso a la noche, el verano al invierno, la lluvia a la sequía, el viento a la calma chicha y la humedad a la resequedad que los rodea, los edificios solo se pueden usar y apreciar recorriéndolos. Incluso estando quietos en ellos se recorren con la mirada mientras pasa el tiempo. Se entra y se sale de ellos, se sube o se baja, se pasa de un recinto a otro, y todo cambia si se trata de un niño o un viejo y hasta de una mujer o un hombre y ni se diga de un enfermo o un discapacitado. Actividades todas que se llevan cabo no apenas en el espacio sino en el tiempo.

Es decir, que la arquitectura en este sentido es -debería ser- la composición de espacios que permitan una secuencia de sucesos de la vida diaria de la gente como a lo largo de los años. Secuencia que precisamente es el instrumento único de la arquitectura para engendrar emociones. Como las que genera la directriz acodada en nuestra arquitectura colonial y de tradición colonial y que por otros caminos reencontraron los grandes maestros de la arquitectura moderna.

Espacios y tiempos que se han de recorrer por los diversos usuarios de los edificios y que hay que hacer evidentes en los planos, recorriéndolos con la imaginación. O haciendo animaciones con ayuda del computador, pero no volando frívolamente como lo hacen muchos vendedores de ilusiones, trampa en la que a su vez caen muchos, sino circulando por los espacios de los edificios, es decir viajando en el tiempo.

Y así como los vestidos duran mucho menos que las personas, los edificios duran mucho mas, y por eso es que ineludiblemente cambian como dice Rafael Moneo (La vida de los edificios, 1985). Pero pese a esta verdad de a puño, rara vez se diseña su tiempo, solo su espacio, pese a que cada vez es mas evidente el paso del tiempo en ellos, y que ahora hablamos de proyectarlos más que de diseñarlos. Pero es que pasamos por alto que proyectar, además de hacer un proyecto de arquitectura o ingeniería, es también lanzar, dirigir hacia adelante o a distancia (DRAE).

Las viejas tipologías arquitectónicas permiten que los edificios cambien y que ellas evolucionen, con la enorme ventaja cultural de que así sea. Como la casa de patio en manzanas cerradas, típica de los barrios coloniales y de tradición colonial. Por ejemplo San Antonio en Cali, en su versión de medios patios y solar, antiquísima tipología que comparte con las casas de Cartagena, y que ha permitido su reinterpretación actual con éxito. De ahí que lo que pertinente sea el conocimiento y uso de las tipologías mas indicadas, logrando un acuerdo entre clima paisaje y tradición como pedía Le Corbusier (Boesiger, Le Corbusier, Oeuvre complete 1938-46, 1955).

Si la lengua cambiara totalmente con cada generación, mucho más de lo realmente necesario, pronto estaríamos en una torre de babel, que es precisamente en lo que se han convertido nuestras ciudades, de la mano de arquitectos que apenas buscan el espectáculo, copiando meramente edificios espectaculares de otras partes, y no recreando nuestras acertadas tipologías, como lo hizo Rogelio Salmona pero de lo que poco se habla. Basta pensar en su reincorporación de los patios a la arquitectura moderna del país, desde la Casa de Huéspedes Ilustres de Colombia, en Cartagena.

Benjamin Barney Caldas

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El Colón: la historia se repite

Agosto 21 – 2012

El domingo 12 de agosto, a través de El Espectador, nos enteramos de las opiniones de Mariana Garcés, ministra de Cultura, y de Clarisa Ruiz, Secretaria de Cultura de Bogotá, explicando cómo harán para convertir el Teatro Colón en un teatro soñado. Dice la ministra: “sabemos lo que queremos hacer, pero todo depende de los predios que tengamos”. Y al referirse a lo necesario para realizar lo que ya tienen claro, resulta que es necesario demoler varias edificaciones de “interés cultural”. Dice el articulista que Ministra y Secretaria coinciden en que “llegado el caso, se podría tomar la decisión de quitarles la categoría de protección”. Para redondear, la Ministra se declara en desobediencia civil contra el Plan de Revitalización del Centro del alcalde Petro: “Todavía no me lo han radicado y el que lo aprueba es este Ministerio” Y concluye: “La revitalización es lenguaje”. En mi opinión, tales declaraciones “demuestran” que además de exceder sus competencias, confunden cultura –sea como sea que la entiendan– con patrimonio cultural arquitectónico y urbano, el cual evidentemente no entienden.

Teatro Colon, Bogotá

En el Parque de la Independencia, el Ministerio de Cultura ya había mostrado un atrevimiento similar al exhibido ahora para cambiar el estatus patrimonial de unas casas en la Candelaria. Sin pasar por el Consejo Nacional de Patrimonio ─lo cual era obligatorio─ le transfirió al Instituto Distrital de Patrimonio Cultural (IDPC) la potestad para hacer lo que éste quisiera con el Parque de la Independencia. Y así fue. Pero cuando la ministra se dio cuenta de la irregularidad en la que había incurrido –que ella preside el comité que se habían saltado– en lugar de corregirla, se asoció con Planeación Distrital para legalizar, a como diera lugar, una operación que incluye un gigantesco y hasta ahora inexplicado sobrecosto (ver: Cuentas Bicentenarias). Estamos entonces con una obra en el limbo, con un grupo de funcionarios empecinados en la legalización de un parque dos veces más grande de lo que permite el área disponible, con un sobrecosto multimillonario, y con todo el aparato burocrático distrital negando, en coro, cualquier viso de irregularidad o ilegalidad. Además, buscando engatusar a un grupo de “señoras” –no engatusables– que se quiere «oponer al progreso” de la ciudad.

Como información de interés cultural, conviene saber que para demoler una casa “protegida” en cualquier parte de la ciudad, incluido el centro histórico, basta contratar un “experto” al que se le paga por “un concepto” que diga que la casa no sirve para nada, que está en ruina, que constituye un peligro para sus habitantes, que tiene mala factura, que ha sido lamentablemente alterada, y cosas por el estilo. Luego, el interesado en la demolición persuade al director de Planeación para que firme la sentencia de muerte, basándose en lo que se denomina un “concepto técnico del Consejo Asesor de Patrimonio Cultural”. Esto mientras sale el decreto de traslado de funciones (que lleva tres años en proceso) para que sea de una vez la Secretaría de Cultura la que se ocupe sin mediadores incómodos del manejo de la guillotina.

En la reciente restauración del teatro se hicieron modificaciones como el cambio de la tramoya manual, la silletería, los papeles de colgadura y la lámpara central, la cual, como dato curioso, había donado Laureano Gómez. Además, a la entrada le cambiaron la relación con la calle mediante un atrio que ocupa parte del espacio público. Sobre las intervenciones interiores no tengo opinión porque no las conozco. Sobre el atrio añadido, me parece un exabrupto que, al igual que el llamado Parque del Bicentenario, invade un área que no le corresponde.

De lo que acabamos de enteramos por el periódico es que el proyecto del Colón tiene segunda etapa y que para ello el Ministerio de Cultura vimos que tiene ahora como socia a la Secretaría de Cultura de Bogotá. Según las declaraciones en la prensa, el consorcio considera más importante el proyecto secreto del Colón que el plan de desarrollo del alcalde para la revitalización del centro. Lamentablemente, parece que estamos ante un nuevo caso de incompetencia en el que ministra y secretaria de “cultura” se niegan a entender que no hay nada que negociar para ampliar el Colón. Paradójicamente, quienes por definición deberían velar por el patrimonio cultural de la nación y la ciudad, se convierten de la noche a la mañana en emperatrices de la incultura y la arbitrariedad.

visual calle 11 carrera 5

 

visual carrera 5, calle 11

Se supone que la Secretaria de Cultura cuenta con el IDPC para proteger el patrimonio de Bogotá, pero tampoco parece consciente de ello. La razón por la que una Secretaria de Cultura, al parecer sin la menor idea de patrimonio arquitectónico y urbano, termina por tener tanto poder, se debe a una reforma administrativa de Lucho Garzón. El IDPC –antes Corporación La Candelaria– dependía directamente del despacho del Alcalde Mayor, pero pasó a depender del sector de la cultura, en un renglón bastante bajo. Antes, el Alcalde se apoyaba en un “experto” al que dejaba actuar. Ahora, la Secretaría de Cultura decide sobre temas que no conoce con suficiencia. Un amigo me explicó que la operación de quitarse de encima el IDPC se parece a cómo la Iglesia resuelve lo de los curas pederastas: trasladándolos. Los primeros dos períodos de este experimento nos dejaron una buena prueba de ello: un director, arquitecto, que hizo obedientemente de mandadero. Ya veremos qué pasa con la nueva directora, arquitecta, y si es capaz de oponerse a la agenda común de Ministra y Secretaria, sin perder el puesto. Y veremos si Alcalde se interesa por lo que hasta ahora parece venir ocurriendo a sus espaldas.

Considero que la intervención para el Nuevo Colón es inconveniente por tres motivos:

Primero, porque el Colón no se puede convertir en un teatro para representar todo tipo de géneros teatrales o musicales, con capacidad para más espectadores de los que hoy caben en su platea y sus palcos. Se puede adecuar y actualizar en ciertos aspectos técnicos y funcionales, pero su propia naturaleza de pequeño teatro no permite que reciba ni el doble de asistentes, ni al Circo del Sol, ni las óperas que sí puede albergar cualquier teatro, contemporáneo o antiguo, construido para tal fin. Si el Colón es un bien inmueble de interés cultural nacional, e incluso si no lo fuera, su conservación dependería de entenderlo como arquitectura histórica que contiene los valores de una época. En pocas palabras: no puede ser el Julio Mario Santo Domingo ni tampoco el Colón de Buenos Aires.

Segundo, en consecuencia con lo anterior, porque cualquier proceso de restauración debería supeditarse a los valores arquitectónico-culturales del inmueble, que son múltiples: históricos, estéticos, constructivos, decorativos, simbólicos y urbanísticos. Hay edificios con uno u otro valor. Éste los tiene todos.

Tercero, porque la cultura no es negociable y el patrimonio no es un objeto comercial propiedad de uno u otro funcionario. El patrimonio cultural inmueble es un recurso no renovable y si no se cuida se pierde. El edificio es de la Nación, y el Ministerio de Cultura, como ente rector encargado de proteger y conservar el patrimonio, debe entender que la conservación de un bien como éste incluye el centro histórico de Bogotá como lugar en donde se localiza. Para comenzar, se necesitan responsabilidad y mesura para emprender la tarea.

Hay que ver lo que se demora el trámite para construir un baño en el centro histórico, pero cuando se trata de duplicar el área de un teatro como el Colón, o el área del llamado Parque Bicentenario, si se trata de funcionarios con poder, basta querer para poder. Y el público se entera cuando diseño y contrato ya están adjudicados y en marcha. Desgraciadamente para la alianza temporal de estas dos funcionarias de la cultura, la información “se filtró” y el proyecto del Nuevo Colón tendrá que salir de la clandestinidad. Para la muestra: en Arcadia y El Tiempo ya aparecieron las primeras propagandas, contando la maravilla que se hará pero olvidando piadosamente los medios para lograrlo.

Con gobernantes así, para qué enemigos.

Juan Luis Rodríguez

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Evacuar las aguas y el MES DE LA MADRE

Mayo 26 – 2012

¿Sabía Usted que en este momento no se puede construir en una buena tajada del norte de Bogotá? Aunque la carta de Hugo Germán Guanumen Pacheco a Claudia Marcela López Londoño se explica por sí sola, me permito resaltar algunos puntos, esperando que muchos otros se unan a mí en esta celebración tardía del Día de la Madre.

En la primera página se informa que “Los constructores y Urbanizadores tienen derecho al desarrollo de sus proyectos urbanísticos sin mediar concepto previo de capacidad instalada en la estructura de servicios públicos….sin embargo es responsabilidad de la EAAB-ESP informar que no es viable técnicamente la prestación servicios (sic) públicos domiciliarios de acueducto y alcantarillado …para el polígono definido entre la carrera séptima y la autopista norte entre la calle 116 y la calle 153.” En otras palabras, que sin un concepto previo, las Curadurías expiden las nuevas licencias; y solamente cuando solicite los servicios, Usted se entera de que, aunque tenga licencia, no puede construir pues no le conectan los servicios Públicos de Acueducto y Alcantarillado.

La segunda página se inicia con un párrafo más drástico: “La EAAB-ESP no cuenta en la actualidad con la capacidad instalada suficiente para recoger, transportar y disponer las aguas residuales de la población futura del sector Cedritos, según lo establece el Pot vigente.” Y más adelante concluye: “Los proyectos urbanísticos de redensificación urbana que superen ampliamente la población, el número de viviendas habitacionales (sic – ¿existen viviendas no habitacionales?) y/o los caudales de aguas residuales actuales, deberán presentar soluciones alternativas para el manejo del caudal de agua residual que exceda la capacidad actual.” Puesto que en este momento no existe la capacidad instalada, cualquier construcción supera los caudales actuales, y por lo tanto sus aguas servidas no pueden ser evacuadas. Pero no se preocupe. Usted tiene la opción de recoger, transportar y disponer por su cuenta las aguas servidas…hasta el rio Bogotá! El proceso con las aguas lluvias, es similar.

Desde hace medio siglo, todos los Planes de Desarrollo de Bogotá parten de la sana premisa que no se puede seguir invadiendo la sabana, y por lo tanto el crecimiento de la ciudad debe hacerse por densificación del área urbana. En consecuencia, se establecen normas que permiten una mayor altura y densidad, y lógicamente, un aumento de población que exige una mayor capacidad de los servicios. ¿No se les ha ocurrido a planificadores y administradores, que dicho servicios deberían crecer proporcionalmente? ¿No le estará pasando lo mismo al resto de la ciudad que se ha densificado? ¿Y si la ciudad no se puede extender ni se puede densificar, cual es la fórmula mágica para su crecimiento?

Si bien el día exacto ya pasó, el mes de mayo sigue siendo el Mes de la Madre. De modo que aprovechando estos últimos días, no olvidemos recordar a los planificadores que diseñan y reglamentan irresponsablemente el caos. Y a los administradores que lo aplican.

WILLY DREWS

 

 

 

 

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El silencio del gremio

 01/03/2012.

Como dijo Lord Palumbo, presidente del jurado del Premio Pritzker de 2012, a propósito del joven arquitecto chino Wang Shu, ganador de este año, “El asunto de la relación adecuada entre presente y pasado es particularmente oportuno, porque el proceso reciente de urbanización en China invita al debate sobre si la arquitectura debe anclarse en la tradición o si sólo debe mirar hacia el futuro». Y para Alejandro Aravena la arquitectura de Shu «es intemporal, profundamente arraigada en su contexto y sin embargo, universal”, Yung Ho Chang destaca que “tiene sus raíces en el contexto local y es culturalmente sensible”, y hasta Zaha Hadid reconoce que “la transformación de los usos de materiales antiguos y motivos es muy original y estimulante”. Glenn Murcutt, que se queja con toda la razón de que “la forma por si misma se ha convertido en una disciplina superficial” señala que Shu ha “evitado el sensacionalismo y la novedad”, y para Juhani Pallasmaa, quien piensa que un arquitecto no debe gritar, “es un ejemplo de la capacidad de la arquitectura contemporánea de enraizarse en un suelo cultural local e incorporar profundos ecos de una tradición específica”. Lo que dicen estos otros jurados es similar a lo que se hubiera podido argumentar hace unos años para que se lo dieran a Rogelio Salmona. Pero ni el Ministerio de Cultura ni la Sociedad Colombiana de Arquitectos apoyaron decididamente la nominación que había hecho Kenneth Frampton; solo lo hizo un arquitecto colombiano del Capitulo de Nueva York de la SCA. Y ahora tampoco el Ministerio ni la SCA han dicho nada de los absurdos e ilegales 65 pisos que promotores y arquitectos de afuera pretenden hacer en la Avenida 19 con Calle 5ª en Bogotá, pues en España ya no tienen con que ni les dejarían hacer semejante barbaridad, ni de ese exabrupto de demoler las Torres de Bavaria en la 7ª para hacer otras el doble de altas. Este conjunto, parte del Centro Internacional de Bogotá, consolidado en la década de 1960 y ejemplo de la buena arquitectura moderna en el mundo, fue diseñado por las reconocidas firmas de Obregón y Valenzuela y Pizano Pradilla y Caro, y sus muy correctos tres altos edificios están ocupados y en buen estado. Demolerlos es solo explicable por el afán de lucro de los promotores, la falta de ética de los arquitectos, el silencio del gremio y la ignorancia de los habitantes, que no ciudadanos, de nuestras ciudades. Sorprende la frivolidad con que se habla de “torres”, “modernidad”, “desarrollo” y “progreso”. En 2011 Colombia registró un récord de licencias de construcción, el mas alto en su historia, con un área aprobada total de 23,7 millones de metros cuadrados disponibles para edificar (Portafolio 28/01/2012), y el capitalismo salvaje, con sus negocios inmobiliarios, muchos financiados, directa o indirectamente, por dineros ilegales, para “blanquearlos”, amenaza a la capital. Lo que es muy grave también para las otras ciudades colombianas pues aquí imitamos todo lo de Bogotá, sobre todo lo malo, en lugar de ocuparnos de ellas en tanto que artefactos, y de la seguridad, funcionalidad, comodidad, confort y significación de la vida citadina, asunto este último que le importó mucho a Salmona, pero de los que poco hablábamos los arquitectos.

Benjamin Barney Caldas

Paul Beer

 

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Obsesión FÁLICA y ciudades cosmopolitas

Febrero 29 – 2012

El “publireportaje” de hace unos días en El Tiempo se supone que “entrevistaba” a uno de los promotores del edifico BD Bacatá, un rascacielos que de manera anómala se levanta en la Avenida 19 con Carrera 4ª. El «artículo» hace una convocatoria para asistir a una serie de conferencias en las cuales se explicarán las bondades del proyecto.

Estamos acostumbrados ya a la campaña y el gasto publicitario que estos promotores han invertido en muchos medios escritos y en la radio, pero hacía mucho tiempo no se veía una arrogancia del calibre que exhiben en el tal “publireportaje”. Tanto, que el problema no parece encajar dentro del ámbito de la arquitectura sino de la psiquiatría. Las afirmaciones en las que basan sus argumentos así lo sugieren.

Si bien son muchos los términos que podrían asociarse con la actitud que se trasluce en el “publireportaje” (mesianismo, megalomanía, egocentrismo, grosería, narcisismo, ignorancia, manipulación, etc.), me abstendré de utilizarlos por respeto a estos señores que no pasan de ser comerciantes internacionales, con afán de hacer un enorme negocio pasando por encima de todos y de todo. Y, además, pretendiendo descrestar incautos con argumentos casi infantiles. Por eso tan sólo me limitaré a comentar algunas de sus afirmaciones.

Afirma el “entrevistado” que: «Suele decirse en las facultades de arquitectura del país que hasta los años 70 en Bogotá se veía arquitectura «excepcionalmente buena» pero que desde entonces la buena arquitectura de la capital sólo se ve «excepcionalmente»…que “Quienes creemos en el tremendo potencial que tiene Bogotá como ciudad cosmopolita, vemos con dolor cómo la ciudad le ha dado la espalda a la arquitectura mundial por más de treinta años. La ciudad, que en todo este tiempo ha crecido desmesuradamente y sin planificación, hoy brilla por su estética pobre, desordenada, que poco tiene para proponer al debate urbanístico mundial.”…que «la Torre Colpatria se terminó en 1979, y que esto significa que ningún bogotano de menos de 34 años ha visto cómo se construye un edificio de altura en la ciudad: el único proyecto urbanístico que han podido ver, y que hoy muestran con orgullo en sus tarjetas postales, es un bus de Transmilenio.»…que «La capital se encuentra en deuda con la propuesta de proyectos arquitectónicos de vanguardia, que pongan a Colombia en el panorama urbanístico internacional. Uno de los principales obstáculos para lograrlo, ha sido la mentalidad provincial con la que ha solido concebirse la Bogotá del futuro.».

Y continúa el “entrevistado” con una declaración de amor a Bogotá, uno de cuyos sectores va a destruir con su obra. «Bogotá se encuentra nuevamente frente al reto de pensar en grande»…uienes amamos esta ciudad, vemos la llegada de una nueva ola de arquitectos jóvenes, dispuestos a pensar en una capital más cosmopolita e incluyente, que se sobreponga al retroceso que ha sufrido en los últimos años, luego del ligero avance que habían logrado unas pocas administraciones. En otras palabras, hoy los bogotanos tenemos de nuevo la oportunidad de soñar.» Y sigue el “entrevistado” con otra tanda de afirmaciones igualmente sesudas. Sin embargo, dejemos por ahora hasta este punto y comentemos algunos de los planteamientos.

En primer lugar, son muchas cosas suelen decirse en las facultades de arquitectura. Precisamente para eso son las universidades, para decir, discutir y debatir. Una de las muchas cosas que también “suelen decirse”, es que en España la arquitectura, hasta los años 80 era “excepcionalmente” buena, hasta que cayó en manos de especuladores y divas. A partir de ese momento se tornó en un gran negocio que sin consideración alguna ha acabado con presupuestos y con cientos de lugares, explotando la credulidad de quienes caen en sus cuentos, construyendo edificios innecesarios con el argumento de que son diseñados por “arquitectos internacionales”, quienes en muchos casos a su vez son simples negociantes consagrados como producto de consumo por revistas que se prestan a este juego. La verdad es que en las facultades de arquitectura se solía estudiar la buena arquitectura que se vio en España hasta los años 80. Sin embargo, creo más cierto decir que en este momento hay maravillosos arquitectos tanto en España como en Colombia. Son arquitectos que, en vez de afanarse por figurar en el mundo de la farándula y de especular con su quehacer, trabajan dentro de respetables cánones profesionales y éticos.

Debemos pedirle al “entrevistado” que, por favor, no sufra con tanto dolor, ni que recurra a la demagogia barata. Que entienda que existen diversos contextos, y que una persona medianamente educada los puede distinguir. Tal vez sería mas apropiado que el “entrevistado” entendiera que la capital no le ha volteado la espalda al mundo sino, por el contrario, es precisamente la solidez y coherencia de muchos años de arquitectura bogotana la que ha permitido defenderse de los embates y modas internacionales que los grandes promotores/negociantes quieren imponer a nivel mundial.

En cuanto a la planeación de Bogotá, sin duda, deja mucho que desear, y es muy fácil ser crítico de salón. Pero el “entrevistado” entenderá que una ciudad que, por las condiciones sociales que ha vivido el país, crece de manera incontrolable y con extrema rapidez, genera toda suerte de improvisaciones y urgencias que generalmente no pueden atenderse como se quisiera por razones distintas a la planeación. El “entrevistado” probablemente entenderá la diferencia entre manejar la planeación de una ciudad que duplica su población en pocos años, y una de esas maravillosas ciudades y capitales europeas cuya población no aumenta en siglos y que, en algunos casos, decrece.

Si el “entrevistado”, su empresa y su arquitecto son incapaces de siquiera diseñar la entrada a un estacionamiento, o de hacer propuestas para el sector que está lesionando para convertirlo en uno de los más caóticos de la ciudad, difícilmente tienen credibilidad sus opiniones sobre planeación a mayores escalas. ¿Dónde está el pudor?

Por otra parte, el “entrevistado” limita su concepto de ciudad cosmopolita a que existan edificios de altura como la torre BD Bacatá. Dudo que Londres o Paris sean cosmopolitas por el tamaño de sus edificios. Debería, en cambio, tratar de entender que existen muchos otros aspectos para establecer esa medición: la actividad cultural como el Festival Internacional de Teatro, la presencia de los más importantes músicos del mundo en sinnúmero de auditorios de primera línea con que cuenta la ciudad, los museos, las bibliotecas, el espacio público, el número de visitantes por año, la capacidad hotelera, los atractivos turísticos, etc., etc. Al igual que un viajero visita la Torre Eiffel, la Opera de Sydney, el Parlamento Inglés, o el Museo de Arte Moderno en Nueva York, podemos tener la certeza que la torre BD Bacatá en nada ayudará a que la capital sea cosmopolita, y que nadie vendrá a Bogotá a visitarlo a no ser que deseen ver un sector destruido por una lamentable y errada operación de especulación urbana.

Creo que la única aseveración cierta en todo el “publireportaje” es que la Torre Colpatria se terminó en el año 1979. Pero que ningún bogotano de menos de 34 años haya visto cómo se construye un edificio de altura en Bogotá, no parece tener importancia sino para quienes consideran que esa experiencia es fundamental para el desarrollo de una persona. Argumento igualmente baladí sería afirmar que los bogotanos de 50 años no han cenado con Penélope Cruz, o conocido a Mickey Mouse. ¿En que cambia la mentalidad de una persona si ve o no ve construir un edificio de altura? Mas demagogia….

Bajo ese concepto, los habitantes de Washington, de todas las edades, nunca han visto construir una torre de más de 15 pisos y se encuentran condenados a padecer una ciudad llena de inmensos espacios públicos, parques, museos gratuitos y universidades. Los habitantes de Roma también están en la más profunda tristeza por tener una ciudad sin torres como la BD Bacatá y, a cambio, tener que soportar grandes monumentos de la historia. Los verdaderamente afortunados y felices son los madrileños, quienes están sin empleo, protestan en las calles y muchos han decidido salir de su país para hacer negocios de todo tipo en otras partes del mundo. Pero, según el “entrevistado”, a pesar de ese negro panorama, los madrileños deberán regocijarse y estar satisfechos por cuanto han visto la construcción de 4 torres comerciales en los últimos años.

Pero el “entrevistado” insiste que la importancia de su obra se mide por la altura del edificio que insistentemente saca a relucir, y reduce el problema a una competencia absolutamente adolescente (el mío es mas grande que el suyo…!!). Por alguna razón que desconocemos, el “entrevistado” considera que una ciudad no es cosmopolita si no tiene edificios en altura, que un edificio no es emblemático si no es de altura, que un edificio de altura nos permite ingresar al club de la vanguardia de la arquitectura mundial, y que Bogotá se redirá con un edificio en altura que sea mayor a los que existen. Probablemente la Alhambra de Granada, la Casa de Huéspedes Ilustres de Cartagena, el Instituto Salk en La Jolla, o el Parlamento de Berlín, por su falta de altura, carecen de importancia y no clasifican como edificios emblemáticos. Desconocemos la razón, pero todo parece concentrarse en una obsesión fálica en mente del “entrevistado”.

Y cuando se refiere a la “Arquitectura Mundial”, ¿a que se refiere? ¿Está incluyendo allí a la China y la India, que albergan casi la mitad de la población del planeta? ¿Tendrá en cuenta a África? ¿Y que decir de América Latina? O, dentro de su confusión y demagogia, es probable que la “Arquitectura Mundial” a la que se refiere se limita a Dubai y a aquellos edificios que los mercaderes y estrellas internacionales desarrollan en países ajenos a los suyos, destruyendo contextos urbanos, imponiendo modelos caprichosos y desarraigados de la cultura local, mercadeando productos que no les permiten llevar a cabo en sus países de origen

Hasta donde tengo presente, Colombia jamás ha competido por ganar un puesto en el ranking internacional de Arquitectura, ni ha buscado estar en la tal “vanguardia” (¿?) de la profesión. Hay excepciones, pero en términos generales, ha desarrollado arquitectura correcta, discreta, a veces modesta, de alta calidad, respetuosa de las normas y de la ciudad, sin afán de figuración. Es una arquitectura que ha hecho ciudad en vez de destruirla. Curiosamente, esa arquitectura colombiana tan desprovista de aspavientos y luces de relumbrón, contrario a lo que afirma el “entrevistado”, ha sido reconocida internacionalmente como excelente. Como resultado de este hecho, en Bogotá se produjeron proyectos como las Torres del Parque, la Biblioteca Virgilio Barco, las Torres Bavaria, los colegios y las bibliotecas distritales, el Museo Botero, la ciudadela Colsubsidio; todos proyectos correctos, respetuosos, y con un nivel de calidad que el ilustre “entrevistado”, por su curiosa obsesión, jamás logrará entender. Sus autores, y muchos otros, fueron o son todos arquitectos de calidad, como Rogelio Salmona, Germán Samper, Fernando Martínez, Guillermo Bermúdez, Daniel Bermúdez, Ernesto Jiménez, ninguno de los cuales ha pretendido establecer marcas mundiales o impresionar a incautos. Tan sólo han hecho buena, excelente, arquitectura.

Ahora el “entrevistado” trae a personas que considera importantes para dar una serie de conferencias dentro del ámbito de la Feria Inmobiliaria. Van nuestros respetos y bienvenidos sean. Curiosamente, con muchísima frecuencia vienen a Bogotá excelentes arquitectos de muy diversas partes del mundo a participar en ciclos de conferencias a las que le convendría asistir para entender qué es la arquitectura, qué es la ciudad y cual la responsabilidad ética de un promotor. Casi todos estos otros conferencistas se sorprenden sobre la manera como la ciudad ha podido mantener un carácter propio, una identidad, en medio de todas las presiones y modas internacionales. Esto, claro está, no lo percibe el “entrevistado”.

Pero, en fin de cuentas, el “entrevistado” vuelve a eludir lo fundamental de la torre BD Bacatá. No ha podido, o no ha querido, explicar con claridad cómo se obtuvieron licencias para un edificio que incumple múltiples normas, y cómo logró esa aprobación sin pagar la plusvalía correspondiente, sin hacer un plan parcial de desarrollo del sector y cómo responderá posteriormente por los problemas y riesgos que entraña un proyecto con estacionamientos inadecuados, ineficientes y muchos inutilizables, con vestíbulos de tamaños inadecuados, y por la congestión de trafico que generará en el sector. Tal vez para ese momento ya se hayan ido a otro país a agredir a otra ciudad.

Carlos Morales Hendry

 

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