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El Show va a comenzar

Acaba de terminar la primera fase de un importante concurso arquitectónico internacional para los Bogotanos. Se trata de la selección de las cinco Firmas o Consorcios de Arquitectos que presentarán una propuesta para el Centro internacional de Convenciones de Bogotá, escogidos dentro de una lista de noventa candidatos de gran prestigio mundial. Es de destacar y aplaudir que entre los seleccionados aparecen arquitectos colombianos altamente calificados  que con seguridad sabrán sudar la camiseta y propondrán un proyecto digno y destacado. Hasta aquí el texto parece un comunicado de prensa con final feliz de cuento de hadas, que no justifica el tiempo malgastado en escribirlo, ni en leerlo.

Pero el cuento no es tan colorín colorado. Hay un diablito que se esconde entre las bases del concurso, y que obliga a una segunda mirada. Cito a continuación algunos apartes de la información divulgada por los promotores:

“Centro Internacional de Convenciones de Bogotá, un espacio de talla mundial que se convertirá en ícono de la ciudad y permitirá promover internacionalmente a Bogotá, así como atraer el turismo corporativo y de negocios para mejorar la competitividad de la ciudad.”

“Según Consuelo Caldas, Presidenta Ejecutiva de la CCB, con este proyecto la Cámara de Comercio de Bogotá y Corferias esperan mostrar a Bogotá como una ciudad dinámica, incluyente y sostenible que se convierta en un ícono urbano de la talla de la Torre Eiffel de París, el Teatro de la Ópera de Sydney o del Museo Guggenheim de Bilbao.”

“Durante la primera etapa del concurso, se elegirán los cinco (5) candidatos que presenten el mejor diseño conceptual. Para esta elección se calificará, entre otros aspectos:

• Innovación en el diseño

• Sostenibilidad  medioambiental.
• Incorporación del Centro de Convenciones al entorno.
• Cumplir o exceder el estándar LEED GOLD o similares.
• Debe alinearse al proceso de transformación del área de influencia INNOBO y tener una presencia visual que lo haga único en su género.”

“Las instalaciones deberán tener una presencia visual única”.

Hurgando en estos apartes  y buscando al diablito, encontramos lo siguiente: Dos veces se refieren al edificio como un icono de la ciudad y un  icono urbano, y otras dos se pide una presencia visual que lo haga único y una presencia visual única. Dentro de los aspectos a calificar no se menciona en ningún momento la calidad arquitectónica, la funcionalidad o la economía, entendida ésta como la óptima utilización de las técnicas y materiales más adecuados. Preocupa entonces que se esté esperando, no el mejor edificio, sino el más vistoso. Es decir, una muestra más de la funesta arquitectura mediática. Si lo que se busca con la arquitectura es el espectáculo, para promover internacionalmente a Bogotá y atraer al turismo,  no saldría más barato contratar unos payasos?

Hace un par de meses escribió Miguel Mesa un artículo sobre la arquitectura imponente, y decía: “Las arquitecturas imponentes son esas que parten la ciudad, la anulan y son signos de inequidad”…”Pero los edificios imponentes son impotentes: no saben nada de la geografía, el clima o el urbanismo. Edificios herméticos que aterrizan impávidos en la calle y se mantienen con aire acondicionado en el trópico”. Hasta aquí Miguel.

Yo comenté en esa oportunidad y por este mismo Blog: “Seamos justos, Miguel. La verdadera arquitectura imponente (que la hay) no es culpable de que le adjudiquen el criticado adjetivo; nace sin pretensiones y su calidad, el cumplimiento de la función para la cual fue creada, la estética resultante de la ética de su diseño y la aceptación y cariño de sus usuarios durante años (ojalá muchos) la convierten, sin quererlo, en imponente”…. “Nos referimos entonces a esa arquitectura mediática que nace del arquitecto pedante, la enaltece la revista de moda,… que se destaca por ser la más ostentosa, o la más cara, o la más alta, o la más absurda, o la del mayor voladizo innecesario. Son los falsos positivos de la arquitectura”.

Estaremos entonces condenados a convivir con un gran banano ó una gigantesca alcachofa? Yo personalmente espero que no. Confío en que la alta calidad de los participantes produzca unos diseños de calidad igualmente alta. Y el jurado, serio y responsable, escoja el proyecto arquitectónicamente mejor, que si propone una buena arquitectura representativa de este siglo que está comenzando, se convertirá automáticamente y por sus propios méritos, en Icono.

Mientras tanto, ocupemos cómodamente nuestras butacas, mientras se levanta el telón. El Show va a comenzar.

WILLY DREWS

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¿Y el P.O.T.?

Entre las muchas omisiones que no se le anotaron a Samuel Moreno Rojas para suspenderlo en la Alcaldía de Bogotá, esta la «Revisión del POT»: trabajo inconcluso y errante que tras 3 años no ha llegado a nada, bueno salvo un oneroso gasto en honorarios, estudios, planos y sobre todo mucha prensa.. para tapar las irregularidades y hacer autobombo de cada declaración del «burromaestre».

La excusa fue tratar de acomodar la ciudad al Metro, su proyecto bandera; sin embargo cada vez que un grupo de proponentes daba una alternativa del trazado, salían las observaciones de legos y expertos que obligaban al Alcalde a dar marcha atrás o cambiar sin mayor razón técnica trazados y  presupuesto, acortando siempre para evitar entrar en controversia; tanto que algunas personas terminamos por denominarlo el «Alcalde Clutch», por que cada vez que metía la «pata» hacia el cambio.

Al parecer, los consultores, el Alcalde y sus asesores nunca leyeron el POT y menos el Plan Maestro de Movilidad, donde estaba ya esbozado y previsto el Metro como una etapa a largo plazo, con pre-requisitos como el Sistema Integrado de Transporte Publico SITP y varias Fases de TransMilenio que permitirían entonces valorar  la movilidad urbana para determinar de acuerdo con tendencias del desarrollo urbano las mejores alternativas para que el Metro si se justificaba entonces, fuera el complemento.

Y una revisión que la misma Secretaria de Planeacion había programado para desarrollarla en 6 meses, por la falta de objetivos, de gerencia y de una visión concertada, se fue alargando y diluyendo, luego de 3 años sigue aun peligrosamente en pañales, tanto que ya varias entidades académicas y gremiales han solicitado que se suspenda el trámite, y mas ahora ante la ausencia del Alcalde.

Mientras tanto, la incertidumbre que generó el proceso, representó una baja notable en la inversión privada en la ciudad. Basta ver por ejemplo los 21 Planes de Renovación que no arrancaron, y muchos otros proyectos que se quedaron entre el tintero; los que si aprovecharon y pescaron en «río revuelto» fueron varios especuladores inmobiliarios que ofrecieron y vendieron predios e inmuebles con la excusa falsa de que el nuevo POT traería cambios en las UPZ, con aumentos de alturas y densidades en ciertas zonas de la ciudad.

Valdría la pena que los entes de control, en especial la Procuraduría, evaluaran, independiente de los miles de millones de los estudios contratados cuanto ha representado negativamente para la ciudad la incertidumbre generada por la alargada y desorientada Revisión del POT, y si a esto le agregamos los costos de disfuncionalidad urbana que ha generado el desorden de las obras publicas mal programadas, sin el debido control y seguimiento, tendríamos que las perdidas generadas por el «carrusel de la contratación»  son mínimas y por tanto llevaderas.

 

FRANCISCO PARDO TELLEZ

Arquitecto 4 x 4

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¡No es la Arquitectura, pero lo estamos creyendo!


A propósito del artículo «¿Medellín o Disneylandia?« de Juan Luis Rodríguez publicado en este portal, me gustaría hacer una serie de anotaciones que amplíen el espectro de la discusión de transformación de ciudad que nos viene ocupando en los últimos años debido al boom de intervenciones urbanas representativas dentro de la misma.

Si bien es cierto que en el artículo se recopila una apreciable cantidad de opiniones sobre el fenómeno de la supuesta transformación social en Medellín a través de las múltiples intervenciones urbano-arquitectónicas, la reflexión principal de que no son los edificios como tales los agentes reductores de violencia queda un poco difusa y entre líneas, y bien merece la pena ampliar más esta discusión, porque el cacareado discurso político-mediático – que pone en el curubito a la arquitectura como la gran salvadora y mayor contribuyente a la reducción de los índices de violencia en la ciudad – de tanto repetirse, ha ido haciendo carrera y calando con rápida efectividad en la memoria colectiva de todos los actores de la ciudad, al punto en que se ha ido asumiendo como una certeza sin discusión.

Para nadie es un secreto que las cifras de violencia en Medellín son aun dramáticas. Basta solo echar un vistazo a los informes de medicina legal de los años 2009 y 2010 para constatar una realidad que no queremos ver y que hemos venido orgullosamente vistiendo con el traje del progreso de la infraestructura en nuestras calles, como si no nos estuviésemos matando en  ellas mismas.

Sin entrar a sesgar ni polarizar esta discusión, sobra decir que las intervenciones urbanas en sectores socialmente violentos, además de ser un derecho ciudadano, son también una gran contribución como capital semilla para que nuevas generaciones crezcan ahora con alternativas diferentes a la violencia. El error está en que consideremos tácitamente dichos edificios, parques u estaciones de metro cable como grandes transformadores sociales en sí mismos, cuando son simplemente una pieza de todo el engranaje – como cuando los arquitectos del CIAM1 de 1933 redactaron La Carta de Atenas aun creyendo que la ausencia de luz en los edificios generaba enfermedades o que determinada distribución espacial propiciaba la promiscuidad –; o lo que es peor, que nuestro gremio ande pavoneándose con este discurso social, cuando lo que realmente nos ocupa en nuestros despachos es la mera solución técnica y espacial de un programa funcional predeterminado, pero eso sí, esperando siempre que dicho ejercicio tenga la suficiente capacidad mediática de figurar y catapultar así los despachos como grandes figuras de la arquitectura.

Un edificio, por muy bien resuelto que se haga, no garantiza una solución definitiva a la profunda problemática social, pero si contribuye a que la ciudadanía vuelque tanto la mirada como nuevas actuaciones sobre lo que antes era solo visible en las páginas judiciales de los periódicos. Y he ahí su verdadero valor agregado como nuevo jugador de ciudad, eso sí, sin profundizar en las bondades o defectos que son solo inherentes a la problemática arquitectónica.

La discusión va por dos vertientes que no están contribuyendo a la mejora sustancial de los nuevos desarrollos de ciudad, y por el contrario, si se detienen en la vaguedad de opiniones que no llevan más que a conclusiones y críticas superficiales.

Una de estas vertientes es la de ir por todos los medios y auditorios enarbolando la bandera de lo social y del «edificio pacificador» con el único objetivo real de figurar más que de resolver bien los proyectos – propaganda política –. No se puede negar que la capacidad de autogenerarse trabajo además de imprescindible, sea también una condición natural de nuestro gremio, pero el precio que se está pagando por ello es bastante alto, pues hoy vemos edificios como algunas de los renombrados Parques Biblioteca, que con apenas cinco años de funcionamiento, ya presentan altos niveles de deterioro por física ausencia de buenas soluciones técnicas y sostenibles que fueron pasadas por alto desde sus inicios. Pero la búsqueda proyectual hoy en día – una vez ya se ha cautivado al cliente – está más inclinada a resolver edificios rápidamente y que tengan cierta estética vendedora basada en parámetros estilísticos previamente acordados y que garanticen la publicación en revista, o mejor aun, que adquieran el remoquete de proyecto «digno de Bienal».

La otra vertiente, es la de gastar el espacio del aula, el de las siempre importantes conversaciones de pasillo y el de algunos otros más informales, en discutir sobre la conveniencia de tal o cual solución plástica, estética  y volumétrica a una determinada clase social, e incluso llevarlo al espacio de la crítica – como escuché en un par de tertulias durante el marco de la última Bienal Iberoamericana en Medellín luego de la ponencia de Proyectos Estratégicos para la misma – cuando ni el mismo ciudadano de a pie está comprendiendo de que se le está hablando ,y muy por el contrario, si se siente muy orgulloso de el nuevo edificio en su sector. Era notable, que la preocupación de muchos de los arquitectos estaba centrada en si el edificio era «bonito» o «feo» y si ello era digno de haber sido implementado en sectores deprimidos de la ciudad. Cuando la verdadera discusión de fondo, para ambos casos, debería estar centrada en que comprendamos que lo verdaderamente pacificador es la inclusión de inversiones del recurso público en sectores que siempre estuvieron carentes de ellos, aun sabiendo que ello es un derecho social. Y así mismo, entender que antes de que un proyecto de arquitectura se dé como una realidad, hay un arduo trabajo previo que está determinando el programa, el tipo de actuación, consiguiendo recursos y trabajando con las comunidades para sensibilizar el proceso de la intervención.

Nuestra labor necesita más concentración en resolver edificios eficientes, y que garanticen su sostenibilidad en tiempo más que satisfacer nuestras vanidades proyectuales, sin que esto signifique el sacrificio de soluciones y búsquedas plásticas particulares. Y tener absoluta conciencia de la buena implementación del recurso público, porque al final, bien sea por concurso público o por encargo particular, los edificios serán una realidad independiente de quien sea la firma que los piense.

1. CIAM: Congreso Internacional de Arquitectura Moderna.

Luis Roberto Durán D.

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Comentarios sobre Arquitectura IMPONENTE

Diciembre 11-2010

Miguel Mesa dedica su columna “Una cosa más” (Revista Arcadia 63) al tema de la arquitectura IMPONENTE. Se sorprende de que lleguemos a preferir “lo abstracto sobre la vida de la cosa, lo que tiene valor de cambio (cálculo, mesura) sobre lo que tiene valor de uso (animación, función)”. La arquitectura “imponente, lo es casi con seguridad porque se ha impuesto a algo o a alguien”, lo cual la hace antipática “Se trata de arquitecturas más estilísticas y enfrascadas que oportunas o vitales”. “Las arquitecturas imponentes son esas que parten la ciudad, la anulan y son signos de inequidad”.”Pero los edificios imponentes son impotentes: no saben nada de la geografía, el clima o el urbanismo. Edificios herméticos que aterrizan impávidos en la calle y se mantienen con aire acondicionado en el trópico”. Hasta aquí Miguel.

Seamos justos, Miguel. La verdadera arquitectura imponente (que la hay) no es culpable de que le adjudiquen el criticado adjetivo; nace sin pretensiones y su calidad, el cumplimiento de la función para la cual fue creada, la estética resultante de la ética de su diseño y la aceptación y cariño de sus usuarios durante años (ojalá muchos) la convierten, sin quererlo, en imponente. Es el caso del Partenón, el Taj Majal, Santa Sofía, la Torre Eiffel, la Opera de Sídney, y otras más, no muchas, que se convierten además en obras emblemáticas de una ciudad o un país.

Nos referimos entonces a esa arquitectura mediática que nace del arquitecto pedante, la enaltece la revista de moda, y finalmente el público borrego califica automáticamente de imponente. Es esa arquitectura nouvelera, hadidnutil, koolhaastiada, gehrympactante que se destaca por ser la más ostentosa, o la más cara, o la más alta, o la más absurda, o la del mayor voladizo innecesario. Son los falsos positivos de la arquitectura.

Pero hay días en que somos tan móviles, tan móviles,… que nos damos cuenta de que el hecho de que un edificio en forma de supositorio afecte la silueta de Barcelona, no lo convierte en imponente. Y empieza el derrumbe de esa falsa arquitectura.

Entretanto las ciudades crecen albergando no solamente los edificios prepotentes, sino también aquellos que se acomodan discretamente en el paisaje urbano respetando la historia, la geografía, la cultura y las características del entorno, conformando espacios acogedores y socializantes. Es esa arquitectura aaltodenada, jacobsencilla, sisaccesible, salmonamable, moneoportuna, que se agradece poco y se publica con desidia para la inmensa minoría.

Milan Kundera afirma en “El arte de la novela”: “Antaño, yo también consideré que el porvenir era el único juez competente de nuestras obras y de nuestros actos. Sólo más tarde comprendí que el flirteo con el porvenir es el peor de los conformismos, la cobarde adulación del más fuerte. Porque el porvenir es siempre más fuerte que el presente. El es el que, en efecto, nos juzgará. Y por supuesto sin competencia alguna.”

Creo en Kundera y, aunque sin competencia, confío en que el porvenir, ese juez duro e insobornable, sepa distinguir entre la buena arquitectura que produce mejores ciudades, y la falsa imponente que las deslumbra por un día.

Willy Drews

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La Movilidad no perdona-Carta abierta al Polo y al Alcalde de Bogotá-


Tal parece que el alcalde de Bogotá se empeña en atribuir el tremendo colapso de la movilidad en Bogotá, a la profusión – por demás indiscriminada y exasperante-de obras públicas en la ciudad, las cuales presuntamente producirán, en palabras del gobernante, una “transformación histórica y sin antecedentes en la ciudad”….

De resultar cierta tal afirmación, la ciudadanía podría esperar dos consecuencias importantes: la primera, que los problemas de movilidad serán superados una vez concluyan las intervenciones en curso y que por lo tanto, se trata de una circunstancia excepcional y sobre todo pasajera, y la segunda, que la calidad de las obras apuntan a dejar una huella perdurable y positiva en la historia y en el devenir futuro de la ciudad.

Como si los problemas imperdonables de corrupción y burdo clientelismo no fuesen suficientes, estamos convencidos que se trata de una nueva manera de distraer la opinión pública, propiciando expectativas que además de falsas, son en extremos dañinas a la lenta tarea de construir credibilidad institucional, contraparte necesaria para consolidar una ciudadanía proactiva, solidaria y genuinamente consciente de sus derechos y obligaciones.

Es por ello que con todo respeto pero también, con la vehemencia que otorga el acervo de las evidencias, muchos de nosotros, ciudadanos y dolientes de Bogotá, nos permitimos dudar de tales aseveraciones y expresar nuestra profunda indignación por la impericia y la improvisación, la insensibilidad estética, además de la ausencia de un genuino sentido de lo público, características notables de la manera como un partido político y  un específico alcalde, manejan hoy el destino de la ciudad.

Quienes creemos que la construcción de ciudadanía en un país como Colombia nace de la correspondencia  entre la solvencia técnica y la transparencia de quienes son elegidos para gobernar la ciudad y una población, cuya pluralidad de problemas e intereses son posibles de aunar en torno a propósitos comunes que además de gratificar su vida, la fortalezcan como colectividad solidaria, ya no silenciosa masa cuya existencia es sólo rememorada a través de episódicos procesos electorales.

Si bien nuestro grado de conciencia ciudadana es todavía incipiente, también es cierto que Bogotá ha sedimentado una fibra crítica que le permite demandar mejores condiciones de habitabilidad urbana, convencidos como estamos que los progresos han sido y son posibles y que por ello, no estamos destinados, en razón a un insondable arbitrio del destino, a conformarnos con una ciudad sin atributos, fea, inoperante, insegura y hostil, en degradación progresiva y con un futuro incierto, cuando no claramente inviable.

Amparados en el convencimiento que es en el silencio donde mejor se abonan  los males anacrónicos de nuestras instituciones y el abrevadero, además, que nutre las perversas inercias que han deformado en nuestro país el ejercicio de la política, queremos exponer de manera pública nuestras preocupaciones frente a la manera reductiva, simplista e irresponsable como la actual administración distrital ha encarado en Bogotá el desafío de la movilidad.

El asunto sustantivo, de lo cual nunca se habla y que parece pasar inadvertido para la actual administración, atañe para este caso en particular al Modelo de Crecimiento adoptado por la ciudad, amparado hace ya tiempo sobre la lógica de la densificación y el control a la expansión de la urbanización, modelo que si bien apropiado, no implica con exclusividad multiplicar la oferta inmobiliaria ya que ello demanda la existencia de más y mejores soportes ambientales y espacios públicos, tales como andenes, plazas, parques, alamedas, equipamientos y aunque parezca perogrullada, adicionales y más calificados corredores para la movilidad.

Movilidad que se ampare efectivamente en la prevalencia de lo colectivo sobre lo privado, no como simple retórica sino a través de hechos y evidencias que consoliden una alternativa verídica al transporte privado pero que también, reduzcan la dependencia que la ciudad tiene de su malla arterial, en aras de proveer una mayor continuidad y capilaridad a todos los niveles de sus estructuras de movilidad, a sabiendas que en Bogotá, como en toda ciudad del mundo conocido, hay que convivir con muchas modalidades viables de movilidad, entre ellas con el vehículo privado, cuya restricción progresiva será necesaria  una vez se cuente con una oferta pública digna, eficaz y suficiente.

La mencionada densificación de vastas zonas urbanas actualmente en marcha en Bogotá, resultado de radicales cambios en su norma urbanística, no solo induce una dinámica de concentración poblacional que claramente no se corresponde con la dotación de espacios públicos suficientes, sino que está produciendo y lo que es peor, va a incrementar -es responsable admitirlo-, enormes colapsos en los desplazamientos para la ciudadanía y un deterioro generalizado del valor del suelo y de la calidad de vida.

Con o sin conocimiento de tales coordenadas estructurales de movilidad, probabilidades ambas inexcusables, poco o nada parece sin embargo ocupar a la actual administración ante tales desafíos, presa como está del síndrome de amparar su éxito político en la incierta capacidad de inaugurar obras inconclusas, fragmentarias, chapuceras, cuando no, francamente innecesarias.

A las dudosas bondades del futuro Sistema Integrado de Transporte Público, el cual no hará sino reforzar la antológica incapacidad y mala fe de los transportadores privados -léase bien, de los privados– para operar la movilidad de la ciudad, se suma el creciente colapso y saturación del sistema Transmilenio como modelo vertebral de transporte público a corto y mediano plazo, cuyas proyectos de extensión, Calle 26 y Carrera 7ª, son decididamente lesivos en muchos sentidos para la ciudad.

Los mayores problemas del corredor de la Calle 26 además de su costo, del atraso de las obras o de los bochornosos actos de corrupción, resultan ser  la ausencia de diseños de calidad –ninguno derivado de concursos o convocatorias públicas, como es habitual en el país desde hace muchas décadas (dónde estaba la Sociedad Colombiana de Arquitectos?); el inicio de las obras sin contar con los estudios y diseños necesarios (dónde estaba el IDU?); la perversa contratación “llave en mano” (léase “haga lo que quiera, como lo quiera, pero barato y rápido”); el avasallamiento del patrimonio paisajístico (donde estaba el Jardín Botánico?); la pérdida de memoria e identidad de paisaje en uno de los escasos corredores dignos y emblemáticos de la ciudad y como si no fuera suficiente, elocuentes evidencias técnicas de su innecesaridad como corredor troncal de movilidad….

Si hay proyectos que en la historia reciente de muchas ciudades en Colombia realmente han impactado favorablemente vastos sectores urbanos con un sentido democratizador, han sido los Sistemas Integrados de transporte Masivo. Su éxito alude no sólo a su capacidad de movilizar enormes grupos de población de manera eficiente y digna a costos relativamente moderados de inversión, sino también a una operación masiva que promueve educación ciudadana pero sobre todo, la  regeneración de los espacios urbanos adyacentes, tales como andenes, plazas o parques, equipamientos asociados al sistema, cruces peatonales seguros, proyectos de arborización, mobiliario, actualización de redes, entre otros muchos beneficios asociados.

Para sorpresa de todos, más aun si cabe presumir que es la izquierda la tutora natural de lo público, tendremos los bogotanos que conformarnos con el engendro de una versión “light” de Transmilenio, ahora dispuesta apresuradamente en el más histórico y tradicional corredor de la ciudad, la carrera Séptima, sin diseños que respondan a una vía patrimonial y técnicamente muy delicada pero más aún, careciendo de las bondades urbanísticas y ambientales que han sido habituales en proyectos similares desplegados por todo el país en la última década.

Asuntos todos graves al extremo, si el problema de la movilidad en Bogotá no aludiera también a otros y variados asuntos que afectan significativamente a millones de personas cada día y sobre los cuales, tampoco la aludida administración de la ciudad parece siquiera percatarse.

Poco o nada se ha hecho, por ejemplo, sobre la chatarrización – léase robo descarado de los transportadores a la población- y la sobreoferta de buses; menos en relación a la proliferación y anarquía de motos  y taxis o frente a recientes y atrasadas modalidades de locomoción como los bicitaxis; tampoco en torno a la publicidad exterior sobre vehículos cuya condición es la movilidad lenta; nada, frente a la inaudita y creciente presencia de las llamadas zorras y de las mismas ventas de toda índole y tamaño  en espacios públicos -carriles vehiculares incluidos-, porque lo cierto es que ya plazas, andenes y parques están permanentemente tomados para el uso y beneficio de particulares.

No hay en esta supuesta metrópoli, para sumar ejemplos, quién calibre periódica y sistemáticamente la red de semaforización, tampoco entidad o persona que imponga las debidas sanciones a los conductores insolidarios o quien asista la caótica movilidad durante las horas nocturnas y menos aún, algo o alguien que imponga controles al tráfico para resguardar el derecho al silencio que nos asiste a todos los ciudadanos.

Vastos territorios urbanos librados a la indolencia de la Alcaldía la cual, cuando actúa, evidencia sistemáticamente dos improntas asociadas a su peculiar noción de proyecto público: pérdida de calidad estética y pésimo gusto generalizado, sumadas a obras civiles de pésima factura, con obsolescencia rápida, que nunca se empiezan, jamás se terminan, siempre se abandonan.

Además de corredores vehiculares plagados de huecos, obstáculos, con señalizaciones o pasos de cebras inexistentes o en ruinas, la movilidad de la ciudad involucra también andenes y ciclovías, soportes en buena hora reconquistados para los bogotanos pero hoy de nuevo invadidos por vehículos, publicidad, ventas, basura, pasacalles y todo tipo de adversidades físicas, los cuales coartan su uso y deterioran el paisaje de la Calle como bien público por excelencia.

Entre los precarios argumentos del derecho al trabajo y los sospechosos recelos en aplicar un debido y justo ejercicio de autoridad –lo cierto es que en la Bogotá de hoy cada quién hace lo que venga en gana-, lo que aflora son las evidentes veleidades populistas que en últimas apuntan a la privatización fragante y creciente de lo Público, sedimentando en la ciudadanía un malestar cotidiano, una sensación generalizada de naufragio social que requerirá de muchos años para tan solo recuperar el tiempo  y el espacio perdidos.

A pesar de que quieran siempre convencernos que los asuntos de movilidad transitan exclusivamente por la presencia de más y más vías vehiculares, entiéndase más y más contratación, una observación desprevenida nos evidencia entonces la necesidad de enfrentar múltiples frentes que aluden a aspectos de política, de planes y de proyectos, entrecruzados con acciones informativas, normativas y restrictivas que provean programas integrales derivados, no de simples ocurrencias, sino de una política estable y de largo aliento formulada a través de un verídico Plan de Movilidad para la ciudad.

Insistimos, ya para concluir, que resulta un siniestro contra sentido el que sea justamente un gobierno de izquierda, el encargado de expandir en nuestra ciudad el perverso mecanismo de contratación “llave en mano”, práctica neoliberal que elude los Concursos de Proponentes y por ende, la selección por calidad de las propuestas que afectan el espacio urbano, desterrando la participación ciudadana como principio rector que guía, democratiza y califica las intervenciones sobre lo público y la movilidad.

La ciudad no es una empresa ni un coto electoral que puede ser librado al clientelismo y la corrupción a través de la contratación: es ni más ni menos, el albergue de vida para las mayorías de la población en nuestro país.  El tamaño y naturaleza de sus desafíos demanda, de las mentes más lúcidas, las alternativas más poéticas, los despliegues técnicos más justos, las soluciones sociales más perdurables.

La construcción de la ciudad posible y deseada es un lento emprendimiento colectivo que convoca miradas a largo plazo, impensables de proveer por gerentes y politiqueros oportunistas. Reconocer en la ciudad nuestro bien cultural más preciado, demanda entre nosotros la lenta formación de una ciudadanía actuante y solidaria, singularmente proactiva y lo suficientemente crítica, entre otras, para dudar que el origen de nuestra crisis de movilidad sea derivada simplemente de algunas pocas o muchas, pero en todo caso, miopes y malogradas obras….

Sergio Trujillo Jaramillo

Ciudadano arquitecto

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¿Medellín o Disneylandia?

Octubre 11 – 2010

Arquitectura-antídoto, orgullosamente colombiana

Quienquiera que haya creado la campaña publicitaria según la cual en Medellín se controlan la pobreza y el narcotráfico a punta de arquitectura, va bien. La efectividad de la “recordación” está para competir con la ya olvidada campaña publicitaria según la cual Bogotá, «ahora sí» va a tener “el aeropuerto que nos merecemos”. La de Eldorado, creada para el consumo local; la de Medellín, creada para el consumo internacional; una para desprestigiar, la otra para lo contrario. Ambas exitosas, y las dos, en mi opinión, equivocadas.

El último incauto en caer seducido fue el arquitecto Enrique Browne: “La arquitectura urbana colombiana ha contribuido para que cese la violencia”, repite el jingle de Browne. Así se repita y repique mil veces que la arquitectura ha disminuido el narcotráfico y la violencia, éstos ni cesan ni disminuyen. Los arquitectos, sin embargo, siguen en lo suyo, especialmente ahora que la ciudad se llena de incautos e incautables, locales e internacionales, con motivo de la doble bienal, orgullosamente colombo-iberoamericana.
http://www.mincultura.gov.co/?idcategoria=40525

Las estrategias de comunicación suponen que una mentira, una mentirilla, o una picardía bien apuntalada se vuelven verdad para la opinión pública, siempre y cuando se transmita bien el mensaje. Para Eldorado, lo propio habían hecho el director de la Aerocivil, el gerente de Opaín, el ministro de Transporte y por último el expresidente Uribe, quienes durante año y medio tararearon en la prensa nacional el estribillo «el aeropuerto que nos merecemos», mediante el cual aseguraron el otrosí para demoler; documento que ya descansa, orgullosamente, en la galería de trofeos del contratista.

A cualquiera le gustaría, no sólo oír sino que fuera verdad, que en Medellín y en Colombia, la pobreza, la violencia y el narcotráfico se están acabando. A la publicidad, entre tanto, lo que le importa es que su mensaje se instale en el cerebro del target. Punto. Hay especialistas en esto de la desinformación que ganan fortunas. Para consumo interno y más próxima que el ya olvidado Eldorado, tuvimos hace poco la exitosa campaña del excandidato Santos, quien, entre otras, mediado por una buena estrategia de comunicación logró crear en la opinión pública la idea que Antanas Mockus es ateo; cosa que no es y cosa que nunca dijo que era, pero cosa que la opinión pública creyó, y con eso basta.
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El Espectador, en su editorial del 21 de abril de 2010, invita a la moderación:
“Medellín se enfrenta a retratos defectuosos de sus problemas y de las lógicas de su transformación. De una parte, hay quienes ofrecen de la ciudad la idea de que todo sigue igual o ha empeorado, que el control de la delincuencia es absoluto, que nada se mueve sin el consentimiento del patrón de algún grupo mafioso y que a la captura de uno de ellos seguirán las retaliaciones y la recomposición de la estructura delincuencial. En el otro extremo, hay quienes promueven una imagen un tanto maquillada de una ciudad cuyos problemas de seguridad son sólo parte del pasado o en la que los conflictos que están en la base de toda esta historia han sido superados. Una imagen pesimista a la que se le opone una mirada ingenua de una realidad compleja e incierta.
Estas dos maneras de ver la ciudad tienen auditorios interesados y heterogéneos, porque el comportamiento de la seguridad se convirtió en un indicador que puede mover la favorabilidad positiva o negativamente. Eso no está mal. Pero hay que ser conscientes de la polarización que puede producirse con respecto a un tema como este y de los efectos de dicha polarización en otros aspectos del desempeño de la ciudad. Frente a estas posiciones extremas, los matices son requeridos.”

Revisemos algunos e estos «extremos»; unos escritos por analistas de la política, la sociología y la economía, cuya visión de la ciudad oscila entre el negro y el gris; los otros escritos por analistas de la arquitectura que al parecer ven en rosado.

Christopher Hawthorne:
“Over the last two or three years, a steady buzz has been building in architecture and design circles about developments in this city of 3.5 million, which through much of the 1980s and 1990s was infamous for its sky-high murder rate and viciously competitive drug cartels, including a particularly violent one led by Pablo Escobar.
Architects and urban planners who traveled to Medellín seemed to return telling some version of the same enthusiastic story about the renaissance taking place in Colombia’s second-largest city, which has been driven in large part by investment in ambitious civic architecture.”
http://www.latimes.com/entertainment/news/la-ca-medellin-20100509-1,0,2143183.story

Iker Seisdedos:
“Es la historia de la transformación de una de las ciudades más peligrosas del mundo gracias, en gran parte, a la cultura. Y puede sonar a cuento no apto para cínicos, pero es que los vecinos de la Comuna 1 prefieren creer, como esos chavales que, bajo la atenta mirada policial, relatan la metamorfosis a cambio de unos pesos.
El Parque-Biblioteca España, de Mazzanti, fue inaugurado en 2007 y forma parte de una red de cinco centros diseminados por los barrios deprimidos de la ciudad (hay en proyecto la construcción de otros cinco). Además de ofrecer servicio de préstamo de libros o de acceso a Internet, actúan como punto de encuentro y espacio público de las comunidades a las que embellecen con sus formas vanguardistas, ideadas en estudios de arquitectos de prestigio e inspiradas en la idea de que la estética puede ser motor de cambio social. Pero conviene no engañarse, aconseja el alcalde Salazar. «La violencia organizada no se combate con hip-hop».
http://www.elpais.com/articulo/cultura/Instrumentos/fusiles/elpepicul/

20100705elpepicul_2/Tes

Miquel Adriá:
“Medellín se ha transformado. Cuatro años de gobierno municipal enfocado hacia el urbanismo social convirtieron un territorio de sicarios y sede del famoso cartel de la droga en una ciudad ejemplar. Cuatro años bastaron para hacer realidad un cambio radical que transformó una conurbación de guetos en una ciudad de todos, sacando a la calle a una sociedad que ha vivido oculta en sus casas durante años a causa del miedo.
Se trata de espacios públicos y abiertos, con plaza para eventos como clases de baile y conciertos, salones para la comunidad y bibliotecas rebosantes de niños, donde pocos años atrás las tropas de Pablo Escobar pagaban a cualquier adolescente un millón de pesos colombianos (unos cuarenta euros) por cada policía muerto.
http://www.elpais.com/articulo/arte/sicarios/orquideas/elpepuculbab/

20080621elpbabart_8/Tes

Vivian Acuña:
“El conjunto de parques y edificios públicos construidos por Felipe Uribe sorprende. Sus propuestas formales y urbanas transformaron la violenta ciudad de Medellín al promover la inclusión social y generar lugares disfrutables. Renuevan los usos y estimulan la sensibilidad del usuario con efectos arquitectónicos: el tratamiento de la luz, las proporciones, los cambios de escala sorpresivos, y un despliegue de colores y texturas que son, en conjunto, el resultado de elaborar una diversidad de referencias culturales.
Más aún, en los Parques de los Deseos (2003) y Pies descalzos (1999), Uribe propone un diseño sin rejas que disipó la violencia urbana al incluir abiertamente las actividades educativas y recreativas sin discriminación social. Ubicado al norte de Medellín, los Deseos integra una zona de parques aledaña al Planetario con el Jardín Botánico y la estación de metro de la Universidad de Antioquia, culturalmente afines.”
http://edant.clarin.com/suplementos/arquitectura/2008/01/29/a-01595623.htm

Randall Zúñiga:
“Queda archivada la descomunal violencia. La Biblioteca Parque España es un eslabón más en la restauración urbana y social de una ciudad devastada por el narcotráfico. El premio a Mejor Obra durante la VI Bienal Iberoamericana de Arquitectura y Urbanismo lo confirma.
La ciudad de Medellín, al extremo norte de la cordillera de los Andes, representa un quebradísimo terreno en el que se producían, en el 2002, un promedio de 500 asesinatos al año derivados del narcotráfico. La situación sumió a una población de cerca de 400.000 personas en una dictadura de miedo, de la que ha sobrevivido una dictadura de pobreza.”
http://www.revistasucasa.com/contenido/articles/201/1/La-Biblioteca-de-Medellin/Paacuteginas1.html

Esther Rebollo:
“Escenario en décadas pasadas de las más violentas guerras entre bandas de narcotraficantes, paramilitares, guerrilleros y sicarios, y cuna del siniestro Pablo Escobar y del cártel de la droga más temido de América, la ciudad colombiana de Medellín es hoy un ejemplo de modernidad y desarrollo económico gracias a un modelo centrado en la educación, el civismo y la convivencia.
Con 3,5 millones de habitantes en su área metropolitana, ubicada en el bello y cálido Valle de Aburrá, entre las cordilleras que se bifurcan de los Andes antes de precipitarse sobre el Caribe, Medellín ha sido objeto de una transformación que le ha convertido en destino turístico y sede de importantes eventos internacionales.
Sus vanguardistas edificaciones y su innovador sistema de transporte están dirigidos exclusivamente al ciudadano. Sirven para embellecer la ciudad, pero su cometido principal es crear espacios públicos para hacer más fácil y segura la vida de los «paisas», como se denomina a los habitantes de Medellín.
No se concibe una visita a esta ciudad sin viajar en su sofisticado, rápido e impecable Metro Cable, un teleférico que sortea empinadas colinas y lleva a los barrios donde hace pocos años nadie pisaba por temor a la violencia desgarrada.
…Y todo esto ocurre en Medellín, la ciudad más violenta de Sudamérica en los años ochenta y noventa del siglo pasado.”
http://lopaisa.com/index2.php?option=com_content&do_pdf=1&id=599

Juanita León:
“El primer sitio que visitamos en la Comuna es el nuevo Centro Integrado de Intervención Social. Fue creado por el Presidente Santos el 14 de agosto, como la nueva estrategia para afrontar la violencia en la Comuna 13. La decisión se tomó en un Consejo de Seguridad después de que entre julio y agosto se recrudeció la violencia en esta comuna donde Medicina Legal dice que ocurrieron 139 homicidios en el primer semestre. Tiene una tasa de 108 asesinatos por cada 100 mil asesinatos, tres veces más alta que el promedio nacional, cinco veces más alta que la de Bogotá y parecida a la de Bagdad.
El gerente del Centro Alberto González me explica que la idea del centro es coordinar el trabajo de la Policía, el CTI, la Fiscalía, el DAS, el ICBF, el Sena y la Secretaría de Gobierno de la Alcaldía de Medellín. La esperanza que tienen es que si hacen una intervención integral, que combine lo policivo con asistencia social, lograrán no solo contener la violencia sino atacar sus raíces. No es una tarea fácil y González es un optimista moderado.
Cuando le pregunto cuál es la causa estructural de tanta violencia, se queda callado mirando una pelea de perros que se disputan a mordiscos el privilegio de montar una perra en celo. Vuelvo y le formulo la pregunta porque pienso que no la oyó la primera vez. Pero me dice que es que esa pelea de los perros le recuerda lo que sucede en esa Comuna 13. ”
http://www.lasillavacia.com/historia/18112

Cristina Vélez Vieira:
“En la última década Medellín había logrado pasar de ser una de las ciudades con los índices de criminalidad más altos de Latino América a estar dentro de la media. De 174 homicidios por 100 mil habitantes, llegó a 26 en el 2007, pero hoy otra vez esta tasa está cercana a los 70 asesinatos por 100 mil habitantes. Y el legado que le ha dado tanta popularidad al hoy candidato Presidencial Sergio Fajardo, ha dejado de ser un logro para mostrar.
Pero no es tan claro que estas medidas logren atacar el problema de fondo: el microtráfico de droga. En un barrio de las comunas, un joven expendedor de droga, según una fuente de la zona, se puede ganar 600 mil pesos diarios. Lo que significan casi doce millones de pesos al mes, un incentivo frente al cual la Alcaldía, con subsidios y capacitaciones, no tiene como combatir.”
http://www.lasillavacia.com/historia/5827

Jorge Gómez Gallego:
“Autoridades municipales y nacionales, parecen no encontrar una explicación que satisfaga a la opinión pública para explicar el fenómeno del incremento inusitado de la violencia en la ciudad de Medellín. El gobierno nacional, leyendo su guión reeleccionista y defendiendo su “seguridad democrática”, unas veces sindica al narcotráfico, otras a la inoperancia de las autoridades judiciales, y hasta insinúa que el asunto es responsabilidad de las autoridades locales. El Alcalde por su parte, en desarrollo del libreto de la campaña presidencial de su “independiente” antecesor, le devuelve el balón al gobierno nacional, y le increpa la falta de policías o de inteligencia.
Por eso cuando los gobernantes locales y nacionales, se empeñan en inventar justificaciones para quedar bien con la galería en asunto tan sensible, les quiero recordar hoy la popular frase que acuñó James Carville, estratega de la campaña electoral de Bill Clinton en 1992, con la que explicaba la derrota que su jefe le propinó a George Bush padre, en su aspiración reeleccionista, a pesar de la popularidad resultante de sus triunfos en la política exterior, pero en medio de un creciente desempleo: “Es la economía, estúpido”.
http://www.moir.org.co/Por-que-crece-la-violencia-en.html#

Alejandro Gaviria:
“A finales del año anterior, en medio del optimismo navideño, el general Naranjo pronosticó una caída de 300 homicidios en 2009 con respecto a 2008. Entusiasmado, señaló entonces que la tasa anual sería la más baja de los últimos 23 años. Llama la atención, por una parte, la discrepancia entre los registros de la Policía y los de Medicina Legal.
Las autoridades conocen bien las causas del problema: el crecimiento del crimen organizado, el reciclaje de las bandas de narcotraficantes, los coletazos de la desmovilización de los paramilitares, etc. Pero no parecen preparadas para enfrentarlo. Las propuestas recientes revelan una mezcla de desespero e impotencia. Primero fueron los estudiantes y los taxistas los llamados a resolver el problema. Después fueron los obispos los reclutados para facilitar una negociación azarosa con las bandas emergentes. A finales de la semana el Gobierno aclaró que los obispos sólo estaban autorizados para hacer labores pastorales. Ya los veremos, entonces, tratando de convencer a los criminales de las bondades del amor al prójimo.”
http://www.elespectador.com/columna187531-violencia-disparada

Juan Diego Restrepo:
“Tantas veces las autoridades municipales se negaron a aceptar que el proceso de reinserción de los bloques Cacique Nutibara y Héroes de Granada de las Autodefensas Unidas de Colombia (AUC) había sido un fracaso que crearon un ambiente de falso optimismo que llevó al entonces alcalde de Medellín y ex candidato presidencial Sergio Fajardo Valderrama a concebir y difundir la famosa frase “pasamos del miedo a la esperanza.
Esa afirmación es hoy una ilusión y las laderas de Medellín arden que da miedo. No sólo en la comuna 13, como lo han mostrado de manera reiterada los medios de información locales, regionales y nacionales. Son varias las comunas donde las libertades individuales y colectivas están limitadas por el accionar de las bandas armadas ilegales y la incapacidad del Estado para contrarrestarlas.”
http://semana.pandac.com/noticias-opinion/reinsercion-urbana-auc-fracaso-medellin/143777.aspx
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Concluye la invitación a la moderación del editorial de El Espectador del 21 de abril:
“Es preciso reconocer que sus resultados [del Estado] no constituyen “el golpe definitivo” a la delincuencia y a los nichos de economía ilegal. Y es preciso, igualmente, aceptar que la posibilidad de que actuaciones genuinas por parte de los niveles local y nacional del Gobierno, combinadas con acciones permanentes de la ciudadanía reclamando su derecho a vivir en paz, constituyen un activo que se ha consolidado en la ciudad. Mal haríamos en arriesgar tan valioso activo con el rumor o el juicio pesimista de las circunstancias.”

No dudo que las políticas sociales de la ciudad han hecho un buen uso de la arquitectura como medio para mejorar la cotidianidad de sectores violentos, y que en el proceso han construido importantes y valiosos edificios y espacios urbanos que tienen cualidades de sobra para hablar de ellos como arquitectura. Presentar el resultado de tales esfuerzos como si estuviéramos en Disneylandia, y atribuirle a los arquitectos el papel de pacificadores y redentores sociales, no le hace bien a nadie. De modo que ante una rimbombancia político-publicitaria de tono cuasi teológico como la que pintan las exageraciones de los arquitectos, va una mera réplica lógica:

Si la arquitectura de edificios como la biblioteca España y el colegio Santo Domingo en Medellín resuelve problemas de violencia y narcotráfico, por ejemplo, como los de la comuna 13, también debería cargar con la culpa de hechos, por ejemplo, como la balacera del 11 de agosto en la comuna 13. Demasiada carga para unos arquitectos a quienes sólo debería corresponder proyectar y construir buenos y ojalá magníficos edificios; esperando que se hable de ellos y se valoren como arquitectura, sin aceptar que se diluyan en medio de las políticas –más o menos exitosas– de sus clientes.

Juan Luis Rodríguez

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