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ATACA BACATA

 

 

Los palíndromos, esas frases mágicas que se leen igual al derecho y al revés, como ATACA BACATA, tienen la cualidad de duplicar su significado. En este caso Bacatá ataca en dos sentidos. Ataca la ciudad y la ciudadanía, ataca los residentes y los transeúntes, ataca los propietarios y los vecinos. La reconquista española se inició con bancos, y ahora sigue con rascacielos. Hay que reconocer que el tamaño de los espejitos ha aumentado.

 

Adoramos los ídolos arquitectónicos que nos llegan de fuera, por ser “los más”: Los más altos, los más raros, o los más cualquier cosa. Nos imaginamos una Bogotá Dubaitizada, o al menos Panamatizada. No voy a analizar la estética del BD BACATA por considerarla una valoración subjetiva y personal. Voy a referirme solamente a los aspectos urbanísticos, arquitectónicos y normativos.

 

El impacto urbano de un edificio de semejante magnitud es enorme. Si además lo ubicamos sobre una avenida diecinueve al borde del colapso, y dos vías angostas, carrera quinta y calle veinte, incapaces de evacuar el tráfico generado por él, la situación se vuelve crítica. Y si finalmente constatamos que el proyecto no cedió un metro cuadrado para espacio público ó ampliación de vías o andenes, podemos asegurar que la movilidad del sector llegará a la inmovilidad.

 

Arquitectónicamente el proyecto se destaca  por su mezquindad en los espacios, hasta el punto de hacerlos inoperantes. Un hall de ascensores de un metro con cincuenta de profundidad, una entrada y salida de los estacionamientos de seis metros de ancho,  un área de descargue en el sótano donde no caben los camiones, son algunos ejemplos del desprecio por los usuarios.

 

Un análisis cuidadoso de las normas y el proyecto aprobado, muestra seis razones por las cuales no se ha debido expedir la licencia de construcción: No se hizo el plan parcial obligatorio; No se cumplió con los aislamientos exigidos, la altura, y el índice deconstrucción resultantes de las normas sobre aislamientos; Se presentan inconsistencias en la licencia y los planos aprobados; y no se cobró la plusvalía correspondiente a la mayor edificabilidad. Además no se radicó oportunamente el Estudio de Tránsito exigido.

 

En el caso del BD Bacatá no se puede decir que la pregunta del millón es: Como fue posible que la Curaduría Urbana aprobara un proyecto que no cumple con las normas vigentes? Se trata más exactamente de la pregunta de los millones. Muchos millones. Se habla de una inversión de ciento veinte millones de dólares, que incluye un pago en pesos colombianos de $ 251`121.031 a la Curaduría Urbana  por concepto de derechos  y $2.445`465.000 por concepto de Impuesto de Delineación. No incluye por supuesto el impuesto de plusvalía que no se pagó.

 

Imponer caprichosamente un edificio que atenta contra la movilidad sin ofrecer un espacio público adecuado, y reducir a dimensiones inaceptables unos espacios arquitectónicos inoperantes, es una falta a la ética. Pero si además incumple las normas vigentes, se cruza la frágil frontera entre la ética y el delito. Falta definir si el delincuente es el que peca por la paga, el que paga por pecar, o ambos. Difícil saberlo en un país donde una sola persona puede cometer cohecho.

 

Nuestra reacción más frecuente ante un atentado contra nuestra ciudad, es preguntarnos: Por qué nadie hace nada? Para tranquilidad de esa inmensa mayoría de protestantes pasivos, les cuento que en este caso si hay un “nadie” haciendo “nada”. Mejor dicho, haciendo mucho. Ese “nadie” va a instaurar una acción popular solicitando la revocatoria de la licencia, por los motivos ya expuestos.

 

 

WILLY DREWS

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Publicidad y Realidad

En alguna oportunidad reservamos, basado en imágenes de internet, habitaciones en un hotel del los Estados Unidos. El edificio, según la imagen, estaba frente al mar, con maravillosas vistas y acceso inmediato a la playa.

Al llegar, nuestra sorpresa fue enorme al darnos cuenta que no estaba localizado frente al mar sino a tres cuadras de distancia; tampoco tenía vista al mar sino a los edificios del lado opuesto de la calle; mucho menos tenía acceso directo a la playa. En los folletos que se ofrecían el vestíbulo, aparecía la misma imagen del internet.

Al reclamar, nos dieron la razón y admitieron que había algún tipo de “error” en la publicidad. Como resultado, nos devolvieron el dinero y nos consiguieron tarifas especiales en un hotel frente a la playa. Estuvimos tentados a entablar una demanda, pero no quisimos perder los pocos días de vacaciones en esta gestión. Posteriormente nos informaron que hacerlo es más sencillo de lo que uno piensa.

¿Se trataba de fraude? ¿Publicidad engañosa, tal vez? ¿Estafa? ¿Trampa o mentiras?  No lo sé con precisión, pero algo de todo esto había.

Recientemente se ha inaugurado con gran despliegue la torre Trump que se construyó en Panamá, enorme edificio que con un aire parecido al Burj Al Arab de Dubai, y que en la publicidad para ventas siempre se ha mostrado en imágenes como las que se adjuntan: playa, palmeras, yates, extraordinarias vistas y aislamientos generosos. Las imágenes lo muestran como una torre que se yergue solitaria en medio de jardines.

Dos fotografías que muestran el contraste entre lo ofrecido y la realidad

La realidad dista mucho de lo que se ofrece: no hay playa ni palmeras, se está frente a una bahía muerta y olorosa. En las tardes de sol la zona hiede a raíz de las descargas sanitarias de cantidades de construcciones de la ciudad. Dicen que la bahía será saneada, pero es cuestión de varios años. No hay los tales jardines, y los aislamientos son absolutamente risibles. A lado y lado se elevan torres de casi la misma altura con separaciones de pocos metros, y los apartamentos con vista son proporcionalmente pocos.

Otras dos imágenes que muestran el mismo contraste


 El ingreso a la Torre Trump se hace por una sola vía, de carácter local, que sirve a otras torres de enorme tamaño (50, 60 o más pisos). El tráfico es ya inmanejable en horas pico, y ahora será un infarto total. La infraestructura vial y de servicios está rebasada. Cabe mencionar que las otras torres no están completamente habitadas. El curioso fenómeno de ventas totales pero ocupación baja, algo común en la ciudad, ha evitado la catástrofe urbana que se presentaría de estar ocupadas todas las unidades.

Como ilustración se anexa fotografía del día de la inauguración, cuando las lluvias inundaron las calles y aislaron a los asistentes durante varias horas, con Presidente de la República y Sr. Trump abordo. Las alcantarillas fueron incapaces de absorber las lluvias, y al no haber vías alternas el caos fue total. Dicen que las alcantarillas se ampliarán, pero también será cuestión de años.

acceso a la Torre Trump el día de su inauguración.

¿Se trata de fraude? ¿Publicidad engañosa, tal vez? ¿Estafa? ¿Trampa o mentiras?  No lo sé con precisión, pero algo de todo esto puede presentarse. Ignoro que sentirá quien compró a distancia y viaja a conocer lo que le vendieron. Es que parece que todo vale en la publicidad, y a muchos de los compradores no parece interesarles lo que compran; simplemente compran.

Todo lo anterior, tan solo para recordar que en Bogotá se desea construir una enorme torre en el centro de la ciudad. Le hacen publicidad como si fuera un logro o algo benéfico para el sector. No se requieren demasiados estudios para saber lo que sucederá. Los únicos beneficiados serán los promotores y algunos de los primeros inversionistas, pero nada se aportará a la calidad de vida de la ciudad. Por el contrario, los problemas que se ocasionarán serán mayúsculos.

 

La torre que pretenden levantar en Bogotá


Es que no basta el hecho de que sea un buen negocio para algunos; es necesario que la zona se beneficie con la presencia de una intervención de tan alto impacto. Creo que muchos estamos a la espera de que nos informen acerca de cuáles son los beneficios que se aportarán con esta desproporcionada construcción.

 

Ojalá después no se descubra que hubo algo indebido en el proceso: algo como fraude, publicidad engañosa, mentiras o tal vez trampas.  No lo sé con precisión y ojalá no sea el caso, pero algo de todo esto puede presentarse y debemos estar alertas.

 

Carlos Morales Hendry

Arquitecto.

La última imagen ilustra porqué a este edificio lo están denominando “La Vagina de Trump”.


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Hace rato que no reto

 

 

“…y hay días en que somos tan lúgubres, tan lúgubres

como en las noches lúgubres el llanto del pinar.

El alma gime entonces bajo el dolor del mundo,

y acaso ni Dios mismo nos pueda consolar.

Mas hay también ¡Oh tierra! Un día…un día…un día…”

Porfirio Barba Jacob

 

…en que amanecemos tan desafiantes, tan desafiantes, que quisiéramos desvestirnos en una cabina telefónica y salir con una capa y una letra en el pecho a desafiar malhechores; o si las fuerzas no nos alcanzan para ser Superhéroes, embestir molinos con un caballo flaco y un escudero gordo; pero si tampoco llegamos a caballeros andantes, al menos retar a todos los que conocen ó deberían conocer el proyecto aprobado por la curaduría 4 para el rascacielos BD Bacatá en Bogotá.

 

Comienzo con el Sr. Comprador de uno de los 396 apartamentos, y lo reto a que me diga si examinó detenidamente el proyecto antes de pagar entre $ 5.404.500 y $ 7.845.063 por metro cuadrado, y comparó precios con lo ofrecido en los sitios más caros de Bogotá, por ejemplo el barrio La Cabrera (estrato 6), donde según la revista Propiedades y Remodelación Nª 19 de junio de 2011, aparece el “Precio del metro cuadrado en Bogotá.” entre $ 5.500.000 y $ 6.800.000, con “acabados lujosos como pisos en mármol o similar, enchapes y grifería de lujo, fachada de estrato alto y cocina tipo europeo”.

 

Sospecho que no lo hizo puesto que compró, y paso entonces a explicarle como es el acceso, según aparece en el plano aprobado A.01.01. Se llega a un vestíbulo en el primer piso y de allí se pasa al hall de ascensores que mide (léalo bien), un metro con cincuenta de ancho!  O en otras palabras, aproximadamente el equivalente a dos hojas del periódico El Tiempo extendidas en el piso! Cuando llega el ascensor, usted tiene que recostarse contra la pared del fondo para que quienes llegan puedan salir!. Como contra la pared solo caben 17 personas y en el edificio habitan aproximadamente mil, los demás que aspiren a subir en ese momento tendrán que hacer cola en el vestíbulo, o pedir un turno, o solicitar cita telefónica con anterioridad. Este mini espacio se repite en todos los pisos.

 

Yo sé que si lo reto a que se imagine que pasa si en ese momento llega un trasteo, me va a contestar que no hay problema pues el trasteo entra por el sótano: veamos que pasa entonces con el camión del trasteo. Cuando va llegando, se encuentra una cola de varias cuadras de algunos de los 737 vehículos que tratan de entrar por una puerta (entrada y salida) que mide seis metros!, (plano  A.0101) espacio que ni siquiera alcanza para un vehículo entrando, otro saliendo, cabina de control, máquina expendedora de tiquetes, separador, andén de protección, vigilante y perro. Para que se haga una idea de la situación, lo reto a que se imagine la entrada vehicular a cualquier centro comercial, (Centro Andino, por ejemplo) un sábado en la tarde; elimínele dos de las tres entradas y una de las dos salidas, y agréguele a la actividad comercial 396 apartamentos, 138 oficinas, y un hotel de 542 habitaciones. Espero le haya quedado claro.

 

Asumamos en vía de discusión, que el camión del trasteo lleva un santo al volante, quien después de esperar las  horas que sea necesario logra acercarse a la puerta y trata de llegar al segundo sótano donde hay 4 puestos de descargue con una altura de dos metros con cincuenta (planos A.1.-2  y A.02.05). No lo logra. No cabe el camión. Entonces usted decide hacer el trasteo en su automóvil y al llegar al estacionamiento asignado (con servidumbre) no puede pasar pues su compañero de desgracia (mejor dicho, de servidumbre) se fue de vacaciones y no dejó las llaves. De todas maneras no habría podido sacar el trasteo pues escasamente puede abrir parcialmente las puertas de un lado, en un puesto de dos metros con veinte de ancho, pegado  contra una cortina de concreto (planos  A.1.-2 a A.1.-6, ejes C a R, 11 a 13). La solución, Sr. Comprador, es que venda el carro, el sofá, el piano y la cama doble, y haga el trasteo en taxi y arrastrando dos maletas y una camándula. La camándula es para que pida que no haya un temblor ó un incendio, pues evacuar mil personas asustadas de un edificio de 55 pisos por dos escaleras, no es tarea fácil.

 

El siguiente turno es para el Sr. Comprador de una  oficina, y el reto es que me confiese si estaba enterado de los precios del mercado. El precio del metro cuadrado de oficinas en el BD Bacatá en este momento, varía entre  $ 4.150.913 y $ 5.308.000 dependiendo del piso (dato de la oficina de ventas 30 6 2011). En la página 66 de la revista Propiedades y Remodelación ya citada, aparece el “Precio del metro cuadrado en oficinas de Bogotá.” Para las mejores oficinas (tipo AAA) en la zona más cercana al centro, el Centro Internacional, con mejor ubicación, menos problemas de movilidad y mayor demanda,  se estima un valor por metro cuadrado entre $3.900.000 y $4.100.000.

BD Bacatà

Torre Caja Madrid

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Si usted la compró para su uso personal  no se preocupe, resígnese;

Si la compró para alquilar o revender, preocúpese;

Si la compró para estar en uno de los edificios más altos del mundo, desilusiónese: en la página Emporis, hay doscientos de más de 239 metros;

Si la compró por la originalidad del edificio, no se emocione tanto; consulte como referencia el proyecto de Norman Foster, Torre Caja Madrid.

 

El Sr. Comprador de un FiDi  del Hotel sabe que “Los FiDis no son una inversión financiera: no garantizan una rentabilidad ni su redención en un plazo determinado”, pues así  lo aclara la propaganda. Yo le tengo un reto: Que confiese si antes de comprar, se enteró de cuales son las principales características del Hotel. Si no fue así yo lo entero. El hotel ofrece 542 habitaciones (según la primera propaganda) o 364 (según la última), repartidas en 57 pisos. En siete de ellos (43 a 49) hay siete habitaciones por piso; en cuatro (53 a 56) hay tres suites por piso, y en los últimos cinco, solo un apartamento por piso!. Esto hace costosa e ineficiente su operación. Sin embargo los promotores calculan las utilidades con base en una tarifa de $ 270.000 para el primer año. Reto a un operador hotelero a que me diga si cree que podría ser competitivo con este hotel, esa localización y esa tarifa, teniendo en cuenta que el Hotel Ibis, por ejemplo, nuevo, eficiente y ubicado en un mejor sitio, tiene en este momento una tarifa de aproximadamente $ 112.000.

 

Y como si esto no fuera suficiente

El Hotel Tequendama queda en frente.

Y si este argumento no lo conmueve,

Compare el Centro Internacional con la calle 19.

 

Finalmente decidí hacerme un auto-reto: Tratar de recordar si en mis 52 años como profesional y profesor había conocido un proyecto con un mayor desprecio por lo funcional, un menor sentido de las proporciones, y un comprador, que no está en capacidad de entender planos, más confiado. Mi respuesta fue no. Ante esta auto-derrota solo me queda retar a cualquier profesor de cualquier semestre de taller de diseño, de cualquier Facultad de Arquitectura, a que califique este proyecto.

 

Amamos los ritos. Nuestro complejo tercermundista nos lleva inevitablemente al rito de adorar, de rodillas y en silencio, los ídolos arquitectónicos que nos llegan de fuera, por ser “los más”: Los más grandes, los más raros, los más  feos, o los más malos; o simplemente por ser una muestra apabullante de invasión extranjera. (Se dice invasión ó inversión?). Y después del rito de adorar, compramos.

 

Hace rato que no reto, pero hoy he roto un rito.

 

 

Willy Drews

 

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La Arquitectura y su reivindicación simbólica

Tomado de Arqhys

La definición de estas áreas emblemáticas se apoyará en la pugna por la supremacía de una ciudad sobre las otras; la arquitectura como representación juega un papel primordial. La arquitectura representativa que sea capaz de atraer inversiones debe ofrecer confianza y una imagen de ciudad pujante. Se forman zoológicos de íconos arquitectónicos de probada fuerza mediática que servirán de imagen publica para la ciudad, ayudando a su posicionamiento en las redes de ciudades de servicios y turismo. La elección del arquitecto de estos nuevos emblemas es significativa. Desde el momento en que se decide la construcción de un nuevo edificio, complejo o modificación de la ciudad, cada paso se convierte en un espectáculo que empieza por la decisión del lugar hasta la elección de los posibles arquitectos y el desarrollo del proyecto. El futuro edificio es real tanto en la virtualidad de los medios de comunicación especializados como en los de comunicación de masas. Se consume la arquitectura antes que exista el edificio matérico. En el universo cambiante de las tendencias estéticas, los ciclos de vigencia se acortan con la misma rapidez que se eleva el umbral de la novedad. La arquitectura finge producir el mundo que la consume.

El acortamiento de los períodos de vigencia de una determinada estética esta invariablemente supeditado a su ingreso en el complejo sistema de la novedad, de la noticia de la ultima hora; nada que no sea extraño como novedad será reseñado por los grandes medios de comunicación. Se trata de un doble juego extremadamente peligroso; aquello aparentemente hace que una arquitectura y una ciudad existan su difusión y su reconocimiento es lo que también puede hacer que sucumba o desaparezca como un fuego de artificio. La búsqueda del ícono o emblema no es un hecho exclusivo de la iniciativa privada. Los museos son el caso más emblemático del cambio de política respecto a la ciudad. Un equipamiento urbano ya no se piensa para ser usado por la ciudad, sino como un elemento diferencial en las tablas de la calificación empresarial urbana y en el potencial turístico de la ciudad. Para la existencia de un museo, sea publico o privado, se necesita la fuerza mediática que los convierta en focos de peregrinación. Poco importa qué se expondrá y cómo, pues el envoltorio vacío parece suficiente en la lógica de usar y tirar. Para que la cultura sea rentable como un parque temático debe atraer a las masas por su grandilocuencia, como si se tratara de las catedrales del nuevo milenio.

Las ciudades-museos que hacen su aparición en la escena urbana como verdaderas fortalezas, el Getty Museum en los Ángeles de Richard Meier, o la ciudad de las artes y las ciencias en Valencia de Santiago Calatrava, son otro elemento segregado y potencializador de la especulación urbana en su entorno inmediato. En los últimos años se han propagado los grandes edificios emblemáticos, construidos por arquitectos de prestigio, que no limitan su actuación a una ciudad o un país, sino que proyectan para todo el mundo, con la única singularidad del propio bagaje de imágenes acuñadas por el arquitecto y, por tanto, reconocibles. A diferencia de los centros de ocio y consumo, donde la imagen esta más estereotipada y tipificada y la firma es importante como marca de empresa y no como obra de arquitecto con prestigio ‘crítico’, pues se siguen pautas del manual, que dependen mas de la eficacia del marketing y de la capacidad de sorprender y entretener dentro de códigos reconocidos de estrategias ya probadas, más que de construir una verdadera propuesta arquitectónica. Los emblemas urbanos necesitan del nombre de un arquitecto reconocido mediáticamente, pues se constituyen en noticias culturales por medio de su nombre, otorgando otro tipo de impacto social a la noticia y avalando la operación. Por ello, parte de la efectividad de la inversión y de la convalidación del proyecto reside en la elección del arquitecto. La elección de un arquitecto de reconocido prestigio (y extranjero) aumenta la atracción de los media por el nuevo proyecto, edificio o inversión.

La transformación de las empresas con la intromisión masiva de los medios de comunicación de masas ha producido el advenimiento de la ciudad de consumo, de la ciudad electrónica y telemática, etc., y con ello se cumple, definitivamente, la desaparición de sus funciones tradicionales. Por ello, la ciudad pasa a ser emblema, pero no de si misma o del poder político y publico, sino de las empresas que la moldean; desde la silueta de la ciudad hasta el cambio de normativas de usos y superficies según conveniencia del inversor y promotor privado. La primacía de lo privado sobre lo público tergiversa y pervierte las relaciones sociales del uso del espacio urbano. La arquitectura propuesta como emblema se convierte en un icono y, por tanto, en objeto; se banaliza también como complejidad, también desaparece la arquitectura y, de más de está decirlo, puede desaparecer también el arquitecto. La incapacidad de relacionarse con el lugar y de enraizar con lógicas de entretejido urbano convierte a estos centros en una sumatoria de objetos que, independientemente de su posible calidad arquitectónica aislada, generan un área urbana de fácil degradación, al imposibilitar su apropiación cotidiana y doméstica. Sin esta apropiación no hay ciudad, sino pura estenografía vacua.

Luisa García
República Dominicana

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Menos Bicentenario y más Independencia, bis

Mayo 26 – 2011

Respuesta a Hugo Modragón

Bien Hugo, me alegra que podamos empezar algo que pueda llegar a llamarse un debate. Estaba esperando que apareciera en El Espectador este artículo escrito por mí. http://www.elespectador.com/impreso/bogota/articulo-272752-menos-bicentenario-y-mas-independencia. Sabía que vendría acompañado de una respuesta del contratista, y necesitaba ver si había algo nuevo que me obligara a cambiar de opinión o a tener que rectificar algo. Todo sigue igual. Dice Confase que «sí hay diseños», que los hay «desde julio de 2010», y que «respetan» la propuesta de Salmoma. Diseños claro que hay; el problema es lo que proponen. También es un problema, porque es falso, que estos diseños tengan algo que ver con el planteamiento de Salmona. Además, está el hecho de no tener licencia.

Respondo a algunos de sus reclamos acerca de lo que hago y dejo de hacer en mi “sugerente, pertinente y descuidado” texto, Arquitectura arrogante, en defensa del Parque de la Independencia. Comencemos por aclarar que me opongo al proyecto de Giancarlo Mazzanti para el Parque del Bicentenario porque considero que maltrata el Parque de la Independencia. Defiendo un espacio patrimonial de Bogotá, y para ello hablo negativamente de un proyecto de arquitectura. Las cuestiones legales, políticas y económicas son accesorias. Si estuviera aprobado o fuera diseñado por cualquier otra persona, me opondría igual.

Ante la eventual falta de claridad de mi parte en la formulación del problema, copio lo que escribí en el artículo: “El proyecto para el Parque del Bicentenario restituirá la continuidad que se perdió, hacia 1950, con el tajo que generó la apertura de la avenida 26. El nuevo parque debía cubrir el túnel, pero el proyecto vigente ocupa más del doble de superficie y deforesta una parte del actual Parque de la Independencia”. A lo cual hay que añadir: apropiándose del Quiosco de la Luz.

En lugar de sugerir una una conspiración, planteo un debate de carácter arquitectónico. Lamentablemente, el aspecto arquitectónico se entremezcla con la denuncia de una operación que ha sido manejada de manera oscura. La denuncia fue motivada por la lectura de un informe de la Silla Vacía en el que Pablo Medina le preguntó al arquitecto del parque por el proyecto en cuestión, y éste se negó a dar información, alegando un acuerdo de confidencialidad con el IDU. Consulté con un abogado y, en efecto, en un proyecto público, no puede haber un acuerdo de tal tipo. Me apoyo, además, en el resultado de una reunión formal entre los vecinos del parque y Planeación Distrital, en la cual quedó claro que en Planeación recibieron el proyecto, le hicieron los comentarios del caso, lo devolvieron, y no volvieron a saber del mismo. Esto significaría que el proyecto no tiene licencia. De tenerla, sin embargo, la prueba le corresponde al contratista. Hay que ser poco perspicaz para no entender que el IDU, el IDPC, el contratista y el arquitecto, han actuado con dilaciones frente a la comunidad, presumo que para conseguir entretanto el aval que su proyecto necesita.

Pasemos a lo importante. Me pide argumentos. Tengo un único argumento al que trato de darle vueltas como una mosca. Se resume en que la arquitectura del nuevo parque es equivocada para el lugar en el que está. Lo demás son arandelas.

Me gustaría que usted, y quienes le encuentran virtudes al proyecto propuesto para el Parque del Bicentenario, las expongan con claridad. Por mi parte, algunos de los adjetivos que he utilizado contra el proyecto son: invasivo, desmedido, arrogante e irrespetuoso. Con variaciones sobre lo mismo.

Invasivo y desmedido porque se autoasignó más del doble del área que le correspondía. Arrogante e irrespetuoso porque toma una actitud para la cual es más importante la arquitectura que llega, que el entorno patrimonial existente al que desprecia.

En otro lugar podría ser una maravilla. En el sitio en el que está, con las características paisajísticas que tiene, y por la significación cultural que arrastra, está en el lugar equivocado.

Fraternal saludo,

Juan Luis Rodríguez

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Hugo Mondragón López says:
2011/05/23 at 5:34 pm

Estimados lectores

Mi amigo Juan Luís Rodríguez nos propone en esta oportunidad un artículo muy sugerente y pertinente (me parece pertinente discutir una intervención en un lugar tan importantes y simbólico de la ciudad), sin embargo, creo haber detectado algunos flancos descuidados en su argumentación.

En primer lugar, sería necesario seguir creyendo en la “Teoría de las Conspiraciones” para aceptar como razonable la argumentación de Juan Luís. Una conspiración en la que estarían involucrados: Opaín, IDU, IDPC, SCA y Giancarlo Mazzanti.

Si el argumento quisiera ir en esta dirección (y me parece legítimo que así sea) me parece que cualquier afirmación que no esté fundamentada en el examen y exposición de documentos concretos no pasa de ser una opinión. Y si esa opinión es una acusación, no pasa de ser una ligereza.

Si efectivamente hay un “asalto” como nos quiere convencer Juan Luís, a mi me hacen falta documentos, pruebas, datos concretos que efectivamente nos muestren que hay una conspiración orquestada entre las partes implicadas en el asunto.

Esto me parece particularmente delicado porque la crítica como instrumento de denuncia (un instrumento que me parece valiosísimo en las sociedades democráticas) queda en entredicho, se desgasta y pierde efectivadad si quien la ejerce no aporta las pruebas que sustentan su denuncia.

Esto lo saben, por manual, los periodistas que se dedican al periodismo de investigación.

Expresadas mis preocupaciones sobre este primer nivel de significación del argumento, debo decir que hay al menos otra cosa más que no me gusta.

Se puede expresar de la siguiente manera: no se pueden revolver peras con manzanas.

Me explico.

Se trata de una crítica al oportunismo de Opaín o a la ineficacia de la Administración Pública representada en el IDU y la IDPC?, Se trata de una crítica a la irrelevancia y al silencio complaciente de la Sociedad Colombiana de Arquitectos, o al modelo de contratación que pone a los arquitectos a trabajar para unos contratistas que históricamente han demostrado desconocer el significado de la palabra ética? O, finalmente, se trata de una crítica al ejercicio profesional de un arquitecto, que a estas alturas y con tantas condiciones estructurales impuestas no se le puede acusar más que de ser un esclavo de sus propias circunstancias?

Cualquiera de las anteriores me parece interesante como campo de indagación, sin embargo, en un texto tan breve como el que nos presenta Juan Luís, no se puede pretender hacer una crítica de todas las anteriores sin correr el peligro de que la crítica se torne superficial.

Hemos tenido muchas conversaciones con Juan Luís, con quien nos une una amistad fraternal, y en nuestras conversaciones aparece con mucha frecuencia la necesidad no sólo de escribir una nueva historia de la arquitectura colombiana (la que está escrita es un edificio totalmente agrietado y mal construido), sino también sobre la necesidad de ejercer una Nueva Crítica en la que, entre otras cosas y por norma general, los nombres propios estén siempre al pie de página. Sin embargo, en esta oportunidad, esta condición ha sido violada intencionalmente.

Me parece innecesario -dado el contexto que nos dibuja este artículo- apuntar con el dedo acusador a Mazzanti, quien como hemos visto, a mercer de la voracidad de los privados, frente a la inoperancia de los organismo estatales, sin el respaldo del gremio y con un modelo de contratación que lo convierte en empleado del contratista, trata de hacer arquitectura por entre las fisuras de un corsé cada vez más apretado e inmovilizante.

Me parece que hay cruzadas más nobles y urgentes y están sugeridas en el propio artículo.

Pensar que Mazzanti es el malo de la película es una distracción.
Y además, en cualquier película, cuando un malo es muy malo, uno termina por no creerse el personaje.

Light, copión, tropicaloide, revistero, farandulero, oportunista… ¿De cuántas cosas más vamos a acusar a Mazzanti? A esta altura está convertido en un verdadero demonio de la arquitectura en Colombia. Mazzanti “El Coco”.

Con ánimo disciplinar y mostrando una posible salida crítica, me hubiese gustado que en el artículo se discutiera el problema de la historia y el tiempo de ese lugar -sin prejuicios conservacionistas- para preguntarse: Qué significa intervenir en el Parque de la Independencia? y desde las posibles respuestas a esta pregunta juzgar el proyecto en construcción.

Me gustaría conocer el significado de algunos términos propuestos por Juan Luís como “ligereza urbanística” o “ligereza arquitectónica”. Qué quieren decir en este caso particular, en dónde reside esa ligereza y cuáles son sus síntomas.

Me gustaría saber por qué: “cuando uno va y ve en el sitio lo que están por hacer queda petrificado”. Creo que esta sola frase da para todo un artículo que nos hiciera recorrer imaginariamente y a través de una descripción, la aberración inenarrables que está por construirse.

También habría agradecido el ahorro de ciertos clichés, aunque se hayan usado como ironias. Hasta cuando seguiremos con el discurso en contra de las “publicaciones internacionales”, que mientras más internacionales más perversas y sospechosas. Hasta cuando vamos a explicar un mal proyecto por el afán de su arquitecto de “pasar a la historia e impartir conferencias” (en el extranjero, seguro) para presentarse como un “salvador”.

Estimados lectores, después de leer el artículo que nos presenta Juan Luís, no pude hacerme a una imagen del proyecto en el lugar, no supe que pasó con el kiosko de la luz, tampoco del destino de los viejos y peligrosos árboles, no entiendo qué es lo que está tan mal, ni por qué debería apoyar a Juan Luís en su cruzada contra un proyecto que debería merecer nuestro desprecio y desaprobación.

Yo propongo: peras con peras y manzanas con manzanas.

De este artículo pueden salir muchos más, que situen la discusión en campos relacionados pero diferenciados: Así, se podría escribir una crítica que sitúan el proyecto en el campo de la ética, otro que lo hace en el campo del derecho urbanístico, otro más en el campo gremial, y otros en el campo del proyecto urbano y/o del proyecto de arquitectura.

Esta diferenciación me parece urgente para saber hacia donde y por qué razones específicas apuntar con nuestro dedo acusador.

Hugo Mondragón L.

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Arquitectura arrogante

Mayo 19 – 2011

Odinsa, vestida en Eldorado de Opaín y ahora para la 26 de Confase, propone, con proyecto de su arquitecto Giancarlo Mazzanti, invadir el Parque de la Independencia y apropiarse del Quiosco de la Luz. Y los arquitectos, tranquilos.

El IDU cambió, y ahora, en lugar de contratar primero el diseño y luego la construcción, licita la construcción sin diseños y entrega un anticipo, con una somera descripción del objeto contractual. Luego, el contratista se encarga de agrandar el tamaño y el valor de la obra, y todo se resuelve mediante un otrosí, o una cadena de otrosís. Pasó con Eldorado, con el Transmilenio por la Séptima, con el puente de la Cien, ahora en la 26 y quien sabe en cuántos más. Esta forma de contratación nos dejó como herencia la calamidad «Nule», y ahora, además, está a punto de dejarnos sin otro pedazo del Parque de la Independencia.

Contratista y arquitecto debían construir un parque sobre el túnel de la 26 que sería el Parque Bicentenario. Sin embargo, por cuenta de esta modalidad de contratación, sumada no sé si a la ignorancia o al desprecio por la historia por parte del arquitecto, o del instituto experto en historia que debería ser el instituto para la conservación del patrimonio y la cultura, IDPC, o de todas las anteriores, acabamos ante una lógica particular.

Una lógica según la cual al arquitecto no le pareció suficiente para pasar a la historia, un “parquecito” sobre una vía, como tampoco le pareció suficiente para llamar la atención de las publicaciones internacionales, ni para impartir conferencias en las que pudiera presentarse como un gran revolucionario salvador que “recuperó” un viejo edificio, el Quiosco de la Luz, una especie de lamento nostálgico, abandonado en medio de un frío ambiente boscoso, saturado de árboles viejos, muchos a punto de caerse y cobrar la vida de algún niño o niña bogotanos.

Tuvieron que ser los vecinos del parque quienes reaccionaran ante el bandolerismo arquitectónico con el cual el contratista y su arquitecto están a punto de cercenar nuevamente el Parque, después del recorte para dar paso a la 26 de la ya olvidada administración Mazuera. Y los arquitectos, es decir, la Sociedad Colombiana de Arquitectos, ni así.

A cualquier observador interesado, le propongo ir al parque antes de que sea demasiado tarde, y corroborar si quienes nos molestamos por esto exageramos, o si quienes se equivocan son el arquitecto y sus aliados en el asalto.

Si acepta, antes de la visita, observe con atención este plano, suministrado por el IDU en respuesta a un Derecho de petición. El plano contiene una propuesta cuya definición más simple sería la de un parque duro, sin pasto y sin árboles, lleno de flores y vegetación típica. Una propuesta que en otro lugar de la ciudad podría ser una fantasía, pero que en este sitio no pasa de una necedad en el lugar equivocado. Además, una propuesta sin licencia por parte de Planeación Distrital, con el doble de área necesaria, y con el doble de honorarios «causados».

Si como persona interesada en opinar sobre lo que pasa en la ciudad, comparte el jucio según el cual esta supuesta gran arquitectura urbana no es más que una ligereza arquitectónica, considere ahora la ligereza administrativa mediante la cual, en respuesta a otro Derecho de petición, el IDPC y el IDU, a través de un documento sin fecha y otro fechado 3 de mayo, invitan a ver los «ajustes» al proyecto, el 1 de junio.

El director del IDPC: “Conociendo el interés que el Proyecto Parque Bicentenario ha generado en la comunidad de los barrios la Macarena, las Nieves, Centro Internacional, Bosque Izquierdo y Torres del Parque, la invitamos a una reunión para la presentación de los ajustes del Proyecto, donde se han tenido en cuenta varias de las recomendaciones dadas por la comunidad, el próximo miércoles 1 de junio de 2011, en las instalaciones del Centro de Documentación del Instituto Distrital de Patrimonio, ubicado en la Calle 13 # 2-96 a las 3:00 pm. En esta presentación se informará sobre los antecedentes del proyecto, su concepción y aporte a la ciudad.”

La directora técnica de construcciones del IDU: “Ahora bien, respecto a la solicitud de audiencia pública, en la cual solicita se presente de forma detallada el actual diseño propuesto del Parque Bicentenario y con el fin de aclarar la totalidad de inquietudes respecto al tema en asunto, nos permitimos invitar a la presentación formal de los mencionados estudios, según actividad a realizarse el día 1 de Junio de 2011 a las 3:00 PM. en las instalaciones del Instituto Distrital de Patrimonio y Cultura, entidad localizada en la Calle 13 No 2-58.”

Aunque las direcciones no coinciden exactamente, a la 13 con segunda cualquiera llega, si quiere ir, el “próximo miércoles 1 de junio”, para una obra que debe estar terminada antes de la inauguración del mundial de fútbol Sub-20. el 29 de julio de 2011.

Y «el actual diseño propuesto” para un proyecto que no se puede presentar inmediatamente porque no tiene licencia y está en proceso de ajuste, en plena obra.!Ave María!, !Hágame el favor!, !Echeee!, póngalo como quiera; cuando uno va y ve, en el sitio, lo que están por hacer, queda petrificado.

Los involucrados en este baile: contratista, IDU, IDPC y arquitecto, necesitan ganar tiempo para ajustar las cargas, o para modificar el diseño, o para acabarlo, o para conseguir aprobación, o para llegar a un punto de no retorno. Sea como sea, estamos a punto de pagar por ello un alto precio.

Se trata de un robo espacial y un desprecio por lo existente que constituye un barbarismo cultural. Querer evitarlo nada tiene que ver con oponerse a la contemporaneidad, y menos a una arquitectura innovadora o revolucionaria. Quienes en esto andamos, esperamos y exigimos aprecio y cuidado con lo existente. Esperamos además que el nuevo parque sea una maravilla que se beneficie por estar al lado de otra arquitectura, llámese histórica, patrimonial, o simplemente vieja.

!Respeten, por favor!

Juan Luis Rodríguez

 

Fuente imagen: IDU

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