Archivo de la categoría: patrimonio

El estilo como enemigo de la comunidad

 

El proyecto del recuperación de Parque de la Independencia parte de una muy buena idea: restablecer el espacio original que el parque ocupaba antes que la construcción de Avenida 26 le sustrajera parte de su extensión. El proyecto que Salmona dejó contemplaba la recuperación de este espacio por medio de la construcción una plataforma en concreto, cubierta casi absolutamente con una zona verde. Su idea siempre fue “ampliar” el Parque de la Independencia, aunque por motivos circunstanciales, las  autoridades hubieran decidido que se trataba de un segundo parque, el Parque Bicentenario.

 

Ante la muerte de Salmona, Juan Camilo Santamaría fue contratado para continuar el diseño. Cuando le dieron el contrato a Odinsa, éste desconoció el diseño de Santamaría y contrató a Giancarlo Mazzanti quien decidió cambiar el concepto para hacer un parque completamente diferente, empezando por duplicar el área de intervención, tomándose para ello el parque existente.

 

La forma del proyecto ha producido la reacción organizada de los vecinos del parque, el cual ostenta decreto de Bien de Interés Cultural del ámbito nacional, es decir la máxima que existe.

La comunidad se ha opuesto al proyecto porque “usurpa” una gran zona del parque actual para “imponer” un diseño que implica que se talen los árboles del parque para sobreponer unas jardineras y graderías, con las cuales se modifica por completo el ambiente del Quiosco de la Luz, único remanente de los edificios construidos en el parque para la celebración del Centenario. Además, porque se pierden zonas de prados y se multiplican las zonas duras.

 

Vale la pena hacer un análisis de los factores que están intervienen  para  encontrar una posible solución.

 

La morfología del proyecto es lo que en primera instancia genera reacción. Al analizar el procedimiento utilizado para proyectar se encuentra la causa; evito aquí calificar la estética del proyecto, para centrarme en las acciones.

 

Mazzanti utiliza en sus proyectos un estilema proveniente de las conocidas franjas programáticas que Rem Koolhaas utilizó en el concurso del Parque de la Villete en Paris en 1982. Este recurso formal, plano en Koolhaas, adquiere el carácter ondulante en la geometría de Enric Miralles, y ha sido adoptado con mayor o menor éxito por muchos arquitectos en todo el mundo. Mazzanti lo ha utilizado en varios proyectos: en los puentes de Transmilenio en Bogota, en los coliseos para los Juegos Panamericanos en Medellín,  en el concurso del Centro Cultural de España, en los refugios del Nevado del Ruiz, y ahora para el Parque Bicentenario.

Mazzanti hace arquitectura icónica, la cual opera básicamente por un procedimiento de  contraste sobre el entorno próximo, contraste que implica la mayoría de la veces imposición. Dentro de esta forma de operar, Mazzanti no parte de la morfología existente para generar un diseño que dialogue con ella, sencillamente por que no le interesa y porque no es su procedimiento proyectual. Lo que le interesa es la imposición de un estilema sobre el lugar, sin tener en consideración la vegetación ni la arquitectura existente. Para mayor gravedad, en un caso como el Parque de la Independencia, no solo se trata de un entorno  patrimonial sino de una memoria comunal de los ciudadanos. Eso no tiene importancia para él, porque lo importante para es dejar su impronta, su sello, su estilo. Sabe bien que  lo que vende es la arquitectura de autor, el que la gente disfrute del espacio es lo de menos, lo importante aquí es que se diga que “esto lo hizo Mazzanti¨.Como el diseño no se ajusta al parque, porque es cosa traída de su estilo, lo que pretende Mazanti, con arrogancia, es que el parque se ajuste a su diseño, y con este fin crea una zona de transición para poder acomodar su diseño, así termina apropiándose un buen porcentaje del parque, modificando el entorno del Quiosco de la Luz, talando árboles y sobreponiendo zonas duras al prado existente.

 

En el terreno de lo político, Mazzanti se ha otorgado a sí mismo el  titulo de arquitecto social, en razón a que ha diseñado equipamiento comunal para comunidades pobres, y también porque toma prestado de la charlatanería seudofilosófica del  termino “ecosocial” para calificar su arquitectura, Es así como en el caso especifico de Medellín, al  hablar de la “arquitectura ecosocial” que produce, alega que su arquitectura icónica insertada en vecindarios deprimidos, es factor primordial en la disminución de  la violencia en la ciudad, por el orgullo que despierta en la comunidad  la pertenencia de un ícono arquitectónico de su factura. El reclamo es falso, pero ha hecho carrera, sobre todo internacionalmente.

 

Lamentablemente la violencia en Medellín ha  aumentado vertiginosamente y relacionar la iconicidad de un edificio a la pacificación de una ciudad es de un infantilismo que da vergüenza. Sin embargo, en esta trampa publicitaria han caído redondas cientos de revistas de arquitectura. El crédito del interés social, el de construir bibliotecas y escuelas en lugares de pobreza extrema y violencia, hay que dárselo a los promotores de estos edificios, los alcaldes de Medellín y Bogota y no a los contratistas de diseño.

 

La realidad es que Mazzanti el arquitecto social, no existe, lo que existe es un arquitecto ganador de concursos, esta actividad es su “core business”  ya que más del 80% de su ejercicio profesional proviene de concursos.

 

Es importante entender aquí que los concursos en Colombia casi en su totalidad están centrados en el diseño de equipamiento comunal de clases desprotegidas y el diseño de edificios institucionales de carácter social, es decir, Mazzanti hace edificios con carácter social, porque eso es lo que se mueve en el mercado de los concursos. Nunca ha sido gestor de algún proyecto social, ni ha participado de forma activa con las comunidades en que sus diseños han sido implantados, como es el caso de Alejandro Aravena en Chile o como Simon Hosie en Colombia, quien organizó una comunidad bajo la modalidad ancestral indígena de la “minga” para construir una biblioteca en Guanacas, cuya estética tampoco me atrevo a calificar.

 

En el Parque de la Independencia, el verdadero Mazzanti se ha develado, esquivando el diálogo con la comunidad al declararse impedido para dialogar, alegando tener un acuerdo de confidencialidad, anomalía que no existe en la contratación pública.

 

Ha querido imponer su diseño sin tener ninguna receptividad por una comunidad, cuando tenía la oportunidad de mostrar lo que reclama como arquitecto social. La oportunidad, al menos hasta el momento, la ha desaprovechado.

 

Irónicamente, su descuido por entrar en contacto con la comunidad, ha hecho que esta se haya organizado en un colectivo que intenta proteger el Parque, que se llama “Habitando el Territorio” y que ha logrado  por lo menos que los vecinos se conozcan y construyan vínculos.

 

En el campo de lo ético, el Instituto de Desarrollo Urbano, que es el organismo de la ciudad de Bogotá que está a cargo de las obras públicas, ha desarrollado una modalidad de contratación que es una puerta abierta a la corrupción, la cual se conoce como “contrato de diseño y construcción”, en la cual el contratista ejecuta ambos, lo contrario a lo que se estila en el mundo civilizado, donde primero se elaboran unos diseños arquitectónicos y de ingeniería completos y luego salen a licitación publica, lo cual no da pié a que se altere el valor del contrato. Con esta modalidad del IDU, el contratista, al ser quien elabora el diseño, está capacitado para  ampliar el valor de su contrato, al ampliar los diseños. En este caso, esta es la modalidad vigente, y al contratista le conviene que el diseño del arquitecto sobrepase la zona de ampliación y se amplíe sobre el parque existente, y que también esta zona que Mazzanti ha calificado de “transición” no sea una simple área verde sino que tenga, como en este caso, áreas duras, materas en material de construcción, en fin, una intervención tan innecesaria como costosa, con la que el constructor aumenta el valor de su contrato y por ende, sus ganancias.

 

Aquí es donde la pregunta de lo ético irrumpe, ¿que tan válido actuar en contra del sentir de una comunidad cuyo malestar constituye el bienestar de un contratista?

Como Luz Helena Sánchez ha señalado: “implícito está el señalamiento a una forma de hacer política pública en la ciudad de Bogotá”, es esta la oportunidad para debatir sobre la contratación estatal y su relación de las comunidades que el diseño publico afecta.

 

Mazzanti, si quisiera, podría solucionar todo esto de una manera simple: hacer un nuevo diseño que parta del parque existente, no de su propio estilema, lo cual eliminaría la necesidad de la ”zona de amortiguación”; haciendo que el Quiosco de la Luz aparezca nuevamente, que no sea  necesario talar los árboles. Solo con estos le ahorraría a la ciudad los pesos extra que el constructor se quiere ganar con este diseño invasivo.

Queda así en manos de Mazzanti la posibilidad de un desenlace feliz y que se genere un precedente de interacción entre el diseñador y la comunidad en el campo del diseño urbano en Bogotá.

 

Guillermo Fischer

 

Articulo relacionado:  La madre de la corrupción-El Espectador

Comparte este artículo:

«Todo el perímetro» ¿Alguna duda?

Mayo 31 – 2011

El decreto número 1905, del 2 de noviembre de 1995, declara el «Conjunto Residencial El Parque» como «Monumento Nacional».

Dicen los artículos 3 y 4:

ARTÍCULO 3. “Cualquier proyecto de intervención que afecte la volumetría, las fachadas y/o los espacios públicos del Conjunto de que trata el presente Decreto deberá contar con la autorización previa del Consejo de Monumentos Nacionales, según…”

ARTÍCULO 4. “Se delimita como área de influencia del Conjunto Residencial El Parque, todo el perímetro que comprende el Parque de la Independencia”.

Aunque la denominación Monumento Nacional cambió por la de Bien de Interés Cultural del ámbito Nacional, el decreto 1905 del 95 sigue vigente. Esto significa, en síntesis, que el Parque de la Independencia está siendo intervenido sin la debida autorización.

Mañana miércoles, primero de junio, a las 3 p.m, en el Planetario de Bogotá, está anunciada le presentación del proyecto «actualizado».

Tal vez, además de actualizarlo hayan logrado la autorización. Si lo lograron, probablemente no habrá nada que hacer y a los que nos parece que el proyecto en curso invade e irrespeta un patrimonio, tendremos que vivir con ello. La ley es la ley.

Por lo pronto, y así hayan logrado tramitar la autorización de manera extemporánea, el proyecto en construcción lleva más de un año indocumentado.

Juan Luis Rodríguez

Para ver el decreto, haga clic aqui: Decreto 1905 de 1995

Comparte este artículo:

¿Algún interesado en hablar de arquitectura?

Mayo 29-2011

Le propuse a mi amigo Hugo Mondragón hablar del proyecto para el parque del Bicentenario y su respuesta es que no puede hablar de algo que no tiene planos completos y definitivos. De paso, aprovecha para pasarla de mesurado, objetivo y sobrio por cuenta mía: “Me parece que en este caso la ansiedad le ha jugado en contra a Juan Luís. Mi opinión es que para que la crítica sea efectiva -y eso quiere decir, para que logre incidir en la realidad- el crítico tiene que proceder cuidadosamente, lentamente y con menos prejuicios por delante.”

En toda su pretendida mesura, dice Hugo que así uno “se muera de ganas de dar un juicio sobre el proyecto, tengo que reconocer que el material disponible es claramente insuficiente”.

Puestos en esto, le recuerdo que debería tener la cautela de aclarar que si la información es insuficiente se debe a que los involucrados en el proyecto, empezando por el arquitecto, se han encargado de ello. Si algo está pasando y yo he tenido acceso a alguna información es porque los vecinos del parque se han movilizado, y a los empellones, han logrado que les den una que otra migaja informativa. Información llamada irresponsablemente “confidencial”.

Hace un mes, en respuesta a un Derecho de petición interpuesto por Adelaida Callejas, el IDU nos invitó «amablemente» a ver la información «actualizada», el miércoles 1 de junio, a las 3 pm, en el Planetario Distrital. Hoy domingo 29 de mayo, sin embargo, vía El Tiempo, nos dieron un anticipo. Se trata de un esquema general, en el cual el área invadida o «Franja de Gaza» se llama ahora «Zona de integración».

El esquema de hoy en en El Tiempo, «cortesía de Mazzanti arquitectos» tiene algunas cosas buenas.

– Aparecen árboles. Es decir, muestra una preocupación por haber propuesto talarlos.

– Ya no se pasa del camino curvo por el lado norte. Es decir, invade un poco menos.

– La tribuna del Quiosco de la Luz «parece» haber perdido altura (y arrogancia), con lo cual también se acepta que en ese punto hubo una respuesta a las «inquietudes» de los vecinos.

– La peatonal del costado sur también «parece» estar trabajada y mejorada.

En efecto, se ve que hay mejoras, como se ve también que hay una insistencia en mantener el planteamiento inicial de multiplicar al máximo el área de intervención que se requiere, camuflada como «Zona de integración». El miércoles en el Planetario veremos que otras novedades nos traen.

La Zona de invasión se llamará ahora Zona de integración. !Buen eufemismo!

La estrategia no es mala. Se trata de una carta de negociación con la que esperan apaciguar los reclamos.

Esta carta, sin embargo, no se puede aceptar porque no hay nada que negociar, como no había que negociar en la reciente polémica del Páramo de Santurbán. Bastó que quienes responden por la protección de ecosistemas hicieran su trabajo, y los «negociadores» se dieron cuenta que mejor se iban a buscar incautos a otra parte.

De vuelta a la invasión del Parque de la Independencia, equivaldría a decir: me metí a su casa, si tanto le molesta, pues le devuelevo un pedacito, y agradezca.

Es al revés. Lo que no quieren aceptar los involucrados en este proyecto es que para invadir el lote vecino, están confundiendo entre resolver un encargo e inventarse un encargo. Contratista, IDU, IDPC y arquitecto se están comportando como los dueños de un parque que no es de ellos. Se están metiendo en propiedad ajena. Si la tal zona de transición fuera parte del lote asignado para el nuevo parque, bienvenida. Pero no lo es.

Para no seguir botando tiempo y letra en un falso debate, lo que propongo ahora es otra cosa.

Qué Hugo continúe con sus elaboraciones sobre lo que la crítica debería ser y no ser, con todo y el estribillo de que lo que a mí me interesa es camorrear contra Giancarlo Mazzanti.

Yo, por otro lado, me ocuparé de lo que me interesa que es tratar de evitar que se ejecute el proyecto camorrero de Mazzanti para el Parque del Bicentenario. Proyecto que dadas las circunstancias, seguiré interpretando a partir de la información disponible.

A alguien del público diferente a Hugo, lo invito a mostrarnos las eventuales virtudes arquitectónicas del nuevo parque.

Y a los responsables del proyecto los invito a ocuparse del parque que se necesita, es decir del parque sobre el túnel de la 26. El resto déjenlo quieto, que así está bien.

Es un patrimonio que se debe respetar. No está sujeto a transacciones.

Desocupen, no más, tranquila y pacíficamente.

Juan Luis Rodríguez

Comparte este artículo:

Menos Bicentenario y más Independencia, bis

Mayo 26 – 2011

Respuesta a Hugo Modragón

Bien Hugo, me alegra que podamos empezar algo que pueda llegar a llamarse un debate. Estaba esperando que apareciera en El Espectador este artículo escrito por mí. http://www.elespectador.com/impreso/bogota/articulo-272752-menos-bicentenario-y-mas-independencia. Sabía que vendría acompañado de una respuesta del contratista, y necesitaba ver si había algo nuevo que me obligara a cambiar de opinión o a tener que rectificar algo. Todo sigue igual. Dice Confase que «sí hay diseños», que los hay «desde julio de 2010», y que «respetan» la propuesta de Salmoma. Diseños claro que hay; el problema es lo que proponen. También es un problema, porque es falso, que estos diseños tengan algo que ver con el planteamiento de Salmona. Además, está el hecho de no tener licencia.

Respondo a algunos de sus reclamos acerca de lo que hago y dejo de hacer en mi “sugerente, pertinente y descuidado” texto, Arquitectura arrogante, en defensa del Parque de la Independencia. Comencemos por aclarar que me opongo al proyecto de Giancarlo Mazzanti para el Parque del Bicentenario porque considero que maltrata el Parque de la Independencia. Defiendo un espacio patrimonial de Bogotá, y para ello hablo negativamente de un proyecto de arquitectura. Las cuestiones legales, políticas y económicas son accesorias. Si estuviera aprobado o fuera diseñado por cualquier otra persona, me opondría igual.

Ante la eventual falta de claridad de mi parte en la formulación del problema, copio lo que escribí en el artículo: “El proyecto para el Parque del Bicentenario restituirá la continuidad que se perdió, hacia 1950, con el tajo que generó la apertura de la avenida 26. El nuevo parque debía cubrir el túnel, pero el proyecto vigente ocupa más del doble de superficie y deforesta una parte del actual Parque de la Independencia”. A lo cual hay que añadir: apropiándose del Quiosco de la Luz.

En lugar de sugerir una una conspiración, planteo un debate de carácter arquitectónico. Lamentablemente, el aspecto arquitectónico se entremezcla con la denuncia de una operación que ha sido manejada de manera oscura. La denuncia fue motivada por la lectura de un informe de la Silla Vacía en el que Pablo Medina le preguntó al arquitecto del parque por el proyecto en cuestión, y éste se negó a dar información, alegando un acuerdo de confidencialidad con el IDU. Consulté con un abogado y, en efecto, en un proyecto público, no puede haber un acuerdo de tal tipo. Me apoyo, además, en el resultado de una reunión formal entre los vecinos del parque y Planeación Distrital, en la cual quedó claro que en Planeación recibieron el proyecto, le hicieron los comentarios del caso, lo devolvieron, y no volvieron a saber del mismo. Esto significaría que el proyecto no tiene licencia. De tenerla, sin embargo, la prueba le corresponde al contratista. Hay que ser poco perspicaz para no entender que el IDU, el IDPC, el contratista y el arquitecto, han actuado con dilaciones frente a la comunidad, presumo que para conseguir entretanto el aval que su proyecto necesita.

Pasemos a lo importante. Me pide argumentos. Tengo un único argumento al que trato de darle vueltas como una mosca. Se resume en que la arquitectura del nuevo parque es equivocada para el lugar en el que está. Lo demás son arandelas.

Me gustaría que usted, y quienes le encuentran virtudes al proyecto propuesto para el Parque del Bicentenario, las expongan con claridad. Por mi parte, algunos de los adjetivos que he utilizado contra el proyecto son: invasivo, desmedido, arrogante e irrespetuoso. Con variaciones sobre lo mismo.

Invasivo y desmedido porque se autoasignó más del doble del área que le correspondía. Arrogante e irrespetuoso porque toma una actitud para la cual es más importante la arquitectura que llega, que el entorno patrimonial existente al que desprecia.

En otro lugar podría ser una maravilla. En el sitio en el que está, con las características paisajísticas que tiene, y por la significación cultural que arrastra, está en el lugar equivocado.

Fraternal saludo,

Juan Luis Rodríguez

_________________________________________________________________

Hugo Mondragón López says:
2011/05/23 at 5:34 pm

Estimados lectores

Mi amigo Juan Luís Rodríguez nos propone en esta oportunidad un artículo muy sugerente y pertinente (me parece pertinente discutir una intervención en un lugar tan importantes y simbólico de la ciudad), sin embargo, creo haber detectado algunos flancos descuidados en su argumentación.

En primer lugar, sería necesario seguir creyendo en la “Teoría de las Conspiraciones” para aceptar como razonable la argumentación de Juan Luís. Una conspiración en la que estarían involucrados: Opaín, IDU, IDPC, SCA y Giancarlo Mazzanti.

Si el argumento quisiera ir en esta dirección (y me parece legítimo que así sea) me parece que cualquier afirmación que no esté fundamentada en el examen y exposición de documentos concretos no pasa de ser una opinión. Y si esa opinión es una acusación, no pasa de ser una ligereza.

Si efectivamente hay un “asalto” como nos quiere convencer Juan Luís, a mi me hacen falta documentos, pruebas, datos concretos que efectivamente nos muestren que hay una conspiración orquestada entre las partes implicadas en el asunto.

Esto me parece particularmente delicado porque la crítica como instrumento de denuncia (un instrumento que me parece valiosísimo en las sociedades democráticas) queda en entredicho, se desgasta y pierde efectivadad si quien la ejerce no aporta las pruebas que sustentan su denuncia.

Esto lo saben, por manual, los periodistas que se dedican al periodismo de investigación.

Expresadas mis preocupaciones sobre este primer nivel de significación del argumento, debo decir que hay al menos otra cosa más que no me gusta.

Se puede expresar de la siguiente manera: no se pueden revolver peras con manzanas.

Me explico.

Se trata de una crítica al oportunismo de Opaín o a la ineficacia de la Administración Pública representada en el IDU y la IDPC?, Se trata de una crítica a la irrelevancia y al silencio complaciente de la Sociedad Colombiana de Arquitectos, o al modelo de contratación que pone a los arquitectos a trabajar para unos contratistas que históricamente han demostrado desconocer el significado de la palabra ética? O, finalmente, se trata de una crítica al ejercicio profesional de un arquitecto, que a estas alturas y con tantas condiciones estructurales impuestas no se le puede acusar más que de ser un esclavo de sus propias circunstancias?

Cualquiera de las anteriores me parece interesante como campo de indagación, sin embargo, en un texto tan breve como el que nos presenta Juan Luís, no se puede pretender hacer una crítica de todas las anteriores sin correr el peligro de que la crítica se torne superficial.

Hemos tenido muchas conversaciones con Juan Luís, con quien nos une una amistad fraternal, y en nuestras conversaciones aparece con mucha frecuencia la necesidad no sólo de escribir una nueva historia de la arquitectura colombiana (la que está escrita es un edificio totalmente agrietado y mal construido), sino también sobre la necesidad de ejercer una Nueva Crítica en la que, entre otras cosas y por norma general, los nombres propios estén siempre al pie de página. Sin embargo, en esta oportunidad, esta condición ha sido violada intencionalmente.

Me parece innecesario -dado el contexto que nos dibuja este artículo- apuntar con el dedo acusador a Mazzanti, quien como hemos visto, a mercer de la voracidad de los privados, frente a la inoperancia de los organismo estatales, sin el respaldo del gremio y con un modelo de contratación que lo convierte en empleado del contratista, trata de hacer arquitectura por entre las fisuras de un corsé cada vez más apretado e inmovilizante.

Me parece que hay cruzadas más nobles y urgentes y están sugeridas en el propio artículo.

Pensar que Mazzanti es el malo de la película es una distracción.
Y además, en cualquier película, cuando un malo es muy malo, uno termina por no creerse el personaje.

Light, copión, tropicaloide, revistero, farandulero, oportunista… ¿De cuántas cosas más vamos a acusar a Mazzanti? A esta altura está convertido en un verdadero demonio de la arquitectura en Colombia. Mazzanti “El Coco”.

Con ánimo disciplinar y mostrando una posible salida crítica, me hubiese gustado que en el artículo se discutiera el problema de la historia y el tiempo de ese lugar -sin prejuicios conservacionistas- para preguntarse: Qué significa intervenir en el Parque de la Independencia? y desde las posibles respuestas a esta pregunta juzgar el proyecto en construcción.

Me gustaría conocer el significado de algunos términos propuestos por Juan Luís como “ligereza urbanística” o “ligereza arquitectónica”. Qué quieren decir en este caso particular, en dónde reside esa ligereza y cuáles son sus síntomas.

Me gustaría saber por qué: “cuando uno va y ve en el sitio lo que están por hacer queda petrificado”. Creo que esta sola frase da para todo un artículo que nos hiciera recorrer imaginariamente y a través de una descripción, la aberración inenarrables que está por construirse.

También habría agradecido el ahorro de ciertos clichés, aunque se hayan usado como ironias. Hasta cuando seguiremos con el discurso en contra de las “publicaciones internacionales”, que mientras más internacionales más perversas y sospechosas. Hasta cuando vamos a explicar un mal proyecto por el afán de su arquitecto de “pasar a la historia e impartir conferencias” (en el extranjero, seguro) para presentarse como un “salvador”.

Estimados lectores, después de leer el artículo que nos presenta Juan Luís, no pude hacerme a una imagen del proyecto en el lugar, no supe que pasó con el kiosko de la luz, tampoco del destino de los viejos y peligrosos árboles, no entiendo qué es lo que está tan mal, ni por qué debería apoyar a Juan Luís en su cruzada contra un proyecto que debería merecer nuestro desprecio y desaprobación.

Yo propongo: peras con peras y manzanas con manzanas.

De este artículo pueden salir muchos más, que situen la discusión en campos relacionados pero diferenciados: Así, se podría escribir una crítica que sitúan el proyecto en el campo de la ética, otro que lo hace en el campo del derecho urbanístico, otro más en el campo gremial, y otros en el campo del proyecto urbano y/o del proyecto de arquitectura.

Esta diferenciación me parece urgente para saber hacia donde y por qué razones específicas apuntar con nuestro dedo acusador.

Hugo Mondragón L.

Comparte este artículo:

Arquitectura arrogante

Mayo 19 – 2011

Odinsa, vestida en Eldorado de Opaín y ahora para la 26 de Confase, propone, con proyecto de su arquitecto Giancarlo Mazzanti, invadir el Parque de la Independencia y apropiarse del Quiosco de la Luz. Y los arquitectos, tranquilos.

El IDU cambió, y ahora, en lugar de contratar primero el diseño y luego la construcción, licita la construcción sin diseños y entrega un anticipo, con una somera descripción del objeto contractual. Luego, el contratista se encarga de agrandar el tamaño y el valor de la obra, y todo se resuelve mediante un otrosí, o una cadena de otrosís. Pasó con Eldorado, con el Transmilenio por la Séptima, con el puente de la Cien, ahora en la 26 y quien sabe en cuántos más. Esta forma de contratación nos dejó como herencia la calamidad «Nule», y ahora, además, está a punto de dejarnos sin otro pedazo del Parque de la Independencia.

Contratista y arquitecto debían construir un parque sobre el túnel de la 26 que sería el Parque Bicentenario. Sin embargo, por cuenta de esta modalidad de contratación, sumada no sé si a la ignorancia o al desprecio por la historia por parte del arquitecto, o del instituto experto en historia que debería ser el instituto para la conservación del patrimonio y la cultura, IDPC, o de todas las anteriores, acabamos ante una lógica particular.

Una lógica según la cual al arquitecto no le pareció suficiente para pasar a la historia, un “parquecito” sobre una vía, como tampoco le pareció suficiente para llamar la atención de las publicaciones internacionales, ni para impartir conferencias en las que pudiera presentarse como un gran revolucionario salvador que “recuperó” un viejo edificio, el Quiosco de la Luz, una especie de lamento nostálgico, abandonado en medio de un frío ambiente boscoso, saturado de árboles viejos, muchos a punto de caerse y cobrar la vida de algún niño o niña bogotanos.

Tuvieron que ser los vecinos del parque quienes reaccionaran ante el bandolerismo arquitectónico con el cual el contratista y su arquitecto están a punto de cercenar nuevamente el Parque, después del recorte para dar paso a la 26 de la ya olvidada administración Mazuera. Y los arquitectos, es decir, la Sociedad Colombiana de Arquitectos, ni así.

A cualquier observador interesado, le propongo ir al parque antes de que sea demasiado tarde, y corroborar si quienes nos molestamos por esto exageramos, o si quienes se equivocan son el arquitecto y sus aliados en el asalto.

Si acepta, antes de la visita, observe con atención este plano, suministrado por el IDU en respuesta a un Derecho de petición. El plano contiene una propuesta cuya definición más simple sería la de un parque duro, sin pasto y sin árboles, lleno de flores y vegetación típica. Una propuesta que en otro lugar de la ciudad podría ser una fantasía, pero que en este sitio no pasa de una necedad en el lugar equivocado. Además, una propuesta sin licencia por parte de Planeación Distrital, con el doble de área necesaria, y con el doble de honorarios «causados».

Si como persona interesada en opinar sobre lo que pasa en la ciudad, comparte el jucio según el cual esta supuesta gran arquitectura urbana no es más que una ligereza arquitectónica, considere ahora la ligereza administrativa mediante la cual, en respuesta a otro Derecho de petición, el IDPC y el IDU, a través de un documento sin fecha y otro fechado 3 de mayo, invitan a ver los «ajustes» al proyecto, el 1 de junio.

El director del IDPC: “Conociendo el interés que el Proyecto Parque Bicentenario ha generado en la comunidad de los barrios la Macarena, las Nieves, Centro Internacional, Bosque Izquierdo y Torres del Parque, la invitamos a una reunión para la presentación de los ajustes del Proyecto, donde se han tenido en cuenta varias de las recomendaciones dadas por la comunidad, el próximo miércoles 1 de junio de 2011, en las instalaciones del Centro de Documentación del Instituto Distrital de Patrimonio, ubicado en la Calle 13 # 2-96 a las 3:00 pm. En esta presentación se informará sobre los antecedentes del proyecto, su concepción y aporte a la ciudad.”

La directora técnica de construcciones del IDU: “Ahora bien, respecto a la solicitud de audiencia pública, en la cual solicita se presente de forma detallada el actual diseño propuesto del Parque Bicentenario y con el fin de aclarar la totalidad de inquietudes respecto al tema en asunto, nos permitimos invitar a la presentación formal de los mencionados estudios, según actividad a realizarse el día 1 de Junio de 2011 a las 3:00 PM. en las instalaciones del Instituto Distrital de Patrimonio y Cultura, entidad localizada en la Calle 13 No 2-58.”

Aunque las direcciones no coinciden exactamente, a la 13 con segunda cualquiera llega, si quiere ir, el “próximo miércoles 1 de junio”, para una obra que debe estar terminada antes de la inauguración del mundial de fútbol Sub-20. el 29 de julio de 2011.

Y «el actual diseño propuesto” para un proyecto que no se puede presentar inmediatamente porque no tiene licencia y está en proceso de ajuste, en plena obra.!Ave María!, !Hágame el favor!, !Echeee!, póngalo como quiera; cuando uno va y ve, en el sitio, lo que están por hacer, queda petrificado.

Los involucrados en este baile: contratista, IDU, IDPC y arquitecto, necesitan ganar tiempo para ajustar las cargas, o para modificar el diseño, o para acabarlo, o para conseguir aprobación, o para llegar a un punto de no retorno. Sea como sea, estamos a punto de pagar por ello un alto precio.

Se trata de un robo espacial y un desprecio por lo existente que constituye un barbarismo cultural. Querer evitarlo nada tiene que ver con oponerse a la contemporaneidad, y menos a una arquitectura innovadora o revolucionaria. Quienes en esto andamos, esperamos y exigimos aprecio y cuidado con lo existente. Esperamos además que el nuevo parque sea una maravilla que se beneficie por estar al lado de otra arquitectura, llámese histórica, patrimonial, o simplemente vieja.

!Respeten, por favor!

Juan Luis Rodríguez

 

Fuente imagen: IDU

Comparte este artículo:

¿Morfología urbana?

Abril 15 – 2011

La Sociedad de Mejoras y Ornato denuncia algunas “irregularidades” en el edifico en construcción de Fedegán. Barrio Teusaquillo, calle 37 entre carreras 14 y 15.
http://www.museodelchico.com/admin/docs/fedegan.pdf

Vale la pena leer el texto de M y O, deteniéndose en las comparaciones gráficas. Después de leer, o al menos de ojear el análisis, vale la pena ir hasta la 37 y corroborar en carne propia si la denuncia tiene sentido.

Si alguien no queda perplejo con la barbaridad morfológica, ojalá comparta su experiencia por este o cualquier otro medio, a ver si a los demás nos ayuda a convivir con el futuro que presagia Fedegán.

Parecería que M y O es una organización innecesaria, dada la existencia del Instituto Distrital de Patrimonio Cultural. Sin embargo, parece también que M y O existe para evitar que el IDPC y los curadores abusen de su poder para generar Fedeganes por toda la ciudad.

Un aplauso para Mejoras y Ornato por trabajos como éste, y por persistir en la protección del patrimonio arquitectónico.

Juan Luis Rodrìguez

Comparte este artículo: