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Y la Crítica… ¿para qué?

A mi me interesa la dimensión operativa de la crítica, es decir, me interesa la crítica como instrumento para transformar la realidad. NO me interesa la crítica como una suerte de «valor agregado» para posar socialmente de bastión de la ética social -y por què no, para hacer más agradable y acalorada una conversación, regada con vino o con cerveza, explicándole a otros cómo se puede convertir uno en una piedra en el zapato de «los poderosos» y recibir palmaditas de aprobación en la espalda por eso.

El problema es que en eso se convierte la crítica cuando no está sólidamente construída y claramente orientada.

Que la ciudad la construyen los especuladores inmobiliarios; que tenemos algunos funcionarios pùblicos inescrupulosos; que los árboles no le importan a casi nadie; que los espacios públicos son invadidos una y otra vez; que moverse a través de la ciudad es un infierno; que tenemos una malla vial de quinta categoría; que las normas urbanas son sistemàticamente burladas; que ante el vil metal los especuladores podrían vender hasta a sus propias madres y porque no, demoler «a la mala» cualquier edificio patrimonial…

¿Cuántas veces hemos leìdo y oìdo esta canciòn?
Yo les pregunto:
¿Ustedes creen sinceramente que esta discusión, en el tono en que se está desarrollando le va a quitar el sueño a un funcionario corrupto, a un especulador abusivo, a un invasor del espacio público, etc?
Yo por mi parte soy bastante esceptico.
De partida porque como lo confirma Luz Helena Sanchez, lo que se lee es una «… camorra con el señor Mazzanti», y esto es lo que menos importa.

Refraseo mi preocupación con el argumento crítico que nos propuso Juan Luís: Dice más de lo que se puede decir con el material que tiene a su disposición o que pone a disposición de sus lectores.

Me parece que en este caso la ansiedad le ha jugado en contra a Juan Luís. Mi opinión es que para que la crítica sea efectiva -y eso quiere decir, para que logre incidir en la realidad- el crítico tiene que proceder cuidadosamente, lentamente y con menos prejuicios por delante.

Primero se debió haber mostrado la opacidad con la que se estaban haciendo las cosas y exigir mayor transparencia. Si esa transparencia no aparece, el crítico tendrá que seguir insistiendo sobre su necesidad y sobre lo dañino de la opacidad para las sociedades democráticas. Y si a lo largo del proceso la transparencia nunca llega, la crítica sólo podría desarrollarse en torno a los múltiples vicios y perjuicios que conlleva la opacidad de los proyectos de interés público y en cambio sobre la necesidad y las virtudes de la transparencia.

Esto no es poco y hay que hacerlo.

Pero si se logra un poco de transparencia y aparecen documentos, la crítica puede hacer otro movimiento. El crítico no puede dejarse llevar por ese «canto de sirena» que dice: «todos sabemos…» o «para nadie es un secreto que…» este tipo de argumentación NO debe existir en el ejercicio del crítico.

En otra palabras, sospechar que hay un negociado no es suficiente. Y escribir sobre esta sospecha sólo servirá para posar socialmente. Si se quiere incidir en la realidad hay que demostrarlo.

¿Difícil?
Si, pero indispensable.

Otro ejemplo
Juan Luís me emplaza a que me pronuncie sobre el proyecto de Mazzanti para el Parque. Pero: ¿Cómo podría yo hacer una crítica arquitectónica responsable a partir de un único plano de cuál desconozco todo? ¿Es la primera versión? ¿es una versión intermedia? ¿es una versión definitiva?

A esto me refiero con proceder lenta y cuidadosamente. Aunque como crítico uno se muera de ganas de dar un juicio sobre el proyecto, tengo que reconocer que el material disponible es claramente insuficiente.

Ante esta imposibilidad habría que preguntarse:
¿Porqué no hay más información sobre el proyecto y quién es el responsable de entregarla (u ocultarla)? El IDU?, IDPC?, CONFASE?, el arquitecto? Saber esto es fundamental para no equivocarnos cuando apuntemos con nuestro dedo.

¿Hay efectivamente un acuerdo de confidencialidad entre las partes? Y si la legislación colombiana no permite este tipo de acuerdos (¿estamos seguros que no lo permite?) ¿Por qué Mazzanti aparentemente habría asegurado que firmó uno?, ¿Acaso forzaron al arquitecto a firmar un acuerdo que es claramente irregular?
De nuevo, a esto me refiero con proceder lenta y cuidadosamente.

Finalmente, me parece que en todo este asunto los problemas de la disciplina son por el momento claramente secundarios. Insisto en que por lo pronto es más necesario iniciar un debate  sobre la legislación que rige la contratación de los proyectos públicos en Colombia, y escuchar lo que tienen que decir al respecto, por ejemplo, las silenciosas directivas de la Sociedad Colombiana de Arquitectos.
No estoy ni a favor ni en contra del diseño de parque del arquitecto Mazzanti. Si creo que con la información aparentemente disponible no se puede construir un juicio arquitectónico responsable.

En cambio creo que el caso puede servir de excusa para exigir mayor transparencia de los procesos de contratación de los trabajos urbanos que son de interés para los habitantes de las ciudades colombianas. Puede servir de excusa para exigir una posición al respecto de la Sociedad Colombiana de Arquitectos y de las Escuelas de Arquitectura, Puede servir para escuchar lo que tienen que decir el Ministro de Obras Públicas, el director del IDU o del IDPC, y finalmente pero no menos importante, para que los consumidores puedan saber cuáles son los empresarios inmobiliarios que tienen una posición socialmente responsable frente a la construcción de las ciudades colombianas.
Hugo Mondragón L.

Apendice sobre la racionalidad.
Me parece que es necesario mantener la discusión dentro de los límites de la racionalidad.
En medio del debate me llegó hace un par de días un correo en el que se acusaba al señor Mazzanti de haber recibido el proyecto del parque «a dedo». Paso seguido en ese mismo correo se decía que Mazzanti no había respetado el diseño propuesto para el parque por el maestro Rogelio Salmona.

Yo me pregunto:
¿Acaso Salmona se adjudicó el diseño del parque a través de un concurso?

Datos concretos:
1. Si hay un arquitecto en Colombia que ha hecho su carrera a partir de ganarse concursos de arquitectura, ese ha sido Giancarlo Mazzanti.
2. Es un hecho conocido que Rogelio Salmona recibió a lo largo de su carrera muchos encargos públicos adjudicados «a dedo».
Otro ejemplo:

Alejandro Alvarez me acusa en su comentario de querer desviar la atención al sostener que las Palmas de Cera son también peligrosas. Alejandro, si lee bien, yo nunca hablé de Palmas de Cera, pero lo más importante, el argumento sobre la peligrosidad de los árboles no es mio sino de Juan Luís Rodríguez -a quien usted «agradece inmensamente»-  quien en su artículo afirmó: «una especie de lamento nostálgico, abandonado en medio de un frío ambiente boscoso, saturado de árboles viejos, muchos a punto de caerse y cobrar la vida de algún niño o niña bogotanos».

Yo digo:
Menos pasión y más cerebro!

Hugo Mondragón

Tomado de esferapublica

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Menos Bicentenario y más Independencia, bis

Mayo 26 – 2011

Respuesta a Hugo Modragón

Bien Hugo, me alegra que podamos empezar algo que pueda llegar a llamarse un debate. Estaba esperando que apareciera en El Espectador este artículo escrito por mí. http://www.elespectador.com/impreso/bogota/articulo-272752-menos-bicentenario-y-mas-independencia. Sabía que vendría acompañado de una respuesta del contratista, y necesitaba ver si había algo nuevo que me obligara a cambiar de opinión o a tener que rectificar algo. Todo sigue igual. Dice Confase que «sí hay diseños», que los hay «desde julio de 2010», y que «respetan» la propuesta de Salmoma. Diseños claro que hay; el problema es lo que proponen. También es un problema, porque es falso, que estos diseños tengan algo que ver con el planteamiento de Salmona. Además, está el hecho de no tener licencia.

Respondo a algunos de sus reclamos acerca de lo que hago y dejo de hacer en mi “sugerente, pertinente y descuidado” texto, Arquitectura arrogante, en defensa del Parque de la Independencia. Comencemos por aclarar que me opongo al proyecto de Giancarlo Mazzanti para el Parque del Bicentenario porque considero que maltrata el Parque de la Independencia. Defiendo un espacio patrimonial de Bogotá, y para ello hablo negativamente de un proyecto de arquitectura. Las cuestiones legales, políticas y económicas son accesorias. Si estuviera aprobado o fuera diseñado por cualquier otra persona, me opondría igual.

Ante la eventual falta de claridad de mi parte en la formulación del problema, copio lo que escribí en el artículo: “El proyecto para el Parque del Bicentenario restituirá la continuidad que se perdió, hacia 1950, con el tajo que generó la apertura de la avenida 26. El nuevo parque debía cubrir el túnel, pero el proyecto vigente ocupa más del doble de superficie y deforesta una parte del actual Parque de la Independencia”. A lo cual hay que añadir: apropiándose del Quiosco de la Luz.

En lugar de sugerir una una conspiración, planteo un debate de carácter arquitectónico. Lamentablemente, el aspecto arquitectónico se entremezcla con la denuncia de una operación que ha sido manejada de manera oscura. La denuncia fue motivada por la lectura de un informe de la Silla Vacía en el que Pablo Medina le preguntó al arquitecto del parque por el proyecto en cuestión, y éste se negó a dar información, alegando un acuerdo de confidencialidad con el IDU. Consulté con un abogado y, en efecto, en un proyecto público, no puede haber un acuerdo de tal tipo. Me apoyo, además, en el resultado de una reunión formal entre los vecinos del parque y Planeación Distrital, en la cual quedó claro que en Planeación recibieron el proyecto, le hicieron los comentarios del caso, lo devolvieron, y no volvieron a saber del mismo. Esto significaría que el proyecto no tiene licencia. De tenerla, sin embargo, la prueba le corresponde al contratista. Hay que ser poco perspicaz para no entender que el IDU, el IDPC, el contratista y el arquitecto, han actuado con dilaciones frente a la comunidad, presumo que para conseguir entretanto el aval que su proyecto necesita.

Pasemos a lo importante. Me pide argumentos. Tengo un único argumento al que trato de darle vueltas como una mosca. Se resume en que la arquitectura del nuevo parque es equivocada para el lugar en el que está. Lo demás son arandelas.

Me gustaría que usted, y quienes le encuentran virtudes al proyecto propuesto para el Parque del Bicentenario, las expongan con claridad. Por mi parte, algunos de los adjetivos que he utilizado contra el proyecto son: invasivo, desmedido, arrogante e irrespetuoso. Con variaciones sobre lo mismo.

Invasivo y desmedido porque se autoasignó más del doble del área que le correspondía. Arrogante e irrespetuoso porque toma una actitud para la cual es más importante la arquitectura que llega, que el entorno patrimonial existente al que desprecia.

En otro lugar podría ser una maravilla. En el sitio en el que está, con las características paisajísticas que tiene, y por la significación cultural que arrastra, está en el lugar equivocado.

Fraternal saludo,

Juan Luis Rodríguez

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Hugo Mondragón López says:
2011/05/23 at 5:34 pm

Estimados lectores

Mi amigo Juan Luís Rodríguez nos propone en esta oportunidad un artículo muy sugerente y pertinente (me parece pertinente discutir una intervención en un lugar tan importantes y simbólico de la ciudad), sin embargo, creo haber detectado algunos flancos descuidados en su argumentación.

En primer lugar, sería necesario seguir creyendo en la “Teoría de las Conspiraciones” para aceptar como razonable la argumentación de Juan Luís. Una conspiración en la que estarían involucrados: Opaín, IDU, IDPC, SCA y Giancarlo Mazzanti.

Si el argumento quisiera ir en esta dirección (y me parece legítimo que así sea) me parece que cualquier afirmación que no esté fundamentada en el examen y exposición de documentos concretos no pasa de ser una opinión. Y si esa opinión es una acusación, no pasa de ser una ligereza.

Si efectivamente hay un “asalto” como nos quiere convencer Juan Luís, a mi me hacen falta documentos, pruebas, datos concretos que efectivamente nos muestren que hay una conspiración orquestada entre las partes implicadas en el asunto.

Esto me parece particularmente delicado porque la crítica como instrumento de denuncia (un instrumento que me parece valiosísimo en las sociedades democráticas) queda en entredicho, se desgasta y pierde efectivadad si quien la ejerce no aporta las pruebas que sustentan su denuncia.

Esto lo saben, por manual, los periodistas que se dedican al periodismo de investigación.

Expresadas mis preocupaciones sobre este primer nivel de significación del argumento, debo decir que hay al menos otra cosa más que no me gusta.

Se puede expresar de la siguiente manera: no se pueden revolver peras con manzanas.

Me explico.

Se trata de una crítica al oportunismo de Opaín o a la ineficacia de la Administración Pública representada en el IDU y la IDPC?, Se trata de una crítica a la irrelevancia y al silencio complaciente de la Sociedad Colombiana de Arquitectos, o al modelo de contratación que pone a los arquitectos a trabajar para unos contratistas que históricamente han demostrado desconocer el significado de la palabra ética? O, finalmente, se trata de una crítica al ejercicio profesional de un arquitecto, que a estas alturas y con tantas condiciones estructurales impuestas no se le puede acusar más que de ser un esclavo de sus propias circunstancias?

Cualquiera de las anteriores me parece interesante como campo de indagación, sin embargo, en un texto tan breve como el que nos presenta Juan Luís, no se puede pretender hacer una crítica de todas las anteriores sin correr el peligro de que la crítica se torne superficial.

Hemos tenido muchas conversaciones con Juan Luís, con quien nos une una amistad fraternal, y en nuestras conversaciones aparece con mucha frecuencia la necesidad no sólo de escribir una nueva historia de la arquitectura colombiana (la que está escrita es un edificio totalmente agrietado y mal construido), sino también sobre la necesidad de ejercer una Nueva Crítica en la que, entre otras cosas y por norma general, los nombres propios estén siempre al pie de página. Sin embargo, en esta oportunidad, esta condición ha sido violada intencionalmente.

Me parece innecesario -dado el contexto que nos dibuja este artículo- apuntar con el dedo acusador a Mazzanti, quien como hemos visto, a mercer de la voracidad de los privados, frente a la inoperancia de los organismo estatales, sin el respaldo del gremio y con un modelo de contratación que lo convierte en empleado del contratista, trata de hacer arquitectura por entre las fisuras de un corsé cada vez más apretado e inmovilizante.

Me parece que hay cruzadas más nobles y urgentes y están sugeridas en el propio artículo.

Pensar que Mazzanti es el malo de la película es una distracción.
Y además, en cualquier película, cuando un malo es muy malo, uno termina por no creerse el personaje.

Light, copión, tropicaloide, revistero, farandulero, oportunista… ¿De cuántas cosas más vamos a acusar a Mazzanti? A esta altura está convertido en un verdadero demonio de la arquitectura en Colombia. Mazzanti “El Coco”.

Con ánimo disciplinar y mostrando una posible salida crítica, me hubiese gustado que en el artículo se discutiera el problema de la historia y el tiempo de ese lugar -sin prejuicios conservacionistas- para preguntarse: Qué significa intervenir en el Parque de la Independencia? y desde las posibles respuestas a esta pregunta juzgar el proyecto en construcción.

Me gustaría conocer el significado de algunos términos propuestos por Juan Luís como “ligereza urbanística” o “ligereza arquitectónica”. Qué quieren decir en este caso particular, en dónde reside esa ligereza y cuáles son sus síntomas.

Me gustaría saber por qué: “cuando uno va y ve en el sitio lo que están por hacer queda petrificado”. Creo que esta sola frase da para todo un artículo que nos hiciera recorrer imaginariamente y a través de una descripción, la aberración inenarrables que está por construirse.

También habría agradecido el ahorro de ciertos clichés, aunque se hayan usado como ironias. Hasta cuando seguiremos con el discurso en contra de las “publicaciones internacionales”, que mientras más internacionales más perversas y sospechosas. Hasta cuando vamos a explicar un mal proyecto por el afán de su arquitecto de “pasar a la historia e impartir conferencias” (en el extranjero, seguro) para presentarse como un “salvador”.

Estimados lectores, después de leer el artículo que nos presenta Juan Luís, no pude hacerme a una imagen del proyecto en el lugar, no supe que pasó con el kiosko de la luz, tampoco del destino de los viejos y peligrosos árboles, no entiendo qué es lo que está tan mal, ni por qué debería apoyar a Juan Luís en su cruzada contra un proyecto que debería merecer nuestro desprecio y desaprobación.

Yo propongo: peras con peras y manzanas con manzanas.

De este artículo pueden salir muchos más, que situen la discusión en campos relacionados pero diferenciados: Así, se podría escribir una crítica que sitúan el proyecto en el campo de la ética, otro que lo hace en el campo del derecho urbanístico, otro más en el campo gremial, y otros en el campo del proyecto urbano y/o del proyecto de arquitectura.

Esta diferenciación me parece urgente para saber hacia donde y por qué razones específicas apuntar con nuestro dedo acusador.

Hugo Mondragón L.

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Arquitectura arrogante

Mayo 19 – 2011

Odinsa, vestida en Eldorado de Opaín y ahora para la 26 de Confase, propone, con proyecto de su arquitecto Giancarlo Mazzanti, invadir el Parque de la Independencia y apropiarse del Quiosco de la Luz. Y los arquitectos, tranquilos.

El IDU cambió, y ahora, en lugar de contratar primero el diseño y luego la construcción, licita la construcción sin diseños y entrega un anticipo, con una somera descripción del objeto contractual. Luego, el contratista se encarga de agrandar el tamaño y el valor de la obra, y todo se resuelve mediante un otrosí, o una cadena de otrosís. Pasó con Eldorado, con el Transmilenio por la Séptima, con el puente de la Cien, ahora en la 26 y quien sabe en cuántos más. Esta forma de contratación nos dejó como herencia la calamidad «Nule», y ahora, además, está a punto de dejarnos sin otro pedazo del Parque de la Independencia.

Contratista y arquitecto debían construir un parque sobre el túnel de la 26 que sería el Parque Bicentenario. Sin embargo, por cuenta de esta modalidad de contratación, sumada no sé si a la ignorancia o al desprecio por la historia por parte del arquitecto, o del instituto experto en historia que debería ser el instituto para la conservación del patrimonio y la cultura, IDPC, o de todas las anteriores, acabamos ante una lógica particular.

Una lógica según la cual al arquitecto no le pareció suficiente para pasar a la historia, un “parquecito” sobre una vía, como tampoco le pareció suficiente para llamar la atención de las publicaciones internacionales, ni para impartir conferencias en las que pudiera presentarse como un gran revolucionario salvador que “recuperó” un viejo edificio, el Quiosco de la Luz, una especie de lamento nostálgico, abandonado en medio de un frío ambiente boscoso, saturado de árboles viejos, muchos a punto de caerse y cobrar la vida de algún niño o niña bogotanos.

Tuvieron que ser los vecinos del parque quienes reaccionaran ante el bandolerismo arquitectónico con el cual el contratista y su arquitecto están a punto de cercenar nuevamente el Parque, después del recorte para dar paso a la 26 de la ya olvidada administración Mazuera. Y los arquitectos, es decir, la Sociedad Colombiana de Arquitectos, ni así.

A cualquier observador interesado, le propongo ir al parque antes de que sea demasiado tarde, y corroborar si quienes nos molestamos por esto exageramos, o si quienes se equivocan son el arquitecto y sus aliados en el asalto.

Si acepta, antes de la visita, observe con atención este plano, suministrado por el IDU en respuesta a un Derecho de petición. El plano contiene una propuesta cuya definición más simple sería la de un parque duro, sin pasto y sin árboles, lleno de flores y vegetación típica. Una propuesta que en otro lugar de la ciudad podría ser una fantasía, pero que en este sitio no pasa de una necedad en el lugar equivocado. Además, una propuesta sin licencia por parte de Planeación Distrital, con el doble de área necesaria, y con el doble de honorarios «causados».

Si como persona interesada en opinar sobre lo que pasa en la ciudad, comparte el jucio según el cual esta supuesta gran arquitectura urbana no es más que una ligereza arquitectónica, considere ahora la ligereza administrativa mediante la cual, en respuesta a otro Derecho de petición, el IDPC y el IDU, a través de un documento sin fecha y otro fechado 3 de mayo, invitan a ver los «ajustes» al proyecto, el 1 de junio.

El director del IDPC: “Conociendo el interés que el Proyecto Parque Bicentenario ha generado en la comunidad de los barrios la Macarena, las Nieves, Centro Internacional, Bosque Izquierdo y Torres del Parque, la invitamos a una reunión para la presentación de los ajustes del Proyecto, donde se han tenido en cuenta varias de las recomendaciones dadas por la comunidad, el próximo miércoles 1 de junio de 2011, en las instalaciones del Centro de Documentación del Instituto Distrital de Patrimonio, ubicado en la Calle 13 # 2-96 a las 3:00 pm. En esta presentación se informará sobre los antecedentes del proyecto, su concepción y aporte a la ciudad.”

La directora técnica de construcciones del IDU: “Ahora bien, respecto a la solicitud de audiencia pública, en la cual solicita se presente de forma detallada el actual diseño propuesto del Parque Bicentenario y con el fin de aclarar la totalidad de inquietudes respecto al tema en asunto, nos permitimos invitar a la presentación formal de los mencionados estudios, según actividad a realizarse el día 1 de Junio de 2011 a las 3:00 PM. en las instalaciones del Instituto Distrital de Patrimonio y Cultura, entidad localizada en la Calle 13 No 2-58.”

Aunque las direcciones no coinciden exactamente, a la 13 con segunda cualquiera llega, si quiere ir, el “próximo miércoles 1 de junio”, para una obra que debe estar terminada antes de la inauguración del mundial de fútbol Sub-20. el 29 de julio de 2011.

Y «el actual diseño propuesto” para un proyecto que no se puede presentar inmediatamente porque no tiene licencia y está en proceso de ajuste, en plena obra.!Ave María!, !Hágame el favor!, !Echeee!, póngalo como quiera; cuando uno va y ve, en el sitio, lo que están por hacer, queda petrificado.

Los involucrados en este baile: contratista, IDU, IDPC y arquitecto, necesitan ganar tiempo para ajustar las cargas, o para modificar el diseño, o para acabarlo, o para conseguir aprobación, o para llegar a un punto de no retorno. Sea como sea, estamos a punto de pagar por ello un alto precio.

Se trata de un robo espacial y un desprecio por lo existente que constituye un barbarismo cultural. Querer evitarlo nada tiene que ver con oponerse a la contemporaneidad, y menos a una arquitectura innovadora o revolucionaria. Quienes en esto andamos, esperamos y exigimos aprecio y cuidado con lo existente. Esperamos además que el nuevo parque sea una maravilla que se beneficie por estar al lado de otra arquitectura, llámese histórica, patrimonial, o simplemente vieja.

!Respeten, por favor!

Juan Luis Rodríguez

 

Fuente imagen: IDU

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El Show va a comenzar

Acaba de terminar la primera fase de un importante concurso arquitectónico internacional para los Bogotanos. Se trata de la selección de las cinco Firmas o Consorcios de Arquitectos que presentarán una propuesta para el Centro internacional de Convenciones de Bogotá, escogidos dentro de una lista de noventa candidatos de gran prestigio mundial. Es de destacar y aplaudir que entre los seleccionados aparecen arquitectos colombianos altamente calificados  que con seguridad sabrán sudar la camiseta y propondrán un proyecto digno y destacado. Hasta aquí el texto parece un comunicado de prensa con final feliz de cuento de hadas, que no justifica el tiempo malgastado en escribirlo, ni en leerlo.

Pero el cuento no es tan colorín colorado. Hay un diablito que se esconde entre las bases del concurso, y que obliga a una segunda mirada. Cito a continuación algunos apartes de la información divulgada por los promotores:

“Centro Internacional de Convenciones de Bogotá, un espacio de talla mundial que se convertirá en ícono de la ciudad y permitirá promover internacionalmente a Bogotá, así como atraer el turismo corporativo y de negocios para mejorar la competitividad de la ciudad.”

“Según Consuelo Caldas, Presidenta Ejecutiva de la CCB, con este proyecto la Cámara de Comercio de Bogotá y Corferias esperan mostrar a Bogotá como una ciudad dinámica, incluyente y sostenible que se convierta en un ícono urbano de la talla de la Torre Eiffel de París, el Teatro de la Ópera de Sydney o del Museo Guggenheim de Bilbao.”

“Durante la primera etapa del concurso, se elegirán los cinco (5) candidatos que presenten el mejor diseño conceptual. Para esta elección se calificará, entre otros aspectos:

• Innovación en el diseño

• Sostenibilidad  medioambiental.
• Incorporación del Centro de Convenciones al entorno.
• Cumplir o exceder el estándar LEED GOLD o similares.
• Debe alinearse al proceso de transformación del área de influencia INNOBO y tener una presencia visual que lo haga único en su género.”

“Las instalaciones deberán tener una presencia visual única”.

Hurgando en estos apartes  y buscando al diablito, encontramos lo siguiente: Dos veces se refieren al edificio como un icono de la ciudad y un  icono urbano, y otras dos se pide una presencia visual que lo haga único y una presencia visual única. Dentro de los aspectos a calificar no se menciona en ningún momento la calidad arquitectónica, la funcionalidad o la economía, entendida ésta como la óptima utilización de las técnicas y materiales más adecuados. Preocupa entonces que se esté esperando, no el mejor edificio, sino el más vistoso. Es decir, una muestra más de la funesta arquitectura mediática. Si lo que se busca con la arquitectura es el espectáculo, para promover internacionalmente a Bogotá y atraer al turismo,  no saldría más barato contratar unos payasos?

Hace un par de meses escribió Miguel Mesa un artículo sobre la arquitectura imponente, y decía: “Las arquitecturas imponentes son esas que parten la ciudad, la anulan y son signos de inequidad”…”Pero los edificios imponentes son impotentes: no saben nada de la geografía, el clima o el urbanismo. Edificios herméticos que aterrizan impávidos en la calle y se mantienen con aire acondicionado en el trópico”. Hasta aquí Miguel.

Yo comenté en esa oportunidad y por este mismo Blog: “Seamos justos, Miguel. La verdadera arquitectura imponente (que la hay) no es culpable de que le adjudiquen el criticado adjetivo; nace sin pretensiones y su calidad, el cumplimiento de la función para la cual fue creada, la estética resultante de la ética de su diseño y la aceptación y cariño de sus usuarios durante años (ojalá muchos) la convierten, sin quererlo, en imponente”…. “Nos referimos entonces a esa arquitectura mediática que nace del arquitecto pedante, la enaltece la revista de moda,… que se destaca por ser la más ostentosa, o la más cara, o la más alta, o la más absurda, o la del mayor voladizo innecesario. Son los falsos positivos de la arquitectura”.

Estaremos entonces condenados a convivir con un gran banano ó una gigantesca alcachofa? Yo personalmente espero que no. Confío en que la alta calidad de los participantes produzca unos diseños de calidad igualmente alta. Y el jurado, serio y responsable, escoja el proyecto arquitectónicamente mejor, que si propone una buena arquitectura representativa de este siglo que está comenzando, se convertirá automáticamente y por sus propios méritos, en Icono.

Mientras tanto, ocupemos cómodamente nuestras butacas, mientras se levanta el telón. El Show va a comenzar.

WILLY DREWS

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¿Y el P.O.T.?

Entre las muchas omisiones que no se le anotaron a Samuel Moreno Rojas para suspenderlo en la Alcaldía de Bogotá, esta la «Revisión del POT»: trabajo inconcluso y errante que tras 3 años no ha llegado a nada, bueno salvo un oneroso gasto en honorarios, estudios, planos y sobre todo mucha prensa.. para tapar las irregularidades y hacer autobombo de cada declaración del «burromaestre».

La excusa fue tratar de acomodar la ciudad al Metro, su proyecto bandera; sin embargo cada vez que un grupo de proponentes daba una alternativa del trazado, salían las observaciones de legos y expertos que obligaban al Alcalde a dar marcha atrás o cambiar sin mayor razón técnica trazados y  presupuesto, acortando siempre para evitar entrar en controversia; tanto que algunas personas terminamos por denominarlo el «Alcalde Clutch», por que cada vez que metía la «pata» hacia el cambio.

Al parecer, los consultores, el Alcalde y sus asesores nunca leyeron el POT y menos el Plan Maestro de Movilidad, donde estaba ya esbozado y previsto el Metro como una etapa a largo plazo, con pre-requisitos como el Sistema Integrado de Transporte Publico SITP y varias Fases de TransMilenio que permitirían entonces valorar  la movilidad urbana para determinar de acuerdo con tendencias del desarrollo urbano las mejores alternativas para que el Metro si se justificaba entonces, fuera el complemento.

Y una revisión que la misma Secretaria de Planeacion había programado para desarrollarla en 6 meses, por la falta de objetivos, de gerencia y de una visión concertada, se fue alargando y diluyendo, luego de 3 años sigue aun peligrosamente en pañales, tanto que ya varias entidades académicas y gremiales han solicitado que se suspenda el trámite, y mas ahora ante la ausencia del Alcalde.

Mientras tanto, la incertidumbre que generó el proceso, representó una baja notable en la inversión privada en la ciudad. Basta ver por ejemplo los 21 Planes de Renovación que no arrancaron, y muchos otros proyectos que se quedaron entre el tintero; los que si aprovecharon y pescaron en «río revuelto» fueron varios especuladores inmobiliarios que ofrecieron y vendieron predios e inmuebles con la excusa falsa de que el nuevo POT traería cambios en las UPZ, con aumentos de alturas y densidades en ciertas zonas de la ciudad.

Valdría la pena que los entes de control, en especial la Procuraduría, evaluaran, independiente de los miles de millones de los estudios contratados cuanto ha representado negativamente para la ciudad la incertidumbre generada por la alargada y desorientada Revisión del POT, y si a esto le agregamos los costos de disfuncionalidad urbana que ha generado el desorden de las obras publicas mal programadas, sin el debido control y seguimiento, tendríamos que las perdidas generadas por el «carrusel de la contratación»  son mínimas y por tanto llevaderas.

 

FRANCISCO PARDO TELLEZ

Arquitecto 4 x 4

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No voy a hablar de Bogotá

 

No voy a hablar de Bogotá, porque no la habito. Si bien la conozco y admiro particularmente muchas de sus zonas y la brillante intervención de algunos de sus arquitectos, no vivo en ella. Conozco sin embargo el valor histórico de sus barrios y de sus monumentos. Ciudad bella, bien emplazada.

Conozco otros centros urbanos que han sido agredidos por causas venales, por no decir la misma causa. París y Milán, Roma y Barcelona son sólo algunas pocas que han recibido “la gracia”: lo que nos cuentan es el progreso. Progreso sospechoso…pero tampoco voy a entrar en el discurso de legitimar o censurar. Deseo atenerme a los hechos: certezas en el orden de la física, de la química, de la climatología.

Está probado con cifras que la construcción de un edificio de altura genera costos constructivos mayores que la edificación que se mantiene en los 4 pisos tradicionales. No se obtiene con la altura mayor densidad, si se mantienen las reglas del respeto por los linderos. El derecho al sol, a las corrientes naturales de aire, a las vistas deben ser iguales para todos. Pero también está comprobado que los edificios en altura, quitan el sol a sus vecinos, alteran las visuales y el paisaje y alteran las corrientes de aire. Como si esto no bastara, como gigantes acaparan la energía eléctrica y los servicios derivados, el gas, el agua; saturan los desagües y alteran el curso del agua de lluvia.

El mantenimiento de un edificio en altura es mucho mayor que el de uno más bajo: más elevadores, más bombas de elevación de agua, mayor exposición al frío y al calor = mayor cantidad de energía. Mayor peligro en caso de accidentes. Pero también menor disponibilidad para el uso de sistemas pasivos de aclimatación, sin uso de energía agregada.

Algunas compañías alemanas desalientan a sus clientes entrar en esos edificios. Es fácil hacerlo, el seguro aumenta.

Pero hay otros factores: salvo en sitios donde no la dejan erigirse, la torre inevitablemente se convierte en protagonista. El protagonista que es más alto que la Mole Antonelliana en Turín, la otra que se aloja en el agua, a cien metros de la costa en Liguria (el alcalde la vetó, el arquitecto lo trató de idiota retrógrado), las torres de vidrio  que son la “cocina solar” de los libros de la Biblioteca Nacional de Francia… la lista es inacabable.

Precisamente porque las torres son protagonistas, cada arquitecto estrella quiere la suya, y cada alcalde cree que prestandole su ciudad, la favorece. Un círculo de snobismo que, apareado al de los que compran sea porque “es moderno”, sea porque tiene vista, sea porque es caro, hace que cada una y todas nuestras ciudades esté amenazada por esta peste. Los alcaldes se favorecen, los arquitectos también; lástima, los habitantes no.

A los habitantes de Bogotá me dirijo, los que son ciudadanos no a los simples espectadores urbanos:

no se dejen engañar por propuestas “únicas, inolvidables” que darán prestigio a su vida, que elevarán su status (y sus gastos);

no se dejen engañar por el cuento de la contemporaneidad, ese cuento era viejo ya en la Roma Imperial. La modernidad es proteger nuestras ciudades, no dejarlas a la merced del despojo, del lucro sin escrúpulos, que ha dañado centenares de centros urbanos.

sean curiosos, busquen, investiguen. Hay urbanistas que han estudiado este fenómeno, que lo han denunciado. Nikos Salíngaros, Stefano Serafini, Piero Pagliardini en Italia, Francia, Estados Unidos, Inglaterra…

Protejan su ciudad, lo merece.

Este es un llamado, no un consejo y viene de alguien que no tiene intereses allí, salvo uno: que la belleza de esa ciudad no se pierda por la especulación, en beneficio de otros, no el de ustedes por cierto.

Protéjanse, salven su ciudad: les pertenece, no dejen que se la roben.

Por si no saben de qué hablo: ¡Es del Centro Bacatá de Balaguer y Asociados que estoy hablando!

 

Giancarlo Puppo,

Buenos Aires, abril de 2011

 

 

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