Archivo de la categoría: opinión

La alegría de aprender

Febrero 27 – 2012

Recibí la invitación con el entusiasmo y la curiosidad que producen avisos de página entera en los principales medios, reportajes pagados, etc. Los conquistadores españoles nos querían regalar los espejitos y abalorios de la buena arquitectura española!!

Corrí a la maloca a ponerme el taparrabos de los domingos para salir a darles la bienvenida y recibir las preciadas chucherías. Mientras me acomodaba las plumas de guacamaya, resolví impaciente repasar la invitación que en resumen decía: Desde los años 70 “la buena arquitectura de la capital solo se ve esporádicamente”. Bogotá”ha crecido desmesuradamente y sin planificación” y “brilla por su estética pobre, desordenada, que poco tiene para proponer al debate urbanístico mundial”. “El último edificio emblemático de Bogotá, la torre Colpatria, se terminó en 1979”. Uno de los obstáculos para el desarrollo de Bogotá es “la mentalidad provincial”. “Por más de 30 años la arquitectura bogotana le ha dado la espalda al mundo”.

El panorama se presentaba desolador: ¿cómo era que yo había vivido casi sesenta años en esa ciudad sin darme cuenta? Y más adelante preguntaba:”¿ Es usted arquitecto de talla internacional? Asista a nuestra convocatoria”. Me tocó entonces revisar mi “talla”, para lo cual recurrí a la marquilla de mi camisa: Decía “L”, que supongo quiere decir “Local”, o sea  de “mentalidad provincial”. Yo no era de “talla internacional”. Pensé entonces maliciosamente que tal vez adobando mi humilde proyecto de 8 casas en Costa Rica con una dosis similar de pedantería, prepotencia, vanidad y egolatría a la de la invitación, podía aparentar “talla internacional. Algo así: “Proyecto para ocho magníficas e importantes  residencias enclavadas en el paisaje de un pequeño país en el corazón de Centro América, cuya formidable arquitectura ha despertado generosos comentarios entre algunos de sus propietarios, y ha merecido que los nativos la califiquen como la mejor arquitectura de la cuadra, y posiblemente una de las mejores del mundo”.

Pero en ese momento me asaltó una duda- con esta inseguridad hasta las dudas asaltan-: Y si me rechazaban, ¿podría a mi edad soportar el golpe y la vergüenza? Pero si no me inscribía me perdería la oportunidad de conocer “uno de los arquitectos más importantes del siglo XXI” como lo anunciaba la convocatoria. Tal vez podría pararme en la puerta y verlo entrar, y con suerte podría tocarlo. ¿Y si este genio  también estuviera “investigado por la Fiscalía española por los presuntos delitos de administración desleal, apropiación indebida, estafa y falsificación en documento mercantil “como lo está el ex presidente del proyecto BD Bacatá, según afirma la revista Semana, y alguien me ve junto a él en un país donde es delito acercarse a dos metros de un delincuente?

Decepcionado y haciendo uso de mi pequeño saldo de altruismo, me resigné a dejarles el espacio a mis colegas de “talla internacional”. Entonces caí en cuenta de que esos arquitectos eran los mismos provincianos que en los últimos treinta años solo habían hecho “esporádicamente” buena arquitectura, responsables de que Bogotá haya “crecido desmesuradamente y sin planificación “y  brille “por su estética pobre, desordenada, que poco tiene para proponer al debate urbanístico mundial”, por lo tanto tampoco clasificaban.  Pensé entonces como última posibilidad en firmas de arquitectos jóvenes que todavía no fueran responsables de  la debacle de Bogotá, pero tuvieran  una destacada y reconocida participación en concursos internacionales, como el Taller 301. Pero entonces encontré en el texto de la invitación una malévola frasecita que decía: “Solo se necesita ser arquitecto o arquitecta, con un proyecto emblemático en el país”,  y “el último edificio emblemático de Bogotá, la torre Colpatria, se terminó en 1979”, cuando los jóvenes no habían nacido.

Finalmente consulté la invitación para saber quién era el arquitecto cuyos conocimientos no podríamos asimilar por incapacidad nuestra. Su nombre era Sergi Balaguer. Repasé mentalmente mi lista de “los arquitectos más importantes del siglo XXI”, y no lo encontré. Tampoco encontré a la telonera, Winka Dobbeldman. Culpando a mi ignorancia, revisé la lista de ganadores del premio Pritzker: tampoco estaba. Finalmente consulté libros recientes de arquitectura de” los más importantes” y no apareció.

Regresé a la invitación y encontré que el arquitecto Balaguer era el diseñador de la pirámide – truncada- promovida como BD Bacatá. La pregunta entonces fue: Si uno de “los arquitectos más importantes del siglo XXI” diseña un edificio que no respeta el entorno, mezquino con la ciudad, que no ofrece un metro de espacio público, que atenta contra la movilidad, y muestra errores elementales de tamaño y funcionamiento de los espacios, ¿Qué nos puede enseñar? Y ¿Qué se puede esperar entonces de los arquitectos de estupidez normal como uno?.

Deprimido, empiezo a guardar las plumas y el taparrabos, mientras del lagrimal se escurre una lágrima furtiva que resbala por la mejilla decorada con pintura de achiote. Perdí al nacer la oportunidad de ser arquitecto español, y acababa de perder, con mis colegas de la tribu, la oportunidad de aprender de arquitectos españoles a ser buenos arquitectos. Aceptemos con tristeza que no tendremos más remedio que seguir haciendo la arquitectura de porquería que desde el año 1979 nos caracteriza, en esta ciudad de porquería que “brilla por su estética pobre”.

WILLY DREWS

Comparte este artículo:

La Séptima

Febrero 19 – 2012

Esta tradicional y larga calle de Bogotá es la más importante del país. Pero quitarle todo el tráfico vehicular comprometería su animación y seguridad, su función de parada de taxis y entrega de suministros, que aun cuando se hagan de madrugada necesitan por donde circular, como la policía, ambulancias y bomberos. Basta con ampliar los andenes y poner árboles alineados y cercanos para que no sean invadidos por los carros y apenas los bolardos estrictamente indispensables, dejando solo dos carriles para los carros, el de la derecha más ancho para que cuando paren no tranquen a los de atrás.

En París se han ampliado los andenes de los Campos Elíseos varias veces, en Quito se crecieron mucho de una vez los de la Avenida Amazonas, en México D.F. está el Paseo de la Reforma desde el siglo XIX y en Caracas se ampliaron los andenes de varias avenidas cuando se sacaron de ellas los buses con la construcción de su Metro hace años. La Calle Central en Panamá o el Paseo Bolívar en Cali, funcionan sin ningún tráfico pues son trayectos bastante más cortos y con muchos peatones, los que no tiene Brasilia, por ejemplo, por su baja densidad, por lo que allí es imposible una vía peatonal.

En Manizales funciona muy bien su principal vía central con un solo carril, y en Palmira quedó demostrado hace años que reducir las calzadas para aumentar los andenes mejora la calidad de vida de los ciudadanos. La medida fue puesta en práctica para el mes de diciembre en todo el centro con un comprobado éxito, usando bolardos provisionales, pero fue abandonada por el siguiente alcalde. Falta de continuidad que se ha constituido en la maldición de las ciudades colombianas.

¿Cuándo entenderemos lo conveniente que sería reducir las calzadas de las calles de los centros tradicionales de nuestras ciudades a solo dos carriles y dar toda el área sobrante a los andenes? Dos son suficientes casi siempre: uno para circular y otro para parar, e incluso uno como en Cartagena. Además los carriles continuos, aunque apenas sean dos, organizan el tráfico automotor haciéndolo mas ágil. Y ¿cuándo entenderemos que el transporte colectivo, ya sea en buses o trenes, se inicia y termina es en los andenes?

Los andenes amplios, llanos, continuos, sin barreras y sencillos, como en la Gran Vía en Madrid o el Paseo de Gracia en Barcelona o el Paseo de Colón en Sevilla o la Avenida del Márquez de Pombal en Lisboa, para mencionar apenas otras ciudades que tienen que ver con las nuestras, y por supuesto Manhattan, permiten que el caminar por la ciudad sea seguro y agradable, pues se pueden ver edificios y apreciar vitrinas, lo que favorece el comercio, amén de que en ellos se pueden mirar discretamente los demás. Hacen posible vivir la calle.

Las calles son consustanciales de las ciudades, tanto o más que los edificios, y base de la vida urbana, pero los coches de caballos y últimamente los automotores, hicieron necesaria su diferenciación en calzadas y andenes, mas nunca han perdido su carácter eminentemente peatonal. Son el espacio público más importante de cualquier ciudad pero las autoridades aquí poco se ocupan de ellas, obsesionadas con los carros, las vías, los puentes, los cobros por valorización, el clientelismo, la contratación y los serruchos.

Benjamín Barney Caldas

Comparte este artículo:

Rascacielos de la Discordia

La revista Semana publicó la semana pasada un artículo sobre el edificio Bacatá BD. Considero que la batalla que adelantan Willy Drews, el Capítulo de Arquitectos de Uniandinos y la Sociedad de mejoras y Ornato, merecen todo el apoyo que podamos brindar. Van unos comentarios que envié a la revista.

El rascacielos de la discordia

Da mucho que pensar el artículo publicado (P.52, Edición 1554) sobre el edificio BD Bacatá que se pretende elevar sobre la avenida 19 de Bogotá. Al respecto quiero compartir algunas inquietudes.

Que las alturas estén mal calculadas y que sobrepasen en casi 30 pisos la que corresponde al aplicar correctamente la norma, puede ser una equivocación de buena fe por parte de los promotores, Planeación Distrital y la Curaduría. Que los aislamientos también estén mal calculados puede deberse a otra equivocación. Que los estacionamientos, así cumplan la norma establecida, no funcionen y sean inadecuados, y vayan a crear un verdadero caos en un sector ya imposible para el tránsito, también puede deberse a simple desconocimiento por parte del diseñador acerca de su responsabilidad, por cuanto debe tener criterios para aplicar en este edificio una norma diseñada para edificios de menor escala (el acceso de más de 700 carros se hace por una boca de la misma medida de una casa unifamiliar del Chicó).

Que se haya omitido el pago de la plusvalía que genera el obtener un enorme beneficio con relación a la norma, y que por este concepto la Capital deje de percibir una significativa suma, puede deberse a algún olvido por parte de las entidades públicas que tuvieron que ver con la aprobación de la licencia. Que el proyecto contenga unas zonas definidas de manera ambigua y que logren con ello eludir la exigencia de una cierta cantidad de estacionamientos, puede ser un simple error semántico. Que a pesar de todos los defectos, los estudios de tráfico y de impacto ambiental hayan sido aprobados, y que la Curaduría ante la cual se tramitó la licencia se haya visto involucrada en otros desaciertos y dudosas actuaciones, puede ser tan solo cosa del azar.

Y que, finalmente, uno de los principales socios de la empresa promotora esté demandado por la justicia de su país por “presuntos delitos de administración desleal, apropiación indebida, estafa y falsificación de documentos”, puede deberse a simple mala suerte.

A quienes hemos tenido la oportunidad de seguir de cerca el desarrollo de este edificio, tanta coincidencia, equivocación, errores, malas interpretaciones, actuaciones oficiales que deben explicarse, nos están generando dudas y mala espina. Se actuará con suficiente rapidez por parte de los organismos que ejercen vigilancia para aclarar todo y seguir adelante, o será que dentro de unos meses nos veremos ante otro escándalo financiero, otra pirámide, y otros damnificados que ante un enorme despliegue publicitario cayeron en una bien orquestada trampa? Son simples dudas, pero hay que abrir el ojo, y hacerlo pronto!!

Carlos Morales Hendry

Arquitecto

 

Comparte este artículo:

Constructores sin escrúpulos

La sostenibilidad de las ciudades modernas está basada sobre cuatro principios: densificarse o “crecer hacia adentro”, reemplazar el automóvil particular por sistemas de transporte colectivo, preservar el entorno natural y crear espacio público, este último el crisol para la existencia de una sociedad con sentido de colectividad. Estos preceptos se hacen cada día más claros para el público y, por fortuna, son también los compromisos del nuevo alcalde Gustavo Petro.

Desafortunadamente, contra todo esto apunta un tipo de urbanización denunciada y reconocida mundialmente como la más antiecológica para el desarrollo de la ciudad moderna: Los suburbios de baja densidad en los municipios periféricos de Bogotá, casas para estratos altos que, a pesar de la etiqueta “verde” que las acompaña, su edificación implica la innecesaria construcción de nuevas vías, con cargo al erario público. Y dada la capacidad económica de los compradores, más y más vehículos privados para evitar el pico y placa y la molestia del transporte público, con el resultado directo de más congestión y menos transporte público.

Traigo como ejemplo ilustrativo de este dañino proceder, los desarrollos urbanísticos que están inundando de concreto el valle del cercano municipio de La Calera, gracias a las firmas constructoras más reconocidas del país (alguna inclusive con Cruz de Boyacá), las cuales cínicamente se autocalifican de poseer conciencia ecológica, pero incumplen todos los preceptos para tener una ciudad sostenible. Este municipio cuenta con un solo punto de acceso vial a Bogotá: la calle 87 con Séptima, actualmente colapsado. El futuro de esta vía, así como de las pocas que comunican a los otros municipios circundantes, es negro, debido a la misma razón: la urbanización periférica de baja densidad.

Estos constructores sin escrúpulos, a quienes solo interesa el lucro personal, y para nada el bienestar comunal, les importa un comino qué va a pasar con este problema. Deliberadamente le dejan al Estado la solución del problema que generan, haciendo que dineros que podrían ser utilizados en educación o salud, sean malgastados en vías innecesarias.

El interés económico de los constructores está unido a la gravísima corrupción de las oficinas de planeación y alcaldías de estos municipios, cuyos usos de la tierra, gracias a conveniencias particulares, son cambiados casi a diario.

Se hace necesario que el nuevo Plan de Ordenamiento Territorial de carácter ecológico que Petro ha prometido, no solamente involucre a los demás municipios que comparten la Sabana, sino que este nuevo POT ciudad-región de la Sabana de Bogotá también conlleve el control físico centralizado de la misma.

Guilermo Fischer

Comparte este artículo:

Callejuelas, avenidas…y reculadas

La Modernidad Urbana en Paris se debió al Barón de Haussman, quien entre 1852 y 1870 bajo el gobierno de Napoleón III transformo la capital francesa en la “Ciudad Luz” que todos admiramos por sus grandes avenidas, plazas y puentes; la leyenda urbana habla de este Perfecto de Paris disparando un mortero y ordenando que desde ese punto hasta el lugar donde cayó el proyectil se trace una línea recta y se tumbe a lado y lado 100 metros para el nuevo bulevar.

Avenida ALO Reserva actual sector norte

 

En realidad no fue tan azaroso, había primero una visión militar de acabar con las callejuelas estrechas y tortuosas de Paris, donde los “Miserables” exaltados por Víctor Hugo fácilmente creaban barricadas y con el mismo “pavé” o empedrado le ganaban batallas a las tropas napoleónicas, con las nuevas avenidas los soldados llegaban al galope en 10 filas e impedían rápidamente los motines; por otro lado estaba la visión higienista para poder construir las redes de acueducto y alcantarillado y sanear así la ciudad que botaba sus excretas a las calles con un grito previo.

Y había también una tercera visión Estética, la de obligar al particular a construir un perfil homogéneo, un primer piso con mezanino y cuatro pisos más que rematan en una cubierta a 45 grados de donde sobresalen las chimeneas; conformando así “calles muro” que delimitan los Bulevares, y dan una escala propia a la ciudad.

 

AVENUE DE L'OPERA, PARIS. CAMILLE PISSARRO 1898

Paris con el tiempo ha cambiado y evolucionado, pero afortunadamente persiste esa visión urbana de pensar en grande, de mantener claros sus trazados y hacer obras monumentales que trascienden de lo local a lo global y son referencias obligadas para todo el mundo; mientras tanto en Bogotá y pese a los cambios urbanísticos que la han marcado y transformado como ciudad moderna se insiste en pensar pequeño, en contradecir las decisiones ya tomadas para hacer osada demagogia como no construir la Avenida ALO y luego ante argumentos contundentes y antecedentes técnicos se hace el cambio alegremente para retroceder otra vez, demostrando que es más el capricho del Alcalde de turno, de dejar su impronta, de hablar por hablar, que su mínimo conocimiento de la ciudad y de sus problemas.

Para 1948, como preparativos de la Conferencia Panamericana se propuso, delimito y construyo la Avenida de las Américas con un ancho de 100 metros, 2 calzadas de 2 carriles y una amplia zona verde donde se implantaron algunos monumentos que remataba en la glorieta de Banderas y conectaba el Aeródromo de Techo con la ciudad, las controversias entonces fueron notables por el ancho de la Avenida, paso el tiempo y pese a la reubicación del aeropuerto la Avenida de las Américas ha demostrado ser un eje importante del desarrollo urbano del occidente de Bogotá, su amplitud le ha permitido evolucionar y adaptarse a los distintos requerimientos de la ciudad, no ha tenido Bogotá aparte de la Autopista Norte, la Avenida Eldorado y la Avenida Centenario o calle 13 otras avenidas de este ancho, y salvo los trazados de la Avenida Longitudinal Occidental o ALO, la Avenida El Polo, no hay más.

Nos acostumbramos a pensar en chiquito, llevamos años en donde cualquier calle con un separador de 40 centímetros o sin él, se le llama “Avenida”, donde nos quejamos de la inmovilidad pero hace rato no se soluciona las intersecciones viales de los grandes corredores con puentes y pasos a desnivel, si no con semáforos descoordinados, que casi siempre en hora pico son contradecidos por los agentes de tránsito que a punta de pito y manotones pretenden agilizar el tráfico.

Pequeños pueblos de nuestra geografía hace rato tomaron la decisión de hacer “variantes” o vías periféricas que permiten que los flujos regionales no entren a sus cascos urbanos y generen impactos a la movilidad interna y detrimento a sus vías, Bogotá está atrasada en controlar y encausar esos flujos y una de las soluciones planteada hace más de 30 años y aprobada hace 12 años es la Avenida ALO, (Acuerdo 13 de 1998) que con 50 Km por el occidente permitiría que los flujos intermunicipales que vienen del occidente del país continúen hacia el norte o hacia el oriente sin entrar a la ciudad, es parte de un anillo circunvalar que requiere Bogotá para evitar que por sus calles ya congestionadas y destrozadas continúen pasando tractomulas, camiones, buses y vehículos particulares que no quieren y no deben pasar.

Esa es la Avenida ALO, la misma que el Alcalde Petro en campaña le manifestó su oposición alegando el impacto ambiental sobre los humedales que debe atravesar, ahora como Alcalde en osada propuesta demagógica pretendió urbanizar sus terrenos con vivienda de interés social, colegios y universidades; ante el debate y las contradicciones, ahora dice que mejor la hace.

Si en Paris, los funcionarios que sucedieron al Barón de Haussman hubieran decidido por protagonismo personal o político, por ese afán a veces irracional de los políticos de dejar su impronta, olvidar los trazados y cambiar las reservas viales para la construcción informal de la ciudad, Paris no sería Paris….

Y Bogotá seguirá siendo la aldea con ínfulas de ciudad, donde el Alcalde despacha en el llamado “Palacio Lievano”, diciendo hoy una cosa y mañana otra totalmente distinta y opuesta, no pasa un mes de su mandato y la ignorancia crasa de la ciudad se destaca, sus promesas se deshacen y si bien hay que anotarle sus rectificaciones que ya lo perfilan como el “Alcalde Clutch” (mete la pata y hace el cambio) Bogotá seguirá 4 años más.. cada día más lejos de las estrellas.

Francisco Pardo

Comparte este artículo:

¿Era Petro?

Enero 10 – 2012

Katya González, gerente de la Empresa de Renovación Urbana ―ERU―, presentó un balance de su gestión en una entrevista de El Tiempo el pasado 23 de diciembre. La primera parte de su informe trae algunas cifras: “de 128 hallazgos e irregularidades administrativas, solo quedan tres por corregir (…) había 138 contratos sin liquidar y ya no queda ninguno pendiente (…) nuestra ejecución terminará, el 31 de diciembre, en el 94 por ciento”. El balance incluye también un intento por palmear la espalda del nuevo alcalde, asegurando que la ERU “no adjudicará el polémico centro comercial de San Victorino porque el alcalde electo Petro así lo pidió”. Y además, nos da una primicia: que la ERU no construirá el Centro Cultural España porque “nosotros no somos constructores”. Lo construirá, en cambio, “la fundación Escuela Taller de Bogotá, que es una entidad seria.”

Los números dan para incertidumbres fascinantes como que la Vía Láctea tiene entre 200 mil y 400 mil millones de estrellas, pero dan también para sorpresas como las del informe González. Corregir 125 de 128 irregularidades, da casi el 98% de efectividad. Si le agregamos el 100% en contratación y el 94% en ejecución, podría uno pensar que acabamos de perder la funcionaria del año en Bogotá. Pero basta recordar que quien reclama tanto rendimiento y pulcritud como gerente de la ERU, es a la vez la arquitecta del edificio de Fedegán en Teusaquillo. Una obra sellada dos veces por la Alcaldía de la localidad, precisamente por alterar las medidas, en metros, en un sector patrimonial en el que los centímetros son preciosos. La misma persona que ante la pregunta por la anomalía de Fedegán le respondió a Noticias Uno que ya todo “estaba resuelto”, con lo cual quiso decir que todo se “resolvería”, confundiendo un pasado imperfecto con un futuro condicional. Confusión que me obliga a pensar que quien estira a su antojo un edificio, o un verbo, no se pone con remordimientos a la hora de hacer un poco de numerología de la gestión.

En cuanto a la gentileza de no adjudicar el centro comercial de San Victorino, me parece evidente que temiendo la bien ganada fama de justiciero del exsenador Petro, la gerente saliente busca anticiparse a las investigaciones que presiente venir. Y en cuanto a la denominación del contratista para la construcción del Centro Cultural España, me asombra que para sustentar la selección del contratista, escoja calificar la Escuela Taller como una entidad “seria”, en lugar de una entidad “competente”.

La Escuela Taller es una Fundación dedicada a la educación en artes y oficios que busca “formar a jóvenes con alto riesgo social en oficios tan diversos como albañilería, carpintería, cantería, forja, pintura, cerámica, jardinería, instalaciones y otros”, como culinaria y restauración de muebles. Una fundación reputada por la calidad de su trabajo artesanal y por el valor de su misión social. No es una firma de construcción, ni tiene con qué, ni con quién, ni porqué, responder por un contrato como el del Centro Cultural España; a menos que lo subcontrate, con las consecuencias ya conocidas: que todo cuesta y se demora más de la cuenta. Almacenes Éxito, por ejemplo, también es una empresa seria, lo cual no la califica para encargarse de contratos de construcción de alta complejidad.

Bienvenidas entonces las investigaciones que muchos esperamos entre un prudente escepticismo y un temeroso optimismo, confiando que así como el 2011 fue un año infeliz para buena parte de los miembros del carrusel de la contratación, el 2012 lo sea también para los encargados del mundo al revés que se encarga de la planeación de Bogotá. Mundo en el que la ERU es apenas una ficha menor de un rompecabezas que completan Planeación Distrital, la Cámara Colombiana de la Construcción –Camacol–, la Sociedad Colombiana de Arquitectos –SCA–, el Instituto Distrital de Patrimonio Cultural –IDPC–, la Secretaría Distrital de Movilidad –SDM–, la Empresa de Acueducto y Alcantarillado de Bogotá –EAAB– y las curadurías urbanas, entre otros. Las bases para este nuevo mundo se reducen, en mi opinión, a unas pocas “inversiones”.

– Que Planeación Distrital deje de estar al servicio de Camacol y se ocupe de concebir la ciudad como un bien colectivo que se “proyecta” hacia el futuro. Un espacio que se conciba desde su calidad urbanístico-arquitectónica como una “obra de arte colectiva que se construye en el tiempo”. No en una mercancía de alta rentabilidad cuyas manifestaciones espaciales terminan por ser un rayón en la córnea.

– Que Camacol deje de actuar como asesor de Planeación Distrital y se ocupe de mejorar los atrasados estándares de calidad de la construcción en Colombia. Que resuelva la evidente paradoja de su misión que la presenta como: “una asociación gremial de carácter nacional sin ánimo de lucro, que reúne a nivel nacional empresas y personas naturales relacionadas con la Cadena de Valor de la Construcción”, y pase a reconocerse, simple y honestamente, como una organización que vive para el lucro. También podría ayudar, por ejemplo, a conseguir un contratista idóneo para el Centro España.

– Que la SCA deje de actuar como contratista del Estado y se ocupe de asesorar entidades públicas y privadas en arquitectura, empezando por el ordenamiento territorial y por objetar, por lo menos, atropellos patrimoniales como Eldorado, Fedegán y el Parque de la Independencia. O si considera legítimas estas intervenciones, que lo manifieste públicamente y deje de guardar “prudente” silencio. La debilidad institucional de la SCA se confirma en que Camacol ha tomado el liderazgo que los arquitectos deberían tener en Planeación, con la consecuencia de un POT hecho a la medida de los promotores inmobiliarios.

– Que el IDCP se ocupe de proteger el patrimonio arquitectónico de todas las épocas (¡y los cerros!), empezando por entender que el Parque de la Independencia es un patrimonio de la nación, y no el patio de atrás del lote para el Parque del Bicentenario. En contraste con su incapacidad cultural para el manejo de la arquitectura patrimonial, reconozcamos su eficiencia administrativa, pues en contra de toda lógica, este instituto se pasó el año tratando de legalizar su parque, y lo logró, mediante un decreto navideño de esos de última hora, firmado el 28 de diciembre por Clara López como alcaldesa encargada, y por Juan David Duque como secretario de planeación, también encargado. El decreto legaliza el nuevo parque e incluye múltiples frases vacías y previsiblemente falsas. Para la muestra: «En los alrededores del Quiosco de la Luz se mantienen las características de paisaje y arborización.» http://www.alcaldiabogota.gov.co/sisjur/normas/Norma1.jsp?i=45180

– Que a la SDM no se le vuelva a olvidar que al densificar la ciudad, en la mayoría de barrios se requiere prever un aumento en la dimensión de las vías, los andenes y la cantidad de parqueos públicos (¡y de árboles!). Y que ojalá se acuerde que el BD Bacatá fue aprobado sin estudio de tráfico, y que como responsable de la movilidad tiene, o tenía, la obligación de garantizar que el mamut final tenga por lo menos buenos parqueaderos.

– Que a la EAAB, tampoco se le olvide que para las futuras densificaciones hay que aumentar las redes de servicios públicos, en especial la de alcantarillado. Les recomiendo tener presente lo que me dijo al respecto un cartagenero, comentando olvidos similares en su ciudad: «esta gente parece no entender que donde antes hacían diez, ahora hacen cien”. Para llevar la situación a la parodia, la EAAB le está pidiendo a los privados la misión imposible de encargarse de la construcción de estas redes. El paso siguiente, deduzco que será la estratificación de la tubería: a mayor estrato, más amplia la cañería. Y viceversa.

– Que se corrija el peor–imposible diseño institucional de las Curadurías urbanas. Unas Notarías de planos que dependen para su subsistencia de la cantidad de metros de construcción aprobados. Un mecanismo que induce a los curadores a incumplir las normas de manera recurrente e impune. Un sistema en el que si el cliente no está complacido, se va, como quien sale de una panadería con su rollo bajo el brazo, para otra curaduría. Y como unos y otros, curadores y promotores, saben que cuando la Veeduría de las curadurías recibe una denuncia y finalmente conceptúa que “sí”, que en efecto las normas no se cumplieron, saben también que para la hora de “el concepto”, el edificio estará construido y ya nadie se atreverá a sancionar. Y menos a demoler.

Hasta acá los asuntos institucionales. En cuestiones de concepción y mentalidad también son indispensables, en mi opinión, por lo menos otro par de “inversiones”:

– Que oponerse a la chambonería institucional se malinterprete como estar contra la compactación de la ciudad, y en consecuencia, de la demolición de gran parte de la misma. Si se declara, y yo lo acepto, que la ciudad se debe compactar, deberíamos ser consecuentes y aceptar que tampoco se debería expandir, ni mediante suburbios de estrato seis, ni mediante tugurios de estrato uno. Las formas para densificar y compactar son muchas pero desafortunadamente vamos por el triste camino liderado por Camacol, bajo el falso lugar común que “la tierra vale mucho”. Un mantra que sirve para legitimar las incongruencias morfológicas, la falta de sentido colectivo y la falta de espacio público que tenemos hoy en día en la planeación de Bogotá. La tierra no vale mucho porque exista una especie de ontología trascendental de la misma, sino porque la reglamentación asignada le da un valor de uso que depende de la cantidad de metros cuadrados vendibles que pueda generar.

-Que no se crea que la propuesta depende de que los especuladores cambien de visión. No tienen porqué hacerlo. Es a las instituciones que se supone que velan por la ciudad, a las que corresponde lograr una visión orientada hacia el futuro del bien común. Y es a los arquitectos a quienes corresponde dejar de insistir que los problemas de la ciudad se corregirían «cumpliendo las normas», dado que “el problema es de ética”. Los problemas se corregirían si las instituciones se dedicaran a lo que les corresponde, y si las normas se rehicieran por completo en función de la calidad del espacio, antes que de la calidad del negocio. En ese orden. Cumplir unas normas que no están concebidas previendo la calidad del espacio urbano es llorar sobre mojado. Lo que falta, insisto, no es ética sino arquitectura.

Vaticinio para el 2012: Entraremos al ocaso de la Era del Contratista y la demolición del edificio de Fedegán marcará el fin de este oscuro período y el comienzo de un nuevo amanecer para Bogotá. Algo así como pasar de la Era del Cangrejo a la Era del Unicornio.

Juan Luis Rodríguez

Comparte este artículo: