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El flautista de Hamelín

Agosto 13 – 2012

Se me ocurre que Benjamín Barney puede no haber entendido la largueza y generosidad del arquitecto Mazzanti en donar a Santa Marta un proyecto “norteamericano” que está homologado en los USA como entregado a mediados del 2008, lo que anula la «insinuación» de Francisco Ramírez de una posible coetaneidad en una desmañada defensa del otorgamiento de una distinción de la SCA al proyecto «costeño». Está claro que no son «simplemente coetáneos»(ver: ¿Plagio, coincidencia o inspiración?). Estamos lejos todavía de que la firma MOS comience a «inspirarse» en proyectos de Mazzanti.

A mí me gustaría donarle a Ramiriquí o Caicedonia el proyecto de una iglesia ortodoxa (del rito de oriente) hecha enteramente en madera, y tomada de un proyecto de restauración de 1988 en Ucrania. Apuesto a que Benjamín tampoco entendería la nobleza de mi gesto y me acusaría de plagiario y de chiflado, pero ¿no sonaría lo mío, también, como una solemne charlatanería?

Pero ¿cómo? ¿No hay rito ortodoxo en los pueblos colombianos? Pero si éstos tienen que ver con iglesias ucranianas del mismo modo en que los lugares de Mongolia se relacionan con el trópico caribeño. Ambos fenómenos, tan ficticios y engañosos el uno como el otro, se apoyan en un hecho básico, muy importante en la arquitectura de moda: la credulidad e ingenuidad de muchos.

Esto no es nuevo. El saqueo en México en la época de Vasconcelos a los proyectos escolares franceses y norteamericanos por parte de los diseñadores del Ministerio de Educación de entonces, fue notable, pero no recuerdo que hubiera ocurrido alguna protesta pues parecía que todo eso era «coincidencia», «inspiración» o «copia inevitable». El uso de materiales «mexicanos» ¿hacía que una fila de aulas rectangulares fuera la misma en Montpellier y Monterrey?

Hoy en día, a través de internet están a disposición de cualquiera cientos de miles de proyectos y obras de todos los géneros arquitectónicos en el mundo. Entonces, habría que aplaudir la habilidad con la cual el arquitecto Mazzanti selecciona lo que lo va a «inspirar» y escoge con precisión lo que ha de catapultarlo a la cabeza de la moda en Colombia. Él conoce muy bien el dicho norteamericano «there’s a sucker born every minute».

La historia se repite. Basta olvidarla para que se repita. En los últimos años 70 y primeros 80 el asunto era con la «arquitectura de ladrillo», «los salmonistas del ladrillo bogotano» y los ladrillistas de la arquitectura orgánica» y luego las epidemias de las dobles fachadas y otras manías posmo que pasaban como «vanguardia». Ahora, en algún momento de inercia o de fatiga estética, se pasó a la vanguardia formal como elemento de toma de poder profesional y fuente de supuesto prestigio internacional. En suma, se colombianizó un debate que ya lleva tiempo en su formato internacional, sobre el rumbo, siempre formal, claro, que debe o no que debe tomar la arquitectura, entendida como alta costura o chabacanería escultural.

Entiéndase: si queremos être à la mode o be fashion oriented debemos tomar como antiguo testamento la equívoca biblioteca «comunal» de Medellín del arquitecto Mazzanti y como catecismo las realizaciones de un grupo de diseñadores que toman de aquí y allá de la más revenida producción internacional para hacernos creer que están en algo así como una «Colombiamoda» arquitectónica.

Aun recuerdo las palabras de algún célebre crítico francés a propósito de la exposición Architectures Colombiennes presentada en el Centro Pompidou en París en los años 80. Según él, esa muestra se dividía en dos partes: una, formada por unos lamentables páneles conteniendo fotografías de aficionados de obras de Salmona, RGM, Fernando Martínez, etc. mostradas como la «vanguardia del ladrillo», y otra, más páneles que mostraban obras de otras firmas (Cuéllar, Serrano, Gómez; Obregón & Valenzuela; Esguerra, Sáenz y Samper, etc.) presentados en fotografías de mi autoría. Decía el crítico: «en unos paneles había muy buena arquitectura pésimamente fotografiada y en los otros, arquitectura sin ningún interés, admirablemente fotografiada». Ahora, más de 30 años después, seguimos en la misma pieza teatral aunque con diferentes actores. Eso sí, sería muy inquietante que el «divo» de la arquitectura colombiana vaya a ser el arq. Mazzanti, como sucesor publicitario, que no profesional de Rogelio Salmona. El abismo real entre uno y otro es demasiado grande para nombrarlos en el mismo día.

El interés real que pueda haber tras esto es claro: dominar tres mercados, el de la comercialización publicitaria de la arquitectura; el de los encargos profesionales y por último, el de la enseñanza de la arquitectura; con una imposición ideológica similar a la del nazismo, el marxismo o la Inquisición. La nueva ideología profesional es la de la implacabilidad metodológica, la del logro profesional como sea, incluyendo las actitudes más antiéticas y más amorales o inescrupulosas posibles, buscando silenciar toda voz disidente. A lo nuevo no le faltarán panegiristas interesados o entregados, ni medios económicos para ahogar en propaganda a cualquier opositor.

A la nota de un colega que me pregunta si la posición del arq. Mazzanti podría haber sido la del famoso Philip Johnson en el sentido de que éste, un afamado «adaptador» de arquitecturas del pasado, reciente o distante, era no un copietas sino un inteligente «innovador» y que su producción era mil veces «mejor» que cualquier cosa que lo hubiera precedido, sólo podría advertir que no deja de ser curiosa la postura de Mazzanti de insistir en su «originalidad». La pregunta sería: ¿Está Mazzanti y su engañosa biblioteca en Medellín, pasando (junto con ésta) por el famoso cuarto de hora de fama y celebridad que nos pronosticó Andy Warhol a todos? Y la otra pregunta: ¿Por qué a una revista de arquitectura como Architectural Record sólo le interesan desplantes como ese opus de Mazzanti y no les interesa en absoluto la obra de Salmona, según lo manifestó sin el menor rubor su reportera, Elisabeth Broome, enviada a Colombia? Como periodista, y no arquitecta, que ha escrito además sobre «finanzas, comida y sociedad», sólo le interesaba hablar de «lo positivo» de esa obra y no de la insignificante bibliotequita encerrada en sus rocas huecas. Esto tiene cierto aire de publicidad pagada, o periodismo «comprado», pero quizá estoy siendo excesivamente malicioso.

Precisamente, a la revista Architectural Record le ocurrió que dejó de ser intempestivamente, la «revista oficial» del gremio de los colegas norteamericanos, el AIA (al cual pertenezco como Colegiado Honorario) por tener insalvables diferencias ideológicas con dicha entidad. El AIA estimó que no podía cohonestar, desde su posición de imparcialidad gremial, la imposición de una determinada corriente grupal y formalista en extremo. En suma, no podía admitir que determinada arquitectura le fuera impuesta al gremio norteamericano y a través de éste, al de otros países, como si sólo esa fuera la verdad. El resultado de estas enconadas diferencias terminó en que el AIA se apartó de Architectural Record y ahora publica su propia revista, Architect, en la cual ideólogos y diseñadores muestran criterios y obras de muy diversa índole. ¿Cómo, entonces, viene una periodista «del imperio» a decirnos desembozadamente, a nombre de una revista profesional quién es nuestro verdadero y genuino flautista de Hamelín en materia de arquitectura, haciéndose así vocera y representante de una publicación norteamericana cuyo contenido de propaganda comercial es de un 77% con respecto a lo que muestra como «liderato» profesional?

GERMÁN TÉLLEZ C.

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Ser y no parecer

 

Con motivo del fallo de la última Bienal Colombiana de Arquitectura, me siento obligado a repetir, una vez más, las consideraciones a continuación.

Sólo el estudio de las ciudades en tanto artefactos relacionados con una geografía, una historia y unas circunstancias actuales, permitirá una teoría para mejorar el futuro de su arquitectura. Esto es urgente en la medida que hay muchas funciones nuevas sin imagen en nuestra memoria colectiva. Funciones que están en ciudades que necitamos que entender como obras de arte colectivo, en lugar de una suma de egos. La critica y debate de esta construcción colectiva, en bienales razonadas y públicas, recuperaría el estatus de la profesión y un «trasfondo meditativo» sobre lo propio, hoy ignorado como si le tuviéramos vergüenza.

Nuestra geografía determinó sus paisajes y climas según la altura de sus valles y montañas, pues aunque en el Nuevo Mundo se consolidó el Imperio Español, con la lengua, la religión y la arquitectura (Fernando Chueca Goitia, Invariantes, 1979), climas y paisajes diferenciaron las nuestras de las del resto de Latinoamérica con el paso del tiempo. Sin embargo, si son similares a las tropicales y subdesarrolladas de otras partes del África y Asia, pero que desconocemos por nuestra dependencia cultural de Europa y Estados Unidos.

Su historia muestra como se diversificaron poco a poco sus pocas arquitecturas iniciales, y cómo últimamente se modificaron cada vez mas rápido, originando su caótica actualidad. Escenario sobre el que hay que actuar para mejorar su futuro, con una arquitectura contextual y sostenible además de funcional y segura. Y una estética emocionante pero pertinente, regresándoles el orden, la unidad y la belleza, ya necesariamente apenas consolidando barrios y sectores dado sus desmedidos tamaños presentes.

Su pasado es mas oriental que americano, pues las ciudades prehispánicas son posteriores y entre nosotros pocas y descubiertas recientemente. Las coloniales son de emplazamientos contundentes en sus paisajes, pocas funciones y sistemas constructivos y una sola estética derivada de ellos, a las que las nuevas Repúblicas privatizaron su suelo y agregaron nuevos elementos europeos y la tradición clásica. Pero con la modernidad pasamos a muchos materiales y sistemas, y de los artesanos a los arquitectos de universidad.

Su presente es el falso progreso de seguir sin saberlo a Marcel Duchamp, en que es la intención del artista lo que vuelve arte un objeto. Son formas novedosas pero sin sentido (Renzo Piano, Time, 11/10/2008) y limitadas por la geometría, y más volúmenes que recintos o entornos. Penúltimas modas calcadas de ciudades diferentes, que todavía publicitan las revistas internacionales y las que aquí las imitan. Espectáculo ajeno allá a los centros tradicionales y que desaparece cada vez mas criticado, pero que interesadamente premian su imitación aquí.

Su futuro dependerá de que la arquitectura recupere para si la conformación de las ciudades (Jane Jacobs, Vida y muerte de las grandes ciudades, 1966), y que su estética surja de técnicas adecuadas y soluciones funciónales y sostenibles. Y que sus emplazamientos continúen lo pertinente del patrimonio construido, entendiendo sus patios recurrentes, y sin pensar en estilos para saber que conservar o agregar (Ernesto Moure, Espacios y formas residuales, 2007). En fin, en evitar la copia servil y sin imaginación, cultura ni conocimientos.

Benjamín Barney Caldas

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Evacuar las aguas y el MES DE LA MADRE

Mayo 26 – 2012

¿Sabía Usted que en este momento no se puede construir en una buena tajada del norte de Bogotá? Aunque la carta de Hugo Germán Guanumen Pacheco a Claudia Marcela López Londoño se explica por sí sola, me permito resaltar algunos puntos, esperando que muchos otros se unan a mí en esta celebración tardía del Día de la Madre.

En la primera página se informa que “Los constructores y Urbanizadores tienen derecho al desarrollo de sus proyectos urbanísticos sin mediar concepto previo de capacidad instalada en la estructura de servicios públicos….sin embargo es responsabilidad de la EAAB-ESP informar que no es viable técnicamente la prestación servicios (sic) públicos domiciliarios de acueducto y alcantarillado …para el polígono definido entre la carrera séptima y la autopista norte entre la calle 116 y la calle 153.” En otras palabras, que sin un concepto previo, las Curadurías expiden las nuevas licencias; y solamente cuando solicite los servicios, Usted se entera de que, aunque tenga licencia, no puede construir pues no le conectan los servicios Públicos de Acueducto y Alcantarillado.

La segunda página se inicia con un párrafo más drástico: “La EAAB-ESP no cuenta en la actualidad con la capacidad instalada suficiente para recoger, transportar y disponer las aguas residuales de la población futura del sector Cedritos, según lo establece el Pot vigente.” Y más adelante concluye: “Los proyectos urbanísticos de redensificación urbana que superen ampliamente la población, el número de viviendas habitacionales (sic – ¿existen viviendas no habitacionales?) y/o los caudales de aguas residuales actuales, deberán presentar soluciones alternativas para el manejo del caudal de agua residual que exceda la capacidad actual.” Puesto que en este momento no existe la capacidad instalada, cualquier construcción supera los caudales actuales, y por lo tanto sus aguas servidas no pueden ser evacuadas. Pero no se preocupe. Usted tiene la opción de recoger, transportar y disponer por su cuenta las aguas servidas…hasta el rio Bogotá! El proceso con las aguas lluvias, es similar.

Desde hace medio siglo, todos los Planes de Desarrollo de Bogotá parten de la sana premisa que no se puede seguir invadiendo la sabana, y por lo tanto el crecimiento de la ciudad debe hacerse por densificación del área urbana. En consecuencia, se establecen normas que permiten una mayor altura y densidad, y lógicamente, un aumento de población que exige una mayor capacidad de los servicios. ¿No se les ha ocurrido a planificadores y administradores, que dicho servicios deberían crecer proporcionalmente? ¿No le estará pasando lo mismo al resto de la ciudad que se ha densificado? ¿Y si la ciudad no se puede extender ni se puede densificar, cual es la fórmula mágica para su crecimiento?

Si bien el día exacto ya pasó, el mes de mayo sigue siendo el Mes de la Madre. De modo que aprovechando estos últimos días, no olvidemos recordar a los planificadores que diseñan y reglamentan irresponsablemente el caos. Y a los administradores que lo aplican.

WILLY DREWS

 

 

 

 

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Cuentas bicentenarias

Marzo 29 – 2012

En Colombia llevamos varios años bajo una modalidad de contratación para grandes obras civiles, única en el mundo. En una primera ronda, se le da el contrato a la empresa que presente la mejor oferta, basada en un costo global estimado que se podrá “ajustar” durante el proceso. En segunda instancia, al “ganador” se le da la oportunidad de hacer sus propios diseños y presupuestos. Y en un tercer momento, se le extiende un tapete persa para ampliar y modificar costos, alcances y especificaciones, amparado en la maravilla jurídica del “otrosí”: una figura que le permite al “ganador” cambiar y al administrador ajustar, de manera que al final todo parezca en regla.

La obra del Transmilenio de la 26 se repartió en varios tramos, uno de los cuales le fue otorgado a Constructora Fase III, Confase. Como consta en los documentos entregados por la administración, el valor del contrato original era $213.890.249.965, pero con los adicionales ya incluidos, la nueva cifra para lo que costará la Fase III será $334.133.625.000. Tenemos entonces más de 120 mil millones en adicionales. Esta cifra supera incluso el 50% del valor del contrato inicial, el tope legal establecido por el mismo contrato para las “adiciones”.

El contrato incluye los trabajos de paisajismo en un sector del Parque de la Independencia, fragmento que ha sido bautizado como «Parque Bicentenario». Calculado con base en las tarifas de honorarios de la SCA, el diseño paisajístico (incluye zonas arquitectónicas y zonas verdes) para un parque con las características del Bicentenario podría llegar a costar 250 millones. Sin embargo, según el informe del Consorcio IML, interventores del Proyecto Bicentenario, por el diseño se pagarán $1.300.239.230, es decir, más de 1.000 millones de sobrecosto.

Asimismo, basado en los precios unitarios del IDU para construcción de espacio público, la construcción del parque podría llegar a costar, máximo, 11 mil millones; pero según la Adición No. 7 al Contrato de Obra No. 136 de 2007, la construcción costará 30.000 millones, es decir, otro sobrecosto, esta vez de más de 19.000 millones.

En sólo diseño y construcción para el Parque Bicentenario se destinaron como adicionales $31.300.239.230, lo cual equivale a $2.500.000 por metro cuadrado del Parque. Considerando que el costo del metro cuadrado de construcción de vivienda estrato seis, incluyendo honorarios profesionales, está en $1.900.000, ¿será que nos piensan enchapar el parque en oro? Y de no ser así, ¿quién se queda con la diferencia?

Suena escandaloso pero puede ser la falta de costumbre a pensar en grande que algunos padecemos. Sólo una investigación por parte de los organismos de control nos permitiría saber si estamos ante una versión local de ¿Quién Quiere ser Millonario?, o si todo no pasa de ser un malentendido.

Juan Luis Rodríguez

 

Los documentos de contratación referidos se pueden ver aquí:

http://parquebicentenariobogota.blogspot.com/2012/03/apartes-del-contratro.html

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Obsesión FÁLICA y ciudades cosmopolitas

Febrero 29 – 2012

El “publireportaje” de hace unos días en El Tiempo se supone que “entrevistaba” a uno de los promotores del edifico BD Bacatá, un rascacielos que de manera anómala se levanta en la Avenida 19 con Carrera 4ª. El «artículo» hace una convocatoria para asistir a una serie de conferencias en las cuales se explicarán las bondades del proyecto.

Estamos acostumbrados ya a la campaña y el gasto publicitario que estos promotores han invertido en muchos medios escritos y en la radio, pero hacía mucho tiempo no se veía una arrogancia del calibre que exhiben en el tal “publireportaje”. Tanto, que el problema no parece encajar dentro del ámbito de la arquitectura sino de la psiquiatría. Las afirmaciones en las que basan sus argumentos así lo sugieren.

Si bien son muchos los términos que podrían asociarse con la actitud que se trasluce en el “publireportaje” (mesianismo, megalomanía, egocentrismo, grosería, narcisismo, ignorancia, manipulación, etc.), me abstendré de utilizarlos por respeto a estos señores que no pasan de ser comerciantes internacionales, con afán de hacer un enorme negocio pasando por encima de todos y de todo. Y, además, pretendiendo descrestar incautos con argumentos casi infantiles. Por eso tan sólo me limitaré a comentar algunas de sus afirmaciones.

Afirma el “entrevistado” que: «Suele decirse en las facultades de arquitectura del país que hasta los años 70 en Bogotá se veía arquitectura «excepcionalmente buena» pero que desde entonces la buena arquitectura de la capital sólo se ve «excepcionalmente»…que “Quienes creemos en el tremendo potencial que tiene Bogotá como ciudad cosmopolita, vemos con dolor cómo la ciudad le ha dado la espalda a la arquitectura mundial por más de treinta años. La ciudad, que en todo este tiempo ha crecido desmesuradamente y sin planificación, hoy brilla por su estética pobre, desordenada, que poco tiene para proponer al debate urbanístico mundial.”…que «la Torre Colpatria se terminó en 1979, y que esto significa que ningún bogotano de menos de 34 años ha visto cómo se construye un edificio de altura en la ciudad: el único proyecto urbanístico que han podido ver, y que hoy muestran con orgullo en sus tarjetas postales, es un bus de Transmilenio.»…que «La capital se encuentra en deuda con la propuesta de proyectos arquitectónicos de vanguardia, que pongan a Colombia en el panorama urbanístico internacional. Uno de los principales obstáculos para lograrlo, ha sido la mentalidad provincial con la que ha solido concebirse la Bogotá del futuro.».

Y continúa el “entrevistado” con una declaración de amor a Bogotá, uno de cuyos sectores va a destruir con su obra. «Bogotá se encuentra nuevamente frente al reto de pensar en grande»…uienes amamos esta ciudad, vemos la llegada de una nueva ola de arquitectos jóvenes, dispuestos a pensar en una capital más cosmopolita e incluyente, que se sobreponga al retroceso que ha sufrido en los últimos años, luego del ligero avance que habían logrado unas pocas administraciones. En otras palabras, hoy los bogotanos tenemos de nuevo la oportunidad de soñar.» Y sigue el “entrevistado” con otra tanda de afirmaciones igualmente sesudas. Sin embargo, dejemos por ahora hasta este punto y comentemos algunos de los planteamientos.

En primer lugar, son muchas cosas suelen decirse en las facultades de arquitectura. Precisamente para eso son las universidades, para decir, discutir y debatir. Una de las muchas cosas que también “suelen decirse”, es que en España la arquitectura, hasta los años 80 era “excepcionalmente” buena, hasta que cayó en manos de especuladores y divas. A partir de ese momento se tornó en un gran negocio que sin consideración alguna ha acabado con presupuestos y con cientos de lugares, explotando la credulidad de quienes caen en sus cuentos, construyendo edificios innecesarios con el argumento de que son diseñados por “arquitectos internacionales”, quienes en muchos casos a su vez son simples negociantes consagrados como producto de consumo por revistas que se prestan a este juego. La verdad es que en las facultades de arquitectura se solía estudiar la buena arquitectura que se vio en España hasta los años 80. Sin embargo, creo más cierto decir que en este momento hay maravillosos arquitectos tanto en España como en Colombia. Son arquitectos que, en vez de afanarse por figurar en el mundo de la farándula y de especular con su quehacer, trabajan dentro de respetables cánones profesionales y éticos.

Debemos pedirle al “entrevistado” que, por favor, no sufra con tanto dolor, ni que recurra a la demagogia barata. Que entienda que existen diversos contextos, y que una persona medianamente educada los puede distinguir. Tal vez sería mas apropiado que el “entrevistado” entendiera que la capital no le ha volteado la espalda al mundo sino, por el contrario, es precisamente la solidez y coherencia de muchos años de arquitectura bogotana la que ha permitido defenderse de los embates y modas internacionales que los grandes promotores/negociantes quieren imponer a nivel mundial.

En cuanto a la planeación de Bogotá, sin duda, deja mucho que desear, y es muy fácil ser crítico de salón. Pero el “entrevistado” entenderá que una ciudad que, por las condiciones sociales que ha vivido el país, crece de manera incontrolable y con extrema rapidez, genera toda suerte de improvisaciones y urgencias que generalmente no pueden atenderse como se quisiera por razones distintas a la planeación. El “entrevistado” probablemente entenderá la diferencia entre manejar la planeación de una ciudad que duplica su población en pocos años, y una de esas maravillosas ciudades y capitales europeas cuya población no aumenta en siglos y que, en algunos casos, decrece.

Si el “entrevistado”, su empresa y su arquitecto son incapaces de siquiera diseñar la entrada a un estacionamiento, o de hacer propuestas para el sector que está lesionando para convertirlo en uno de los más caóticos de la ciudad, difícilmente tienen credibilidad sus opiniones sobre planeación a mayores escalas. ¿Dónde está el pudor?

Por otra parte, el “entrevistado” limita su concepto de ciudad cosmopolita a que existan edificios de altura como la torre BD Bacatá. Dudo que Londres o Paris sean cosmopolitas por el tamaño de sus edificios. Debería, en cambio, tratar de entender que existen muchos otros aspectos para establecer esa medición: la actividad cultural como el Festival Internacional de Teatro, la presencia de los más importantes músicos del mundo en sinnúmero de auditorios de primera línea con que cuenta la ciudad, los museos, las bibliotecas, el espacio público, el número de visitantes por año, la capacidad hotelera, los atractivos turísticos, etc., etc. Al igual que un viajero visita la Torre Eiffel, la Opera de Sydney, el Parlamento Inglés, o el Museo de Arte Moderno en Nueva York, podemos tener la certeza que la torre BD Bacatá en nada ayudará a que la capital sea cosmopolita, y que nadie vendrá a Bogotá a visitarlo a no ser que deseen ver un sector destruido por una lamentable y errada operación de especulación urbana.

Creo que la única aseveración cierta en todo el “publireportaje” es que la Torre Colpatria se terminó en el año 1979. Pero que ningún bogotano de menos de 34 años haya visto cómo se construye un edificio de altura en Bogotá, no parece tener importancia sino para quienes consideran que esa experiencia es fundamental para el desarrollo de una persona. Argumento igualmente baladí sería afirmar que los bogotanos de 50 años no han cenado con Penélope Cruz, o conocido a Mickey Mouse. ¿En que cambia la mentalidad de una persona si ve o no ve construir un edificio de altura? Mas demagogia….

Bajo ese concepto, los habitantes de Washington, de todas las edades, nunca han visto construir una torre de más de 15 pisos y se encuentran condenados a padecer una ciudad llena de inmensos espacios públicos, parques, museos gratuitos y universidades. Los habitantes de Roma también están en la más profunda tristeza por tener una ciudad sin torres como la BD Bacatá y, a cambio, tener que soportar grandes monumentos de la historia. Los verdaderamente afortunados y felices son los madrileños, quienes están sin empleo, protestan en las calles y muchos han decidido salir de su país para hacer negocios de todo tipo en otras partes del mundo. Pero, según el “entrevistado”, a pesar de ese negro panorama, los madrileños deberán regocijarse y estar satisfechos por cuanto han visto la construcción de 4 torres comerciales en los últimos años.

Pero el “entrevistado” insiste que la importancia de su obra se mide por la altura del edificio que insistentemente saca a relucir, y reduce el problema a una competencia absolutamente adolescente (el mío es mas grande que el suyo…!!). Por alguna razón que desconocemos, el “entrevistado” considera que una ciudad no es cosmopolita si no tiene edificios en altura, que un edificio no es emblemático si no es de altura, que un edificio de altura nos permite ingresar al club de la vanguardia de la arquitectura mundial, y que Bogotá se redirá con un edificio en altura que sea mayor a los que existen. Probablemente la Alhambra de Granada, la Casa de Huéspedes Ilustres de Cartagena, el Instituto Salk en La Jolla, o el Parlamento de Berlín, por su falta de altura, carecen de importancia y no clasifican como edificios emblemáticos. Desconocemos la razón, pero todo parece concentrarse en una obsesión fálica en mente del “entrevistado”.

Y cuando se refiere a la “Arquitectura Mundial”, ¿a que se refiere? ¿Está incluyendo allí a la China y la India, que albergan casi la mitad de la población del planeta? ¿Tendrá en cuenta a África? ¿Y que decir de América Latina? O, dentro de su confusión y demagogia, es probable que la “Arquitectura Mundial” a la que se refiere se limita a Dubai y a aquellos edificios que los mercaderes y estrellas internacionales desarrollan en países ajenos a los suyos, destruyendo contextos urbanos, imponiendo modelos caprichosos y desarraigados de la cultura local, mercadeando productos que no les permiten llevar a cabo en sus países de origen

Hasta donde tengo presente, Colombia jamás ha competido por ganar un puesto en el ranking internacional de Arquitectura, ni ha buscado estar en la tal “vanguardia” (¿?) de la profesión. Hay excepciones, pero en términos generales, ha desarrollado arquitectura correcta, discreta, a veces modesta, de alta calidad, respetuosa de las normas y de la ciudad, sin afán de figuración. Es una arquitectura que ha hecho ciudad en vez de destruirla. Curiosamente, esa arquitectura colombiana tan desprovista de aspavientos y luces de relumbrón, contrario a lo que afirma el “entrevistado”, ha sido reconocida internacionalmente como excelente. Como resultado de este hecho, en Bogotá se produjeron proyectos como las Torres del Parque, la Biblioteca Virgilio Barco, las Torres Bavaria, los colegios y las bibliotecas distritales, el Museo Botero, la ciudadela Colsubsidio; todos proyectos correctos, respetuosos, y con un nivel de calidad que el ilustre “entrevistado”, por su curiosa obsesión, jamás logrará entender. Sus autores, y muchos otros, fueron o son todos arquitectos de calidad, como Rogelio Salmona, Germán Samper, Fernando Martínez, Guillermo Bermúdez, Daniel Bermúdez, Ernesto Jiménez, ninguno de los cuales ha pretendido establecer marcas mundiales o impresionar a incautos. Tan sólo han hecho buena, excelente, arquitectura.

Ahora el “entrevistado” trae a personas que considera importantes para dar una serie de conferencias dentro del ámbito de la Feria Inmobiliaria. Van nuestros respetos y bienvenidos sean. Curiosamente, con muchísima frecuencia vienen a Bogotá excelentes arquitectos de muy diversas partes del mundo a participar en ciclos de conferencias a las que le convendría asistir para entender qué es la arquitectura, qué es la ciudad y cual la responsabilidad ética de un promotor. Casi todos estos otros conferencistas se sorprenden sobre la manera como la ciudad ha podido mantener un carácter propio, una identidad, en medio de todas las presiones y modas internacionales. Esto, claro está, no lo percibe el “entrevistado”.

Pero, en fin de cuentas, el “entrevistado” vuelve a eludir lo fundamental de la torre BD Bacatá. No ha podido, o no ha querido, explicar con claridad cómo se obtuvieron licencias para un edificio que incumple múltiples normas, y cómo logró esa aprobación sin pagar la plusvalía correspondiente, sin hacer un plan parcial de desarrollo del sector y cómo responderá posteriormente por los problemas y riesgos que entraña un proyecto con estacionamientos inadecuados, ineficientes y muchos inutilizables, con vestíbulos de tamaños inadecuados, y por la congestión de trafico que generará en el sector. Tal vez para ese momento ya se hayan ido a otro país a agredir a otra ciudad.

Carlos Morales Hendry

 

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Pesadilla de talla mundial

Febrero 28 – 2012

Me parece siniestra la campaña publicitaria del “pegote” BD Bacatá, especialmente al haber contaminado como un virus letal el medio gremial o profesional de la planeación, el urbanismo, la construcción y (de última) la arquitectura en Bogotá. Todas estas, de virus nocivos ya tienen de sobra, para que ahora venga otro del extranjero para sumarse a los de origen local. Luego de conseguir sus tramposos objetivos pasando por encima o al lado de cuanta norma o noción reglamentaria encontraron en el camino, ahora atacan, como un cáncer importado, el ejercicio profesional y el modo de vida de miles de arquitectos y millones de habitantes de la capital colombiana, en un tono altanero, exclusivista y arrogante, cargado de alusiones humillantes y ofensivas para quienes no piensan como los jefes o responsables de la más grande “avivatada” de la historia urbanística de la capital colombiana. Los bogotanos somos, según estos patanes idealistas, una parranda de retardados mentales, incapaces de caer en cuenta de sus propias limitaciones, de haber menospreciado y “destruido” las inmarcesibles genialidades de Le Corbusier o de captar cómo se logra, con suficiente poder económico, pasar por sobre todo y sobre todos para hacer lo que se le venga en gana a alguien con el engañoso timo de que construir edificios más altos que otros es estar a tono con los tiempos actuales y a la moda con el resto de las catástrofes y crisis financieras “sostenibles” del mundo.

Me faltaba ver, en todos estos años, algo parecido a ese “suelto” afortunadamente relegado a la prensa electrónica. En el primer párrafo se nota claramente que su redactor (al menos en parte) es un colega al servicio de los intereses de los promotores del proyecto de marras, encabezados, si no recuerdo mal las informaciones veraces al respecto, por alguien con cuentas pendientes con la justicia española. Al citar el chisme generalizador sobre la arquitectura “excepcionalmente buena”, surgido en el ambiente de las facultades de arquitectura de “garaje” resulta claro que la propaganda debió reclutar algún “talento” arquitectónico bogotano para sumarlo al publicitario y darle así un aire “conocido” al asunto, al menos entre los arquitectos que se oponen, muy razonablemente, a este nuevo bodrio construido. Esta impresión se refuerza con la lectura de los siguientes párrafos, dignos de una perorata de algún defensor de oficio del capitalismo salvaje, en un círculo de simpatizantes en algún bar de moda, acompañada de unos cuantos tragos para dar más contundencia a las tonterías y tercios de verdades pronunciadas (o escritas). A las patadas con el idioma, el texto dice: (la mentalidad provincial) con la que ha solido concebirse…(el futuro de Bogotá…). Esto sería análogo al famoso bogotanismo “súbansen y corransen”. Lo de “solido”, tan cercano a “sólido”, es particularmente encantador. Y por ahí en el párrafo introductorio dice elegantemente “para que debatan…sobre la “nueva arquitectura en Bogotá”. Las irónicas comillas son significativas. ¿Será que todo lo anterior en la historia de la ciudad nunca fue nuevo?

No vale la pena discutir sobre si los bogotanos estamos o no en la obligación de poner a Colombia en el “panorama urbanístico internacional” mediante el subterfugio del pegote del BD BACATA Down Town, ni mucho menos “debatir” lo que, según el anónimo autor del “suelto” es ya un hecho cumplido (el edificio, “que ya está en construcción“, dice el texto). Ese no sería un debate sino una mordida por parte de los interlocutores, de un torpe anzuelo para convertirlos inesperadamente en colaboradores involuntarios a la publicidad y la justificación que tan ansiosamente buscan los autores del pegote. En mi indiferencia hacia los asuntos de la globalización profesional, sólo sabía de algunas obras de la firma ArchiTectonics, supuestamente fundada por una de las dos luminarias de la arquitectura mundial que se anuncian como profetas, apóstoles y redentores internacionales de la arquitectura bogotana (y colombiana, de paso), una como ideóloga y “debatista” y el otro como diseñador. Ignoro cuál sea la verdadera ortografía del nombre de la arquitecta que figura en el texto, unas veces con el apellido Dubbeldman y otras con el de Dubbledman. Es un enigma ese curioso interés de los promotores del proyecto de tener cierta opinión pública a su favor, de buscar una imagen placentera y bonachona para lo que es en el fondo un negocio crudo y una durísima prueba para el centro de la ciudad, en el curso de la cual alguien termina con los bolsillos llenos y le deja a la ciudad bastante menos de lo que los negocios del promotor Eiffel le dejaron a París, o los inversionistas Rockefeller a Nueva York.

¿Nadie se da cuenta de que todo esto, amén de inútil es sólo propaganda comercial justificativa de irregularidades, como lo fueron el aeropuerto de Eldorado y el parque del Bicentenario, un asunto de jugosos contratos y punto?. La arquitectura aquí carece totalmente de importancia. Sólo sirve para “chambonear” sobre cosas como la anchura de un vestíbulo de ascensores o la de un acceso a un monstruoso parqueadero.

No dejo de experimentar cierta desazón al ver a lo que hemos llegado. La pregunta publicitaria que arruinó todo para mí es: ¿es usted arquitecto de talla internacional? asista a nuestra convocatoria. ¿En qué consiste la “talla internacional”? ¿Será algo como las tallas S, M, L y XL? ¿Quién otorga o decide lo de la “talla internacional”? ¿Se obtiene en internet? ¿Si alguien en Bogotá tiene apenas “talla departamental” o “talla distrital” puede aspirar a debatir con Sergi Balaguer y Winka Dubbeldman sobre edificios de “talla mundial”? ¿Debo consultar con mi psiquiatra sobre un posible complejo de inferioridad causado por mi falencia tremenda de no ser “de talla internacional”?

El colmo de la arrogancia personal y profesional, además del atolondramiento conceptual es ese párrafo inicial en el que se anuncia pomposamente que la Torre BD (y no una empresa inversionista y constructora sino algo que aún no existe, ahí en la avenida 19) “busca arquitectos colombianos que hayan realizado proyectos de talla mundial para que debatan (sic) junto (no “contra” sino “junto”) a S. Balaguer y W. Dubbledman sobre la “nueva arquitectura en Bogotá”». La talla, nótese, ha pasado aquí de “internacional” a “mundial”. ¿O será lo mismo?

La medalla de oro al arribismo se la lleva sin duda el párrafo del texto que dice: Quienes creemos en el tremendo potencial que tiene Bogotá como ciudad cosmopolita, vemos con dolor cómo la ciudad le ha dado la espalda a la arquitectura mundial por más de treinta años….Al rodear su existencia de todo aquello que daría una sensación de cosmopolitismo, de nuevorriquismo desaforado, el narcotráfico y la mentalidad “traqueta” atacaron ese tremendo potencial que en efecto tiene el país colombiano, y lo llevaron a la dimensión mundial de los estupefacientes. El crimen cobró “talla mundial”. ¿Por qué no habría de cobrarla también la arquitectura colombiana, que, mal que bien, como está hoy, tiene un prestigio bien ganado fuera de nuestras fronteras pero sin obras de relumbrón vulgar ni posturas formales o dimensionales extremas. Y ante todo, sin piruetas reglamentarias de por medio? Que se haya logrado en Bogotá darle la espalda a una época aciaga de la arquitectura mundial no es un motivo de dolor sino de satisfacción. Es una postura auténtica, creativa, original y muy nuestra. Y desde ella podríamos preguntar, con clásico chauvinismo: ¿qué vienen a hacer aquí estos improvisados profetas de un futuro que ni les concierne ni les importa más allá de lo que se van a echar a sus bolsillos?

No sé qué pensar de la posibilidad que me brinda el autor de tan inquietante nota propagandística, al ofrecerme “…En otras palabras”, (¿las anteriores no servían?) hoy los bogotanos tenemos de nuevo al oportunidad de soñar… ¿Cómo, la Torre BD nos propone más pesadillas de las que ya tenemos? ¿Alguien quiere soñar con una ciudad como para Batman, llena de torres BD tétricas y oscuras?

P.D. Hecho el envió del presente texto, fue una sorpesa para mí ver la publicación en este mismo espacio de la «columna» de mi colega Willy Drews, con numerosas analogías y semejanzas temáticas. Ignoraba que ese texto estaba ya para ser publicado cuando envié el mío. Es con alguna sonrisa socarrona que tanto Willy como yo podemos señalar la coincidencia en el tema de la «talla» geográfica de los arquitectos colombianos y de la correspondiente a la obra de él y la mía.

Un ángulo problemático y polémico que no tratamos a propósito de la torre BD, o solamente lo hicimos a la tangente es éste, tomado de otro texto mío: parece que nos olvidamos de quienes en la Empresa de renovación y del Espacio Público, en las curadurías, en el IDPC les allanaron el camino a los aventureros de la Torre BD y por parte de quién. Los espejitos, se le puede decir a Willy Drews, vienen hoy acompañados de gruesos fajos de euros, haya o no crisis en España y otros países europeos. Quienes miran estos aconteceres desde lo alto de cargos oficiales en Colombia han estado desde hace mucho tiempo ahí y saben perfectamente bien qué está pasando con esta renovada conquista del medio financiero y urbano de Bogotá. Nos persigue el fantasma del continuismo destructor, demoledor, anarquizante, arquitectónico, urbanístico y planificador de la era Uribe. De la imagen de indiecito confundido que propone Willy Drews no se sabe si reír o llorar.

GERMÁN TÉLLEZ C.

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