Agosto 16– 2012
En proporciones alarmantes las siguientes palabras han desaparecido de las publicaciones de arquitectura: Belleza, inspiración, magia, hechicería, encanto, y también serenidad, misterio, silencio, privacía, asombro. Todas ellas han encontrado un hogar amoroso en mi alma, y si estoy lejos de pretenderles haberles hecho plena justicia en mi obra, no por eso han dejado de ser mi faro.
Luis Barragán
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La arquitectura desde sus orígenes ha servido como vehículo para transmitir significados. Las grandes construcciones de la antigüedad, más que nada, actuaban como maquinarias semióticas para comunicar el poder religioso-militar-político a sus iletrados súbditos. La carga simbólica que tenían estos signos arquitectónicos, ya no es relevante o es inexistente, en otros casos, no ha sido descifrada, y sólo nos queda la conmovedora presencia de su signo mudo.
Este rol de ser vehículo para contenidos simbólicos no se ha perdido, simplemente el significado ha mutado. Mientras la religión parecería día por día perder su conexión al poder político, el capital se erige como la nueva deidad asociada al mismo. Para entender esto basta ver la carrera por el edificio más alto, localizada ahora en Asia; o la competencia del edificio –museo o biblioteca– más icónico posible; estrategia más conocida como el “efecto Bilbao”, emulada hasta en los países mas pobres, incluido el nuestro, so pretexto de generar ingresos turísticos, cuando en realidad sólo se trata de ejercicios de ego de políticos y arquitectos. Nada nuevo bajo el sol. Lo mas triste de todo esto: la arquitectura usada como propaganda y herramienta para la subyugación ideológica.
Afortunadamente existe otra cara de la moneda y la arquitectura también es capaz de transmitirnos cosas diferentes a estas cargas simbólicas impuestas. Cosas que hacen parte de su esencia.
Hablando ahora en primera persona, dentro de la misma naturaleza, existe lo que suscita mi interés como arquitecto: develar esta esencia, hacerla visible. ¿Cómo es esto posible? Creo firmemente que la manera más efectiva de hacerlo, es por medio de su misma corporeidad, tratándola como materia susceptible de expresión poética.
Acudo de nuevo a la historia para tratar de explicarme. Si miramos las maquinarias semióticas de la antigüedad que son las arquitecturas que tanto admiramos, y nos preguntamos ¿qué es lo que nos conmueve? aparte de su monumentalidad y sus significados religiosos y políticos, que muchas veces, no interpretamos, me aventuro a decir que aquello que nos conmueve tal vez sea la forma en que la luz baña la arquitectura, en que define la materia que la compone, en las sombras que produce, en el como palpamos su superficie, en la manera en que los sonidos ocupan sus espacios, en cómo resuena el agua de la lluvia.
Pero sobre todo, como acoge nuestra soledad.
Mi interés yace simplemente en lo que un ser humano experimenta al encontrarse con la arquitectura y en las emociones que esta le despierte. Como dice Tadao Ando: “La arquitectura sólo se considera completa con la intervención del ser humano que la experimenta. En otras palabras, el espacio arquitectónico sólo cobra vida en correspondencia con la presencia humana que lo percibe”. Lo que enlaza perfectamente con la recurrente concepción de Heidegger: “El habitar es el rasgo fundamental de los mortales, y la esencia del construir, es el dejar habitar”.
En asocio con Weiss+Cortes arquitectos, diseñamos y construimos un pequeño edificio de cuatro pisos en el centro de la ciudad en el año 2011, llamado, “San Martín”, destinado a restaurantes.
Edificio San Martín, 2011 Fischer/Weiss+Cortés
El edificio integra dos concepciones teóricas provenientes del siglo XVIII sobre el origen primigenio de la arquitectura, ideas que han perdurado como parte fundamental de la proyección contemporánea, y que han cobrado mayor relevancia en los últimos años, tal vez hasta llegando a opacar las ideas de la Modernidad. Estas concepciones provienen de Gottfried Semper y Eugène Viollet-le-Duc.
Semper encuentra en el revestimiento el origen textil de la arquitectura, y por ende, establece la primacía del revestimiento como generador del espacio. Viollet-le-Duc, inspirado en la estructura de la arquitectura gótica como generadora del espacio, encuentra otro camino para plantear una arquitectura, en el cual la definición del espacio recae en el sistema de soporte
El edificio San Martín involucra estas dos concepciones. Con el objeto de generar una percepción de carácter ontológico de la arquitectura en el ser humano que se encuentra con ella, la estructura en perfiles de acero es mostrada de manera directa, correspondiendo a la lógica simple del manejo del acero como material de soporte: un sistema elemental de pórticos, donde las vigas se sostienen sobre columnas que se apoyan directamente en el suelo.
Esta lectura está reforzada por la dialéctica que se establece con el revestimiento y el modo en el que está dispuesto. A la naturaleza esbelta y pesada del acero, pintado de gris –próximo a su color natural– se opone la percepción de un cerramiento liviano, cuya geometría ha sido manipulada para que sugiera un cortinaje, y se asocie así, a lo textil, a la levedad; aunque paradójicamente esté hecho en un material pesado: el concreto, buscando que al dramatizar el dualismo estructura-revestimiento se incremente su percepción.
Detalle fachada San Martin
Este manejo plástico de un material pesado, tiene que ver con lo que Antonio Armesto en su conferencia en la Universidad Nacional en el año 2011, nos ilustró, cómo desde la antigüedad han existido maneras de transmutar perceptualmente las propiedades de la materia. Armesto preguntó al auditorio cómo se podría convertir la piedra en transparencia, para luego demostrarlo, con la imagen de una Venus, cuyo velo, aparentemente transparente, es la misma pieza de mármol del resto de la escultura.
Modestia, Antonio Corradini
Está en juego aquí otro elemento en la percepción: el de la honestidad constructiva, planteado por Viollet-le-Duc, que en palabras simples, se trata de mostrar al observador, cómo es que el edificio está construido.
Como lo he querido ilustrar en este escrito, hay una fundamentación teórica en mi quehacer arquitectónico, usada exclusivamente como herramienta de proyección; como un medio y no fin, ya que mi interés se centra en la percepción de la arquitectura por parte del observador común; no en interpretación del crítico o el teórico de arquitectura, capaces de incorporarle contenidos pertenecientes tanto a la teoría de la arquitectura o de cualquier otra ciencia, como está en boga hoy en día, para justificar cualquier juego formal, así no sea legible para el observador común.
Lejos de mí está el usar el conocimiento teórico en arquitectura como carta de presentación para justificar una arquitectura, como está ocurriendo con la logorrea pseudofilósofica que se ha tomado partes de la academia, y una buena cantidad de publicaciones de arquitectura, donde la arquitectura se “adorna” con teoría; fenómeno paralelo a lo que viene ocurriendo desde los ochenta en el panorama de la plástica.
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Giancarlo Mazzanti ha diseñado un proyecto para un casino en Bogotá en la calle 82, en el año 2012, , donde, común a su proceder de tomar prestado, ha utilizado como revestimiento de la fachada unos paneles que coinciden (con una pequeña variación geométrica, como es su proceder) con los paneles que utilizamos en el diseño en el edificio San Martin.
Casino calle 83, 2012, G. Mazzanti
Aprovecho este “tomar prestado” de nuestro proyecto, para ilustrar el procedimiento proyectual del “copy and paste”, tan en boga en el medio arquitectónico colombiano, y compararlo con procesos proyectuales de contenido epistemológico.
Por un lado, está claro que Mazzanti no ha trabajado nunca proyectualmente las líneas teóricas de Semper y Viollet-le-Duc; quien se tome el trabajo de revisar sus conferencias (porque no ha escrito) podrá ver que sus referencias teóricas van y vienen entre las experimentaciones de Koolhaas y las de Deleuze y Guattari, de los cuales extrae la analogía formal del rizoma de Mil Mesetas; para terminar el coctel con citas del sociólogo-historiador de la ciencia Bruno Latour. Por demás, está su evidente desinterés por la historia; como no se cansa de repetirlo..
La ligereza del procedimiento proyectual de Mazzanti resulta evidente al comparar los proyectos:
Por un lado está la forma en que está utilizada la apropiación formal, que carece de contraste con la estructura a la vista que posee el edificio San Martín y que realza su origen textil. Carece también del juego formal de hacer que un material pesado, el concreto, parezca liviano, ya que la fachada del casino esta hecha en delgado acrílico. Para no perder la costumbre, el panel está construido de la manera más burda: pegado a la mampostería de la fachada: La materialización perfecta del “copy & paste”.
También agradezco el hecho de tomar de un proyecto nuestro, considerando que suele hacerlo de arquitectos de reconocida maestría, lo considero un halago.
Ahora bien, bienvenido este accionar deliberado, si es que con esto busca poner nuevamente sobre la mesa de discusión el tema de la autoría en arquitectura; discusión que, como se ha expuesto ampliamente en este foro que comenzó con la biblioteca España, nunca ha estado cerrada; en razón a la ambigüedad del tema de la copia en arquitectura, y a la dificultad de establecer sus limites, más que en otros oficios.
Como lo reiteramos varios durante el mencionado foro y como recientemente lo ha reiterado y ampliado Benjamín Barney, tal vez en arquitectura todo esté dicho, tal vez procedemos de manera analógica al Jazz, donde los temas son recreados una y otra vez, siendo colectivos y únicos al mismo tiempo. O como lo resalta el reciente artículo de Marianne Ponsford en Arcadia, “No es nadie, solo el autor”, donde plantea que la creatividad digital colectiva ha venido desbordado el concepto del autoría personal y nos encontramos ahora en un momento donde no solamente desaparece el autor, sino también la obligación de la cita.
Por esta razón, en este preciso momento se hace necesario que el gremio y la academia aclaren su posición ante esta forma de proyectar arquitectura, que se volvió natural en Colombia.
La SCA (Sociedad Colombiana de Arquitectos) ya ha dejado clara su posición ante la copia: no solamente la tolera, y elude la discusión sobre el tema, sino que además la premia, como hemos podido apreciar en las últimas Bienales de Arquitectura.
En cuanto a la academia, habría que preguntar especialmente por la posición de la Universidad de los Andes, donde no solamente enseña Mazzanti, sino otros docentes cuyo método proyectual también está basado en la copia. Si en el ejercicio profesional el límite entre autoría y plagio puede ser difuso, en la academia este limite tiene que estar definido, al menos por razones éticas.
A mi parecer, el daño mayor en la academia no se encuentra en el campo de la ética: la apropiación no reconocida de ideas ajenas, inclusive , hago manifiesto mi poco interés de convertir la discusión en un campo exclusivo de la ética.
El problema mayor se encuentra en el área epistemológica. Como la universidad de Yale lo ha demostrado, si entendemos aprendizaje como la organización del área cognoscitiva, la práctica del “cpy & paste” no genera procedimientos de aprendizaje. Por el contrario, los anula, ya que bloquea la conducta investigativa, y con ésta la posibilidad de nuevo conocimiento.
Guillermo Fischer
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