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Alberto Saldarriaga: arquitecto y escritor

Hace poco que llegué a Colombia y para situarme en el lugar empecé a investigar qué había pasado durante la última década en cuestión editorial y, puede que se trate de una tendencia mundial, he visto que se ha pasado de libros de teoría a monografías: libros específicos sobre un arquitecto, más coffee table books. Me llama mucho la atención porque creo que hay muchos huecos.
¡Muchísimos!

¿Es que no hay arquitectura que valga la pena investigar, analizar y publicar?
No hay editores, que es otra cosa. En cuanto a revistas, solo queda Escala, sin contar las de decoración.

Está la revista El Arquitecto, de la SCA.
Es una que intenta ser algo. Proa desapareció. Con mi experiencia en el mundo editorial –he publicado mucho– podría decir que hay material para publicar; el problema es que no existe, por una parte, dónde se haga y, por otra, quién lo financie. Ha habido muchos esfuerzos editoriales y creo que la última década ha sido sumamente buena en cuanto a cantidad y a calidad, en términos editoriales, si se compara con los años anteriores; lo que pasa es que toda esa producción es invisible. Un gran ejemplo es toda la línea de libros universitarios: hay mucha publicación y casi todo viene de los posgrados. Entonces por eso hay tantas monografías, tanto tema puntual, más de historia. La maestría de Historia y Teoría de la Universidad Nacional ha publicado mucho pero son libros con buen contenido pero con poca calidad editorial.

Pero estos libros no salen de la universidad.
El problema del libro universitario es que permanece dentro de la universidad.

No solo eso: lo que se alcanza publicitar por fuera es imposible de conseguir, ver, o comprar. En el SAL del 2013 se estaba promocionando el libro de Jorge Ramírez sobre los 15 años de esos seminarios, un libro pequeñito y que tenía buena pinta, y no he podido comprarlo: en la librería de la universidad no está y creo que solo lo venden en una librería en Bogotá.
Es eso: producción hay, lo que no hay es distribución. Hemos publicado unos cuatro o cinco libros de arquitectura en la Universidad Jorge Tadeo Lozano y al menos sé que están en la tienda de la universidad. El antiguo Instituto de Cultura y Turismo, el Instituto de Patrimonio de hoy en día, comenzó a publicar monografías sobre arquitectos y sobre una serie de arquitecturas como el Cementerio Central y el hospital San Juan de Dios; esa es una producción muy buena que es imposible de conseguir, con buen contenido y una buena calidad editorial. Villegas Editores, con quien colaboro frecuentemente, ha hecho varios libros con temas de arquitectura en formato de coffee table books y se incluyen textos que sustenten el contenido. El último que hicimos es un libro de gran formato sobre Bogotá, con abundancia de textos, planos y fotografías.La Universidad Javeriana, la Nacional de Bogotá, la de Medellín y la de Manizales, la Tadeo, la del Valle, o los Andes: todas tienen editorial y producen libros. La revista de arquitectura de los Andes –Dearq– es de muy buena calidad, al igual que los libros, que tampoco salen de la universidad. Deberíamos contar, entonces, con una librería universitaria de arquitectura. Pero hay que tener en cuenta que mucha cosa se vende por internet.

Pero estas editoriales, con este tipo de producto, van a un público muy específico que es el universitario, ni siquiera se dirigen a arquitectos.
Eso no es del todo cierto. El libro sobre Arturo Robledo publicado por el Instituto de Patrimonio es un libro excelente, creo que es de lo mejor que se ha hecho como monografía de arquitectura, con una investigación de archivo excelente. El mismo Instituto publicó el de Enrique Triana y el de Gastón Lelarge. Los Andes publicó un libro sobre Ernesto Jiménez, etc. El libro que publicaron en Barcelona sobre Daniel Bermúdez, “4º latitud norte y 2.600 metros sobre el nivel del mar” (Lunwerg Editores, 2011), es otro buen libro monográfico. Cuantitativamente, la producción ha sido estupenda en la última década, pero falta más sobre historia de la arquitectura; el libro de Silvia Arango sobre la historia de la arquitectura en Colombia se publicó en 1989 y no se ha vuelto sobre él. Falta también historia del urbanismo, aunque hay libros muy buenos de historia urbana como los que ha sacado Germán Mejía con la Javeriana sobre Santafe, o Sandra Reina sobre los pueblos indígenas.

Son libros poco atractivos para lectores no expertos en el tema. ¿Puede ser que no hagan falta?
Sí hacen falta. Lo que pasa es que no hay quien los haga porque no hay medios económicos.

Si cuantitativamente, no cualitativamente, hay quien produzca este tipo de libros, ¿por qué no hay quien los pague? ¿Por falta de demanda, de público?
No, no creo en eso, creo que el público hay que construirlo. Aquí había un público que compraba muchos libros de arquitectura y todavía unas pocas editoriales independientes sacan libros de arquitectura que tienen sus compradores, oficinas de arquitectura sobre todo. Materia prima para escribir hay mucha: en Cartagena, en Manizales, en Cali. En fin, investigadores hay y muchos y producen.

Entonces, ¿qué pasa?
Ahí está el tema.

¿Puede ser que a los editores no les alcanza la plata o están seguros de que no se va a vender?
Escala es una empresa que se ha movido bastante, con un presupuesto ajustado pero con la ventaja de tener su propia imprenta. La muerte de David Eduardo Serna ha sido un golpe muy duro. Ospinas y Compañía publicó un libro con su historia y sus proyectos; hay otras empresas de este tipo que han publicado sus trabajos con cierta calidad editorial. Vuelvo a decirte: producción hay, mucha, muchísima, de calidad conceptual y editorial, bastante buena, en la mayoría de los casos. Puedo decir que las tesis de maestría que se han publicado en la Universidad Nacional son más que decorosas, a veces tesis laureadas, pero eso sí: el problema del libro universitario es que yace en los depósitos de las universidades.

¿Será por una cuestión de forma, que son libros que no son atractivos para ponerlos en una librería tradicional como la Lerner, por ejemplo?
No estoy seguro si en la sala Colombia de la Lerner se consiguen todos estos libros que hemos mencionado, pero en todo caso se consigue bastante. Ahora: se están publicando varias series sobre temas de patrimonio; sería el caso de Letrarte, por ejemplo, que ha publicado una buena colección.

Es como si fuera una sociedad muy endogámica.
Es posible, sí.

Me estás abriendo los ojos a estos libros pero no se ven, no se habla de ellos, no es fácil encontrarlos. No están por internet que es el primer lugar para buscar. O puede ser que la preocupación en las universidades sea la indexación, lo que puede hacer que cuantitativamente haya millones de artículos que cualitativamente no valen la pena.
Ese es un virus de la educación superior. Un libro no vale lo mismo que un artículo, por lo que la gente se dedica a escribir artículos para tener puntaje e indexación y los libros pasan a un segundo plano. A mí, como facultad de Artes y Diseño de la Tadeo, y por motivos de contenido gráfico, me convienen más los libros que los artículos. Además, las revistas en las que se publican esos artículos son aburridísimas. Pero ese es el karma de la educación superior en el mundo. Aquí hubo varios intentos de tener librerías de arquitectura; hace años ya, Marta Barrero, junto con otros, montó una librería en el primer piso del edificio de la SCA y tuvo que cerrarla, y eso que traían libros latinoamericanos.

Si hay gente que los produce y hay el espacio para hacerlo, ¿cuál es el problema?
Falta de incentivos.

Volvemos a lo mismo. Se puede hacer un libro pero sin distribución no llega a ninguna parte.
Eso se aplica en alto grado a la producción regional y local diferente de la de Bogotá. En la Nacional de Medellín, por ejemplo, hace poco publicaron en formato de libro la tesis doctoral de Luis Fernando González. Es un libro muy voluminoso, con un contenido importantísimo que merecía una buena edición en color, ya que el documento de la tesis doctoral tenía casi todas las ilustraciones en color.

Seguramente les costaría el triple. Sobre todo, para lo poco que creen que venderán. Puede ser que el tema sea ese: falta de editores que sepan de arquitectura.
El editor es un gestor que tiene el buen juicio de saber cuando un libro es bueno, cómo se edita bien, cómo y dónde se distribuye bien. Todos los libros que hace Villegas Editores, por ejemplo, salvo los de formato pequeño, son financiados por empresas; así, puede sacar cuatro o cinco libros de gran formato al año, todos financiados, y además tiene una serie propia de libros de pequeño formato. En esa colección publiqué el libro “La arquitectura como experiencia”, que fue cofinanciado con la Nacional, fue un éxito editorial y se vendió totalmente. Ya no lo tienen en ninguna librería. En definitiva, materia de trabajo hay, hay buenos investigadores, la masa está lista para hacer el ponqué, el problema es: ¿quién lo cocina?

Quien cocine necesita también plata para poderlo hacer y el tema está por ahí. Entonces el problema es económico: puede existir el editor que quiera hacer los libros con temas que valgan la pena.
En España, ¿cómo funciona? Porque allá hay muchas editoriales de arquitectura. Estaba Actar, ¿no?

Actar está totalmente quebrada, había comprado una editorial alemana y se había convertido en la editorial de arquitectura más grande del mundo; tenían una librería espectacular, muy bien curada, pero la cerraron también. No hay librería ni editorial. También está la Gustavo Gili que sí funciona y muy bien, pero la revista 2G ahora solo es digital. Las editoriales que quedan han preferido seguir con coffee table books porque tienen más público y pueden tener la seguridad de que vendan los libros. La gente quiere tener un libro bonito en su mesa, es lo que se ve en las revistas de decoración. El Croquis aún existe pero en este caso el público es restringido, solo arquitectos, y es costoso. Las revistas de Arquitectura Viva siguen, son revista libro y tienen su público. Desde la crisis española, muchas editoriales están haciendo monografías digitales, como una copia digital a El Croquis.
Aquí está A57.

Pero en A57 ya no producen contenido, mueve la agenda arquitectónica del país. Por otro lado, me interesa que nos salgamos de la endogamia arquitectónica, y no soy muy fan de las revistas ni de los libros que sacan las facultades por esto mismo: porque son contenidos para arquitectos, un ladrillo que nos cuesta a nosotros mismos leerlo. Me parece mucho más interesante que la gente de la calle conozca sobre arquitectura y urbanismo. Por eso me gustan los coffee table books, en este sentido.
Sí, en ese sentido, en los libros de Villegas, por ejemplo, se prestan para un público amplio, salvo por su costo.

El año pasado publicaron un estudio de la Javeriana con otras universidades del país sobre el “no saber escribir”. Estos libros de los que hablamos no solamente son un ladrillo sino que no se entiende lo que está escrito.
Sí, algunos están mal escritos. Y a veces se usan unos lenguajes medio abstrusos.

El estilo de cada uno hay que respetarlo; pero de ahí a que se entienda, es complicado.
A mí me critican mucho porque yo escribo legible. Que escribo muy fácil, que la gente me lee fácil.

¿Y eso es un problema para los editores o para los lectores?
Para algunos críticos. Supuestamente uno debe escribir complejo.

Seguramente es muy complejo lo que está ahí, lo que pasa es que se entiende. Es un problema de lectura y escritura que viene desde el colegio, y es muy grave.
Pero las facultades de arquitectura se especializan en evitar la escritura. Cuando yo dirigí el área de teoría de los Andes, hice toda una campaña de alfabetización. Y lo logramos. Los estudiantes escriben, o escribían, y bien. Y tuvimos tanto éxito que no nos querían porque estábamos pervirtiendo a los diseñadores, que deberían ser puros.

Me han contado que ahora les piden un ensayo de media página a los estudiantes de pregrado y se niegan a hacerlo porque no hay tiempo.
Vamos a abrir una maestría en arquitectura en la Tadeo y me gustaría incluir una electiva sobre arquitectura y escritura. Es que a nivel maestría es muy grave que no sepan escribir.

A todo nivel. Yo también pasé los 5 años de la carrera sin escribir una sola línea, y cuando uno sale de la carrera y se va a presentar a un concurso no tiene ni idea de escribir para presentarse, o si uno hace un proyecto para un particular también hay que escribir una memoria para presentar unos papeles a una curaduría. No sé cómo completan un portafolio.
Es un error universal. En las universidades, el principal problema es la lecto-escritura y no solo en arquitectura. Es un problema generalizado.

Hace poco leí en un blog español esta historia: una periodista especializada en arquitectura entrevistó al arquitecto que hizo el diseño interior de un edificio muy importante de Barcelona, la nueva sede del FAD; el arquitecto hizo un comentario sobre la casa de los Eames, que le gustaba mucho, y la periodista escribió que a este señor le gustaba mucho la casa de los Sims, el juego de computador, una arquitectura que no tiene nada que ver con los Eames.
No puede ser… O mejor dicho, sí puede ser…

Si alguien se especializa en arquitectura, ¿cómo no sabe quienes eran los Eames? O al menos pedirle una aclaración al entrevistado. A este arquitecto le han tomado del pelo por las redes sociales diciendo que a lo mejor lo que dijo fue que le gustaba la casa de los Simpsons y ahora le daba vergüenza admitirlo. El nivel es muy malo.
La maestría en la Tadeo tiene como subtítulo “Arquitectura en contexto” para ampliar el campo de estudio del proyecto. Muchos arquitectos se pasan la vida mirando el proyecto y se les olvida dónde está localizado y con qué se relaciona. Hay tres líneas de investigación: ciudad, cultura y comunicación. El campo es exigente porque no es “hacer monos”, hay que leer y escribir fuertemente. No tenemos todavía doctorado en la Tadeo pero tenemos una experiencia investigativa importante y vamos a tener como profesores, de aquí a dos años, por lo menos cuatro o cinco doctores.

La Tadeo ha dado un salto cualitativo muy grande.
Se está tratando de dar y bastante fuerte. Acabamos de empezar las obras del edificio de Artes de la Tadeo, en la calle 26 con carrera 5, en un lote grande, entre las Torres Blancas y la Biblioteca Nacional. El diseño que ganó el concurso es de Ricardo Larrota. Esperamos que a mediados del año entrante se acabe el edificio, que será una buena obra de arquitectura.

Viendo esto, se puede decir que las prioridades son otras: hay plata para desarrollar proyectos, pero es más importante hacer un edificio que sacar un libro.
En la Tadeo, como ya te dije, hemos publicado varios libros de arquitectura. El edificio es una necesidad prioritaria. Ambas cosas son compatibles. Por otra parte, por ejemplo en Medellín hay editores como los Mesa, que hacen una labor independiente muy importante, por fuera de las universidades.

Creo que tienen libros formalmente muy bonitos.
Muy atractivos, sí; el libro de Archipiélago de Arquitectura es muy interesante. Son libros divertidos, ellos son ingeniosos. Y casi todo es autofinanciado o buscan financiación.

¿El problema es económico porque no hay público? ¿O no se ha buscado ese público?
No, el público hay que construirlo. En definitiva: sí hay materia prima, sí hay gente que pueda hacer los libros, lo que no hay es el impulso para arrancar.

El reto es económico. ¿Qué puede hacer un espacio como Torre de Babel para que estos proyectos puedan existir?
Primero que todo difundirlos. ¿Por qué no “anunciar libros”?

En TdB estamos haciendo un cambio importante, a nivel de forma y de contenido. Finalmente: dos preguntas. ¿Cuáles son tus tres libros de cabecera, que lees y relees, de arquitectura o urbanismo, que recomiendas porque son parte de tu biblioteca personal?
El libro que más me gustó durante muchos años fue “El cuarteto de Alejandría” de Lawrence Durrell. No lo he vuelto a leer, son cuatro libros, pero recuerdo que me pareció un ejercicio maravilloso sobre muchos temas a través de cuatro personajes. Es fascinante, como literatura y como todo. Este me marcó por muchos años y lo leí y releí en español y en inglés. No soy muy fiel a los libros y he leído tantos libros que no es fácil traer tres a la cabeza. “El nombre la rosa” de Umberto Eco podría ser otro, por lo divertido, con película incluida. De Buckminster Fuller me acuerdo que hay unos libros muy divertidos, pero “I seem to be a verb” sería el que podría nombrar; un libro totalmente loco, de frases sueltas, publicado en la década de 1970 (cuando los editores se enloquecieron y hacían cosas divertidas). Pero, sobre todo, soy un calvinista impenitente. Quiero decir que aprecio muchísimo todos los libros de Italo Calvino.

La última pregunta no tiene que ver con libros sino con Bogotá: hace más de 10 años, con Antanas Mockus con su cultura ciudadana, todos aprendimos a cruzar por el paso de cebra, los carros iban por su carril, los andenes eran para peatones, no botábamos basura en la calle, y además podíamos dar un visto bueno o malo a otro conductor o transeúnte. ¿Qué pasó? Han pasado más de 10 años y esta “cultura” no se transmitió de una generación a otra.
No, no se transmitió. Se transmitió más en la ciudadanía que en las administraciones. La ciudad ha caído en un deterioro bárbaro.

¿Qué pasó con esa cultura ciudadana? ¿No fuimos capaces de arraigarla, de interiorizarla y pasarla a la generación siguiente?
No alcanzó a consolidarse. Después de Mockus vino Lucho Garzón y se debilitó, aunque este no causó tanto daño pero se perdió el hilo conductor. Después todo se vino abajo.

Necesitábamos muchos más años para que ya hiciera parte del subconsciente colectivo. Por otro lado, Medellín hoy es una ciudad fantástica.
Exactamente: hoy. Porque el alcalde Sergio Fajardo tomó un poquito de Pascual Maragall de Barcelona, un poquito de Antanas Mockus, un poquito de Curitiba; tomó lo mejor de cada cosa, le sumó una buena autoridad y un excelente equipo de trabajo.

Ahora tienen unos problemas de delincuencia altos.
De mucha violencia.

De todas maneras, es una ciudad muy amable, agradable y confortable.
Descubrieron el espacio público, que no había.

Pero aquí en Bogotá hay espacio público y pareciera que este no es el problema. Es más de cultura.
La desmotivación es el tema. La ciudadanía bogotana se desmotivó completamente porque no tienen referente. Bogotá necesita un Mockus urgente y con mano dura.

Pero ahora no hay una figura de ese tipo, que pueda removernos de nuevo.
No, Mockus es de esos personajes que son únicos. Incluso preferiría a Peñalosa en este momento. Por ahora el problema es salir del amigo Gustavo Petro, que está atornillado al puesto, y ver quién comienza a remediar esto. Fíjate lo curioso: Clara López, con el poco tiempo que estuvo y todas las críticas que recibió, fue una alcaldesa muy buena en solo cuatro meses. Sumamente buena. Pudo componer temas que estaban muy descompuestos. Me parece una política regia, que tiene correa. A Bogotá hay que rehacerla.

Me llama mucho la atención que todo lo que habíamos aprendido no continuó en el tiempo.
Quedan pocas cosas pero, en general, la gente se volvió agresiva nuevamente, descuidada, pero para mí todo es un problema de motivación, la ciudadanía está totalmente desmotivada.

Algo así como ¿para qué hago esto?
Desde arriba me están dando el mensaje de que no hace falta, para qué hacer algo. Una ciudad necesita liderazgo.

Por otro lado, en cambio, en el campo artístico la diferencia con hace 10 años es enorme: más museos, galerías de arte, eventos internacionales y nacionales, casi no alcanza el tiempo para ver y disfrutar todo, gran cantidad de obras de teatro, cine.
Por eso, fíjate que, sin perder las esperanzas, creo que no es tan difícil rescatar esa voluntad hacia Bogotá, la gente añora esa cultura ciudadana. Petro había amenazado que Mockus iba a ser su asesor en cultura ciudadana y al final no salió con nada. Mockus debería ser alcalde a perpetuidad.

Pero si fuera candidato de nuevo, ¿la gente lo votaría?
La tontería que hicieron en las elecciones pasadas fue grandísima: Peñalosa iba a ser el alcalde, respaldado por Mockus y por Garzón; a Peñalosa le dio por aliarse a los uribistas y Mockus llegó hasta ahí con él. Luego decidió lanzarse con Gina Parody y obviamente no llegaron a ninguna parte. Si no se hubieran dividido, Peñalosa sería el alcalde y estoy seguro de que nos hubiera ido mucho mejor. Y Petro lo que hizo fue pescar en río revuelto.

Hay muchos bogotanos que me han dicho que votaron por Petro porque cuando estaba en el Senado era bueno.
Era muy bueno.

Pero una cosa es estar al otro lado del mostrador y otra es administrar la tienda.
Peñalosa dijo una frase célebre en este sentido: “Petro no es capaz de administrar ni un parqueadero”. No tiene ni idea. Y las personas buenas que eran sus colaboradores se han ido retirando. En la oposición le iba mejor.

* Foto tomada de la página web de la Universidad Jorge Tadeo Lozano.

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Se dice…

Ya se cumplieron más de nueve meses de la caída del bloque 6 del proyecto de vivienda Space, y este embarazo no ha producido el parto esperado de la publicación de los resultados del estudio que, sobre las causas del colapso, está haciendo la Universidad de los Andes. La torre 5 ya fue demolida y se dice que en este mes se demolerán las torres 1 a 4. Se dice que hay otros proyectos pendientes a los que habrá que definir un posible refuerzo o demolición: Continental Towers, Asensi, Mantuá, Colores de Calasania, Punta Luna y Acuarela Norte.

En varias ocasiones he expresado mi preocupación por el desconocimiento de estos resultados por parte del gremio de la construcción, sin los cuales es imposible tratar de identificar las medidas que arquitectos, ingenieros y constructores podamos tomar para que semejante tragedia no se vuelva a repetir.

Ante la imposibilidad de tener tan necesaria información, solo se cuenta con lo que se dice en corrillos y medios de comunicación (periódico El Tiempo y revista Semana). Trataré entonces de identificar las posibles causas del siniestro con los se dice, analizando cada uno de los eslabones de la cadena de la construcción.

El primer eslabón es el Arquitecto Proyectista. Se dice que el proyecto no cumplía con las normas de evacuación. Como lo dije en otra oportunidad, los edificios no se caen ni por feos ni por incómodos ni por poco funcionales ni por incumplir normas arquitectónicas o urbanísticas. Se dice que el arquitecto es quien propone la estructura –lo cual es cierto– y esta debe ser clara, lógica y eficiente. Pero es el Ingeniero Estructural quien asume, al calcularla, la responsabilidad de su estabilidad. Si la estructura propuesta por el Arquitecto es absurda o inviable, el Calculista debe decirlo.

El segundo eslabón es precisamente el Ingeniero Calculista. Se dice que él tiene que cumplir rigurosamente con todas las normas vigentes. Pero según El Tiempo, peritos de la Fiscalía aseguraron que las vigas no tenían refuerzos para evitar que se doblaran(…). Además que estaban muy apartadas entre si lo que hacía más débil el esqueleto del edificio(…). La obra estaba prevista para 22 pisos y los cálculos y diseños se hicieron sobre ese plan. Sin embargo, finalmente se construyeron 26 pisos(…). Hubo deficiencias y errores en los cálculos realizados por los ingenieros. Es de suponer que si se aumentaron cuatro pisos, se recalculó la estructura. Pero si hubo Deficiencias y errores en los cálculos,como se dice, esta sería la causa más probable del derrumbe.

La Curaduría Urbana es el siguiente eslabón. Se dice en El Tiempo que según declaraciones del Curador, La Ley 400 de 1997 determina en su artículo15 que el solicitante de la licencia puede presentar la revisión estructural a cargo de un ingeniero especialista en estructuras, que ejerza esa revisión y en la cual el curador solo tiene que chequear que se cumplan estos requisitos de la revisión. Yo no tenía que hacer esa revisión porque ya estaba hecha por un profesional idóneo y calificado para tal fin. Si esto es cierto, el proyecto aprobado cumplía con todas las normas vigentes y el Curador demuestra su buena fe, y se dice que quedaría libre de toda culpa. En caso contrario –el Curador reconoce que no hizo la revisión– tendría que responder por negligencia.

Si el Constructor –siguiente eslabón– ejecutó los diseños recibidos con sus especificaciones asumiendo que estaban bien, aplicando sistemas constructivos adecuados y utilizando materiales que cumplieran con lo estipulado, la construcción no sería la responsable. Pero si no fue así, y –se dice en El Tiempo– los peritos entregaron un informe con más de mil fallas(…). La fiscalía encontró que el concreto usado no se había dejado secar el tiempo necesario para alcanzar su máximo nivel de resistencia,la construcción compartiría la culpa del siniestro con los cálculos estructurales.

Finalmente se dice que el último eslabón, el Promotor –Lérida CDO– no estaba enterado de las fallas en los cálculos y eventualmente en la construcción, lo cual lo convertiría de victimario en víctima. En este caso no tendría una responsabilidad penal, pero civilmente tendría que responder económicamente ante sus compradores por vicios ocultos en la venta de las viviendas, cosa que –se dice– está cumpliendo. Se dice, sin embargo, que una propuesta de reconocer $2.400.000 por metro cuadrado fue rechazada por los compradores.

Las conclusiones del estudio de la Universidad de los Andes, al establecer las causas del siniestro, definirán automáticamente al culpable, quien –sea quien sea– deberá responder ante la justicia por el homicidio culposo de las doce víctimas, por el peligro de muerte de los habitantes del Space y, eventualmente, de los otros proyectos que amenazan ruina. Sin embargo, no hay ninguna garantía de que el juicio será justo estando en manos de una justicia penal que –tal vez por ser ciega– a veces es demasiado laxa y otras veces exageradamente castigadora.

Como ejemplo de una condena injusta tenemos el caso aberrante del ingeniero Andrés Camargo, ex director del Instituto de Desarrollo Urbano de Bogotá. Fue condenado a cinco años de cárcel por fallas en las losas de las vías del sistema de transporte masivo –TransMilenio–, un problema que no involucra mala fe, ni peculados, ni víctimas fatales. Se dice que su único delito fue confiar en los informes de los técnicos y en las recomendaciones de una prestigiosa cementera.

El 12 de octubre se cumple un año de la caída del Space. ¿Cuándo entregará la Universidad de los Andes el famoso estudio? ¿Cuándo hará público la alcaldía de Medellín el informe? ¿Cuándo se pronunciarán los gremios de ingenieros y arquitectos de Medellín? ¿Cuándo se resarcirá a los damnificados? ¿Cuándo castigará la justicia a los culpables? Se dice que nunca.

El último: se dice que Colombia necesita una reforma a la justicia. Lo que requiere es una reforma a la injusticia.

* Imagen tomada de El Espectador.

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La ciudad pintada

La ciudad pintada

La pared y la muralla son el papel del canalla.
Refrán popular

Pero no solo son el papel del canalla. También son el papel del que no tiene otro medio de comunicarse con el mundo; del que vive en obligado silencio la angustia diaria de un régimen represivo; del que necesita expresarse a través de lo que considera una obra artística no apreciada; del que cree que su única posibilidad de ser reconocido es verse reflejado en letras, líneas o manchas sobre un muro blanco.

El grafito suele ser un texto escrito. También se asimilan a esta categoría dibujos o murales, aunque el columnista de El Tiempo Armando Silva los clasifica en una categoría aparte: “arte público”. Y algunos incluyen además como grafiti las rayas y garabatos que solo pretenden perjudicar objetos y gentes, agredir la arquitectura y contribuir a la contaminación visual deteriorando más el ya maltrecho paisaje urbano. Esto se llama vandalismo.

Los grafiti escritos son generalmente opiniones políticas, gritos de angustia, agresiones personales o expresiones de humor, a veces no muy inofensivos. Marta Ruiz, en su columna sobre el tema en la revista Arcadia, Defensa de la pared (pintada), cita un grafito agresivo y cruelmente regionalista: Haga patria, mate un costeño.En Cali, amaneció un día otro odiosamente racista e igual de políticamente incorrecto: Mate un negro y reclame un yoyo. Esto es humor negro.

Un ejemplo de humor inofensivo es el que dice: Mi abuelita dijo no a la droga… y se murió, o Aristóteles compró una camioneta con platón, o Yo también sé que nada sé, pero no me jacto, o Busco sexo opuesto; o sexo, o puesto.Y textos aparentemente ingenuos al escribirlos –Lo que antes nos unía ahora nos separa–que al leerlos se vuelven pornográficos.

Los grafiti invaden la propiedad privada y afectan el espacio público, por lo cual están teóricamente prohibidos. De allí el clásico Ahí viene la poli… Pero cada país reacciona en una forma diferente que va desde la completa represión, hasta la máxima permisividad e inclusive hasta la promoción: en Brasil, por ejemplo, con motivo del Campeonato Mundial de Fútbol convocaron artistas para pintar cuatro kilómetros lineales de grafiti. Si no puedes derrotarlos, únete a ellos. En cambio, en Bogotá la política es simultáneamente de represión y permisividad: una noche la policía mató un grafitero, y otro día Justin Bieber hizo un grafito con la anuencia y la vigilancia de la misma policía, porque es un artista. Lo que no sabían las autoridades es que Bieber no es un artista plástico sino un niño bonito que interpreta canciones para estudiantes adolescentes de colegios bilingües. La protesta de los grafiteros locales no se hizo esperar y se lanzaron a intervenir cuanto muro encontraron, con la legitimidad que da una contravención no castigada.

La administración de Bogotá ha tratado de reglamentar los grafiti por medio del acuerdo 482 de 2011 y del decreto 75 de 2013, al reconocerlos como un nuevo fenómeno artístico y cultural que exige la definición de nuevos espacios institucionales. Propone que se establezcan sanciones acordes con la gravedad de la contravención, e intenta analizar el fenómeno por fuera del enfoque exclusivamente delictivo.

Para quien se considera un artista plástico, desconocido y sin acceso a las galerías prestigiosas y a los altos círculos sociales, tener la oportunidad de exhibir su obra en una galería gratis con millones de “visitantes” cautivos es una tentación demasiado grande que justifica correr el riesgo de unas eventuales horas de cárcel. Pero como la calle es una galería sin curadores, esos millones de “visitantes” obligados pueden disfrutar de una buena obra de arte o les toca padecer resignados la presencia de otra de pésima calidad.

Los eventuales millones de espectadores forzosos y el invento del aerosol han hecho que prolifere el grafito político compitiendo con el aburrido tuit, arma privativa de políticos y expresidentes camorristas. También permitieron que durante la dictadura uruguaya –entre 1973 y 1985– se hicieran famosos dos grafiti: uno en Montevideo que decía: Hay tres tipos de uruguayos: los enterrados, los desterrados y los aterrados, y otro en el aeropuerto que rezaba: El último que salga, apague la luz.En Bogotá, durante la alcaldía de Enrique Peñalosa, mientras se adelantaban las obras del transporte masivo Transmilenio, bolardos, andenes, colegios y bibliotecas, apareció un día en letras negras sobre fondo blanco una frase que decía: No más obras. Queremos promesas, y otra en la Universidad Nacional: Capitalismo: tus milenios están contados.

La ciudad oculta habla por sus grafiti y la necesidad de expresión supera la capacidad de represión. Si la ciudad desapareciera –cosa que, al paso que vamos, podría ocurrir– se convertiría en ruinas y solo quedarían pedazos de muros. Pero los grafiti no desaparecerían pues mientras haya ciudadanos inconformes y muros o pedazos de muros, habrá grafiti o pedazos de grafiti.

* Foto de Diana Drews.

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Autojardin_ElTiempo

Autojardín

Los médicos tapan sus errores con tierra; los arquitectos, con enredaderas.
Malvado dicho popular

Para quienes creemos en la evolución, la jardinería se inicia cuando la señora Cromañón y la señora Neandertal interrumpieron su recolección de frutas, bayas y raíces para mirar complacidas una mata con flores no comestibles. Para quienes creen la historia de la bolita de barro, trasplante de costilla, culebra que habla y frutas prohibidas, la jardinería se inicia con el paraíso terrenal. Muchos siglos más tarde –1500 d.C.– Hieronymus Bosch (El Bosco), en su erótico tríptico El Jardín de las Delicias, representó el dominio de la lujuria en el mundo, versión muy diferente del paraíso sano y aburrido que nos enseñaron en clase de religión.

Los primeros jardines que se hicieron famosos fueron los Jardines Colgantes de Babilonia –hoy Iraq– a la orilla del Éufrates, ordenados por el rey de los caldeos Nabucodonosor ll como regalo para su esposa Amitis. Cuando llegó Carlomagno en el siglo IV a.C. ya estaban abandonados y, finalmente, fueron destruidos por el rey persa Evemero en el año 125 a.C. Realmente el nombre no hace honor a la verdad, pues las plantas fueron sembradas en balcones y terrazas, y no eran “colgantes”. Los jardines de Babilonia son considerados como una de las siete maravillas del mundo antiguo.

A partir de ese momento, el jardín se extendió por todo el mundo con características diferentes acordes con la vegetación y cultura de cada región. Algunos se volvieron famosos como los de Versalles en Francia, iniciados por Luis XIII y continuados por Luis XIV; los jardines de Keukenhof en Holanda, y los de Suan Nong Nooch en Tailandia. Y mientras los jardines del mundo occidental se basaban principalmente en la vegetación, aparecieron en el oriente los jardines zen con arena, piedras, elementos secos y pocas plantas, como el jardín Ryoan-Ji y el jardín zen del templo Tofuku-Ji, ambos en Kioto.

Con el tiempo surgieron los jardines temáticos como el proyecto Eden en Inglaterra, con cinco cúpulas geodésicas y dedicado a la naturaleza y el desarrollo sostenible; el jardín de la Especulación Cósmica en Escocia; los jardines botánicos de Nueva York, Curitiba y el Kew Gardens en Londres; el jardín Las Pozas de Xilitla en medio de la selva de la Sierra Madre oriental de México; y jardines de esculturas como el de Minneapolis, el parque Vigeland en Oslo y el Milesgarden en Estocolmo.

Ya entrado el siglo XX, los jardines se treparon a las cubiertas de los edificios y aparecieron los techos verdes que, además de disminuir las emisiones de CO2, actúan como aislante térmico, amortiguan la velocidad del flujo de aguas lluvias al colector final y protegen las impermeabilizaciones. Y cuando Patrick Blanc forró con vegetación las fachadas del museo Quai Branly en París, se disparó a comienzos del siglo XXI la moda de los jardines verticales en todo el mundo. Colombia no fue la excepción. Y fue precisamente en Colombia donde se presentó el último gran avance en el tema de jardines.

La historia comenzó con un automóvil color vino tinto estacionado en un barrio residencial de Bogotá, como cualquier automóvil estacionado en un barrio residencial de Bogotá. Pero cuando pasaron las semanas y los meses y el automóvil seguía allí, su condición de estacionado cambió a abandonado. El color vino tinto empezó a convertirse en color óxido, las llantas perdieron su aire y consecuentemente su forma circular, y los accesorios empezaron a desaparecer. Pasaron nueve años y nadie lo recogió. Cada día era más chatarra y menos automóvil. El aire de abandono que respiraba se empezó a extender al barrio, para preocupación de los vecinos. Hasta que finalmente algunos de ellos rodearon al vehículo de macetas con enredaderas y, después de meses de cuidado y riego, la vieja carrocería desapareció bajo un espeso manto de flores color naranja.

De esta historia podemos sacar varias conclusiones elementales:

  • El primer paso para una solución es identificar el problema.
  • Si el estado no soluciona el problema, los ciudadanos deben hacerlo.
  • No siempre el dinero es la solución. Una buena iniciativa, trabajo y paciencia, pueden ser suficientes.
  • ¿Por qué a nadie se le ocurrió esta solución hace nueve años?
  • Por fin la política uribista del “tapen, tapen” y el “todo vale” produjo algo sano, útil y –como cosa rara– ¡legal!

¡La humanidad ha dado un paso enorme en el campo del paisajismo! No ganamos el mundial de fútbol, pero ¡somos los campeones mundiales de la jardinería! Hemos inventado el Autojardín.

Foto tomada de El Tiempo.

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LaureanoForero Arq

Omertá

Omertá o ley del silencio es el código de honor siciliano que prohíbe informar sobre cualquier delito cometido por otro miembro de la Mafia. Romper este juramento es castigado con la muerte. Hace siete meses colapsó la torre 6 del conjunto SPACE y no se sabe cuál fue la causa de la tragedia, como si hubiera una Mafia que, por razones extrañas, quisiera ocultar la verdad.

La alcaldía de Medellín contrató un estudio con la Universidad de los Andes, y nunca ha informado si el estudio se terminó, o está en proceso, o cuales fueron los resultados.  ¿Omertá?

Los gremios de la construcción no han exigido insistentemente claridad sobre el hecho. ¿Omertá?

Las sociedades profesionales que reúnen y representan a los arquitectos e ingenieros de Medellín no se han pronunciado públicamente. ¿Omertá?

Los periodistas de los principales medios no han informado regularmente acerca del estado de la investigación de la tragedia. ¿Omertá?

Solo después de 200 días la Fiscalía llamó a juicio a los posibles implicados, y –con excepción de uno– los dejó libres por considerarlos “no peligrosos para la comunidad”. ¿Omertá?

Dice un cuento que cuando un juez preguntó a tres borrachos quién iba manejando en el momento del accidente, los tres contestaron: nadie, todos íbamos en el asiento de atrás. Cuando el juez citó a los cinco inculpados, ninguno aceptó los cargos. Todos iban en el asiento de atrás. ¿Omertá?

Parece que  en Medellín colapso no significa cadalso. Al menos mientras exista la Omertá.

*Imagen de Laureano Forero Arquitectos (tomada de la página de Facebook)

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andreaposada.com

Medellín y su foro

Lo repetían en los conversatorios, en las conferencias y en las mesas redondas a las que alcancé a entrar: no existen recetas ni métodos transferibles entre ciudades. Vivir bien es un problema de todos y, se quiera o no, el medio son las políticas y la política.

Sí es verdad que se oyeron más teorías que prácticas y que la gran cantidad de eventos simultáneos y stands intimidaban, pero los temas tratados fueron pertinentes en la ciudad de hoy y los asistentes al WUF7 fuimos conscientes de lo inabarcable del tema: las “ciudades para la vida”. Hay que probar estrategias incluso a sabiendas de que no saldrán bien desde el primer día, y de que no es lo mismo Melbourne que Boston ni Jartum que Mumbai. Por muchos textos que existan, a día de hoy, nada está escrito en el desarrollo de las urbes.

El luxemburgués León Krier no se mordió la lengua al decirle a los paisas que su ciudad es fea, y lanzaba al aire: ¿es esta modernidad el paraíso? El documental The Human Scale, con la oficina del danés Jan Gehl como protagonista, cuestionaba a las ciudades de países en desarrollo que están cometiendo los mismos errores de las ciudades consolidadas del mundo occidental. Hay que leerse los libros de Gehl para ver esos errores y echar un vistazo a las posibles soluciones; y repito: los modos de aplicar esas soluciones no son replicables entre ciudades, apenas es posible dilucidar maneras de hacer.

Brent Toderian, de Canadá, insistió en el cambio de paradigma: las ciudades diseñadas para el carro –todas las del continente americano– están fracasando porque no se ajustan a la realidad: si se crean más vías, el tráfico aumenta. Hay que empezar a diseñar para dar la posibilidad al ser humano de escoger en qué y cómo se moviliza por la ciudad. Y, conversando con Richard Florida, repetía lo que muchos piensan: ¿por qué caminar si se puede coger el carro? ¿Por qué vivir en un apartamento pequeño si se puede tener una casa grande?

En mitad de semana se llevó a cabo el encuentro de alcaldes. Ese día escogí ver las delicias y los desastres de Medellín pero, como también se vale comentar sobre lo que se lee y se cuenta, mis amigos mexicanos –urbanistas de Guadalajara y encantados con las ciudades colombianas– me explicaron que lo mejor de la reunión de los alcaldes fue la intervención del representante de una ciudad africana. Entre tanto funcionario que se luce con sus sistemas de transporte alternativo y sus mecanismos smart para gobernar, el alcalde africano agradecía la invitación al WUF7 y transmitía su preocupación: en su ciudad no necesitan más carriles para las bicicletas o un aumento significativo en los espacios públicos; lo que necesita son los medios para llevar agua potable a sus ciudadanos.

Altamente resaltable, a pesar de los enormes problemas de violencia que parece que aún tiene Medellín, es que los paisas han entendido que el cambio es un problema de todos y trabajan, a su manera, por convertirla en el mejor vividero de Colombia. Llama la atención que gentes de todas las ciudades del mundo se atrevan a ir a Medellín; es como si en unos 10 años se celebrara un congreso de este tipo en Kabul (con todo respeto) y fuéramos capaces de cruzar el mundo para asistir.

Y, para una urbanista más de “La arquitectura de la felicidad” que de “El urbanismo ecológico”, lo mejor del WUF7 es que el tema de las ciudades sale del circuito de los urbanistas: algunos ciudadanos de Medellín entraron a la discusión y se les vio pasear por los stands del foro. Aunque, por los comentarios en las redes sociales de algunos asistentes, es claro que falta mucho para que en Colombia haya ciudadanos educados, capaces de discutir y ser conscientes de que su ciudad también es su responsabilidad.

* Imágenes del WUF7 de Andrea Posada.

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