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La estética de las lentejas

 

Todos somos aficionados a la arquitectura. O la arquitectura exigiría que todos lo fuéramos. Tan fácil como le resulta a la política que se hable de ella, a la construcción de ciudades y edificios debía corresponder una atención tan tensa y popular como la de los «indignados». Ni la pintura ni la música se hallan tan obligadas a responder socialmente pero la arquitectura construye o destruye, mejora o empeora delictivamente la ciudad. Ayer destacó este periódico uno de los viejos proyectos de Patxi Mangado destinado a un auditorio en Teulada (Alicante). Mangado podría haber sido alcalde de Pamplona y secretario general de cualquier plataforma dedicada a politiquear con furor. Ni le falta oratoria convincente ni ganas de mandar. Es, sin embargo, arquitecto a tiempo completo y, encima, con la conciencia propensa a la culpa, tal como inculcó a muchas generaciones los grandes maestros de las escuelas españolas, casi monjes de la Bauhaus y las viviendas sociales. Bajo esa influencia Patxi Mangado ha creado una fundación, Arquitectura y Sociedad, que trata de hacer lo imposible por fundir ambos términos en uno. De hecho, no ha habido en España un arte (en España es arte e ingeniería a la vez) que se apegue tanto a la existencia civil como el suyo. Los pintores, los escritores o los rockeros cuando son famosos tienden por lo general a ser divos. Muchos arquitectos también. La diferencia es que mientras en las demás profesiones pueden seguir siéndolo sin hacer daño a nadie, los narcisismos de un arquitecto pueden incluso matar. Muchos de los arquitectos famosos, españoles o extranjeros, que construyeron aquí durante las dos últimas décadas, fueron recientemente desenmascarados por un gran reportero, Llàtzer Moix, en Arquitectura milagrosa (Anagrama). Y le llamo «reportero» porque bastaba reportar lo construido para aportar noticia de las barbaridades que se han hecho. Arquitecturas pin-up cuyo cuerpo apenas resiste ni un mal Photoshop ni el menor paso del tiempo. Edificios espectaculares forrados de pladur, acrobacias fotogénicas cuyo pecado de vanidad es directamente proporcional a sus poses obscenas. Desde los años sesenta, casi todos los arquitectos occidentales (desde Piano a Moneo), admitían que un trabajo narcisista era lo peor que les podía pasar. Antes de venir Cristo al mundo, Vitrubio había establecido una trinidad de principios (firmitas. utilitas y venustas) como pilares de la arquitectura honrada. Los edificios que se caen (no firmitas), los museos que se edifican sin contenidos (no utilitas) o las ciudades monstruosas (no venustas), son los tres pecados capitales que como jinetes del Apocalipsis han arrasado más de medio mundo durante la prosperidad. Dubai o Shanghái son hoy la perla falsa de ese infierno del estilo por el estilo, la grandeza por el gigantismo y el soborno por la especulación. De esa época quedan demasiados testimonios pero su fin ha llegado ya. «Sois tan pobres que solo tenéis dinero» se leía sobre una fachada en un banco de Lisboa. La época del mucho dinero ha colaborado en la rutina y en la ruina de la arquitectura. Creadores que han repetido hasta la saciedad su misma obra para venderse como marcas a mandamases políticos que han multiplicado por cinco o seis los presupuestos de la comunidad, decenas de auditorios, aeropuertos, museos y ciudades culturales que han expoliado las arcas presentes y futuras. La orgía de la arquitectura de oropel, próxima al carnaval, ha disfrazado las ciudades de progreso mientras entre bambalinas los protagonistas se repartían la pasta. Hubo una época, la de los años ochenta, en la que conocí personalmente a los mejores profesionales del medio en España y, salvo alguna engominada excepción, todos eran de oro macizo. De esa materia es también hoy el arquitecto Patxi Mangado y prácticamente la mayoría de su generación, que cuenta con medio siglo a cuestas. Capaces todos ellos de entender que el estilo no es nunca mejor guía que el franco amor a la gente. La crisis, quién lo duda, acarrea mucho dolor, pero en su seno se ve de cerca la ignominia de las lentejuelas y la importante responsabilidad ante una ciudad de seres humanos donde en realidad se sirven platos de lentejas.

VICENTE VERDÚ

02/06/2011

Tomado de : ELPAIS.com

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La guerra de las falacias

TRAGEDIA ANUNCIADA EN DOS ACTOS, CINCO FALACIAS, TRECE PREGUNTAS Y UNA CONCLUSION.

imagen: COLOMBIABOGOTA

 

PRIMER ACTO: Se abre el telón. La escena se desarrolla en la Calle 19 de Bogotá. Día: Cualquier día de enero de 2011, entre semana. Hora: 7 p.m.

Trato pacientemente de recorrer en mi automóvil, paso entre paso, los escasos 350 metros que separan la carrera Tercera de la Séptima. A la altura del Hotel Bacatá se me acerca un indigente que mientras me “limpia” el parabrisas con un trapo sucio en la mano izquierda, me arranca con la derecha un cocuyo. Después se aleja tranquilamente por entre los buses, con su típico trotecito de ratero. Finalmente llego a la carrera Séptima. En el recorrido me he gastado diez minutos, y $ 85.000 pesos de un cocuyo. Cae el telón.

SEGUNDO ACTO: Se abre el telón. La escena se desarrolla en un centro comercial de Bogotá. Día: sábado 11 de abril de 2011. Hora: 4 p.m.

Comparto con medio centenar de curiosos y compradores potenciales, una carpa donde se ofrece la gran oportunidad para los privilegiados que se decidan a invertir en un megaproyecto de 76 pisos según la vendedora, ( 66 según página Web), 114.384 M2 construidos, 396 apartamentos, 117 oficinas, hotel de 364 habitaciones, 30 locales comerciales, centro de convenciones para 1.500 personas, y 750 parqueaderos. Se llama BD BACATA Bogotá downtown. Lo de downtown no es solo pedantería. Es para que los clientes crean que están comprando en Manhattan, y no en la calle del Cartucho, que es lo que se imaginarían si se utilizara la palabra centro. La realidad está más cerca de la segunda que de la primera. Este proyecto desata la guerra de las falacias. Cae el telón.

FALACIA UNO: SI TIENE LICENCIA DE CONSTRUCCION, EL PROYECTO ESTA BIEN.

La licencia solo implica que el proyecto cumple con las normas. Sin embargo, esto no siempre es cierto, sobre todo ahora que la corrupción es rampante y, según el filósofo, es inherente a la condición humana. El código penal obliga a presumir la inocencia, y en el caso de esta licencia, yo obediente la presumo. Pero el mismo código no me prohíbe hacer preguntas.
Cumplir con las normas no quiere decir que necesariamente estas sean buenas. El Índice de Construcción es del orden de 25. Este Índice es más grande que el de Dios, sumado al de Adán, en la cúpula de la capilla Sixtina. Cómo se logró este superíndice? Existe otro sitio de la ciudad donde esté permitido? Y la súper altura? Donde más está aprobada? Por donde se moverá el enorme tráfico peatonal y vehicular generado por el proyecto? Por la saturada calle 19 ó por las calzadas de seis metros, ya insuficientes, de la carrera quinta y la calle 20? El estudio de tráfico que se exige a todos los proyectos de alto impacto se hizo? Qué solución milagrosa fue propuesta y aprobada?.

FALACIA DOS: PARA RECUPERAR EL CENTRO ES NECESARIO GENERARLE ACTIVIDAD.

Falso. Muchos centros de ciudad se han deteriorado por exceso de actividad. Quien haya recorrido la calle 19 al medio día o al final de la tarde en calidad de peatón, o peor aún en automóvil, habrá sufrido en carne propia el efecto de la superpoblación. Aumentar la actividad producirá entonces mejoras en el sector, o contribuirá a su proceso de deterioro?

FALACIA TRES: LA INVERSIÓN EN FINCA RAÍZ SE VALORIZA.

La crisis del año 97 demostró que la valorización no siempre se puede garantizar. Lo que sí se puede garantizar es la desvalorización cuando las condiciones del entorno se desmejoran, como yo creo que sucederá con la implantación de este complejo. Los compradores pueden llevarse una sorpresa cuando traten de alquilar un apartamento u oficina, y descubran que quienes están en este momento en un sector con problemas de movilidad, no quieren venirse para otro con problemas de inmovilidad.

FALACIA CUATRO: EL GRAN PROYECTO VALORIZA EL SECTOR.

No hay razón para pensar que el sector aledaño, que se vea perjudicado por la llegada del gran edificio, pueda experimentar alguna valorización.

FALACIA CINCO: UN SOLO RASCACIELOS NO HACE DAÑO.

El cuento del verano y el pajarito no se aplica al desarrollo urbano. Aquí una “golondrina” de ese tamaño si hace tragedia. Más aún cuando los vecinos pueden sentirse con el derecho a hacer lo mismo (que lo tienen) y sigan el ejemplo.

CONCLUSION:

Una construcción de tan alto impacto no puede implantarse impunemente en cualquier sitio de la ciudad, sin analizar a fondo sus consecuencias. Los rascacielos han pasado de moda por ineficientes, y solo se construyen donde la opulencia y la prepotencia los exigen, o donde su finalidad es lavar dinero. Quienes quieren Dubaitizar el centro de Bogotá, lo más que lograrán será Panamatizarlo. Y hacerlo morir en el intento.

Definir el responsable de este descalabro no es fácil. Serán los promotores que son como el amor de los marinos, que besan y se van? O los que lo autorizaron? O los entes de control que no controlaron? O quienes legislaron mal ?. Lo que sí es fácil de establecer es quien es la víctima. Somos los ciudadanos que veremos impotentes como colapsa el centro por culpa de quienes creen, o nos quieren hacer creer, que lo están mejorando.

Como no tengo un culpable a quien acusar, me desquito con la educación primaria deficiente. A mí me enseñaron que había seres vivos y animales irracionales. Lo que no me explicaron es que entre los vivos estaban los promotores, y entre los irracionales los inversionistas.

Detesto ser agorero, pero me muero de ganas de decir: Se acordarán de mí. Yo se los dije.

Willy Drews

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¡No es la Arquitectura, pero lo estamos creyendo!


A propósito del artículo «¿Medellín o Disneylandia?« de Juan Luis Rodríguez publicado en este portal, me gustaría hacer una serie de anotaciones que amplíen el espectro de la discusión de transformación de ciudad que nos viene ocupando en los últimos años debido al boom de intervenciones urbanas representativas dentro de la misma.

Si bien es cierto que en el artículo se recopila una apreciable cantidad de opiniones sobre el fenómeno de la supuesta transformación social en Medellín a través de las múltiples intervenciones urbano-arquitectónicas, la reflexión principal de que no son los edificios como tales los agentes reductores de violencia queda un poco difusa y entre líneas, y bien merece la pena ampliar más esta discusión, porque el cacareado discurso político-mediático – que pone en el curubito a la arquitectura como la gran salvadora y mayor contribuyente a la reducción de los índices de violencia en la ciudad – de tanto repetirse, ha ido haciendo carrera y calando con rápida efectividad en la memoria colectiva de todos los actores de la ciudad, al punto en que se ha ido asumiendo como una certeza sin discusión.

Para nadie es un secreto que las cifras de violencia en Medellín son aun dramáticas. Basta solo echar un vistazo a los informes de medicina legal de los años 2009 y 2010 para constatar una realidad que no queremos ver y que hemos venido orgullosamente vistiendo con el traje del progreso de la infraestructura en nuestras calles, como si no nos estuviésemos matando en  ellas mismas.

Sin entrar a sesgar ni polarizar esta discusión, sobra decir que las intervenciones urbanas en sectores socialmente violentos, además de ser un derecho ciudadano, son también una gran contribución como capital semilla para que nuevas generaciones crezcan ahora con alternativas diferentes a la violencia. El error está en que consideremos tácitamente dichos edificios, parques u estaciones de metro cable como grandes transformadores sociales en sí mismos, cuando son simplemente una pieza de todo el engranaje – como cuando los arquitectos del CIAM1 de 1933 redactaron La Carta de Atenas aun creyendo que la ausencia de luz en los edificios generaba enfermedades o que determinada distribución espacial propiciaba la promiscuidad –; o lo que es peor, que nuestro gremio ande pavoneándose con este discurso social, cuando lo que realmente nos ocupa en nuestros despachos es la mera solución técnica y espacial de un programa funcional predeterminado, pero eso sí, esperando siempre que dicho ejercicio tenga la suficiente capacidad mediática de figurar y catapultar así los despachos como grandes figuras de la arquitectura.

Un edificio, por muy bien resuelto que se haga, no garantiza una solución definitiva a la profunda problemática social, pero si contribuye a que la ciudadanía vuelque tanto la mirada como nuevas actuaciones sobre lo que antes era solo visible en las páginas judiciales de los periódicos. Y he ahí su verdadero valor agregado como nuevo jugador de ciudad, eso sí, sin profundizar en las bondades o defectos que son solo inherentes a la problemática arquitectónica.

La discusión va por dos vertientes que no están contribuyendo a la mejora sustancial de los nuevos desarrollos de ciudad, y por el contrario, si se detienen en la vaguedad de opiniones que no llevan más que a conclusiones y críticas superficiales.

Una de estas vertientes es la de ir por todos los medios y auditorios enarbolando la bandera de lo social y del «edificio pacificador» con el único objetivo real de figurar más que de resolver bien los proyectos – propaganda política –. No se puede negar que la capacidad de autogenerarse trabajo además de imprescindible, sea también una condición natural de nuestro gremio, pero el precio que se está pagando por ello es bastante alto, pues hoy vemos edificios como algunas de los renombrados Parques Biblioteca, que con apenas cinco años de funcionamiento, ya presentan altos niveles de deterioro por física ausencia de buenas soluciones técnicas y sostenibles que fueron pasadas por alto desde sus inicios. Pero la búsqueda proyectual hoy en día – una vez ya se ha cautivado al cliente – está más inclinada a resolver edificios rápidamente y que tengan cierta estética vendedora basada en parámetros estilísticos previamente acordados y que garanticen la publicación en revista, o mejor aun, que adquieran el remoquete de proyecto «digno de Bienal».

La otra vertiente, es la de gastar el espacio del aula, el de las siempre importantes conversaciones de pasillo y el de algunos otros más informales, en discutir sobre la conveniencia de tal o cual solución plástica, estética  y volumétrica a una determinada clase social, e incluso llevarlo al espacio de la crítica – como escuché en un par de tertulias durante el marco de la última Bienal Iberoamericana en Medellín luego de la ponencia de Proyectos Estratégicos para la misma – cuando ni el mismo ciudadano de a pie está comprendiendo de que se le está hablando ,y muy por el contrario, si se siente muy orgulloso de el nuevo edificio en su sector. Era notable, que la preocupación de muchos de los arquitectos estaba centrada en si el edificio era «bonito» o «feo» y si ello era digno de haber sido implementado en sectores deprimidos de la ciudad. Cuando la verdadera discusión de fondo, para ambos casos, debería estar centrada en que comprendamos que lo verdaderamente pacificador es la inclusión de inversiones del recurso público en sectores que siempre estuvieron carentes de ellos, aun sabiendo que ello es un derecho social. Y así mismo, entender que antes de que un proyecto de arquitectura se dé como una realidad, hay un arduo trabajo previo que está determinando el programa, el tipo de actuación, consiguiendo recursos y trabajando con las comunidades para sensibilizar el proceso de la intervención.

Nuestra labor necesita más concentración en resolver edificios eficientes, y que garanticen su sostenibilidad en tiempo más que satisfacer nuestras vanidades proyectuales, sin que esto signifique el sacrificio de soluciones y búsquedas plásticas particulares. Y tener absoluta conciencia de la buena implementación del recurso público, porque al final, bien sea por concurso público o por encargo particular, los edificios serán una realidad independiente de quien sea la firma que los piense.

1. CIAM: Congreso Internacional de Arquitectura Moderna.

Luis Roberto Durán D.

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La mala Memoria

Enero 30-2011

Yo prefiero los proyectos amnésicos, pero una de las exigencias de los concursos arquitectónicos es presentar una “memoria”. Y como no existe un consenso sobre qué significa en estos casos la palabra “memoria”, cada participante presenta su versión.

Algunas son del modelo: “en el primer piso queda la secretaría, la oficina de radicación, el auditorio, etc…” que repiten en prosa los planos dibujados, en el supuesto de que los jurados son retrasados mentales.

Otras resumen los pensamientos que el arquitecto tiene atragantados y necesita expulsarlos aunque no tengan nada que ver con el concurso. Por ejemplo: “La responsabilidad del arquitecto es crear los espacios para las actividades del hombre. Debemos establecer entonces cuáles son estas actividades, pero antes debemos definir al hombre, etc. …”

Un tercer grupo, con el cual me identifico, supone que un proyecto bien presentado se explica solo, y la memoria debe complementar o aclarar solamente lo que los planos no pueden mostrar.

Hay también un grupo imposible de definir que trataré de mostrar, con base en apartes verídicos (lo juro) de memorias de un concurso que me correspondió juzgar:

– «Criterios Arquitectónicos: Descubrir la planta profunda y esculpir el espacio vacío»
– “Plazoleta del volver a ser”
– “Materiales: Uso austero aprovechando materiales intrínsecos, sin ornamentos…”
– «El edificio es una pieza urbana que se encaja con suavidad rotunda en el tejido del sector…»
– “Hacia un edificio simbólico jerárquico y potente. Un edificio fluido, elemento de convivencia,”
– “La expresión espacial del proyecto está referida a las propiedades de los cuerpos y los fluidos. Dando una identidad matérica a cada cuerpo, el usuario reconoce e identifica las actividades a través de la arquitectura.”
– “Fachadas sutiles convertidas en …polvo, en humo, en aire, en sombra….en nada.”

Yo invito humildemente a que alguien me explique, en un lenguaje elemental:

– ¿Qué es una planta profunda y cómo se descubre?
– ¿Qué se necesita para esculpir un espacio vacío?
– ¿En qué consiste una plazoleta de volver a ser?
– ¿Cuáles son los materiales intrínsecos?
– ¿Qué tan suave es una suavidad rotunda?
– ¿Cómo se sostiene un edificio fluido?
– ¿La identidad matérica es interesántica?
– ¿Una fachada en polvo es lavable?
– ¿Una fachada en nada es lo mismo que nada de fachada?

Termino esta categoría con la increíble explicación (memoria) que da el diario El Mundo de España, del proyecto del arquitecto Enric Ruiz-Geli para el nuevo restaurante El Bulli, del famoso Chef Ferrán Adrià. Según El Mundo, Ruiz-Geli “Para diseñarlo, ha partido, como ya hace Adrià en su cocina, de las partículas a través de un complicado sistema de escaneado que permite obtener un mapa de moléculas en movimiento del aire y los objetos del solar de Cala Montjoi en el que está el restaurante, a partir del cual ha diseñado las formas de los nuevos espacios”, explica “El Mundo”.

Yo no puedo creer que alguien pueda decir semejante chorrada (estupidez diríamos por acá) y quedarse serio. Pero como no estoy viendo la cara del Sr. Ruiz-Geli, y presumo que habrá algunos que le crean aunque no lo entiendan (a eso lo llaman fe) le otorgo el beneficio de la duda, y poniéndome a su altura, trataré de formular unas preguntas cuyas respuestas espero me iluminen el camino de la comprensión:

– ¿Cómo se escanea el aire en movimiento?
– ¿Qué moléculas se obtienen?
– ¿Cómo se dibuja un mapa de moléculas de aire en movimiento y objetos del solar?
– ¿Cuál es la forma de estos espacios aeroescanomolecularesobjetoformos resultantes de un mapa de moléculas de aire en movimiento y objetos del solar?
– ¿En esos espacios aeroescanomolecularesobjetoformos se pueden poner mesas y asientos, e inclusive almorzar?
– ¿Si el proceso es reversible, se puede obtener una molécula de DNA escaneando un restaurante?

Este esperpento es una muestra de la logorrea que por medio de sus publicaciones, un grupo de pararquitectos-parafilósofos-paracadémicos españoles está exportando a sus colonias del otro lado del mar. A mi modo de ver, se trata de una peligrosa pandemia que se extiende como el cólera entre arquitectos y estudiantes.

La pregunta concluyente es: ¿Por qué estos personajes utilizan este lenguaje? Yo tengo tres respuestas.

Primero, porque pretenden burlarse de media humanidad. Y lo están logrando.

Segundo, porque necesitan destacarse y como no pueden lograrlo con sus proyectos, lo intentan con su blablablá. Y también lo están logrando.

Tercero, porque saben que el lenguaje claro es transparente, y permite ver que más allá de las palabras, no hay ninguna idea.

Cuando nuestra famosa reina de belleza dijo que Confucio inventó la confusión, se equivocó. La inventó un arquitecto español.

Willy Drews

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Verborrea arquitectónica: el nuevo yerbatero paisa

En  Medellín  ha  surgido un grupo perteneciente a la nueva generación  de arquitectos, a quienes la verborrea de origen filosófico-cultural parece trasnocharlos tanto como la necesidad de fama. Jerga filosófica o seudofilosófica, y teoría (estéril) de la arquitectura de los años 80, pero con más de dos buenas décadas de trasnoche. Hay uno que sobresale: Felipe Mesa, quien se caracteriza por el uso de un metalenguaje con el que pretende cautivar las audiencias estudiantiles. Esto me trae la imagen del culebrero paisa, ese folclórico charlatán vendedor de ineficaces pócimas que iba de pueblo en pueblo.

En un interesante Foro en la Universidad Javeriana, Mesa presentó lo que denominó “aforismos”. Veamos algunos ejemplos de ellos:

Arquitectura espera

“Los proyectos nunca están completos. Por eso se dice que la arquitectura es la activación de redes e intercambios ecosociales en espera. Un grupo de aves, la lluvia, una conversación humana o el paso de un auto son fenómenos cotidianos, que posibilitan la arquitectura y que la conectan con amplios ciclos planetarios y eventos cotidianos de manera simultánea. La arquitectura es fuerza relacional y actividad pasajera. Viene y se va. Más que estilo y vanguardia es configuración abierta, que da un paso atrás y espera el contacto con diversos grupos humanos y no humanos. Es contacto y desgaste.”

Arquitectura animada

“La arquitectura pertenece a un tercer reino planetario: el de lo inorgánico animado. Es relación estrecha de lo mineral-orgánico y por ello, se sitúa en una categoría especial de lo vivo. Cómo técnica natural posee una micro evolución dispar no lineal y pequeñas extinciones. Antes que plantear la escisión entre lo natural y lo artificial, se suma a la incertidumbre sobre los límites de lo vivo.”

Arquitectura ecosocial

“La arquitectura es el encuentro de fuerzas sociales y eco-lógicas en un tejido complejo y concreto. No es metafórica sino radicalmente directa. Y lo social es en sí mismo una ecología. Es red de redes y ciclo de ciclos. El tejido es continuo y cortándolo advertiremos sus diversas fuerzas: flujos comunicativos de electrones, fuerzas lumínicas y gravitatorias planetarias, relaciones afectivas cotidianas. “

Arquitectura acuerdo

“El proyecto de arquitectura puede entenderse como un acuerdo parcial o un pacto provisional: social, material, energético y afectivo. La arquitectura es en sí misma la suma de contratos naturales y sociales necesarios. El proceso del acuerdo implica el desacuerdo, la diferencia y zonas de simetría que puedan dar paso a estrategias proyectuales concretas. ….“

Texto completo en Memorias de arquitectura, NOTAS ABIERTAS Y REDUNDANTES PARA UNA ARQUITECTURA ECOSOCIAL, Felipe Mesa,  vol. 2 num. 3, 2009, Pontificia Universidad Javeriana, Bogotá.

El nivel de enredo y el metalenguaje es tal, que bien se merecería compararlo con la conocida burla de Alan Sokal, profesor de física  teórica en NYU.

Sokal publicó un articulo en Social Text titulado “Transgredir los límites: Hacia una hermenéutica transformadora de la gravedad cuántica” el cual mereció elogiosa crítica, para luego publicar otro en Lingua Franca donde mostraba como el artículo había sido una trampa, con el objetivo de mostrar  la falta de rigor de los intelectuales «posmodernos» tales como Deleuze ,Lacan, Baudrillard y Kristeva, quienes utilizan abusivamente conceptos prestados de las ciencias físico-matemáticas, aturdiendo a sus lectores con una jerga aparentemente erudita, sin preocuparse por su sentido, y de paso, negando la verdad.

A quien le interese el tema, encontrará una interesante entrevista en: Biblioweb de sinDominio

Propongo leer el contenido cultural tras la jerga de Mesa como equivalente al contenido científico tras la jerga reciclada por Sokal, y han pasado desde esto, más de quince años.

Para ponerlo de otro modo, me parece que Mesa ha escrito algunas de las mejores piezas humorísticas que yo haya leído, ya no en sokalesco sino en cantinflesco. Con la diferencia que Cantinflas buscaba, de manera genial, hacernos reír, en cambio, lo que busca Mesa es una apariencia intelectual, que termina siendo igual o aún más jocosa.

Guillermo Fischer

Nota: algunas personas me han dicho que la dureza de los términos usados en este articulo distrae la atención de la discusión principal,  que como dice Willy, es acerca de como se escribe la arquitectura ¿En qué términos? ¿Para quien se escribe?
Con esa intención se han remplazado términos como culebrero y charlataneria por yerbatero y verborrea.
GF

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Declaración iconoclasta


Es irrefutable que un instrumento como la arquitectura pueda definir la ciudad, que refleje sus condiciones sociales y culturales; aun así, la aceptación casi voluntaria de las medidas y propuestas para el desarrollo de la misma ciudad, dejan al descubierto que no toda iniciativa tiende a la contribución de la arquitectura como definición de nuestra cultura, y por el contrario tiende a la exposición de sí misma como protagonista.

El concurso que permite a la arquitectura ser una herramienta urbanística de desarrollo debiera plantearse bajo premisas inequívocas, premisas que expongan el interés publico y un avance en la profesión como contribución social y cultural.

La afirmación “[…] arquitectónicamente la ciudad de Medellín carece de un símbolo. Una obra que la haga destacar entre el resto de las ciudades del mundo” planteada en las bases del concurso para El Museo de la Ciudad, riñen y desconocen el valor de la arquitectura hecha en la ciudad de Medellín y fomenta el abandono histórico y artístico, desligándose de la responsabilidad estética y simbólica para con nuestro estado cultural, para basar una ambición formalista, reforzada con un funcionalismo retórico y pseudo social.

La discusión que se plantea aquí no se enfoca en cuestionar si este tipo de inversión por parte de la administración publica debiera ser canalizado de distinta manera, mas sí en la formulación para lo que se considera el ‘destino formal’ de dicha inversión, sus bases teóricas y practicas, que en suma, debieran representar una reflexión profunda de las capacidades de la edificación como bien común en este caso, y la responsabilidad urbanística del nuevo edificio.

Si bien alguna de la arquitectura icónica se entiende como positiva en una reflexión retrospectiva, el eslogan que promueve el ‘nuevo icono arquitectónico para la ciudad de Medellín’ con unas bases tan débiles, encaja dicha intervención mas como un producto de mercadeo -que requiere una materialización icónica- capaz de ser seductiva en términos comerciales; que a generar un espacio “[…] que busca dar a conocer  el Medellín inédito y anónimo a la comunidad mundial y a sus propios habitantes”. Una afirmación que además se desvanece con el programa arquitectónico propuesto y la colección a ser expuesta descrita en los documentos de las bases, llenas de generalidades y vaguedad funcional.

El espíritu icónico, ¿para qué?

Los iconos en la arquitectura contemporánea se caracterizan por su expresiva autonomía y desconexión con su contexto”;  Josep Lluis Mateo reconoce además que si bien en un principio la arquitectura monumental [icono] representaba un momento singular para la comunidad, hoy en la ciudad contemporánea la arquitectura icónica continua avanzando a ser un fenómeno promotor de la diferencia y de la distancia, aun cuando la masa cultural apele por la cercanía, por la repetición, diferente al fenómeno de lo “único”.[1]

La promoción de arquitectura icónica puede fácilmente caer en la retórica –como en este caso- apelando a nociones simplistas de la cultura local [que mejor pretexto que El Museo de la Ciudad plagado de objetos estáticos] y programáticamente redundante; esto es, plantear un icono sobre un icono, que como en la simple aritmética, resulta en negativo.

Urbanísticamente ridículo se plantea la caricaturización de lo real. La torre que conforma el museo pretende izarse justo entre el cerro y el Río Medellín, representando lo que por naturaleza e historia ya existe, y simplificando de manera reductiva, somete la condición de interacción de los habitantes con la ciudad mediante un contenedor que restringe dicha capacidad a recorridos horizontales limitados y mecanismos de circulaciones verticales distrayendo el propósito principal del museo. El volumen ideal planteado en las bases del concurso intenta replicar lo que el cerro ya es para la ciudad, incluyendo sus características topográficas, funcionales y representativas.

Los objetivos y características arquitectónicas que se piden para el Museo de la Ciudad, describen a modo de resumen un lugar ya conocido. El Cerro Nutibara como mirador y lugar de representatividad local, la posición geográfica privilegiada, la proporción y relación con el resto de la ciudad, el desarrollo en altura, etc. Objetos de valor patrimonial, e incluso, especulando en el desarrollo del recorrido interior para el museo usando rampas, se estaría describiendo la carretera que sube al mirador del cerro. El objeto del concurso no es más que la síntesis artificiosa de un hecho urbano consolidado que no propone un avance programático ni un aporte urbanístico considerable, más que el ser un objeto impactante visualmente, un icono sin espesor reflexivo; una piel espectacular llena de elementos históricos locales estáticos.

El concurso, con sus bases, plantea la creación de un exterior impactante, y su interior, una bodega de referencias vernaculares inconexas con el Medellín contemporáneo; al final, un interior sin interés.

El icono del icono en este caso, es entonces, una parodia arquitectónica vacía y visualmente impresionista, sugerida de manera autoritaria y condenada a una limitada contribución con el paisaje urbano consolidado de la ciudad de Medellín.

Incluso entendiendo que el concurso arquitectónico es una herramienta de pensamiento y discusión,  el resultado previsto desde las bases fomenta un entusiasmo incondicional al protagonismo de la obra por la obra misma[2], y el conformismo de los participantes a recibir sin cuestionar las actuaciones urbanísticas y de dominio publico. Aquí, se nos presenta la idea de crear un icono basado en ideales de espíritu materialista, producto de la reflexión superficial y la inercia de desarrollos, que en cambio, han sido muy afortunados en la ciudad de Medellín.

Como reacción a este fenómeno, es necesario exponer las preocupaciones -un estado de crisis-  que involucran el planeamiento de la ciudad y el avance de la profesión como herramienta soporte de las trascendentes demandas de nuestro tiempo, y mirar mas allá de la vanidad insaciable en que se encuentra nuestra profesión.

Juan Camilo Medina


[1] MATEO, Josep Lluis. ICONOCLASTIA, News from a post-iconic World. Architectural papers IV. Actar, Barcelona, 2009. Pag. 5

[2] Como sugiere Hans Ibelings : “[…] en resumen, estos iconos son el Paris Hilton de la arquitectura: son famosos simplemente porque son famosos y no porque posean algún contenido real o significante”. TA. En: Globalisation of Nothing, ICONOCLASTIA,Ibis. Pág.20

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