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El tiempo en la arquitectura

Octubre 8 – 2021

Aparte de que el día da paso a la noche, el verano al invierno, la lluvia a la sequía, el viento a la calma chicha y la humedad a la resequedad que los rodea, los edificios solo se pueden usar y apreciar recorriéndolos. Incluso estando quietos en ellos se recorren con la mirada mientras pasa el tiempo. Se entra y se sale de ellos, se sube o se baja, se pasa de un recinto a otro, y todo cambia si se trata de un niño o un viejo y hasta de una mujer o un hombre y ni se diga de un enfermo o un discapacitado. Actividades todas que se llevan cabo no apenas en el espacio sino en el tiempo.

Es decir, que la arquitectura en este sentido es -debería ser- la composición de espacios que permitan una secuencia de sucesos de la vida diaria de la gente como a lo largo de los años. Secuencia que precisamente es el instrumento único de la arquitectura para engendrar emociones. Como las que genera la directriz acodada en nuestra arquitectura colonial y de tradición colonial y que por otros caminos reencontraron los grandes maestros de la arquitectura moderna.

Espacios y tiempos que se han de recorrer por los diversos usuarios de los edificios y que hay que hacer evidentes en los planos, recorriéndolos con la imaginación. O haciendo animaciones con ayuda del computador, pero no volando frívolamente como lo hacen muchos vendedores de ilusiones, trampa en la que a su vez caen muchos, sino circulando por los espacios de los edificios, es decir viajando en el tiempo.

Y así como los vestidos duran mucho menos que las personas, los edificios duran mucho mas, y por eso es que ineludiblemente cambian como dice Rafael Moneo (La vida de los edificios, 1985). Pero pese a esta verdad de a puño, rara vez se diseña su tiempo, solo su espacio, pese a que cada vez es mas evidente el paso del tiempo en ellos, y que ahora hablamos de proyectarlos más que de diseñarlos. Pero es que pasamos por alto que proyectar, además de hacer un proyecto de arquitectura o ingeniería, es también lanzar, dirigir hacia adelante o a distancia (DRAE).

Las viejas tipologías arquitectónicas permiten que los edificios cambien y que ellas evolucionen, con la enorme ventaja cultural de que así sea. Como la casa de patio en manzanas cerradas, típica de los barrios coloniales y de tradición colonial. Por ejemplo San Antonio en Cali, en su versión de medios patios y solar, antiquísima tipología que comparte con las casas de Cartagena, y que ha permitido su reinterpretación actual con éxito. De ahí que lo que pertinente sea el conocimiento y uso de las tipologías mas indicadas, logrando un acuerdo entre clima paisaje y tradición como pedía Le Corbusier (Boesiger, Le Corbusier, Oeuvre complete 1938-46, 1955).

Si la lengua cambiara totalmente con cada generación, mucho más de lo realmente necesario, pronto estaríamos en una torre de babel, que es precisamente en lo que se han convertido nuestras ciudades, de la mano de arquitectos que apenas buscan el espectáculo, copiando meramente edificios espectaculares de otras partes, y no recreando nuestras acertadas tipologías, como lo hizo Rogelio Salmona pero de lo que poco se habla. Basta pensar en su reincorporación de los patios a la arquitectura moderna del país, desde la Casa de Huéspedes Ilustres de Colombia, en Cartagena.

Benjamin Barney Caldas

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Mazz es menos

Septiembre 1 – 2012

“La epidemia ornamental se subvenciona con dinero del Estado», nos recuerda Braulio García Jaén que dijo Adolf Loos (Ornamento y delito, 1908), denunciando la relamida estética vienesa que a principios del siglo XX se creyó libre de cualquier obligación funcional (El ego subvencionado, Público es, Madrid 27/03/2011). Lo que es válido hoy en muchas ciudades españolas que “han querido tocar el cielo de la mano de arquitectos estrella”, y olvidando su muy acertada arquitectura moderna anterior han despilfarrando en edificios, mas icónicos que necesarios, buena parte de su bonanza económica pasada. Como los 30 proyectos de que habla Francisco Pardo Téllez.

Atajo al cielo que aquí han imitado en Medellín y que ahora pretenden en Bogotá, e incluso en Cali, se trató de que tuviéramos un “Calatrava”, y se han imitado tontamente sus puentes.

El mejor ejemplo de esta arquitectura espectáculo, que no atiende a razones presupuestarias ni al uso que se le dará a sus edificios, es la de Santiago Calatrava, dice García Jaén, y los sobrecostos se han convertido en su marca. «Un monumento al ego creativo de Mr. Calatrava», dijo The New York Times, refiriéndose a un intercambiador para la Zona Cero.»Cuando se contratan este tipo de obras, cuya vocación es la excelencia icónica y no la excelencia funcional, se entra en un terreno peligroso para el control público», le dijo a Público.es, el crítico Llàtzer Moix. «Tanta empatía ha dado pie a una situación poco menos que inédita: ya no es el cliente el que pide las obras, sino que es el arquitecto el que las propone y aquel, a su vez, las acepta encantado» (Arquitectura idea de que la arquitectura debería ser mas estética, a consta de su ética, dos “Calatravas” han provocado problemas por no pensar en costos y usuarios. A “su” puente Zubizuri han tenido que instalarle una lona para que los peatones no resbalen al pisar las losetas cuando se mojan con la lluvia, y se tuvo que «añadir» una pasarela para facilitar su uso, pero al parecer no se le exigió que solucionara el problema, y Calatrava demandó, siendo el Ayuntamiento condenado a pagarle 30.000 euros, pues “violaba el derecho a la integridad intelectual de su obra”. Y la zona de llegadas de la nueva terminal del aeropuerto, abierta a la calle y a las lluvias de la ciudad, tuvo que ser modificada y cubierta con vidrios, aunque esta vez no demandó.

«Calatrava define unas estructuras tan complejas que luego generan unos problemas difíciles de manejar», explica Joan Olmos, de la Universidad de Valencia (Público.es, Madrid 27/03/2011). Pero «… se han convertido en monumentos…» afirma Manuel Blanco Lage, miembro del jurado que le dio el Premio Nacional de Arquitectura en 2005. En lo que estaría de acuerdo el Jurado que en la última Bienal Colombiana de Arquitectura le dio el Premio y dos Menciones a Mazzanti, pese a que en sus obras es evidente que a mas espectáculo menos arquitectura. Como ya no es fácil financiar monumentos de verdad con el Erario, se •monumentalizan” edificios que no tienen por qué ni para qué serlo, que es lo que el jurado no vio o no quiso ver.

Benjamín Barney Caldas

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Carta abierta a Francisco Pardo

Estimado Pacho:

Puedes, si quieres, poner en tu blog la presente . Por mi parte, la enviaré a Torre de Babel. Se trata de algunas precisiones en un tema poco grato del cual ya estoy harto, de modo que debo fijar mi posición en algo que se nos fue de las manos a todos hace rato. Con ésto quiero que pongas en contexto mi indignación en la crónica que titulé El Flautista de Hamelín.

Cuando comenzó lo que hoy podemos llamar l’ affaire Mazzanti o debate Biblioteca España-Bienales expuse en Torre de Babel que la cuestión de la originalidad de autoría creativa o la “copia” o el canon compositivo, etc. eran fenómenos históricos de vieja data en arquitectura, muy matizados hoy circunstancialmente, por lo que no quise pronunciarme sobre la filiación de una obra del arquitecto Mazzanti que no conocía personalmente. Luego de visitarla y desencantarme por completo respecto de ésta pasé, a otras consideraciones distintas de insistir sobre si en efecto el arq. Mazzanti estaba (o no) plagiando alguna otra obra anterior o simplemente diseñaba, como tantos otros, tomando de la historia muy reciente y de aquí y allá para formar lo que muchos consideran un inaceptable coctel o club sandwich arquitectónico en algunas o todas sus obras. Esto ya no me interesa grandemente. Que Mazzanti plagie o copie o sea un incomprendido creador de maravillosa arquitectura –según el ángulo desde el cual se mire- no me parece que sea el punto a tratar. Pienso que razón tienes al solicitarle a Guillermo Fischer más calma en el asunto de un posible plagio de algún rasgo constructivo en una de sus obras. Creo que le hemos dado a Mazzanti y sus “cocinados” más importancia de la que realmente tienen.

Pienso también que el edificio de Fischer y sus asociados es buena y aceptable arquitectura y el de Mazzanti no pasa de ser un mediocre ejemplo de construcción comercial, al menos en su insignificante aspecto exterior. Para mí, ahí termina el asunto. Nos equivocamos quienes hemos intervenido en lo que algún colega llama “la paliza” a Mazzanti. Probablemente estamos dando palos, pero de ciego, en este caso.

¿De qué se trata entonces? Repasemos la historia. El arq. Mazzanti recibe el encargo profesional de diseñar una biblioteca pública en una comuna de Medellín. En lugar de producir una edificación modesta y discreta, pero funcional y utilitaria, capaz de integrar sin dificultad su presencia en un medio urbano que no puede ser más hostil a cualquier forma construida distinta de la de más viviendas de ocasión, decide que su papel como arquitecto no es ese sino el de aprovechar esa insólita ocasión para cobrar fama y celebridad personales mediante un proyecto de relumbrón, extraño y exótico, brutalmente contrastante con su entorno. Al relumbrón irritante, eso sí, lo separa una muy tenue línea divisoria de la más exquisita banalidad.

Para ello proyecta unas formas escultóricas enormes que pueden ser o no copias, evocaciones o innovaciones de otro proyecto internacional similar ya existente. Dentro de este espectacular y pretencioso envoltorio, como si se hubiera acordado a última hora del objeto original del encargo profesional que le hicieron, Mazzanti coloca, mal que bien, una pequeña biblioteca que no puede ser más convencional ni conformista, la cual no se saluda con su extraño contenedor, es decir con la rèclame destinada a atraer la atención crítica y publicitaria sobre una obra que, de otra manera, no tendría mayor importancia.

Unos colegas, quizá bien intencionados, señalan entonces, vehementemente, el posible plagio y con ello le otorgan una celebridad polémica al arq. Mazzanti que, por decir lo menos, es muy discutible. Mazzanti replica que él ve la misión del arquitecto (el arquitecto es él, claro está) sobre la tierra como una entronización del coctel formal construido como resultado de alguna incomprensible “ciencia proyectual” o como se diga en argot vanguardista. Entonces, Mazzanti ¿qué es, un arquitecto genial o un copista de 3a clase? Cada quién puede tener su propia idea al respecto.

Ese gesto nos regresa a la cuestión básica: además de estar en la tierra como humildes servidores de la sociedad que nos da trabajo, ¿los arquitectos debemos gesticular y fastidiar para que nadie olvide nuestra vanidosa condición de semidioses, de misteriosos gurús de las formas construidas, y para que nadie olvide que somos muy capaces, si nos permiten, de destruir toda una ciudad, construyendo? Sigo con la historia: como nunca antes, independientemente de qué tan valiosa pueda ser la obra del Arq. Mazzanti, los medios de comunicación, azuzados o no por éste y por sus seguidores y patrocinadores, se lanzan sobre un personaje que aparentemente estaban requiriendo de urgencia y lo elevan al cielo (por ventura estaremos haciendo un convenientísimo mártir o por lo menos un héroe de segunda clase de Mazzanti?). La vanguardia arquitectónica y constructiva colombiana, atenta a descubrir lo que la puede impulsar y beneficiar, descubre en Mazzanti el personaje “icónico” que presumiblemente – con la ayuda de periodistas y universidades norteamericanas, – llevará la arquitectura colombiana por el “buen” camino. Éste se presta con gran sentido de la oportunidad a los excesos publicitarios de periodistas, funcionarios oficiales y gremiales y compañeros de academia a un grado que ningún arquitecto colombiano había alcanzado previamente y menos en plena juventud.

Sólo Rogelio Salmona, ya en los últimos años de su vida y su meritoria labor, tuvo una celebridad mediática vagamente similar a esto que presenciamos actualmente. No es posible,actualmente y en vista de lo anterior, distinguir qué puede ser periodismo interesado de veras por el tema y qué, publicidad o propaganda pagada. Las dos cosas se parecen hoy como gotas de agua y no por culpa del arq. Mazzanti. Este simplemente aprovecha en beneficio propio el desagradable clima mediático de su época.

Esto, en sí, puede ser igualmente reprochable o elogiable. Encuentro muy significativo y muy de la época que un estudiante de arquitectura me contestara con displicencia a una pregunta mía sobre las razones que había tenido para plantear en determinada forma su proyecto : …es que como ahora todo vale…¿Complejo de culpa o instinto defensivo?

Para ciertas capas de la estructura social, los arquitectos somos semidioses, magos, chamanes. Para otras, ojalá minoritarias, somos payasos o farsantes, cómplices de cuanto desastre urbanístico padezcan nuestras ciudades o artistas geniales incomprendidos para siempre. Ante la gravedad de esa cuestión, ¿qué importa que el arq. Mazzanti y otros copien o no? ¿o que la alharaca propagandística haya invadido también lo que antes era algo más discreto y tolerable?

GERMAN TELLEZ C

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Mazz Plagio

Agosto 16– 2012

En proporciones alarmantes las siguientes palabras han desaparecido de las publicaciones de arquitectura: Belleza, inspiración, magia, hechicería, encanto, y también serenidad, misterio, silencio, privacía, asombro. Todas ellas han encontrado un hogar amoroso en mi alma, y si estoy lejos de pretenderles haberles hecho plena justicia en mi obra, no por eso han dejado de ser mi faro.
Luis Barragán
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La arquitectura desde sus orígenes ha servido como vehículo para transmitir significados. Las grandes construcciones de la antigüedad, más que nada, actuaban como maquinarias semióticas para comunicar el poder religioso-militar-político a sus iletrados súbditos. La carga simbólica que tenían estos signos arquitectónicos, ya no es relevante o es inexistente, en otros casos, no ha sido descifrada, y sólo nos queda la conmovedora presencia de su signo mudo.

Este rol de ser vehículo para contenidos simbólicos no se ha perdido, simplemente el significado ha mutado. Mientras la religión parecería día por día perder su conexión al poder político, el capital se erige como la nueva deidad asociada al mismo. Para entender esto basta ver la carrera por el edificio más alto, localizada  ahora en Asia; o la competencia del edificio –museo o biblioteca– más icónico posible; estrategia más conocida como el “efecto Bilbao”, emulada hasta en los países mas pobres, incluido el nuestro, so pretexto de generar ingresos turísticos, cuando en realidad sólo se trata de ejercicios de ego de políticos y arquitectos. Nada nuevo bajo el sol. Lo mas triste de todo esto: la arquitectura usada como propaganda y herramienta para la subyugación ideológica.

Afortunadamente existe otra cara de la moneda y la arquitectura también es capaz de transmitirnos cosas diferentes a estas cargas simbólicas impuestas. Cosas que hacen parte de su esencia.

Hablando ahora en primera persona, dentro de la misma naturaleza, existe lo que suscita mi interés como arquitecto: develar esta  esencia, hacerla visible.  ¿Cómo es esto  posible?  Creo firmemente que la manera más efectiva de hacerlo, es por medio de su misma corporeidad, tratándola como materia susceptible de expresión poética.

Acudo de nuevo a la historia para tratar de explicarme. Si miramos las  maquinarias semióticas de la antigüedad que son las arquitecturas que tanto admiramos, y nos preguntamos ¿qué es lo que nos conmueve? aparte de su monumentalidad y sus significados religiosos y políticos, que muchas veces, no interpretamos, me aventuro a decir que aquello que nos conmueve tal vez sea la forma en que la luz baña la arquitectura, en que define la materia que la compone, en las sombras que produce, en el como palpamos su superficie, en la manera en que los sonidos ocupan sus espacios, en cómo resuena el agua de la lluvia.

Pero sobre todo, como acoge nuestra soledad.

Mi interés yace  simplemente en lo que un ser humano experimenta al  encontrarse con la arquitectura y en las emociones que esta le despierte. Como dice Tadao Ando: “La arquitectura sólo se considera completa con la intervención del ser humano que la experimenta. En otras palabras, el espacio arquitectónico sólo cobra vida en correspondencia con la presencia humana que lo percibe”. Lo que enlaza perfectamente con la recurrente concepción de Heidegger: “El habitar es el rasgo fundamental de los mortales, y la esencia del construir, es el dejar habitar”.

En asocio con Weiss+Cortes arquitectos, diseñamos y construimos un pequeño edificio de cuatro pisos en el centro de la ciudad en el año 2011, llamado, “San Martín”, destinado a restaurantes.

Edificio San Martín, 2011 Fischer/Weiss+Cortés

El edificio integra dos concepciones teóricas provenientes del siglo XVIII sobre el origen primigenio de la arquitectura, ideas que han perdurado como parte fundamental de la proyección contemporánea, y que han cobrado mayor relevancia en los últimos años, tal vez hasta llegando a opacar las ideas de la Modernidad. Estas concepciones provienen de Gottfried Semper y Eugène Viollet-le-Duc.

Semper encuentra en el revestimiento el origen textil de la arquitectura, y por ende, establece la primacía del revestimiento como generador del espacio. Viollet-le-Duc, inspirado en la estructura de la arquitectura gótica como generadora del espacio, encuentra otro camino para plantear una arquitectura, en el cual la definición del espacio recae en el sistema de soporte

El edificio San Martín involucra estas dos concepciones. Con el objeto de generar una percepción de carácter ontológico de la arquitectura en el ser humano que se encuentra con ella, la estructura en perfiles de acero es mostrada de manera directa, correspondiendo a la lógica simple del manejo del acero como material de soporte: un sistema elemental de pórticos, donde las vigas se sostienen sobre columnas que se apoyan directamente en el suelo.

Esta lectura está reforzada por la dialéctica que se establece con el revestimiento y el modo en el que está dispuesto. A la naturaleza esbelta y pesada del acero, pintado de gris –próximo a su color natural– se opone la percepción de un cerramiento liviano, cuya geometría ha sido manipulada para que sugiera un cortinaje, y se asocie así, a lo textil, a la levedad; aunque paradójicamente esté hecho en un material pesado: el concreto, buscando que al dramatizar el dualismo estructura-revestimiento se incremente su percepción.

Detalle fachada San Martin

Este manejo plástico de un material pesado, tiene que ver con lo que Antonio Armesto  en su conferencia en la Universidad Nacional en el año 2011, nos ilustró, cómo desde la antigüedad han existido maneras de transmutar perceptualmente las propiedades de la materia. Armesto preguntó al auditorio cómo se podría  convertir la piedra en transparencia, para luego demostrarlo, con la imagen de una Venus, cuyo velo, aparentemente transparente, es la misma pieza de mármol del resto de la escultura.

Modestia, Antonio Corradini

Está en juego aquí otro elemento en la percepción: el de la honestidad constructiva, planteado por Viollet-le-Duc, que en palabras simples, se trata de mostrar al observador, cómo es que el edificio está construido.

Como lo he querido ilustrar en este escrito, hay una fundamentación teórica en mi quehacer arquitectónico, usada exclusivamente como herramienta de proyección; como un medio y no fin, ya que mi interés se centra en la percepción de la arquitectura por parte del observador común; no en interpretación del crítico o el  teórico de arquitectura, capaces de incorporarle contenidos pertenecientes tanto a la teoría de la arquitectura o de cualquier otra ciencia, como está en boga hoy en día, para justificar cualquier juego formal, así no sea legible para el observador común.

Lejos de mí está el usar el conocimiento teórico en arquitectura como carta de presentación para justificar una arquitectura, como está ocurriendo con la logorrea pseudofilósofica que se ha tomado partes de la academia, y una buena cantidad de publicaciones de arquitectura, donde la arquitectura se “adorna” con teoría; fenómeno paralelo a lo que viene ocurriendo desde los ochenta en el panorama de la plástica.

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Giancarlo Mazzanti ha diseñado un proyecto para un casino en Bogotá en la calle 82, en el año 2012, , donde, común a su proceder de tomar prestado, ha utilizado como revestimiento de la fachada unos paneles que coinciden (con una pequeña variación geométrica, como es su proceder) con los paneles que utilizamos  en el diseño en el edificio San Martin.

Casino calle 83, 2012, G. Mazzanti

Aprovecho este “tomar prestado” de nuestro proyecto, para ilustrar el procedimiento proyectual del “copy and paste”, tan en boga en el medio arquitectónico colombiano, y compararlo con procesos proyectuales de contenido epistemológico.

Por un lado, está claro que Mazzanti no ha trabajado nunca proyectualmente las líneas teóricas de Semper y Viollet-le-Duc; quien se tome el trabajo de revisar sus conferencias (porque no ha escrito) podrá ver que sus referencias teóricas van y vienen entre las experimentaciones de Koolhaas y las de Deleuze y Guattari, de los cuales extrae la analogía formal del rizoma de Mil Mesetas; para terminar el coctel con citas del sociólogo-historiador de la ciencia Bruno Latour. Por demás, está su evidente desinterés por la historia; como no se cansa de repetirlo..

La ligereza del procedimiento proyectual de Mazzanti resulta evidente al comparar los proyectos:

Por un lado está la forma en que está utilizada la apropiación formal, que carece de contraste con la estructura a la vista que posee el edificio San Martín y que realza su origen textil. Carece también del juego formal de hacer que un material pesado, el concreto, parezca liviano, ya que la fachada del casino esta hecha en delgado acrílico. Para no perder la costumbre, el panel está construido de la manera más burda: pegado a la mampostería de la fachada: La materialización perfecta del “copy & paste”.

También agradezco el hecho de tomar de un proyecto nuestro, considerando que suele hacerlo de arquitectos de reconocida maestría, lo considero un halago.

Ahora bien, bienvenido este accionar deliberado, si es que con esto busca poner nuevamente sobre la mesa de discusión el tema de la autoría en arquitectura; discusión que, como se ha expuesto ampliamente en este foro que comenzó con la biblioteca España, nunca ha estado cerrada; en razón a la ambigüedad del tema de la copia en arquitectura, y a la dificultad de establecer sus limites, más que en otros oficios.

Como lo reiteramos varios durante el mencionado foro y como recientemente lo ha reiterado y ampliado Benjamín Barney, tal vez en arquitectura todo esté dicho, tal vez procedemos de manera analógica al Jazz, donde los temas son recreados una y otra vez, siendo colectivos y únicos al mismo tiempo. O como lo resalta el reciente artículo de Marianne Ponsford en Arcadia, “No es nadie, solo el autor”, donde plantea que la creatividad  digital colectiva ha venido  desbordado el concepto del autoría personal y nos encontramos ahora en un momento donde no solamente desaparece el autor, sino también la obligación de la cita.

Por esta razón, en este preciso momento se hace necesario que el gremio y la academia aclaren su posición ante esta forma de proyectar arquitectura, que se volvió natural en Colombia.

La SCA (Sociedad Colombiana de Arquitectos) ya ha dejado clara su posición ante la copia: no solamente la tolera, y elude la discusión sobre el tema, sino que además la premia, como hemos podido apreciar en las últimas Bienales de  Arquitectura.

En cuanto a la academia, habría que preguntar especialmente por la posición de la Universidad de los Andes, donde no solamente enseña Mazzanti, sino otros docentes cuyo método proyectual también está basado en la copia. Si en el ejercicio profesional el límite entre autoría y plagio puede ser difuso, en la academia este limite tiene que estar definido, al menos por razones éticas.

A mi parecer, el daño mayor en la academia no se encuentra en el campo de la ética: la apropiación no reconocida de ideas ajenas, inclusive , hago manifiesto mi poco interés de convertir la discusión en un campo exclusivo de la ética.

El problema mayor se encuentra en el área epistemológica. Como la universidad de Yale lo ha demostrado, si entendemos aprendizaje como la organización del área cognoscitiva, la  práctica del “cpy & paste” no genera procedimientos de aprendizaje. Por el contrario, los anula, ya que bloquea la conducta investigativa, y con ésta la posibilidad de nuevo conocimiento.

Guillermo Fischer

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El flautista de Hamelín

Agosto 13 – 2012

Se me ocurre que Benjamín Barney puede no haber entendido la largueza y generosidad del arquitecto Mazzanti en donar a Santa Marta un proyecto “norteamericano” que está homologado en los USA como entregado a mediados del 2008, lo que anula la «insinuación» de Francisco Ramírez de una posible coetaneidad en una desmañada defensa del otorgamiento de una distinción de la SCA al proyecto «costeño». Está claro que no son «simplemente coetáneos»(ver: ¿Plagio, coincidencia o inspiración?). Estamos lejos todavía de que la firma MOS comience a «inspirarse» en proyectos de Mazzanti.

A mí me gustaría donarle a Ramiriquí o Caicedonia el proyecto de una iglesia ortodoxa (del rito de oriente) hecha enteramente en madera, y tomada de un proyecto de restauración de 1988 en Ucrania. Apuesto a que Benjamín tampoco entendería la nobleza de mi gesto y me acusaría de plagiario y de chiflado, pero ¿no sonaría lo mío, también, como una solemne charlatanería?

Pero ¿cómo? ¿No hay rito ortodoxo en los pueblos colombianos? Pero si éstos tienen que ver con iglesias ucranianas del mismo modo en que los lugares de Mongolia se relacionan con el trópico caribeño. Ambos fenómenos, tan ficticios y engañosos el uno como el otro, se apoyan en un hecho básico, muy importante en la arquitectura de moda: la credulidad e ingenuidad de muchos.

Esto no es nuevo. El saqueo en México en la época de Vasconcelos a los proyectos escolares franceses y norteamericanos por parte de los diseñadores del Ministerio de Educación de entonces, fue notable, pero no recuerdo que hubiera ocurrido alguna protesta pues parecía que todo eso era «coincidencia», «inspiración» o «copia inevitable». El uso de materiales «mexicanos» ¿hacía que una fila de aulas rectangulares fuera la misma en Montpellier y Monterrey?

Hoy en día, a través de internet están a disposición de cualquiera cientos de miles de proyectos y obras de todos los géneros arquitectónicos en el mundo. Entonces, habría que aplaudir la habilidad con la cual el arquitecto Mazzanti selecciona lo que lo va a «inspirar» y escoge con precisión lo que ha de catapultarlo a la cabeza de la moda en Colombia. Él conoce muy bien el dicho norteamericano «there’s a sucker born every minute».

La historia se repite. Basta olvidarla para que se repita. En los últimos años 70 y primeros 80 el asunto era con la «arquitectura de ladrillo», «los salmonistas del ladrillo bogotano» y los ladrillistas de la arquitectura orgánica» y luego las epidemias de las dobles fachadas y otras manías posmo que pasaban como «vanguardia». Ahora, en algún momento de inercia o de fatiga estética, se pasó a la vanguardia formal como elemento de toma de poder profesional y fuente de supuesto prestigio internacional. En suma, se colombianizó un debate que ya lleva tiempo en su formato internacional, sobre el rumbo, siempre formal, claro, que debe o no que debe tomar la arquitectura, entendida como alta costura o chabacanería escultural.

Entiéndase: si queremos être à la mode o be fashion oriented debemos tomar como antiguo testamento la equívoca biblioteca «comunal» de Medellín del arquitecto Mazzanti y como catecismo las realizaciones de un grupo de diseñadores que toman de aquí y allá de la más revenida producción internacional para hacernos creer que están en algo así como una «Colombiamoda» arquitectónica.

Aun recuerdo las palabras de algún célebre crítico francés a propósito de la exposición Architectures Colombiennes presentada en el Centro Pompidou en París en los años 80. Según él, esa muestra se dividía en dos partes: una, formada por unos lamentables páneles conteniendo fotografías de aficionados de obras de Salmona, RGM, Fernando Martínez, etc. mostradas como la «vanguardia del ladrillo», y otra, más páneles que mostraban obras de otras firmas (Cuéllar, Serrano, Gómez; Obregón & Valenzuela; Esguerra, Sáenz y Samper, etc.) presentados en fotografías de mi autoría. Decía el crítico: «en unos paneles había muy buena arquitectura pésimamente fotografiada y en los otros, arquitectura sin ningún interés, admirablemente fotografiada». Ahora, más de 30 años después, seguimos en la misma pieza teatral aunque con diferentes actores. Eso sí, sería muy inquietante que el «divo» de la arquitectura colombiana vaya a ser el arq. Mazzanti, como sucesor publicitario, que no profesional de Rogelio Salmona. El abismo real entre uno y otro es demasiado grande para nombrarlos en el mismo día.

El interés real que pueda haber tras esto es claro: dominar tres mercados, el de la comercialización publicitaria de la arquitectura; el de los encargos profesionales y por último, el de la enseñanza de la arquitectura; con una imposición ideológica similar a la del nazismo, el marxismo o la Inquisición. La nueva ideología profesional es la de la implacabilidad metodológica, la del logro profesional como sea, incluyendo las actitudes más antiéticas y más amorales o inescrupulosas posibles, buscando silenciar toda voz disidente. A lo nuevo no le faltarán panegiristas interesados o entregados, ni medios económicos para ahogar en propaganda a cualquier opositor.

A la nota de un colega que me pregunta si la posición del arq. Mazzanti podría haber sido la del famoso Philip Johnson en el sentido de que éste, un afamado «adaptador» de arquitecturas del pasado, reciente o distante, era no un copietas sino un inteligente «innovador» y que su producción era mil veces «mejor» que cualquier cosa que lo hubiera precedido, sólo podría advertir que no deja de ser curiosa la postura de Mazzanti de insistir en su «originalidad». La pregunta sería: ¿Está Mazzanti y su engañosa biblioteca en Medellín, pasando (junto con ésta) por el famoso cuarto de hora de fama y celebridad que nos pronosticó Andy Warhol a todos? Y la otra pregunta: ¿Por qué a una revista de arquitectura como Architectural Record sólo le interesan desplantes como ese opus de Mazzanti y no les interesa en absoluto la obra de Salmona, según lo manifestó sin el menor rubor su reportera, Elisabeth Broome, enviada a Colombia? Como periodista, y no arquitecta, que ha escrito además sobre «finanzas, comida y sociedad», sólo le interesaba hablar de «lo positivo» de esa obra y no de la insignificante bibliotequita encerrada en sus rocas huecas. Esto tiene cierto aire de publicidad pagada, o periodismo «comprado», pero quizá estoy siendo excesivamente malicioso.

Precisamente, a la revista Architectural Record le ocurrió que dejó de ser intempestivamente, la «revista oficial» del gremio de los colegas norteamericanos, el AIA (al cual pertenezco como Colegiado Honorario) por tener insalvables diferencias ideológicas con dicha entidad. El AIA estimó que no podía cohonestar, desde su posición de imparcialidad gremial, la imposición de una determinada corriente grupal y formalista en extremo. En suma, no podía admitir que determinada arquitectura le fuera impuesta al gremio norteamericano y a través de éste, al de otros países, como si sólo esa fuera la verdad. El resultado de estas enconadas diferencias terminó en que el AIA se apartó de Architectural Record y ahora publica su propia revista, Architect, en la cual ideólogos y diseñadores muestran criterios y obras de muy diversa índole. ¿Cómo, entonces, viene una periodista «del imperio» a decirnos desembozadamente, a nombre de una revista profesional quién es nuestro verdadero y genuino flautista de Hamelín en materia de arquitectura, haciéndose así vocera y representante de una publicación norteamericana cuyo contenido de propaganda comercial es de un 77% con respecto a lo que muestra como «liderato» profesional?

GERMÁN TÉLLEZ C.

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¿Plagio, coincidencia o inspiración?

Agosto 10 – 2012

En Enero 5 de 2009, Architects: MOS, Michael Meredith y Hilary Sample, publicaron su proyecto Ordos 100, localizado en Ordos en el interior de Mongolia, China, diseñado en 2008 y construido en 2009 (haga click aqui)

En Junio 19 de 2009, la Administración Municipal de Santa Marta suscribió un convenio de cooperación para la construcción de un jardín social en el barrio Timayuí (haga click aquí)

En Octubre 23 de 2009, se anuncia que Giancarlo Mazzanti donará el proyecto (haga click aqui) .

O sea que hubo casi diez meses de diferencia entre la publicación de Ordos 100 y la iniciación probable del proyecto de Timayuí, o mínimo cinco, y no son simplemente coetáneos como insinúa ahora Francisco Ramírez, miembro del Jurado de la Bienal que le otorgo una Mención.

La semejanza evidente entre los dos proyectos (ver Mutatis mutandis) puede configurar un plagio (copia de una obra ajena), habida cuenta de que cuesta pensar en otra coincidencia, pues las semejanzas con otros proyectos contemporáneos son precisamente la característica de los trabajos de Mazzanti, ya desde los primeros.

Todos los edificios se parecen parcialmente a otros, por lo que el plagio se configura solo cuando el parecido es notable a uno solo, y no son evidentes los cambios ineludibles que se deberían haber hecho, o que existen cuando se trata de una coincidencia.

Es el caso, por lo visto, del Museo de la Vega Baja de Toledo, proyecto de Mansilla y Tuñón, de 2010, que también es asombrosamente “parecido” a Ordos 100, como dice el arquitecto Sebastian Sepulveda , pero en el que es evidente que alude a la arquitectura vernácula de La Mancha.

Por eso el meollo del asunto del pre escolar en Timayuí está en si se cambió lo que se debía cambiar (mutatis mutandis). Las casas de Ordos 100 están inspiradas, según sus autores, en la tipología de las casas tradicionales de patio combinada con chimeneas solares para su enfriamiento pasivo en verano y su calentamiento en invierno (ver: http://www.mos-office.net/). Pero tambien es evidente que se basan en las “yurtas” mogolas , las que nada tienen que ver con el cálido trópico caribeño, aunque desde luego se abren para el verano.

Como señala el arquitecto Mauricio Pinilla, los lucernarios superiores y las ventanas de esquina, de gran tamaño, son muy inadecuados en Timayuí para tener interiores frescos ( Mutatis mutandis ). Además los módulos cambian de orientación con respecto a su asoleamiento sin que se modifiquen en consecuencia sus fachadas, las que permanecen iguales.

Y por supuesto está el problema de la imagen adecuada para un barrio como Timayuí, pues lo pertinente no es cuantos proyectos se parecen al de Mazzanti, como cree Ramírez, ya que todos se parecen es a la capilla de Fermini de Le Corbusier, cuyo proyecto data de 1961 (ver: www.plataformaarquitectura.cl/…/terminan-iglesia-proyectada-por-le-corbusier/). El asunto es mas vale cual debería ser la apariencia de un pre escolar allí.

Sin duda su imagen debería ser mas la de una “ranchería” wayúu (ver: www.rancheriawayuu.com/), con sus apropiados cerramientos que dejan pasar la brisa y dan penumbra a sus interiores, que la de una cerrada “yurta” mongólica en invierno.

Pero precisamente nada de esto mereció la atención del Jurado de la Bienal, que se limitó a premiar un proyecto totalmente ajeno al clima, paisaje y tradiciones de Santa Marta “por sus contribuciones parciales”. (haga click aquí)

¿Cuáles? ¿A qué? ¿Estuvieron en el sitio comprobándolo?

Benjamin Barney Caldas

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