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Cosa privada, Cosa pública

Abril 11 – 2013

En diciembre del 2010, en la revista El Malpensante, comparé un proyecto no construido de Rogelio Salmona –Usatama– con las Sierras del Este, unos edificios en obra en la avenida Circunvalar con calle 61. Ahora que las Sierras están terminadas las retomo señalar dos lunares por excelencia en la arquitectura bogotana: el de los edificios sobre y subdimensionados para sus lotes.

En sobredimensión, el proyecto para Usatama abordaba la misma dificultad que sortearon las Torres del Parque: considerar la montaña como una realidad paisajística de primera importancia. Para las Sierras del Este, en cambio, los cerros significan mejor vista y mayores ganancias. Para tener unas Nuevas y mejoradas Torres del Parque bastaban tres componentes que emularan lo que hizo Salmona hace más de cuarenta años: permitir el uso público del primer piso, reducir los metros de construcción y aceptar que el respeto por la visual hacia los cerros es un deber paisajístico-cultural. En cambio, estos edificios nos dejaron, en especial al barrio Chapinero Alto, un exhibicionista en la mitad de un parque, con su gabardina bien abierta.

Otro ejemplo de sobreactuación lo constituyen los «semi» sótanos del nuevo POT. Ahora, los semisótanos pueden sobresalir 2.50 mt, en lugar del ya obsoleto 1.50 mt del POT anterior. Significa que como había problemas con los parqueos en primer piso porque hacían «perder» un piso de altura, Planeación resolvió emular la Paz verde de las esmeraldas y relajar la normas para que los parqueaderos queden en los primeros pisos, sin que el edificio pierda altura. Para los que no lo saben, en Bogotá, y por irracional que parezca, la altura de los edificios no se reglamenta en metros sino en pisos; y los semisótanos pueden estar un «poquito» salidos sin que afecten la altura del edificio.

De la gran altura “en” de Bogotá, con la mejor vista y la mejor localización de la ciudad, vámonos para el norte, al lunar opuesto de la planeación: el subdimensionamiento de la baja altura en las “afueras” de Bogotá. Aquí, quienes sueñan con vivir en casa han encontrado una vida en armonía con la naturaleza, sostenible, ecológica, segura y contemporénea. En realidad, se trata de haciendas de cien y doscientas hectáreas deshuesadas a voluntad por parte de unos herederos -entre encartados y oportunistas- para convertirlas en conjuntos cerrados de vivienda de baja densidad. Guetos sin espacio, sin transporte y sin equipamientos públicos, a veinte minutos en carro de un pan para el desayuno. Una ciudad concebida como Cosa Privada, basada en el atractivo pero obsoleto modelo de la Ciudad jardín del siglo XIX.

Los que pasamos por estos sitios con la pregunta por una ciudad del siglo XXI, quedamos con una triple desesperanza: la de unos promotores de la buena vista que se niegan a entender la importancia de los cerros como paisaje; la de otros promotores para quienes el peatón es un pobre ignorante que no tiene carro; y la de otros promotores que parecen desconocer que su Felicidad verde no se refiere a la longitud de onda que emiten las hojas de los árboles, sino a una concepción política de la sociedad que relaciona el nuevo ambiente construido con el ambiente preexistente. Un debate en el que la vida urbana, desde una concepción ecosistémica del Territorio, se opone a una concepción economicista del Suelo urbano para la cual la ciudad es el hueso que sobra después de una parranda en la que unos grandes-edificios y unas casitas-grandes hacen lo que se les viene en gana con el paisaje y el territorio.

Ante cualquier reclamo por resultados tan despreocupados por la ciudad, los argumentos de promotores y constructores del Mi lote y yo son dos y siempre los mismos: “eso es lo que permite la norma” y “yo no las hago sino me limito a cumplirlas”.

En respuesta a lo que “permite” la norma, consideremos que las Torres del Parque dejaron de construir 15 o 20 mil metros cuadrados porque Salmona así lo propuso, en nombre de los cerros; y porque el promotor, el Banco Central Hipotecario, lo aceptó. Esperar que todos los arquitectos actuen así no es muy realista pero esperar que la norma se haga para que el ciudadano común sea más importante que un promotor inmobiliario parecería un asunto de sentido común.

Y contra aquello de limitarse a “cumplir” la norma, consideremos que antes de que ésta sea un hecho jurídico pasa por un proceso de cabildeo en el cual los constructores –agremiados en la Cámara Colombiana de la Construcción, Camacol– se sientan en barrera a vitorear por lo que les conviene. Un activismo que los lleva a cumplir unas normas que contribuyeron a hacer, incluida la forma de buscarles el Esguince jurídico. Pues una vez redactada la norma, viene un ejercicio de filigrana jurídico-curatorial que permite, por ejemplo, que las Torres del Este se conecten entre sí en los últimos pisos para convertirse, curatorialmente hablando, en un sólo edificio. O que un semisótano esté varios metros por encima del andén. O que se considere que un suburbio sin espacio público es ecológico. Si bien todo esto acaba por estar dentro de las interpretaciones plausibles de la ley, el hecho es que la ciudad que nos “regalan” responde a una versión de lo que un tipo como Mockus llamaría Juego sucio.

En mi opinión, la arquitectura que se está produciendo se procupa tan poco del ciudadano común porque el aparato normativo mediante el cual se planea y urbaniza la ciudad está pensado por y para los promotores. Así que antes de comenzar a resolver los problemas, el primer problema que tendríamos que resolver seía el de evitar que quienes hagan la norma sean los mismos que después «se limitan» a cumplirla. Luego, en un esfuerzo por corregir esta tendencia al privilegio de lo privado en la planificación actual, propongo tomar por lo menos seis medidas con carácter de Decreto Real.

1. Definir la Sabana del río Bogotá como un único territorio, regido por un único plan territorial. Deberíamos dejar de referirnos a Bogotá y la Sabana de Bogotá, como si fueran dos cosas distintas: una ciudad fea y apretujada, en demolición y renovación permanente; y un campo que se urbaniza mediante un confeti desarticulado de suburbios para unos aspirantes a hacendados modernos que quieren vivir más cerca de la naturaleza. No olvidemos que Usaquén, Suba, Engativá, Fontibón, Bosa y Usme también estuvieron fuera de Bogotá, tan artificiosamente como lo están hoy Soacha, Funza y Chía. Y recordemos que si la idea de una Región metropolitana se podría remontar a la concepción territorial de los Muiscas, la denominación consecuente en tiempos de la Ecología urbana, debería ser La Sabana del río Bogotá: un territorio en el que dentro de poco tendremos que compartir el aire, el agua y la comida, quince o veinte millones de personas, sumados a otro tanto de plantas y animales.

2. Utilizar los conceptos de Patrimonio y Medio ambiente para conservar el territorio. Deberíamos convertir los cerros, el río, sus afluentes y los humedales de toda la Sabana, en Patrimonio nacional ambiental; y las casas de hacienda de origen colonial o republicano –cada una con treinta o cuarenta hectáreas alrededor– en Patrimonio nacional arquitectónico y urbano. Si la ingenuidad nos sigue rigiendo, de los gestores y planeadores actuales sólo queda esperar más Economía vendida como Ecología: más autismo, más rejas, más carros, menos andenes, menos buses, menos bicicletas, menos animales, menos agua, menos cerros, menos humedales…

3. Adoptar la manzana como unidad urbanística única para el uso de vivienda. Deberíamos limitar el tamaño de la manzana a un área máxima, consecuente con distancias cómodas para peatones. Una manzana no tiene que ceñirse a la forma cuadrada de origen romano y colonial; puede ser rectangular o tener forma de orquídea, pero debe estar rodeada necesariamente de espacio público. Lo que no debería haber, esencialmente porque es tan antisocial como antiecológico, es la privatización del espacio urbano que genera el conjunto cerrado. Tampoco debería haber Supermanzanas, una buena intención de generar comunidad que por lo regular termina en más espacio privado y mayor inseguridad.

4. Limitar la distancia máxima entre puertas de entrada a casas o edificios para vivienda. Deberíamos pensar en la seguridad de los peatones como punto de partida del dimensionamiento urbano. Nada más desapacible y peligroso que estos nuevos conjuntos cercados, donde un peatón puede llegar a caminar trescientos o quinientos metros, antes de encontrar una puerta de ingreso que le devuelva la tranquilidad de sentirse entre humanos. En la oficina de ventas de uno de estos conjuntos en Cajicá, le pregunté a una vendedora –señalando un punto en la maqueta– qué creía ella que le pasaría, a las dos de la mañana, en la mitad de la “cuadra” del conjunto que estaba vendiendo. Con los ojos bien abiertos me devolvió la pregunta: “¿será que a una la violan?”.

5. Renunciar al lote individual para la vivienda hecha por “autoconstrucción”. Deberíamos olvidarnos de la «casita» que se desarrolla hasta convertirse en un «edificio»» y reemplazarla por el desarrollo progresivo en altura. Las mal llamadas «casas» que sus dueños terminan de construir después de quince años de esfuerzos, se parecen más a un ornitorrinco urbanístico que tiene cuerpo de casa, extremidades de apartamento y cola de inquilinato. Un edificio cuya tipología no tiene nombre en ningún tipo de análisis y en el que terminan viviendo varias familias, en ocasiones hacinándose de una manera que recuerda las imágenes tipo Tiempos difíciles. Con la diferencia de que no estamos ante fotografías o literatura del siglo XIX sino ante realidades del XXI.

6. Adoptar la bicicleta como proyecto ambiental. Deberíamos diseñar todas las nuevas calles –y rediseñar las actuales– para que la bicicleta no sea un desahogo de fin de semana sino un genuino, sano, seguro y ecológico medio de transporte. Cada calle de cada manzana de toda la Sabana del río Bogotá debería tener espacio para carros, peatones, árboles y bicicletas, ordenando la prelación en el orden inverso: bicicletas, árboles, peatones y carros. Para que el sistema funcione podríamos copiarnos de Holanda, donde si está lloviendo y el medio de transporte que utiliza el empleado es la bici, llegar tarde a la oficina es un derecho.

Para terminar, aclaro que este artículo fue escrito como mi última participación en El Malpensante. Tenía la intención de una despedida que sintetizaba los problemas a los que me había referido durante el tiempo que duró la columna y terminaba con una invitación que ahora extiendo a los lectores de Torre de Babel: para quienes se interesan por el futuro de la ciudad, los invito a que cada vez que pasen por sitios como aquellos a los que me he referido con fastidio, repitan lo mismo que yo: “que horror”. También los invito a que al pasar por el lado de una hacienda todavía sin descuartizar, que la exclamación sea: “qué maravilla”. Si sus hijos o cualquier otro le recuerdan que ya lo saben porque “siempre que pasamos por acá dice lo mismo”, no importa, hay que insistir. Recordemos que a comienzos de los años 60, en Nueva York, Jane Jacobs logró impedir la destrucción de un barrio entero, la construcción de una autopista y la renuncia Robert Moses, el supermán que lo promovía todo. Y todo a punta de promover un diálogo ciudadano, precisamente sobre la ciudad como Cosa pública.

Juan Luis Rodríguez

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Espectáculo y arquitectura

Abril 9 – 2013

En LECTURAS (EL TIEMPO) de Abril, hay una crónica con un enorme título “¿Hay Arquitectura Espectáculo en Colombia?. La obvia respuesta a esto es : Desde mediados del período colonial (s. XVII aprox.) la arquitectura-espectáculo, vale decir, las edificaciones de “ir a ver”, ha estado presente en ciudades y pueblos neogranadinos primero y colombianos luego, por lo que cabría concluír que la pregunta es ante todo sensacionalista. La iglesia parroquial era la edificación vistosa o de mostrar en medio de la pobre aldea, como la catedral lo fue en las ciudades de mayor tamaño. Aunque inútil como protección militar y obsoleto al ser terminado, el fuerte de San Felipe de Barajas en Cartagena fue y sigue siendo un fabuloso espectáculo de escultura a escala gigantesca. En Medellín, desde la catedral de Villanueva hasta la torre Coltejer, nunca ha faltado el espectáculo arquitectónico. Esto lo dice en el artículo citado el arquitecto Guillermo Fischer : Desde la antigüedad, los políticos han  usado a(sic) la arquitectura y viceversa…Pero, más adelante el artículo citado dice lo contrario : En el mundo (¡Ojo a la afirmación globalista!) la arquitectura espectáculo comenzó hace 20 años (?). Esto es pura desinformación publicitaria. Lo que siempre ha estado ahí no puede haber comenzado hace 20 ni 200 años. Quizás el texto citado se refería, no a la arquitectura en sí sino a la maquinaria socioeconómica y política creada para publicitar e imponer de todo, a nivel mundial: arquitectura, automóviles, celulares o desodorantes (no necesariamente en ese orden). En esta empresa propagandística participan hoy desde millonarios deseosos de invertir en algo que les dé “nombre” hasta la propia UNESCO, con su discutible invento del patrimonio mundial, incluyendo políticos con su reiterativa cantaleta de “lo social”, que no se sabe bien qué es pero suena persuasivo en el mundo de los slogans.

No es importante que en esa supuesta pero banal competencia pseudo-deportiva entre la capital colombiana y la antioqueña  haya una ficticia ventaja a favor de uno u otro competidor. Una mirada a las comunas o al inmediato pasado de Medellín, o bien a los infortunios viales y sectoriales de Bogotá bastaría para desanimar a cualquiera, excepto a un  creador mediático de famas instantáneas o a los denominados arquiestrellas. Estamos hablando, no de la historia de la arquitectura sino la del arribismo mundial que pide y recibe el espectáculo circense de la superarquitectura, vale decir “los nuevos símbolos”.

La recopilación de conceptos  contenida en el artículo citado, se refiere en parte al fenómeno de los “egotectos” y en el caso colombiano en especial, incluye apartes de una insólita  entrevista concedida por el ahora gobernador, Sergio Fajardo, al arquitecto Mazzanti, autor de la cuestionada Biblioteca España, en Medellín. Que Fajardo sea uno de los patrocinadores de tan discutida obra (acusada de plagio internacional) y Mazzanti el caso más protuberante en el país de fama mediática le añade humor involuntario pero le resta credibilidad a tan interesante hallazgo periodístico. Semejante entrevista, irónicamente publicada en una revista llamada Bomb (¡!) es análoga a que Benito Mussolini hubiera entrevistado a Adolfo Hitler sobre el tema de la expansión territorial forzosa en Europa. La extrema pretensión del entrevistado – y del entrevistador)  no faltó en ello : Lo que nosotros hemos hecho es entonces construir los nuevos símbolos… dixit Sergio Fajardo. Esa increíble apropiación de la simbología urbana es la verdadera cara de la llamada egotectura sumada a la egopolítica. Se suponía que la aparición de símbolos urbanos era producto de un largo y complejo proceso social y cultural, pero he aquí que en Medellín los símbolos son creaciones instantáneas – como el café liofilizado – del gobernador Fajardo y los arquitectos a su servicio.

En la dura realidad urbana no es fácilmente perceptible la mescolanza notable en el artículo citado  entre arquitectura-espectáculo y las “propuestas de ciudad”, que son posiblemente las que llamaron la atención de quienes, suponiendo que existe una especie de campeonato de “innovación” entre ciudades, decidieron darle un título mundial a Medellín. En lo de “propuestas de ciudad” todos parecen ser “innovadores” o al menos “renovadores”. La “Innovación” o vanguardismo patológico arquitectónico abundan en ciudades y pueblos del país, aparte de Medellín. El mal ejemplo cunde, dice la sabiduría popular. Es a unos vastos planes de  cambio urbanístico que alude lo de la “ciudad innovadora” y no a la alharaca formalista de unas cuantas obras de autores en búsqueda de fama rápida. Por otra parte,  es un  facilismo cómodo lo de ligar a “lo social” cuanto se le venga a la cabeza a políticos y arquitectos. Con lo social de por medio, todo vale y todo está bien. El público, en fín de cuentas, no tiene más remedio que aceptar la arquitectura que le impongan y es libre de ir a ver – o no – el espectáculo que le venden mediáticamente. Quien necesita íconos, especialmente arquitectónicos, no lleva mucha luz dentro de sí.

Germán Téllez

Arquitecto HFAIA – SCA

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Arquitectura y Ley

Abril 7 de 2013

“El Gobierno valenciano responsabiliza al arquitecto Santiago Calatrava y a la empresa constructora de los defectos registrados en la fachada del edificio del Palau de les Arts en Valencia. Esta es la conclusión del informe técnico encargado por el Consell, que esta misma semana se completará con un informe jurídico antes de emprender las acciones necesarias para reparar los desperfectos en el trencadís de azulejo blanco que recubre la gran fachada del teatro de la ópera.” (El País, Madrid, 22/03/ 2013 – 21:06 CET). Aunque el informe técnico “no dice que la culpa sea del arquitecto exclusivamente, sino de todos los sujetos intervinientes en el proceso constructivo” lo cierto es que el Gobierno confía en obtener “una respuesta favorable por parte de la empresa constructora y de los técnicos que intervienen en el proceso de dirección de las obras y de redacción del proyecto [y] si no se logra un acuerdo amistoso para que los responsables realicen las reparaciones adecuadas, el Consell recurrirá a los tribunales.”

Es otra mas de las demandas que persiguen a Calatrava, pero lo que nos debería de interesar en Colombia es el hecho de que al contrario de la arquitectura premoderna, en la que las formas resultaban de solucionar problemas de emplazamiento, función, construcción y, por supuesto, las formas mismas, la “arquitectura” de las últimas décadas aquí copia formas de moda recurrentes en la arquitectura espectáculo, ya muy criticada en Europa, que generan problemas al ignorar nuestras diferentes circunstancias de climas, paisajes y tradiciones. Y que son las que lamentablemente hipnotizan a nuestros estudiantes de la mano de las revistas internacionales de moda arquitectónica, que no de arquitectura, y las que aquí las imitan. Llegando al extremo de que algunas se subtitulan: Moda, Decoración y Arquitectura. A este extremo hemos llegado, al punto de que premiamos, aplaudimos y publicamos obras que por lo contrario se deberían criticar…y demandar. Porque una cosa es incurrir en errores y otra muy distinta hacer de los errores una estética pérfida, pues mientras la moda pasa, es su esencia, los edificios quedan dañando las ciudades en las que vivimos.

El caso mas notorio, por su importancia, consecuencia y trascendencia, es sin duda el oprobio que se insiste en construir el la Calle 26 de Bogotá, entre el Museo de Arte Moderno y el Parque de la Independencia y las Torres de Salmona y la sede, nada menos, que de la Sociedad Colombiana de Arquitectos, capítulo de Bogotá y Cundinamarca. Nada ha valido aun pese a la decidida oposición organizada de los vecinos y a la critica pública de no pocos arquitectos no solo de la Capital sino de otras partes del país, preocupados por que ese adefesio haga metástasis en otras ciudades como ya ocurrió en Cali. Incluyendo además edificios que ni  siquiera son hechos por arquitectos: son firmados por otros, o firmados por estudiantes recién graduados que trabajan para otros que prefieren ocultar la mano, sin que el Consejo Profesional de Arquitectura se haga cargo de la evidente falta de ética profesional. Ni, peor aun, sin que el gremio tome cartas en el asunto. ¿Cuándo enteremos que en el ejercicio de la profesión es mas importante la ética que la estética? Y que aquella está determinada no apenas por la moral sino también por la Ley.

Benjamin Barney Caldas

Los abombamientos en el 'trencadís'  que recorren como arrugas el cascarón de la fachada / MÒNICA TORRES / EL PAIS

Los abombamientos en el ‘trencadís’ que recorren como arrugas el cascarón de la fachada / MÒNICA TORRES / EL PAIS

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Semper en Castellano

El arquitecto Juan Ignacio Azpiazu, en una muestra de generosidad y tenacidad, se ha propuesto traducir  al castellano, la obra monumental de Gottfried Semper: Der Stil in den technischen und tektonischen Künsten.

 

Reconstrucción de la policromía del Partenón, según Semper

Reconstrucción de la policromía del Partenón, según Semper

 

Originalmente Azpiazu se propuso, con la motivación pedagógica de ilustrar a sus alumnos, traducir algunos apartes del libro en su blog Semper: El estilo, al que fue incorporando textos fundamentales para la comprensión del tema de la tectónica, no traducidos hasta ahora, como es el de Karl Bötticher, terminando por traducir la obra completa, e ir más allá.

Der Stil estuvo escrito solo en alemán,  hasta la traducción del Getty Institute al inglés en el año 2004, habiendo sido, texto seminal en la obra de arquitectos de origen germano, como Loos, Mies, Berlage y Lewerentz  y otros angloparlantes como Wright y  Sullivan que contaron con la fortuna de la cercanía a algunos textos traducidos por  John Wellborn Root.

Para quienes lo contemporáneo es lo importante, hay que mencionar a Herzog & De Meuron y a Zumthor como arquitectos en que la teoría de Semper hace parte fundamental de su quehacer.

Para quienes conocemos la traducción del Stil al inglés, hemos experimentado de la dificultad de su lectura por carecer de muchas de las ilustraciones que se hacen necesarias para la comprensión del texto, Azpiazu, en esta edición en castellano, se ha tomado el trabajo de incluirlas.

Invito a colaborar en este importante proyecto,acompañar al arquitecto Azpiazu apoyando su campaña en Kickstarter, haciendo click aquí.

 

Guillermo Fischer

 

 

 

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Las claves de la arquitectura

Marzo 10 de 2013

Toda construcción para la vida humana esta siempre determinada por su
emplazamiento, función, construcción y forma, como lo sintetizó
Vitruvio en su tratado (c. 27 y 23 a. C.), pero también por su proceso
de diseño. Son imperativos, como la “redondez” de una rueda, la que no
se puede suprimir sin que deje de serlo. Y los espacios y muebles ya
están medidos. Solo varían las tallas (la gente ahora es mas alta…y
mas gorda), los estándares (se han impuesto los norteamericanos) y las
costumbres (se come en mesas bajas, “normales” o altas), y  desde
luego están las modas, como cenar en el suelo, es decir…como al inicio
de los tiempos pero ahora con vino.

Ni el planeta ni la especie humana han cambiado fundamentalmente desde
que esta existe. Por eso en arquitectura no hay casi nada nuevo bajo
el Sol, sólo algunos materiales recientes que han permitido otros
sistemas constructivos para vencer la gravedad, diferentes del arco o
dos columnas y dintel (ahora pórticos), pero que son usados mas para
el espectáculo que para mejorar los edificios. Sólo hay muchísimas
variaciones, derivados, combinaciones o reinterpretaciones. Es la
historia de la arquitectura, de la cual se nutre toda buena
arquitectura, o en la que se termina encontrando el “original” de todo
lo “nuevo” que pretende serlo negando su origen.

De ahí que solo evidenciadas estas determinantes básicas sea
pertinente buscar referencias para un proyecto nuevo. Como Ulises, que
amarrado al mástil de su nave y con sus remeros con los oídos tapados
con cera y de espaldas a él, pudo ver a las sirenas mientras gritaba y
hacia gestos para que cambiaran el rumbo, pero al no ser oído ni visto
eso impidió que sucumbiera a su irresistible llamado. Buscar modelos
sin saber por que se busca lo que se busca, conduce al plagio
descarado e idiota de la mera forma, como tanto se ve, aplaude y
premia en estos días y por todas partes, sumiendo la arquitectura -y
las ciudades- en una profunda crisis.

Finalmente, ya establecidas las determinantes del proyecto, o al menos
parte de ellas, no hay que temer comenzar a diseñarlo por un ortoedro
en el que sus caras son rectángulos perpendiculares entre sí (incluso
cuando se los “deconstruye” u oculta con “exteriorismo” para que no
parezcan lo que siguen siendo: paralelepípedos rectangulares). Como un
óvulo fecundado, que en nueve meses es un todo un bebé, todo proyecto
se enriquece al desarrollarlo. Pretender complicarlo de entrada apenas
logra  la apariencia de una falsa riqueza, un inútil enredo o un
espectáculo que pronto se abortará, pues la condición de la moda es,
precisamente, pasar de moda.

Además es necesario pasar la cuchilla de Ockham a falta de argumentos
para escoger una solución u otra, y decidirse por la mas sencilla que
suele ser la mas bella. Es el mismo método que sirvió a  lo largo de
la Edad Media para zanjar las discusiones escolásticas  de los
arquitectos sobre el todo y sus partes (el fuste único del románico
cedió el paso al conjunto de nervaduras del gótico que bajan al
suelo), y que hoy usan matemáticos y físicos pero ignoran los que
prefieren el espectáculo de lo artificialmente complicado o novedoso,
que sufragan sus ignorantes clientes nuevo ricos -que no conmitantes-,
tan necesarios estos como siempre para la buena arquitectura.

 

Benjamin Barney-Caldas

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La Ciudad Equivocada

Así – dice alguien – se confirma la hipótesis que cada hombre lleva en la mente una ciudad hecha solo de diferencias, una ciudad sin figuras y sin forma, y las ciudades particulares la rellenan.

Italo Calvino – Las ciudades invisibles

El POT – Plan de Ordenamiento Territorial-  es un instrumento conformado por un conjunto de normas que pretenden ordenar el territorio y definir la forma física y el funcionamiento de una ciudad, cuyo modelo se ha establecido previamente. Tiene una vigencia de doce años, durante los cuales no puede sufrir reformas fundamentales, y solo cada tres años puede ser revisado para hacer ajustes que no modifiquen su esencia. Esto intenta garantizar que se cumpla como una política de estado a largo plazo, blindada contra los usuales intentos de mutilación y retroceso con cada cambio de alcalde.

El POT vigente para Bogotá, elaborado por Enrique Peñalosa en el año 2002, planteaba un modelo de ciudad que preveía el crecimiento por expansión y por renovación urbana. Intereses políticos han dificultado su ejecución. De las diez Operaciones Estratégicas establecidas en 2004, solamente dos se desarrollaron parcialmente. En este momento la administración Petro – con un esfuerzo encomiable de la Secretaría de Planeación –  adelanta un proyecto de actualización del POT, para presentarlo a consideración del Concejo. La reforma propuesta – prácticamente un nuevo POT -es estructural, pues parte de un modelo diferente de ciudad que, para mí, es equivocado. Las normas propuestas – al momento de escribir este texto-, llenas de buenas intenciones,  me parecen igualmente equivocadas.

El nuevo modelo de ciudad propone densificar el llamado Centro Ampliado desestimulando el desarrollo de la periferia, con el pretexto de disminuir recorridos vehiculares. Sin embargo, el gran tamaño del Centro Ampliado implica necesariamente recorridos internos, y la acumulación de los servicios en esta área, genera más desplazamientos de la periferia al centro por una malla vial que ya está colapsada. Una de las justificaciones para la densificación del centro es que en este sector los metros cuadrados de vías por habitante, son mayores que en la periferia. Lo que no se tuvo en cuenta es que el estudio se hizo con la población residente – los que duermen allí, cuando efectivamente las vías están desocupadas – y no la población flotante que en el día se calcula en un millón y medio, y satura vías y andenes del centro tradicional.

Con el pretexto de simplificar los trámites, – una buena intención – se establecen solo dos tipos de áreas en este Centro con 12 y 25 pisos de altura en promedio. La altura de los edificios en el Centro Ampliado es regulada mediante el mecanismo de exigir cargas urbanísticas proporcionales a la Edificabilidad Máxima – en espacio público, equipamientos o vías – en el mismo proyecto, mediante traslado, o pago en dinero. El desarrollador puede escoger  cualquiera de estas opciones, lo cual quiere decir que la forma de la ciudad y su funcionamiento, serán definidos por los desarrolladores.

Las nuevas normas remplazan las de las Unidades de Planeamiento Zonal – UPZ – que rigen actualmente el desarrollo de cada sector de acuerdo con sus características. Las necesidades y posibilidades de densificación no son las mismas en los distintos barrios del Centro Ampliado y esta generalización de normas dejará en muchos casos la aplicación del POT al criterio y la interpretación de los Curadores, lo cual  – caso rascacielos BD Bacatá – ya se vio que es funesto.

Para reducir el uso del automóvil particular,  – otra buena intención – se incentiva la construcción de edificios sin estacionamientos, que equivale a solucionar la infidelidad vendiendo el sofá. El mínimo exigido actualmente se cambia por un máximo permitido. Si se requiere aumentar el área de estacionamientos, hay que disminuir la misma área en vivienda.  Antes de diez años no se tendrá un sistema de transporte público masivo eficiente – metro – , y entretanto el automóvil particular seguirá siendo un mal necesario. Y a falta de garajes, ocupará vías y andenes.

Se propone mezclar los usos en la nueva ciudad – nuevamente una buena intención – pero no por zonas, barrios, manzanas o calles,- como era de esperarse – sino obligando, lote por lote en cada proyecto de más de 10.000 M2 de área construida, a destinar un mínimo del 35 % del área a vivienda. Por ejemplo, un parque industrial o un matadero con veinte mil metros de área construida, tendría que incluir 700 aptos de 100 M2. independientemente de si el sector es apto ó no para vivienda, o si el costo del suelo lo permite.

Se establece una Edificabilidad Básica de 1 (índice de construcción 1), y una Edificabilidad Máxima variable según el sector. La diferencia entre las dos se llama Edificabilidad  Condicionada, y sobre esta área se tiene que desarrollar Vivienda de Interés Prioritario – VIP – equivalente como mínimo al 20% del área construida, en el mismo proyecto, en otros predios, o pagar al fondo que se establezca. Esto equivale a un impuesto disfrazado que eleva fuertemente los costos y hace inviable la vivienda para estratos 2 y 3.

Un ejercicio consistente en comparar un edificio real de oficinas, construido con las normas vigentes, y un edificio de la misma área construido con las normas propuestas, demostró que este último sería inviable. En esta forma se desestimularía la necesaria participación del capital privado, y se paralizaría la construcción con el consiguiente desempleo.

Un modelo de ciudad deseada es aquel que permita el desarrollo equilibrado de centro y periferia, que descentralice servicios y espacios públicos a las localidades para que cada comunidad vea satisfechas sus necesidades en un radio de acción reducido, disminuyendo – en esta forma si – la necesidad de desplazamiento vehicular; que adelante simultáneamente y en forma ordenada el proceso de densificación y la necesaria adecuación de la infraestructura vial y de servicios públicos, y estimule la inversión en los usos y servicios que la ciudad requiere.

Si el Concejo aprueba el POT como está propuesto,  estaremos condenados a  sobrevivir en una ciudad equivocada e inviable, y a convivir eternamente con los huecos.

Willy Drews
 Sin título

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