Plagio, Cañasgordas, Cali

Por: Benjamin Barney-Caldas

En: opinión -

Diciembre 3 – 2011

Como dice William Ospina en ¿Dónde cae la rosa? “Porque las cosas llegan de afuera, pero tienen que aprender a volverse propias, beber la savia del mundo a que han llegado. Y así paso con la lengua, con la religión, con la música, con las artes. Cuanto más cultivada y aristocrática era la gente, mas trabajo le costaba aceptar esas mezclas; había gente que quería ser española a toda costa. El mundo americano le parecía de mal gusto; la gente demasiado india, demasiado negra; la naturaleza muy poco ilustre, los ríos demasiado barrosos. Le rogaban a Dios que todo se blanqueara, que todo se llenara de trigales y de viñedos y de pinares, que los ríos se volvieran transparentes.

Imagino -continua Ospina- que hasta soñaban que un día nevara sobre las montañas, cuando ya estuvieran de castillos y de príncipes. A eso se le llama colonización en cualquier parte, el espíritu colonizado, la incapacidad de sentir orgullo de lo que se es, la vergüenza de pertenecer a un territorio que les parece de segunda categoría, el deseo secreto de pertenecer a un mundo mas ilustre; el temor de que se nos vea el cobre americano.”

Por ejemplo, (ver http://esferapublica.org/portal, y, http://torredebabel.info/blog.php/?p=2287), es mas que evidente la coincidencia de los tres volúmenes de la cacareada biblioteca de Santo Domingo de Medellín (2007), que nuestra prensa farandulera, incluida la revista Semana, califico de “meteoritos”, con los tres cuerpos del Centro Multimedia de la Universidad de Hong Kong (2003), de David Chipperfield, y que él llama “rocas”. O la similitud de las conocidísimas “nubes “ del Aula Magna de la Universidad Central de Venezuela (1953), en Caracas, de Alexander Calder, con las de Plaza Mayor en Medellín (2006 ), cuyo volumen es mas que igual al del Museo Universitario de Alicante (1999), de Alfredo Paya. O las “olas “ del Edificio Polivalente de Servicios de Hostelería en la Ciudad de la Innovación en Navarra, España (2008), de los arquitectos Kahle, Oíza y Arauzo, con las de los estadios de los juegos Suramericanos de Medellín (2010), o las del cuestionado proyecto para Parque del Bicentenario en Bogotá.

Y vergonzosamente en Cali tratamos de copiar lo que se copian en Bogotá y Medellín: fachadas con laminas perforadas, vidrios de todos los tamaños y colores, suelos sobre diseñados, torpes edificios cilíndricos grandes o pequeños, carpas blancas que pronto el trópico vuelve negras. Lo nuestro de antes y de ahora nos da vergüenza y por eso es Cali sin duda la ciudad colombiana que más a eliminado su patrimonio construido, incluso cuando pretende “restaurarlo” como está pasando con Cañasgordas, tanto que era preferible su ruina.

“Pero harto sabemos –concluye Ospina- que el mundo solo respeta a los que se respetan, solo admiran a los que se identifican con el mundo a que pertenecen. Por eso son grandes los chinos, los japoneses, los árabes, los egipcios, los mexicanos y los brasileños. Se nota que no quieren ser otra cosa, que no quieren ser de otra parte; que sienten orgullo de su propio mundo. Diego Rivera, cuando se proponía pintar a la humanidad, pintaba indios mexicanos y no apolos griegos, y una leyenda judía afirma que si desde el cielo alguien deja caer una rosa, esa rosa caería en el centro del Templo de Jerusalén.”

Benjamín Barney Caldas

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