Octubre 24 – 2010
La interesante discusión sobre el plagio en arquitectura se ha concentrado en dos preguntas: ¿Cuál es la borrosa frontera entre referencia, influencia y plagio? y ¿Es antiético el plagio? La respuesta a la primera tiende a moverse al vaivén transigente o intransigente de los analistas. La segunda apunta claramente a un sí.
Yo agregaría entonces una tercera pregunta: ¿Será que estamos mezclando dos especímenes diferentes de arquitecto?
Se ha recurrido con frecuencia al símil entre música y arquitectura, empezando por la conocida frase: “La arquitectura es música congelada”, que sonaba linda hasta que un gracioso lanzó la inquietud contraria: “Es la música arquitectura derretida”? Y hasta aquí llegó la dicha. Creo, sin embargo, que este filón todavía se puede explotar, sumergiéndose en las profundidades de la tierra para extraer otra idea que rescataría algunos arquitectos atrapados en la mina: ¿Si existen en música compositores e intérpretes y nadie critica a Sasha Heifetz, Daniel Barenboim o Pablo Casals por no ser compositores, por qué no reconocemos entonces que puede haber arquitectos-compositores y arquitectos-intérpretes? Sea en música o arquitectura, se trataría de dos actividades diferentes, respetables y complementarias que enaltecen el oficio.
Se creen arquitectos-compositores quienes ejercen el oficio del diseño cuidándose de no resbalar en los oscuros caminos del plagio y caer en la categoría de arquitectos-intérpretes, que se considera peyorativa. Pero si como arquitectos-intérpretes se atreven primero a identificarse a sí mismos como tales y luego reconocen ante la comunidad arquitectónica la autoría de los diseños originales en los cuales se basan, podrían dedicar todas sus energías y capacidades a producir la mejor interpretación posible, y a prestar un servicio adecuado a la comunidad. Libres de sus remordimientos éticos, si es que alguna vez los tuvieron.
Willy Drews
Propone esta intervención que para hablar de plagio en arquitectura se haga desde el modelo de la música y no desde el más común de la literatura.
Mientras el plagio en literatura da motivo para lo interminable, en música no es siquiera una preocupación porque si alguien hace “lo mismo” que otro se le evalúa como intérprete, pero si hace algo nuevo se le evalúa como compositor. Y nadie discute, al parecer, porque hay un acuerdo cultural que lo hace innecesario, dado que lo importante, en últimas, es la calidad de la música. Y de manera análoga, la calidad de la arquitectura.
Considero refrescante la propuesta. Todo lo que habría que hacer es incoporar un modo de identificación adecuado para la cultura arquitectónica; para lo cual tendríamos que empezar por contar con la disposición de dos instituciones como la academia y la SCA. Con lo cual, volvemos a quedar casi en ceros.
¿La relación «compositor – intérprete» como existe en la música, para el caso de la arquitectura no sería más bien «arquitecto – fotógrafo»? O mejor: ¿»arquitecto – usuario»?
Es evidente que la calidad de la arquitectura no necesariamente está ligada a su originalidad, lo cual ya quita una parte de la relevancia al debate sobre el plagio a la arquitectura.
Dentro de doscientos años, y posiblemente antes, las obras que sobrevivan de los arquitectos con planteamientos para nosotros completamente opuestos, harán parte del mismo conjunto de «esa arquitectura de principios del XXI»….
¡Concentrémonos en las obras mismas, hagamos crítica de arquitectura más sobre edificios individuales que sobre tendencias que todavía no sabemos interpretar!
Cada vez le hallo menos sentido a esta discusión y me parece que lo único que hace es alimentar el ego de los arquitectos diseñadores y el morbo del gremio en ver quien dice algo y de qué lado está.
¿Cuál es el objetivo de esta discusión? ¿Que se le dé, por ejemplo, reconocimiento de autoría a Chipperfield sobre la Biblioteca España y el Conjunto de Artes Escénicas de Guadalajara? ¿Si Mazzanti y Assadi – Broid reconocen que hay similitudes entre sus proyectos y el proyecto de la Universidad de Hong Kong se acaba el tema?
El plagio en música y en literatura es fuerte y tiene validez porque hay regalías, hay dinero de por medio.¿Entonces qué hay de por medio en esta discusión?
Creo que en arquitectura sí hay un acuerdo cultural capaz de reconocer referencias e influencias en una obra (por lo menos extraoficialmente, las entradas de este blog son pruebas de ello), y creo que sí hay un acuerdo cultural consciente de que ya todo está inventado y que en alguna medida todos los diseñadores arquitectónicos son intérpretes y compositores, ¿Vale entonces la pena establecer un sistema oficial de identificación de plagio arquitectónico? ¿Para qué?
Ana María, el sistema no tendría necesidad se identificar plagios sino innovaciones, como en investigación. Y como en ciencia y tecnología en donde es claro que las innovaciones son avances graduales sobre algo ya inventado, mientras las invenciones establecen puntos de partida, esencialmente nuevos; puntos que por lo general tienen como instrumento de aceptación las patentes
Como opositor a las tonterías que a mi modo de ver aparecen una y otra vez en las actas de los jurados en arquitectura, considero que le haría bien a la profesión que los jurados contribuyan a llamar la atención sobre innovaciones de cualquier tipo, incluidas las simbólicas y políticas; siempre y cuando sean claros.
Desde luego, no se necesita replicar el aspecto de las patentes que le genera dividendos a los inventores. En arquitectura, como en la investigación académica, bastaría que hubiera claridad sobre el sistema de créditos.
Con lo cual serían dos sistemas en uno: un sistema para definir y promover innovaciones e invenciones; y otro para identificar las ya existentes. La SCA y las universidades serían las instituciones que por naturaleza están llamadas a definir y poner en marcha tal doble sistema. Y sería también la contribución sobre el cual reitero mi desconfianza.
La musica es arquitectura en movimiento, en un constante y bello movimiento!
Juan Luis:
Creo que estas tocando dos temas diferentes: uno es el tema de los criterios de evaluación y juzgamiento en un concurso, bienal (en fin cualquier actividad que involucre premios) que comparto, deben ser mucho más específicos y particulares a cada caso desde las bases; y otro es el tema de establecer un sistema de identificacion de innovaciones e invenciones, que considero innecesario ya que, como mencionas en el tema de la música, creo que ya hay un acuerdo cultural que intuituivamente lo autoregula y que constantemente cambia, y por ello, no creo que exista la necesidad de «oficializarlo».
Se me ocurre por ejemplo el magnifico mexicano: Armando Manzanero, tan buen compositor pero pobre interprete, cuantos no han sabido cantar sus canciones mejor que el !!!…. y como en la música al igual que la arquitectura y las demás nobles actividades humanas, no creo que nadie invente nada, si no hay un trabajo colectivo, participativo y complementario. Lo que pasa es que alguno siempre ve primero que otro, o como en una manada o cardumen unos están en la nariz y otros empujan desde atrás, y alguien de pronto cree que es el primero, pero cual es cual??? realmente importa???
(eso si cuidado con los tiburones!!! jajaja)
Esta cosa de la falsa originalidad (que no es volver al origen como debe ser) nos tiene «sobados» no solo afuera si no en la academia donde no hay lugar al error, a la exploración, a la mortalidad, no a la inmortalidad.. a indagar sobre múltiples miradas, a re-crear, a dejar a un lado el star sytem y mas bien atender al : ser y estar.
http://www.mrv-blog.blogspot.com
Bien Ana María, sigamos en esto a ver si algo pasa. Para mí la innovación es algo que hacen los arquitectos todo el tiempo y que no necesariamente se ve en los dibujos y fotografías que se someten a concurso. Si cada participante en un concurso tipo bienal de arquitectura –donde se juzgan obras terminadas y habitadas, no proyectos y fantasías– explica qué es lo que su obra propone como novedoso, sea lo que sea, el jurado no tendría que preocuparse por buscarle pelos al gato, sino por verificar si es cierto lo que dice el proponente, y compararlo con lo que otras obras propongan como innovación. De manera que cuando escojan el ganador podrán resaltar lo que la obra y sus autores proponen como aporte, y no lo que ellos, los jurados, sacan de la manga el día anterior a la proclamación, para azotarnos con las pobres e insulsas actas a las que nos tienen acostumbrados. El problema en el arranque, en mi opinión, continúa siendo la evaluación de obras terminadas y habitadas como si fueran proyectos de concurso. O peor, de taller. Luego viene el problema que los criterios se definen sobre la marcha; con lo cual no debería haber problema, siempre y cuando quedara claro que así es en arquitectura, porque a diferencia del mundo en el que la construcción de la normas y la aplicación de las mismas le corresponde a instituciones diferentes, en el mundo de la arquitectura las cosas son de otro modo, esencialmente porque los arquitectos somos distintos, especiales y únicos. Y que en consecuencia, lo mejor, o lo que está “bien” en cada caso, es lo que el jurado de turno le parece. Con el cómico toque final y recurrente de cada fallo, según el cual, el jurado después de deliberar ampliamente llegó a una decisión unánime.
Y entonces cuándo es que lo consideramos plagio, cuándo referente?
Le Corbusier usó muchos edificios, referentes históricos, para sembrar el punto de partida de la estructura formal de los propios. Estudió, pensó, desmembró, entendió y ensambló nuevamente. Ya sabemos que algunos autores compatriotas nuestros han igualmente echado un ojo hacia el pasado. Cuál es la diferencia? Aún lo estamos averiguando, pero lo cierto es que Le Corbusier reconoció sus referentes y sus antecedentes ante la comunidad, hablaba claramente del proceso gestación de sus obras a diferencia de nuestros colegas nacionales que parecen no operar igual.
Pues ahí, creo yo, está la gran diferencia.
Como anota Mauricio Rojas, Armando Manzanero ha compuesto grandes temas para que otros los interpreten. Y sin duda siempre se le dará crédito por eso. Si los arquitectos somos intérpretes entonces deberíamos de la misma forma, dar los créditos correspondiente a los compositores.
A la luz de éste interesante debate, nos preguntamos si el hecho de no hacer alusión a los referentes, supone alguna de las siguientes razones:
La apropiación del arquitecto, a su repertorio creativo, una idea que no es suya y que sin el debido crédito supone plagio, ó
La simple copia de la forma / imagen del edificio existente (o referente), desconociendo su estructura formal, dinámica, ensamble y orden degradando el ejercicio de estas arquitecturas a un asunto meramente cosmético.
Lo que deriva de no reconocer las referencias previas parece ser un acto de soberbia y egoísmo con tal de aparecer más como compositor y menos intérprete. El acto creativo mismo supone un gesto de genialidad que en sí mismo ensalza al individuo responsable de éste.
Juan Luis:
Deacuerdo. Me parece que para una Bienal -para obras ya terminadas y habitadas- sería una buena propuesta a implementar, ya que esta condición de uso seguramente provee más elementos para medir el resultado de las innovaciones propuestas.
En el tema de un concurso me parece más complicado pero válido igual, y de hecho, puede funcionar en ambos sentidos: en la argumentación de los diseñadores y en la argumentación de los jurados. Al establecer con claridad qué se quiere y espera del proyecto por parte del cliente, los diseñadores pueden ser capaces de cumplir con lo exigido, ampliarlo o controvertirlo, es decir, tomar una posición al respecto. El jurado (y quizá hay que aceptar que inevitablemente se está a merced del jurado) decidirá qué proyecto está en consonancia con lo que busca el cliente, además de evaluar si el diseñador -independientemente de compartir o no su posición- logró o no lo que buscaba, y finalmente si esto resulta mejor de lo inicialmente planteado como hoja de ruta.
El tema de fondo sería entonces el sistema de escogencia del jurado y la forma como el jurado puede argumentar más claramente su posición, quizá involucre más tiempo de juzgamiento, escenarios complementarios al acta, una evidencia de la evaluación, no lo sé…
«. . . ¿ Entonces qué hay de por medio en esta discusión ? . . .» A.M.P.
Considero que una dimensión ética; todos los arquitectos que nos vemos convocados en estas discusiones, contemplaríamos con extremo agrado si, sin miramientos o recelos, dentro del ámbito en el que se produce la arquitectura nos acostumbráramos en adelante a «exponer» con templanza y transparencia el «proceso creativo» que corresponde a la formulación de cada proyecto.
. . . aquel que nada debe, nada teme.
«. . . ¡ Concentrémonos en las obras mismas, hagamos crítica de arquitectura más sobre edificios individuales que sobre tendencias que todavía no sabemos interpretar ! . . .» M.G.
Es deseable recordar que estos nuevos escenarios de discusión se ofrecieron esporádicamente gracias a obras de carácter «particulares» y especificas que provocaron en todos sentimientos de repulsión crónica o alabanza visceral . . . y de allí se ido dirigiendo la discusión hacia escenarios de proporciones más generales.
Pido de antemano disculpas si tomar extractos sin permiso de los autores me puede suponer la palestra pública.